15 julio 1978

Uno de los entrevistadores, Miguel Ángel Aguilar, ajusta cuentas desde su periódico, DIARIO16, con los que le criticaron por sus preguntas en TVE: Los veteranos Emilio Romero y Rafael García Serrano

Críticas a la entrevista al ministro de Interior, Rodolfo Martín Villa, en TVE por considerar sumisos a los periodistas entrevistadores

Hechos

  • D. Rafael García Serrano en un artículo publicado el 15.07.1978 y D. Emilio Romero en otro publicado el 16.07.1978 criticaron a los periodistas que participaron en una rueda de prensa a D. Rodolfo Martín Villa en TVE.

Lecturas

En julio de 1978 se emitió una entrevista al ministro Rodolfo Martín Villa en la que fue entrevistado por varios periodistas entre los que estaba el director de Diario16 Miguel Ángel Aguilar Tremoya. La entrevista fue criticada en El Alcázar por Rafael García Serrano (15 de julio) y en El País por Emilio Romero Gómez (16 de julio). A ambos les responderá Aguilar Tremoya el día 20 de julio en un artículo firmado en el que les reprocha su labor durante la dictadura franquista.

La entrevista o rueda de prensa televisada del ministro de Interior, D. Rodolfo Martín Villa, tras los sucesos de Rentería, fue realizada por los periodistas D. Alejandro Fernández Pombo (Director del YA), D. Miguel Ángel Aguilar (Director de DIARIO16), D. Antonio Herrero Losada (Director de la Agencia EUROPA PRESS) y D. Gonzalo Velasco (Periodista de la Agencia EFE).

Periodistas de oposición como D. Emilio Romero Gómez o D. Rafael García Serrano publicaron artículos contra los entrevistadores por considerar que no habían hecho preguntas agresivas al mandatario. Uno de ellos, el Sr. Aguilar, respondió a ambos desde su periódico DIARIO16.

15 Julio 1978

Vamos a contar mentiras

Rafael García Serrano

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El hecho de que ayer fuera día 13 – notablemente considerado como propenso al mal fario – no tiene nada que ver con los sucesos acaceidos en el País Vasco. A estos efectos el País Vasco, parte querida de España y también buena parte de España, por no decir toda a fin de no ser calificado de catastrofista, está sumergido en un perpetuo 13 y martes del año 13 del siglo XIII. Jamás un Gobierno tan lento como el que padecemos ha sido tan rápido en juzgar sin pasar los trámites legales correspondientes a unas Fuerzas de Orden Público constantemente vejadas cercadas, insultadas, acosadas, no sólo en el cumplimiento de sus funciones, sino en la intimidad de sus hogares, en las escuelas donde ya no pueden ir a recibir instrucción sus hijos y en el círculo de menosprecio, miedo y peligro que rodea a sus mujeres, sus madres o sus hermanas. Ayer en Bilbao, se atentó contra la esposa de un capitán de la Policía Armada (ABC, 14 de julio, pag. 6).

Escuchar ayer al señor Martín Villa ante una cohorte de periodistas seguramente independientes, pero hondamente vinculados al propio Gobierno – EFE es agencia oficial, YA es el órgano de los tácitos y sus complices, DIARIO16 está dirigido por un destaifado famoso por sus paseatas demagógicas y sus hilarantes mítines en las sesiones innumerables Asambleas de la Confederación de Asociaciones de la Prensa y por ser un subproducto progre y opusdeístico de los señores Calvo Serer, Fontán y el MADRID volado y EUROPA PRESS tiene a su frente al señor Armero, que es el actual Gobierno y a la actual situación lo que Daoiz a Velarde (con perdón de tan ilustres capitanes a quienes probablemente no se les incuó expediente por rebelión el día 3 de mayo de 1808 a cargo de Carlos IV y Fernando VII en Bayona, porque el día 2 ya habían muerto), observar los gestos del Sr. Martín Villa, asistir a sus vacilaciones, fue un espectáculo que los italianos califican de ‘pistoso’.

No nos neteramos de lo que ocurrió en Rentería. Hoy mismo ABC – diario que trata de minimizar cualquier acontecimiento que pueda perjudicar a la Corona, lo cual va dicho en encomio de su perenne lealtad a la dinastía felizmente reinante – da otra versión de los hechos (14 julio, página 6) según la cual los destrozos que algunos insensatos califican de vandálicos y hasta de pillaje se produjeron al perseguir la Policía Armada a quienes les agredían. Merecían, pues, la Policía Armada y sus oficiales el beneficio de la duda y una previa y serena investigación. Los extrañados obtuvieron mayor consideración del Gobierno. Si tuviéramos que dar nombre siux, pongo por ejemplo a mi ex amigo y ex camarada Martín Villa, habría que denominarle Nube Gris. Ayer hizo de nube gris, con tanta perfección que ni su primera representación, dirigida por Luis Ángel de la Viuda, de quien recuerdo fervores falangistas que todavía conmueven mis vísceras, ni en la segunda – después de la maravillosa obra de Alfonso Paso, magníficamente interpretada por un grupo de excelenets actores – o sea, a la altura soporífera del último telediario, consiguió aclararse – porque el show de Martín Villa se repitió y se repetirá, pero no, en cambio, la filmación de la plaza de toros de Pamplona – de modo que sus palabras se multiplicaban en la preciosa labor de no decir nada, de no concentrar nada, de intentar dar una cierta sensación de seguridad que consiguió repentizar – si no hubo ensayos, que yo no lo sé – magistralmente, de modo que si como ministro quedo a la altura del betún, vamos del tipo Oreja en exteriores, como actor superó a mis amigos Jesús Puente y Zori, a la admirable Carmen Bernardos, a la que no tengo el guso de conocer, a Álvaro de Luna, que me cae enormemente simpático, lo mismo que Algarrobo que de lo que sea a la doncella atada y el virtuoso sacerdote que morían nada más aparecer y cuyos nombres siento no haber retenido. Pero hasta su interpretación de muertos quedó por debajo de la que de vivo – vivo político, se entiende, es decir lo suficientemente hábil para superar a aquel mago de la escena conocido por Fu Manc Chu, que creó que era de Valencia – consiguió Martín Villa.

La representación de Martín Villa fue más bien dramática y sólo me hizo reír cuando aseguró que lo de Pamplona se sabía de antemano, sin recordar que horas antes había dicho que no estaba en condiciones de soltar ni pio en el COngreso por carecer aún de información. La representación de la comedia de Alfonso Paso me hizo reír y sólo se me saltaron las lágrimas cuando al final recordé que el autor ya se nos había ido para siempre. La función de mi querido camarada se titulaba ‘Vamos a contar mentiras’.

La de Martín Villa también, mira que es casualidad. Porque para decir la verdad le hubiera bastado con comenzar alguna de sus respuestas a mis colegas con estas parecidas palabras: «Reconozcamos que la panorámica del País Vasco hay que contemplarla con la misma óptica de julio de 1834 cuando se pronunció la famosa frase de ‘un faccioso más’ y la de mayo de 1872 y también a la del triste 1873».

Con esto y con haber reconocido que la legalización de la ikurriña no solamente no apaciguó a los racistas baskos, n ia sus metralletas, ni a sus paquetes de goma 2, sino que al contrario les excitó como un triunfo, el ministro hubiera deformado ser un político capaz de asomarse a la realidad.

España se le va de las manos a un Gobierno sin pies ni cabeza, sobre todo sin cabeza, y se nos muere a todos, porque aquí, y bien me duele decirlo, no hay un hombre capaz de poner la Patria por encima de facciones y convocar a una tarea rápida de salvación y rescate, de trabajo y paz.

De todos modos yo saludo con corazón agradecido a esos hombres de la Guardia Civil, de la Policía Armada, de la Policía Gubernativa, que además de morir a diario, de ser enterrados poco menos que a escondidas, soportan la calumnia con la misma entereza que la metralla.

(Se cierra la sesión con pesimismo. Veremos sie le domingo por la tarde, ya con un nuevo Almirante honorario, se cierra la sesión con mejor talante. La esperanza, hermanos, no hay que perderla nunca. Y si la muerte llega, también s mejor morir lleno de esperanza que acogotado por el desánimo).

Rafael García Serrano

16 Julio 1978

La ambigüedad como método

Emilio Romero

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Parece admitirse que en la política el único lugar aceptado para la ambigüedad es en la diplomacia. El diplomático ha recibido unas enseñanzas defensivas, con una preocupación básica de tener una puerta al menos para escabullirse. El diplomático utiliza el método periférico, porque representa fuera del país al Estado, y cuanto menos se le comprometa en los hechos mudables mejor. El diplomático es una especie de gallego ilustrado. Pero el político no puede ser así, salvo que trate cin extranjeros, o con clérigos romanos, o con democristianos. El método de la ambigüedad es recusable porque el político en una democracia es un elemento representativo de gentes; debe explicar claramente los actos de Gobierno, si fuera gobernante, o debe tratar de conectar con el pueblo o con el país, hablando claramente sobre lo que acontece y las soluciones a los grandes o a los pequeños problemas. La ambigüedad, o es una deformación dialéctica, o es un truco.De poco tiempo a esta parte se puede oír a diario a todos los políticos esta frasecita: «Yo diría…» Esto es inaceptable. No se puede hablar en condicional. Si expresa unas opiniones o unas ideas, no hace otra cosa que decirlo y no establece las posibilidades de decirlo o de haberlo dicho. Es mucho más correcto decir -yo digo, que yo diría. Es también más valeroso y más natural.

Pero hay como un deseo de no comprometerse excesivamente, de apuntar las cosas y no afirmarlas, de ejercer la sugerencia y no la calificación. Por eso se está poblando la vida española de ambigüos, de melifluos, de cucos.

Recientemente hemos podido ver y escuchar al ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa en una intervención en el Parlamento con ocasión de los sucesos de Pamplona; y en una rueda de prensa con cuatro periodistas distinguidos, los cuales rivalizaron en ambigüedad con el ministro, seguramente por contagio. Yo creo que esta ambigüedad le venía, a algún político del viejo régimen desmantelado, por dos tipos de formación: la formación religiosa, y la formación característica del antiguo régimen que no permitía personajes muy concretos, sino escurridizos y ambiguos. A Martín Villa le viene esta formación por las dos vías, una de ellas la agustiniana de su Colegio Mayor, y la otra la de haber realizado un largo recorrido de funciones públicas al lado de grandes y relevantes ambiguos en el pasado reciente. Y es una pena. Rodolfo Martín Villa es un personaje inteligente, un trabajador de despacho y una musculatura política para los grandes pesos. Pero no tiene la imagen de un ministro del Interior para dirigirse al Parlamento y a los españoles en un momento como el actual en donde la conflictividad política levanta ya las barricadas, se acentúa la disociación de los españoles por razones territoriales, culturales, históricas, la calle va siendo cada día menos para pronunciarse y más para contender, y las muertes son ya mucho más numerosas que aquéllas que crearon un clima de cuerra en nuestro país, y al fin se produciría aquella guerra en 1936. Un ministro en esta situación no puede dirigirse lastimosamente al Parlamento, mediante una previa negociación con los portavoces del Congreso, sin otro ánimo que de lamentarse de lo ocurrido y prometer una investigación a fondo. Un ministro del Interior tiene que tener la información enseguida y decirla cumplidamente al Parlamento. Y después será el Parlamento quien abra un debate, se oigan las diferentes versiones de los parlamentarios, Y al final podrían remitirse todos estos materiales a Una comisión especial investigadora.

El ministro no puede aparecer, posteriormente, en televisión que es la gran balconada ante el pueblo español y dar allí una deslumbradora lección de ambigüedad y de ofrecer una de cal y otra de arena, y de emitir un atrevimíento y lograr equilibrarlo con una prudencia. Todo esto es pura ratonería política, vieja escuela romana, antiguo refugio para no dar la cara y dejar a los españoles como estaban y que es no saber lo que ha pasado, quiénes son los culpables y saber lo que va a hacerse. Y a todo esto, los periodistas convocados tenían la misma cara de congoja del ministro, alguno de ellos hasta con cierta siniestralidad temerosa y asustada y sin ningún interés de poner al ministro el explosivo natural de un periodista, puesto debajo de la silla, como hacen los ciudadanos de Elche en su fiesta sagrada de agosto. Los ministros del Interior han sido en este país los que han tenido que bailar con la más fea. Es una función bonita para un político, es el departamento que tiene mayores caudales de política dentro. En el fondo, un político de vocación ha esperado siempre en nuestro país a ser ministro del Interior o de Gobernación. Pero lucizo se enfrenta con los asuntos mas desfavorables o menos rentables. El Ministerio del Interior gasta al político mucho más deprisa que otros. Solamente hubo un caso milagroso. que fue el de Carlos Arias Navarro. En su tiempo mataron al presidente del Gobierno y el jefe del Estado lo hizo presidente del Gobierno. El hecho era insólito. Ningún magnicidio perpetrado en nuestro país ha glorificado a ningún ministro de la Gobernación. sino que los ha desfenestrado. Pero esto ocurre en todas partes. Recientemente ha ocurrido en Italia, tras el asesinato de Aldo Moro. Fraga se metió inocentemente en el Ministerio del Interior, para llenar de política toda su humanidad y le rnandaron al poco tiempo a Alianza Popular, que es corno un inhóspito lugar de destierro de ex ministros de Franco.

La ambigüedad como método no es recomendable. Es muy humano que el político utilice la ambigüedad para salvarse, pero solamente cuando la falta de concreción no sea perniciosa para todo un pueblo, y que se reduzca a ser una contienda de destrezas entre políticos. En el primer año de este siglo, en plena guerra de Africa. había una campaña popular cada vez que embarcaban soldados con destino a Marruecos. Hubo momentos en que era muy difícil embarcar a las unidades en los trenes. Se tenía la impresión de que aquella guerra no solamente era inútil sino que estaba destinada a servir determinados intereses. Entonces un ministro, el vizconde de Eza, se dirigió al país hablandole claro y, fue tan firme, y estuvo tan asistido de información, que se acabaron las campanas y todo volvió a su lugar.

El fenómeno que se ve, sin forzar demasiado los ojos, es que este Gobierno apetece gobernar de manera compartida con todas las fuerzas políticas. Esto a veces es bueno para redactar una Constitución, pero no es habitual para gobernar. El Gobierno debe tener las ideas propias, autoridad. y la necesaria información y documentación para sostenerlas. Esto es lo que se llama un Gobierno responsable. Un Gobierno. vamos. Y todo lo que hace a cada instante es templar las gaitas de los parlamentarlos. especialmente de los más decisorios como socialistas, comunistas, catalanes y vascos. El Gobierno da la sensación de que lo han puesto allí por alguna injusticia o privilegio que quisieran legitimar tendiendo la mano a sus contrincantes o bajándose los pantalones. La palabra que tiene permanentemente en la boca es la de rectificar. Martín Villa lo está diciendo todos los días. Lo normal no es rectificar, sino marcharse si se han cometido errores grraves. El Gobierno. por el contrario, ha sido extraído de la minoría rnayoritaria del Congreso y del Senado. Tiene las asistencias suficientes en el Parlamento, Y fuera de él, ¿qué tiene el Gobierno como asistencia, fuera del Parlamento? Pues en principio. el Rey, puesto que la minoría mayoritarla del Parlamento es la Unión de Centro Democrático. El Rey está ante la necesidad democrática de asistir al primer partido del país. Después tiene la legalidad sobre la que se asienta -puesto que no está en el vacío- y las Fuerzas Armadas que tienen el deber de defender esa la realidad. Nunca un Gobierno en la vieja democracia había tenido más asistencia que éste. Y si se añade que la izquierda es moderada en el soclalismo y moderadísima en Santiago Carrillo, ¿qué más quiere? Pues entonces lo que tiene que desterrar es la ambigüedad y decir abiertamente quiénes organizaron los sucesos de Pamplona y, del País Vasco, con sus nombres y, apellidos y los desmanes que hicieron después: y quiénes son los miembros de las Fuerzas Armadas que sobrepasaron sus obligaciones, también con nombre y apellidos: y finalmente mandar a algunos gobernadores a su casa y decir por qué. Esto es lo que tiene que hacer un ministro del interior, no bajar la cabeza y subir las gafas. y pensar lo que va a decir para no decir nada, y ponerse delante de cuatro periodistas que de antemano -aunque sean brillantes- tampoco estaban dispuestos a ser molestos sino convenidamente incitadores para que el ministro pudiera lucir con esplendidez su ambigüedad. Y digo todo esto con decepción y sentimiento. Me gustaría decir cosas más lucidas a Martín Villa, a quien profeso un vicio afecto y no poca admiración.

A la izquierda también conviene decirla algunas cosas de buena fe. Y si no las aceptara tampoco me importaría gran cosa. La izquierda parece como si tuviera el oficio de respaldar toda «contestación». Y no es eso. Eso sería una izquierda revolucionana que ese no es el caso de nuestra izquierda. Y si es que fuera revolucionaria tiene la obligación de decirlo. Hasta ahora sabemos que la izquierda está integrada en un sistema político democrático que se propone la convivencia y se somete a la soberanía popular. Estamos construyendo una democracia al estilo de las europeas, donde los revolucionarios pertenecen al pasado, y ahora solamente podríamos distinguir como dos familias políticas: los avanzados y los retardatarios.La izquierda tiene más credenciales para ser los avanzados y no los otros. Pero entonces tiene que empezar a depurar a mucha gente que creen que la izquierda representa la idea de poner al país boca abajo. un poco a la manera anticuada de las revoluciones francesa o rusa. La izquierda no puede tener viejos clichés y seguir haciendo solarnente antifranquismo como la gran bandera de su legitimidad. La izquierda tampoco puede ser ambigüa en los sucesos del Norte v tiene que preservar con su conducta al país de una desestabilización que podría llevarnos otra vez -por rigurosa necesidad y ante balances catastróficos- hacia nuevas formas de autoridad que respaldarían una creencia muy extendida de que los españoles no estarnos preparados para la democracia. Precisarnente quien más posibilidades y más bazas tienen para salvar la dernocracia es la izquierda. La única exigencia es que no sea ambigua, o que se hiciera la distraída con el terrorismo y las barricadas. Y los que tuvieran que rnarcharse de su lado, que se marchen. El país es mucho rnás importante que un partido y no se puede estar jugando permanentemente al error o a la debilidad del contrario. Y si el Gobierno se pone voluntariarnente en las cuerdas, delante de la izquierda, lo que tiene que hacer la izquierda en lugar de golpearle en esa triste situacion, es mandarle a su banquillo para que se reponga. O que alguien y, no la izquierda le de por derrotado, por inferioridad manifiesta. Todo lo que nos sucede es estar utilizando la ambigüedad como método. Meter la cabeza bajo el ala. No decir más que la verdad a medias. Salir como sea del asunto con prontitud y escaso decoro. Pero esa es una vieja y lamentable política. Aquella que se llevaba en los finales de la primera restauración. Ahora estamos llenos de gentes jóvenes, de muchos idealistas, y delante de un monarca joven que quiere hacer una monarquía de todos, y con todos. Esto se nos podría morir por una epidemia de rácanos. En el fondo un ambiguo es aquel que no sabe lo que tiene que decir, o que lo sabe y no se atreve. Ninguna de las dos especies son recomendables.

20 Julio 1978

La ambigüedad, censurada

Miguel Ángel Aguilar

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«Hubo que hacer una guerra para que algunas gentes fueran académicos» suele repetir mi amigo Arturo Soria, que explica la contienda como el afán de acabar con la legítima autoridad, que estaba entonces implantada en España, en las diferentes áreas científicas, literarias, de las bellas artes, etcétera. Pues bien, llevando esta afirmación al periodismo cabría, igualmente añadir que hubo que hacer una guerra para que Emilio Romero y García Serrano fueran ‘maestros de periodistas'».

Sólo el fusilamiento de Javier Bueno y Julián Zugazagoitia, Cruz Salido, Augsto Vivero, Manuel Navarro Ballesteros, el exilio de Corpus Barga, Félix Lorenzo, Francisco Villanueva, la incapacitación para el ejercicio profesional de tantos otros como Eduardo de Guzmán, dejó el terreno libre para la edificación de prestigios apoyados en el quicio de la dictadura.

Emilio Romero se ha referido ampliamente en EL PAÍS del domingo pasado a la rueda de prensa que el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, mantuvo el jueves anterior en TVE con cuatro periodistas – los directores de EFE Nacional, Gonzalo Velasco; de EUROPA PRESS, Antonio Herrero; de YA, Alejandro Fernández Pombo y de DIARIO16, Miguel Ángel Aguilar – «los cuales» – escribe – «rivalizaron en ambigüedad con el ministro, seguramente por contagio». Luego añade que los periodistas convocados ‘tenían la misma cara de congoja del ministro, alguno de ellos hasta cierta siniestraldidad temerosa y asustada y sin ningún interés de poner al ministro el explosivo natural de un periodista». Romero concluye que «los cuatro periodistas tampoco estaban dispuestos a ser molestos, sino convenientemente incitadores, para que el ministro pudiera lucir con esplendidez su ambigüedad».

La transcripción taquigráfica de las preguntas que formulé al ministro Martín Villa me ahorra cualquier argumentación acerca de la ambigüedad que se reprocha por quien como todos sabemos, se ha mantenido siemper en las antípodas de esa actitud. Aquí están, según han sido facilitadas por TVE, respetando incluso las reiteraciones propias de la expresión verbal: que los lectores juzguen.

Primera pregunta:  En una de sus respuestas se ha referido (el ministro) a los errores, que se han cometido errores. Pienso que algunos de esos errores son los que crean solidaridad en la hostilidad global de una sociedad hacia las Fuerzas de Orden Público, que si no tienen respaldo de la sociedad a la que sirven, no pueden ejercer esa misión de tutela en el ejercicio de los derechos cívicos, que es para lo que están. ¿Qué ha padado en el País Vasco? ¿Qué viene pasando desde tiempo atrás para que no haya sucedido como en el resto del país, en el que las Fuerzas de Orden Público han ganado imagen? ¿Qué está fallando?

Segunda pregunta: Quería referirme a una afirmación reiterada del ministro del Interior, cuando ha sido interroado sobre la composición de las fuerzas que están en el aparato de seguridad del Estado. Y esa afirmación reiterada es la de negarse a cualquier depueración ideológica. Pero, tras esa afirmación, puede estar también la negativa a depurar las conductas, las conductas que hayan podido incurrir en supuestos ilegales, en supuestos de incompetencia. ¿Se va a distinguir entre estos dos planos? Y, sobre todo, ¿se va a impedir que ETA pueda comparecer, pueda llegar a figurar como la vengadora del pueblo vasco que ha sid oagredido, que ha sido vejado, etc, según los comunicados de partidos, de grupos, de entidades?

Tercera pregunta: Cuando el Congreso acaba de acordar en uno de los artículos de la Constitución la abolición de la pena de muerte se escucha el grito en las calles del País Vasco de ‘ETA, mátalos’ referido a los miembros de las Fuerzas de Orden Público. Esto puede dar una idea de la grave situación en la que se encuentra todo este problema, y, junto a ello, da la impresión de que hay fuerzas políticas que están lucrando d la violencia que ejerce ese grupo. Se ha establecido una pésima pedagogía social, porque el Gobierno a veces, retrasa las concesiones hasta que son solicitadas, son reclamadas con violencia. ¿Qué nueva táctica de actuación? ¿Qué medidas se van a tomar para pasar de esa imagen quebrantada, hostil, que se refleja en esos gritos a que me refería antes, que se tiene de las Fuerzas de Orden Público en el País Vasco, a la necesaria reconciliación que tiene que haber para que puedan ejercer su papel de servidores del orden público? ¿Cömo se va a avanzar en esa dirección?

Hasta aquí las preguntas formuladas por mí. Estoy dispuesto, si no fuera abusar del espectaodr, a volver a TVE con Romero para que se vea quién se produce con ambigüedad.

Mayor exactitud

También desde EL ALCÁZAR, Rafael García Serrano arremete contra los periodistas que intervinimos en la rueda de prensa con Martín Villa. Mejor dicho, arremete contra los medios – agencia EFE, EUROPA PRESS y diario YA – y contra el director de DIARIO16. A la hora de aportar atencedentes míos, Rafael García Serrano recuerda mis intervenciones en las asambleas de la Federación de Asociaciones de la Prensa en 1974 y 1975. Sus apreciaciones injuriosas no pueden con ese origen ser ofensivas, pero conviene reclamar mayor exactitud.

1.) Las asambleas de la Federación (que no Confederación) de Asociaciones de la Prensa en que intervine no fueron innumerables, fueron dos.

2.) La Federación, por estatutos, debía reunirse cada año, pero los amigos de Rafael García Serrano reiteradamente escamoetaron las asambleas con pretextos inverosímiles.

3) Mis ‘paseatas demagógicas’ en aquellas asambleas de Estepona y Córdoba se ocncentraron en la presentación de una docena de ponencias, aprobadas previamente por la Asociación de la Prensa de Madrid, en torno a las sociedades de redactores, cláusula de conciencia, Colegio Profesional, convocatoria de un Congreso Nacional de Periodistas, creación de un departamento de documentación, amnistía y reincorporación a las Asociaciones de todos aquellos periodistas que los amigos de García Serrano habían depurado impidiéndoles durante cuarenta años el ejercicio de la profesión por su situación en zona republicana.

Desde luego, no me extraña que aquellas intervenciones sean ahora descritas como «mítines hilarantes», sobre todo a la vista de mi insistencia en reclamar las cuentas de la Federación y del Montepío que andaba, precisamente, a cargo de García Serrano. Todavía estamos esperando. Pedir las cuentas: Verdaderamente hilarante.

Miguel Ángel Aguilar