13 marzo 2006

Debate sobre la Mochila de Vallecas del 11-M: Medios cuestionan que fue un montaje y sus competidores les acusan de ‘teoría de la conspiración’

Lecturas

 

16 Mayo 2005

¿MOCHILA NUMERO 13 O PIEDRA DEL CUENTO DE PULGARCITO?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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A estas alturas de la investigación del 11-M, la bomba que no llegó a explotar, encontrada 18 horas después de los atentados en una mochila en la comisaría de Vallecas, sigue siendo la clave que condujo las pesquisas policiales hacia la célula de Lavapiés.Sin embargo, lo ocurrido con esa misteriosa mochila número 13 guarda tantos puntos oscuros como los que presuntamente ha ayudado a esclarecer.

En primer lugar, hay indicios de que la bomba podía estar preparada para que no funcionara. El cable que conectaba el teléfono móvil al detonador estaba suelto y no podía transmitir el impulso para que la carga explotara. Los terroristas no tomaron la mínima precaución de colocar cinta aislante, por lo que cualquier movimiento podía desunir el cable. Si quienes prepararon ese artefacto fueron los mismos que fabricaron los demás, cometieron esta vez un error de principiantes.

Lo más extraño es que la existencia de este cable suelto se le ocultara al juez durante meses. Antes de abrir la mochila, los Tedax hicieron una radiografía para saber lo que había en su interior y comprobaron que el cable estaba suelto. Sin embargo, el responsable de los Tedax, el comisario Juan Jesús López Manzano, proporcionó informes ambiguos al juez Del Olmo sobre el motivo por el que no había explosionado. Fue gracias a la Policía Científica como el juez se enteró meses más tarde del 11-M de la existencia de la radiografía. Manzano debería explicar por qué evitó decir que sabía desde muy pronto que la mochila, tal y como se la encontró, no podía estallar.

¿Y qué había en esa mochila? Un teléfono con tarjeta que condujo hasta el locutorio telefónico que Amal Zougam tenía en Lavapiés.Sin embargo, no era necesario usar un teléfono con tarjeta, pues hay modelos bien sencillos en los que sin ella funciona la alarma del despertador. ¿Cómo es posible que alguien dedicado al trapicheo con móviles cometiera la torpeza de dejar un rastro tan evidente en una bomba? ¿Y cómo es posible que la célula de Lavapiés usara antes y después del 11-M tarjetas de la misma serie si no es porque ignoraban que llevarían a la policía a detenerles?

Es trascendental que la mochila número 13 no explotara, pues las otras estallaron en los trenes o fueron explosionadas, así que era la única pista. Sin embargo, esa mochila parece un hilo diseñado para tirar de él, la piedra más grande del cuento de Pulgarcito: una bomba que no podía explotar si no se conectaban los cables, con un teléfono y una tarjeta que señalaban a un claro sospechoso y metida en una mochila que apareció en una comisaría, sin que nadie sepa acreditar de donde procedía y quién la despositó allí. Demasiadas incógnitas para una pista tan decisiva.

16 Mayo 2005

La mochila número 13

Fernando Múgica

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En la comisaría de Vallecas se encontró en la noche del 12-M una bolsa que contenía un artefacto explosivo. El valor de un artificiero hizo que se conservaran intactas pruebas claves para la detención de los ‘moritos de Lavapiés’. Siempre se dejó en el aire la causa de por qué no había funcionado esa bomba. El sumario del juez Juan del Olmo revela que el comisario de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, le ocultó durante más de tres meses una radiografía que dejaba claro, desde el primer momento, que la bomba no explotó porque uno de los cables estaba suelto. La tarjeta que se encontró en el móvil fue clave para llegar a Zougam y el locutorio de Lavapiés.Lo que nadie ha dicho es que para activar la alarma de muchos modelos de móviles no es necesario que tengan tarjeta. ¿Por qué entonces dejaron esa tarjeta, esa pista que iba a identificarles?

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Nos han tomado el pelo. Al menos eso es lo que pensó el juez instructor del sumario del 11-M, Juan del Olmo, en julio de 2004.

Su profundo enfado tenía una clara justificación. Los informes del responsable de los Tedax -los especialistas en desactivación de explosivos-, el comisario Juan Jesús Sánchez Manzano, eran deliberadamente ambiguos y enmascaraban una verdad simple y meridiana.

La policía conocía desde el primer momento que la bolsa bomba encontrada 18 horas después de los atentados en una comisaría de Vallecas no podía explosionar. Como se contó posteriormente, una radiografía hecha en el primer momento, en la misma noche del día 12 de marzo, y ocultada durante más de tres meses al juez, así lo revelaba. Alguien se preocupó de que no llegara el dato a la opinión pública para que la bomba de Vallecas, la mochila número 13, resultara más creíble.

El juez Del Olmo pormenoriza en sus autos los informes periciales que le remite la Unidad Central de Desactivación de explosivos y NBQ. Así, en el del 26 de abril de 2004, con registro de salida número 12.567, se asegura que la alarma del teléfono utilizado en el artefacto de Vallecas estaba programada para las 07.40 horas.

…«Una vez que llegase la hora de alarma o despertador, programada en el teléfono, del mismo modo que se activaría el vibrador, también fluiría la energía de la batería del propio teléfono al detonador con su consiguiente iniciación y explosión de la carga; sin embargo, y aun contando el artefacto con todos los elementos necesarios para su correcto funcionamiento, no se produjo explosión alguna a la hora programada»…

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UN ARTEFACTO CON TODOS LOS ELEMENTOS

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…«El artefacto contaba, en definitiva, con todos y cada uno de los elementos necesarios para su correcto funcionamiento»…«Respecto a la cuestión de por qué no funcionó el artefacto en su momento, no es posible establecer unas circunstancias determinadas, suficientemente concluyentes, para determinar el fallo; la propia confección artesanal del artefacto, con la consiguiente ausencia de rigor industrial en su fabricación, conlleva a que existan tanto posibilidades de que funcione como de que no lo haga»…

En definitiva, el informe de Manzano emplea miles de palabras para explicar al juez algo que debiera ser tan simple como: «En la radiografía que hicimos en la madrugada del día 12 de marzo de 2004 del artefacto encontrado esa noche en una bolsa en la comisaría de Vallecas se veía con claridad que uno de los cables estaba suelto por lo que -sin volver a unir los cables- no podía explosionar».

El día 10 de junio de 2004, tres meses después de los atentados, a respuesta de una solicitud del juez de fecha 3 de mayo de 2004, Manzano vuelve a enviar al juez otro informe. Viene a decir prácticamente lo mismo que en el anterior. Se extiende sobre los componentes del artefacto de Vallecas. Se olvida de nuevo de la radiografía y añade consideraciones generales como que los artefactos son parecidos a los que utilizan los palestinos en su lucha contra Israel. Una afirmación, por cierto, que produce sonrisas escépticas en la embajada de Israel.

Mientras tanto, la Brigada Provincial de Policía Científica envía al juez un juego de fotografías -junto a un informe de un inspector de policía, cuyo número de identificación es 28.296- que corresponden a una radiografía tomada por los Tedax el día 12 de marzo de 2004 al artefacto de Vallecas, en el Parque Azorín de Madrid, antes de proceder a su desactivación. El juez, enfadado y con razón, reenvía el informe y las fotografías el día 15 de julio de 2004 a los Tedax y les pide que a la mayor brevedad le amplíen por escrito todos los detalles referentes a la radiografía y a su interpretación.

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CUATRO MESES PARA RECONOCERLO

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Sánchez Manzano contesta 12 días más tarde al juez, el 27 de julio de 2004, y le manda un estudio de dos peritos -los tedax números 19.568 y 27.390- en el que se especifica que «a la vista de la nueva documentación remitida por el juez» -que no es otra que la constatación de que la radiografía existe-, «se ve con claridad desde la parte superior del artefacto cómo uno de los cables que salen del teléfono se encuentra sin conexión alguna».

Advierten también que el extremo del cable denota que ha sido torsionado. La inspección ocular ya había demostrado que el cable no tenía ningún trozo de cinta aislante, lo que parece una precaución elemental para cualquiera que quiera empalmar dos cables. No digamos si los cables son parte de una bomba para unos atentados de tanta trascendencia como los del 11-M.

Pero ni siquiera sabiendo que el juez ha visto el juego de fotos correspondientes a la radiografía, los Tedax reconocen la explicación de la desconexión del cable como la causa definitiva de por qué no explosionó la bomba a la hora prefijada. Insisten en que la desconexión del cable pudo ser «uno de los motivos» por los que «podría haber fallado».

Aun hoy, más de un año después, cierto sector de la policía -según se ha publicado el 24 de abril de 2005- difunde la idea de que «pudo no explosionar» porque el Imei -la matrícula de identificación- del teléfono utilizado como iniciador podría haber coincidido en la zona con otro idéntico. Es decir que había dos móviles en el mismo sitio con dos Imei clonados que se anulaban entre sí.

La explicación es tan poco rigurosa y tan inverosímil que los propios que la difunden insisten en que es algo muy poco probable y prácticamente lo han descartado.

El juez escribe un auto extenso el 19 de julio. Faltan ocho días para que los Tedax contesten definitivamente a su requerimiento del estudio de la radiografía, por lo que no incluye el dato del cable suelto en su escrito.

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ENMASCARAMIENTO ESTRATEGICO

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No puede ponerse en duda que si la información de la radiografía y el cable suelto se hubiese sacado a la luz cuando se conoció, es decir, al día siguiente de los atentados, y se hubieran remarcado las profundas diferencias de la bomba de Vallecas con la bomba que encontró el policía municipal Jacobo Barrero en la estación de El Pozo -la única que un testigo ha tenido oportunidad de examinar en el lugar de los hechos-, el efecto en la opinión pública habría sido muy diferente.

No hay que quitar ni un ápice de mérito al tedax -al que en los medios de comunicación hemos llamado Pedro- que fue capaz, en solitario y bajo la lluvia, de neutralizar definitivamente la bomba de Vallecas. Pero también es indudable que cuando comenzó su trabajo ya conocía, por la radiografía, que uno de los cables estaba suelto. Quede claro que la bomba podía haber tenido alguna trampa -como ha sucedido en muchas ocasiones con las de ETA- y por ello el mérito del que la desactivó es el mismo, con cable suelto o sin él. Pero lo que habría que preguntarse es por qué no proporcionan los Tedax la información al juez en sus primeros informes.

Los propios policías de la comisaría de Vallecas han contado a este periódico varios datos que sólo sirven para aumentar la aureola de misterio que rodea a la bomba de Vallecas.

La poderosa cadena de televisión norteamericana ABC News transmitió en la semana posterior a los atentados del 11-M una serie de imágenes sobre los componentes de la bomba de Vallecas. Era una exclusiva mundial que también difundió a través de su página web.

Todas las fotografías menos una correspondían a las imágenes oficiales hechas por la propia policía. Eran perfectamente identificables porque llevaban en la parte inferior una regleta marcada en centímetros que servía -como en todas las fotos de este tipo- para que el que las vea se haga una idea aproximada del tamaño de los objetos fotografiados.

Según se apreciaba en las imágenes, se trataba de un teléfono móvil marca Trium T110, el cargador correspondiente a ese teléfono, una tarjeta y la batería, así como una masa compacta -que resultó ser dinamita Goma dos Eco- y los clavos empleados como metralla.

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FOTOGRAFIAS DE LA INTERPOL

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Las fotografías habían sido enviadas a las distintas oficinas mundiales de Interpol. Fue precisamente desde una oficina policial extranjera desde donde fueron filtradas a ABC News para su publicación.Nadie ha sabido explicar nunca por qué se publicaron esas imágenes antes en Estados Unidos que en España. Y qué interés se pretendía con ello. De cualquier manera, era una forma de ratificar a nivel mundial la importancia de las pruebas encontradas.

La imagen en la que se ve la bolsa azul es diferente y no pertenece al mismo juego de fotos. En efecto, ésta sí fue grabada por un equipo de televisión. Sólo se le puede poner una pega: que no se trata de la bolsa auténtica.

En la comisaría de Vallecas querían ayudar a los periodistas de ABC News, pero cuando llegó el equipo de grabación no tenían a mano la bolsa que había albergado la bomba, así que a uno de los policías se le ocurrió que podían emplear otra parecida que pertenecía a un compañero.

Ignoro si la televisión conocía esta circunstancia o si simplemente dio por buena la bolsa que le presentaron.

Nadie ha podido corroborar, hasta ahora, que fuera el comisario general de Seguridad Ciudadana, Santiago Cuadro, es decir, el jefe directo de Manzano, quien diera la orden de que no se destruyera la bomba de Vallecas. Sin embargo, Cuadro presumió de ello delante de gente que ahora lo cuenta. Empleó -según las mismas fuentes- términos tan expresivos como: «Esa bomba se desactiva por mis…».La realidad es que, lo dijera o no, la decisión última de desactivar un artefacto explosivo corresponde siempre al tedax que lo va a hacer. Parece lógico, ya que es él quien se juega la vida.

El comisario responsable de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, tenía una preparación muy ligera en materia de explosivos. Los que trabajaron con él en Madrid lo recuerdan como un policía atildado, «siempre olía a colonia cara y llevaba unos trajes impecables».

Estuvo vinculado mucho más a temas de formación de personal y de seguridad privada -ver su libro Seguridad Privada editado por Dílex- que al de los explosivos. Trabajó en Pamplona durante algo más de un año, donde desempeñó el cargo de comisario de Seguridad Ciudadana. No se distinguió por su iniciativa. Más bien pasó desapercibido y el entonces delegado del Gobierno, Javier Ansuátegui, se lo quitó de en medio, por lo que volvió a Madrid.

Compañeros suyos comentan que es curioso que sabiendo tan poco de explosivos le concedieran la medalla roja al mérito policial por la desactivación en Burgos de la maleta bomba con la que ETA pretendía atentar en la Nochebuena de 2003 en un tren que llegaba a la estación de Chamartín.

Pero lo que más sorprende es que, sin ser un experto en la materia, apostara desde el primer momento, y cuando aún no había habido tiempo material para ninguna investigación, por la tesis de que el origen de los explosivos era Mina Conchita.

Es más, el propio Manzano acudió a Asturias y participó sobre el terreno en la investigación del entorno del que presuntamente proporcionó los explosivos a los terroristas, Emilio Suárez Trashorras.Y todo ello cuando el juez Del Olmo ya había encargado oficialmente la investigación de los explosivos a la Guardia Civil. Fueron miembros de la Benemérita los que resaltaron que en casa de la mujer de Emilio, Carmen Toro, se había encontrado una agenda en la que estaba apuntado junto al nombre de Manzano un número de teléfono. El comisario salió al paso diciendo que el número correspondía a un inspector al que llamaban por ese nombre. Los guardias civiles que llegaron desde Madrid a Asturias para investigar la trama de explosivos jamás se creyeron esa versión.

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«SANTIAGO CUADRO DIJO TITADYNE»

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No sabemos lo que pudieron influir Manzano o Cuadro a la hora de que la mochila de Vallecas se salvara. Pero hay que asumir que fue el tedax Pedro, como ya hemos dicho, el que tomó la decisión última y salvó así elementos claves para la investigación como la tarjeta, el propio aparato telefónico y la dinamita Goma dos Eco.

El nombre de Santiago Cuadro se vio envuelto en una durísima polémica. Hay que recordar que fue él, en la mañana del 11-M, quien informó al subdirector operativo de la Policía, Pedro Díaz Pintado -desde el mismo escenario de los hechos-, de que el explosivo empleado por los terroristas era Titadyne.

El propio Díaz Pintado así lo aseguró ante la Comisión de Investigación en el Congreso. Santiago Cuadro negó en la misma tribuna los hechos. En cualquier caso, es la palabra de uno contra la del otro.

Nadie niega que ese error inicial a la hora de identificar el tipo de dinamita y que se transmitió a través de la cadena de mando de las distintas brigadas provinciales de Información, como ha reconocido el comisario general de Información, Jesús de la Morena, fue determinante a la hora de engañar al Gobierno en sus primeras apreciaciones.

La decisión de no destruir la bolsa bomba de Vallecas resultó, en cualquier caso, providencial para los investigadores, porque en esa bolsa se encontraba el teléfono con la tarjeta de móvil que llevó hasta el locutorio de Lavapiés regentado por Zougam.Es evidente que sin la mochila de Vallecas habría sido prácticamente imposible llegar a los moritos de Lavapiés.

El entonces jefe de la comisaría de Vallecas, Rodolfo Ruiz, ha sido promocionado a comisario provincial de Información de Madrid.Estuvo involucrado -él se ocupó de realizar la investigación- en la detención de dos militantes del PP que asistían a una manifestación anti ETA junto al ministro José Bono.

Nadie se explica por qué los presuntos autores del atentado dejaron rastros tan claros de su culpabilidad. ¿Por qué usaron un teléfono móvil en el que es necesario poner la tarjeta para que funcione la alarma?

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NO HACE FALTA TARJETA

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En efecto. Hay que destacar que en muchos modelos de teléfono la tarjeta no es imprescindible para programar y activar la alarma de un móvil. Si tienen ustedes, por ejemplo, un teléfono móvil marca Siemens, les propongo un pequeño juego que les llevará tan sólo un par de minutos. Es sencillo: apague usted su móvil.Abra la carcasa posterior y saque la batería. A continuación retire la tarjeta SIM y déjela lejos del teléfono. Vuelva a colocar la batería y la carcasa en su sitio y encienda el aparato.

En pantalla le aparecerá una frase en la que le pide el número de su tarjeta SIM. No haga usted ni caso. Vaya al menú, seleccione reloj/alarma. Presione modificar y marque la hora de una nueva alarma para el minuto siguiente. Es importante que el reloj despertador que sale en pantalla no tenga una barra cruzada, es decir que esté activado. Si ya ve el reloj sin la raya, apague el aparato.Comprobará que, a pesar de que no tiene la tarjeta introducida, el teléfono se encenderá a la hora programada, y sonará la alarma con precisión y naturalidad.

La pregunta es clara: si Zougam regentaba un negocio de teléfonos móviles y sus colaboradores hacían en la trastienda todo tipo de manipulaciones con los aparatos y las tarjetas, ¿por qué eligió como iniciador un móvil como el Trium T110 con el que no se puede accionar la alarma sin la tarjeta puesta?

En definitiva, hay modelos que no necesitan la tarjeta para programar y accionar la alarma y hay modelos que sí. ¿Cómo es posible que los terroristas no colocaran como iniciador un teléfono Siemens, por ejemplo, sin tarjeta, y así no habrían dejado la mayor de las piedras de Pulgarcito?

La tarjeta era una de las 30 que, como desarrollaremos más adelante, llevaron a la detención de la célula de Lavapiés. Los terroristas, teóricamente, no sólo dejaron en la mochila de Vallecas sus señas de identidad, sino que continuaron utilizando las tarjetas de esa serie después de los atentados. Es como si dijeran: «¡Oigan, que estamos aquí!».

Nadie entiende por qué dejaron en el camino esas evidencias.A no ser, claro está, que no fueran ellos los que hubieran preparado la mochila número 13 y que los que les proporcionaron las tarjetas pretendieran poner en marcha un señuelo encaminado a llamar la atención sobre culpables prefabricados.

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¿ERAN TONTOS O INTELIGENTES?

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Lo contrario es presuponer una extrema estupidez en unos hombres que demostraron por otro lado una eficacia milimétricamente perfecta a la hora de cometer los atentados.

Antes de que nos adentremos en quiénes son los responsables de que los teléfonos móviles y las tarjetas presuntamente empleadas en los atentados llegaran a manos de los terroristas, es preciso remarcar las diferencias entre la bomba encontrada por el policía municipal Jacobo Barrero en la estación de El Pozo -destruida por los Tedax poco después- y la encontrada en la comisaría de Vallecas.

La realidad de los hechos demuestra que la configuración física de ambas tenía poco que ver. Jacobo la halló debajo de un asiento en uno de los vagones del tren siniestrado en El Pozo, a primera hora de la mañana del mismo 11-M. Llevaba menos de un año ejerciendo en la calle su profesión. A sus 27 años se encontró por casualidad con la bomba y reaccionó con un valor encomiable al retirarla hasta el andén, lo más lejos posible de la gente.

El policía describió, en el calor del momento, lo que había visto en su interior con mucha precisión.

En el sumario figura el testimonio de dos policías motorizados de la Brigada Provincial de Seguridad Ciudadana que relatan cómo en la mañana del 11-M encuentran en el andén de El Pozo dos mochilas, una negra y una azul, ésta apoyada en un muro. La mochila negra está entreabierta -la había abierto e inspeccionado el policía municipal Jacobo Barrero- y en su interior pudieron ver un teléfono móvil con dos cables que iban a parar a una bolsa de plástico azul.

Jacobo Barrero contradijo con su testimonio espontáneo -y sin ningún filtro- a los periodistas estas afirmaciones. La encontró en el tren y no en el andén. La bomba estaba en el interior de una mochila vertical de color negro, pero los cables que salían de un móvil, uno negro y uno rojo, llegaban hasta una tartera de color naranja. Sin ánimo de polémica, debo advertir que ésa es la coloración de la Titadyne.

En las diligencias del sumario se recoge el testimonio de Jacobo Barrero. Especifica cómo encuentra la mochila negra debajo de un asiento. Al abrirla comprueba que contiene en la parte inferior una fiambrera de plástico -en las diligencias no se dice el color- del tamaño de un plato, de la que salen unos cables rojo y negro.Ni rastro de la bolsa azul. Por cierto, la combinación de colores de los cables -negro y rojo- no corresponde a ninguno de los que llevan enganchados los detonadores que se fabrican en España.La saca del vagón y la coloca junto al muro, al lado de una papelera.

Nada que ver con los detalles de la bomba encontrada en la comisaría de Vallecas. Los cables en esta ocasión eran rojo y azul. La dinamita estaba introducida en una bolsa de basura de color azul similar a las encontradas en el interior de la furgoneta que estaba, en la mañana de los atentados, estacionada en las cercanías de la estación de Alcalá de Henares.

¿Mienten los policías que hablan de bolsa azul o miente Barrero?

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«UNAS VECES SE VAN Y OTRAS NO»

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Barrero no menciona la otra mochila sospechosa que estaba en el andén a 10 metros de la negra. ¿Por qué no la explosionaron? ¿Desecharon que fuera una bomba? ¿O quieren hacernos creer que es la que apareció 18 horas después en la comisaría de Vallecas, sin que durante todo ese tiempo se hubiera hecho sobre ella el menor control?

En las mismas diligencias, el funcionario del Cuerpo Nacional de Policía con carné número 78.884 declara que, al llegar a la estación de El Pozo, los Tedax le informan de que hay una mochila -no dos- con un artefacto explosivo en el andén, por lo que ordenan un acordonamiento de la zona. A las 09.45 horas, se hace explosionar el artefacto -sólo uno, el de la mochila negra con la tartera naranja- de una forma controlada.

Desgraciadamente, sólo ha quedado el testimonio disonante de Jacobo Barrero para saber lo que contenía la mochila bomba negra de la estación de El Pozo. Ya que se perdió cualquier posible rastro tras su explosión.

Manzano explicó ante la comisión que explosionaron; «no es que las explosionemos nosotros», «las tratamos de neutralizar y en esa operación se van», «unas veces sale bien y otras se nos van».Todo ello como si se tratara casi del azar.

La realidad descrita con minuciosidad por el juez Del Olmo es bien distinta. Los Tedax esa mañana explosionaron tres bolsas.La primera que eliminan es precisamente la que encontró Barrero en El Pozo. A las 09.59 horas, «explosionan», según consta en el auto, la bolsa bomba encontrada en el primer vagón del tren de Atocha. Catorce minutos antes habían hecho explosionar en El Pozo la mochila negra. A las 10.57 horas, los Tedax, bajo las órdenes de Manzano y Cuadro, «ceban» y «hacen explosionar» otra bolsa. La mejor demostración de que no intentan desactivarla es que en realidad no se trata de ninguna bomba. Lo que destruyen es una bolsa cualquiera con un contenido irrelevante.

El juez da por hecho en su auto que la mochila encontrada en la comisaría de Vallecas fue hallada en el andén de la estación de El Pozo. Nadie se hace responsable de haberla llevado a la comisaría. Ningún perro ha detectado el explosivo a pesar de que se revisaron los bultos encontrados en las estaciones.

En Vallecas las mentiras comienzan con las primeras informaciones que se difunden sobre el artefacto encontrado. Se dijo, y así se publicó en todos los medios, que a medianoche había sonado la alarma de un móvil en el interior de una bolsa y que eso llevó a los agentes a abrirla y de esa forma fortuita se encontró el artefacto.

La información fue modificada sobre la marcha para dar más verosimilitud a que la bomba podía haber explotado en cualquier momento. Incluso Pedro, el desactivador, aún sostiene que si no la hubiera desarmado habría explosionado a las 07.40 horas de la mañana del día 12.La realidad es que, con un cable suelto -a no ser que se volviera a empalmar-, no habría funcionado ni aunque la hubieran golpeado con un martillo pilón.

Por supuesto que cabe la posibilidad de que el cable se soltara de forma accidental. El tedax remarcó que existía una divergencia muy acusada entre la perfección técnica de una de las partes del artefacto -la del teléfono, la soldadura de los cables en los polos negativo y positivo de la alarma- y la chapuza de la parte referente a la conexión de los cables del detonador y la bolsa barata de basura con la masa de dinamita a la que habían añadido de una forma artesanal los clavos. Era como si ambas partes las hubieran confeccionado personas con muy diferente preparación.

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NINGUN RASTRO DE ADN EN VALLECAS

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Es curioso observar también cómo la bomba de Vallecas presentaba una diferencia esencial con la bomba que colocaron junto a las vías del AVE, en la provincia de Toledo, días más tarde del 11-M y que no llegó a explosionar. En ésta se encontraron restos de ADN que llevaron a la identificación de la persona que había manipulado la dinamita, uno de los terroristas teóricamente suicidas de Leganés.

En la mochila de Vallecas la persona que manipuló la dinamita y el artefacto no dejó ningún tipo de huellas.

Respecto a la mochila número 13, la de Vallecas, se difundió otra mentira flagrante. Llegó a los medios de comunicación que se habían encontrado en su interior dos cartuchos de dinamita Goma dos Eco de 125 gramos. Rubalcaba llegó a decir que en los «culotes» (?) estaba escrita la procedencia de los cartuchos.Todo llevaba a Asturias, a Mina Conchita y a Emilio Suárez Trashorras.

La realidad es que la dinamita encontrada en la mochila estaba apelmazada y no existía ningún tipo de envoltorio ni de restos de cartuchos. Por cierto, Unión Española de Explosivos, teóricamente el fabricante de la dinamita utilizada, jamás ha manufacturado cartuchos de 125 gramos. En todo caso, podrían haber sido de 152 gramos.

¿Cómo llegaron las tarjetas y los teléfonos a manos de los terroristas? Se ha contado ya con detalle ese recorrido, pero el tiempo transcurrido y ciertos detalles confusos hacen que buena parte de la opinión pública aún no lo tenga claro. Un test rápido entre diversos periodistas de mi entorno lo pone en evidencia. Por ejemplo, todos los encuestados piensan que un bazar regentado por indios proporcionó las tarjetas y los teléfonos a la célula de Zougam.

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DOS BAZARES A 15 KILOMETROS

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En realidad, fueron ciudadanos indios los que proporcionaron ambas cosas, pero regentaban establecimientos que no tenían nada que ver uno con otro. Es más, estaban ubicados en el barrio madrileño de Villaverde y en la localidad de Alcorcón, a más de 15 kilómetros de distancia. A unos, Suresh Kumar y Vinay Kohli, los detuvieron durante 43 días en los que las Fuerzas de Seguridad sólo pudieron sonsacarles que en su tienda de bazar Top habían vendido a unos individuos que decían ser búlgaros y que hablaban español sin acento, seis teléfonos marca Trium, modelo T110, el día 4 de marzo de 2004.

Los clientes querían los teléfonos liberados. Por eso, el mismo día 4 enviaron esos seis y seis más al establecimiento Test Ayman, como habían hecho en otras ocasiones, para que los liberaran.El día 8 de marzo enviaron un nuevo teléfono, el número siete, para que lo liberaran también.

Ni rastro de moros, ni de Zougam, ni del locutorio de la calle Tribulete. El juez Del Olmo puso a los dos indios en libertad el día 23 de abril de 2004. No pudo relacionar a los comerciantes con los terroristas implicados.

¿De dónde procedía el lote de los teléfonos Trium que se vendieron en el bazar Top? De un mayorista denominado Telefonía San Diego.El 21 de octubre de 2003 vendió un lote de 80 teléfonos Trium al bazar Top. El dueño de Telefonía San Diego es José Ramón Pascual Molinillo, presidente de la compañía Imasqu, propiedad al 100% de Imasatec. Esta compañía es una gran constructora que edifica en Cuba, Rusia, Italia, República Dominicana, Angola Honduras y en varias localidades españolas.

Sin duda, por una de esas casualidades mágicas relacionadas con el 11-M -una vez más el azar, que diría nuestro presidente-, Test Ayman, la tienda que liberó los teléfonos a petición del bazar Top, es propiedad de Maussili Kalaji, un policía español de origen sirio.

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LA RUTA DE LAS TARJETAS

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La ruta de las tarjetas es muy diferente. Parten de la empresa Uritel 2000 SA. El día 4 de febrero de 2004 vende al establecimiento Sindhu Enterprise SL, de Alcorcón, regentado por el indio Shringi Kasntesh, 30 teléfonos móviles Morola C-450 provistos de sus correspondientes tarjetas Amena.

En Sindhu Enterprise se venden por separado los teléfonos y las tarjetas. Estas llegan al locutorio de Tribulete de Zougam dentro de un lote de 100 unidades.

La policía detiene a Shringi Kasntesh y, tras un duro interrogatorio, le hace confesar que ha vendido las tarjetas al locutorio Siglo Nuevo, que regenta Zougam en la calle Tribulete, después de lo cual queda en libertad y le declara testigo protegido. Zougam y su grupo, como ya hemos dicho anteriormente, venden esas tarjetas y utilizan parte del lote en sus teléfonos móviles con absoluta naturalidad, antes y después de los atentados.

Cómo llegaron a juntarse el teléfono Trium vendido en el bazar Top y la tarjeta vendida por Sindhu Enterprise, a 15 kilómetros de distancia, para que aparecieran juntos en la mochila número 13, la de Vallecas, no ha podido ser acreditado.

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Pies de fotos tituladas

LAS FOTOS QUE DIFUNDIO ABC NEWS

Fue el 29 de marzo de 2004. En la página web de ABC News pudimos ver las primeras imágenes -y las últimas que se difundieron- del contenido del artefacto explosivo que se encontró en la comisaría de Vallecas. La bolsa no era real y el resto -obsérvese la regleta con el escudo- eran fotos oficiales de la policía.

13 Junio 2005

La radiografía de la bomba número 13 muestra a la vez precisión y chapuza

Casimiro García Abadillo

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La radiografía que hizo el operador de los Tedax Pedro a la mochila número 13, una de las que no hicieron explosión el 11-M, es ilustrativa de la tesis que va cobrando mayor fuerza entre los investigadores: en la fabricación de los artefactos participaron, al menos, dos personas.

La genialidad y la chapuza se unen en las bombas que provocaron el mayor atentado de la Historia de España de forma aparentemente inexplicable. El teléfono móvil (que en la radiografía aparece sobre una masa negra que conforma el bloque gelatinoso de 10,120 kilogramos de dinamita Goma 2) constituye el elemento esencial del conjunto explosivo. Actúa, a la vez, como iniciador eléctrico y como temporizador.

Las dos veces que ETA utilizó móviles para atentar (cementerio de Zarautz e Intxaurrondo) los concibió simplemente como iniciadores con mando a distancia (los accionaba con una llamada), lo que los hacía vulnerables a la acción de los inhibidores.

Sin embargo, en el atentado del 11-M, los móviles hacían el doble papel de proporcionar la energía eléctrica que hace explotar el detonador, y por simpatía la dinamita, y, en segundo lugar, actuaban como temporizador a través de la alarma despertador.El teléfono móvil hace esa función aún estando apagado, lo que evita que una llamada equivocada pueda provocar cualquier tipo de alteración.

El terrorista que diseñó el mecanismo desmontó el teléfono Trium T-110 y soldó cuidadosamente dos cables en paralelo a los polos positivo y negativo del vibrador que se activa a la hora previamente fijada (en este caso las 7.40 horas) y cuando el aparato está apagado. La tensión que transmite la batería del móvil es de 1,3 voltios, suficiente como para hacer explosionar el detonador.

Esa misma genialidad se pone de manifiesto en que los cables utilizados para hacer la conexión al vibrador son los mismos que los que salen del detonador. Es decir, que el terrorista tomó la precaución de utilizar trozos de rabiza (de 19 centímetros de longitud) de los detonadores para que la conexión a los mismos se hiciera con el mismo tipo de cable de cobre unifibrilar y así evitar una pérdida de tensión al transmitir la energía eléctrica.

Probablemente, el mismo artífice de las bombas aleccionó a los amanuenses que las montaron para que amasaran la dinamita, sacándola previamente de sus cartuchos, con el fin de proporcionarle un mayor poder destructivo.

Pues bien, todo ese macabro ingenio (que hizo que estallaran 10 de las 13 mochilas bomba colocadas en los trenes, provocando 191 muertos y 1.400 heridos) se vio malogrado por un fallo que no cometería ni un modesto aficionado al bricolaje. La conexión entre los cables que salían del móvil y los del detonador no estaba protegida por ningún tipo de cinta aislante.

Ese fue el motivo por el que la bomba número 13 no hizo explosión y también, probablemente, por el que otras fallaran.

La chapuza queda también puesta de manifiesto en que los montadores de las bombas (en la radiografía se ve claramente el enrollamiento de cable en la parte inferior derecha) ni siquiera tuvieron la cautela de cortar los dos metros de rabiza del detonador. Bastaría con que hubiesen dejado una longitud de 15 o 20 centímetros desde la mordaza del detonador para que éste hubiese sido introducido en el amasijo de Goma 2. A medida que el cable tiene más longitud el peligro de pérdida de tensión es mayor. Esto también lo sabe hasta un electricista inexperto. Sin embargo, los que montaron las bombas se limitaron a unir los cables y programar la alarma del teléfono para la hora previamente establecida. Después metieron la dinamita mezclada con 640 gramos de tornillos y clavos y el detonador y sus rabizas completas en bolsas de basura, las cerraron con sus cintas de plástico y, posteriormente, las metieron en las mochilas o bolsos de lona (como es el caso de la bomba número 13) donde incluso dejaron el cargador de los móviles.

La contradicción entre la concepción casi perfecta de las bombas y su torpe acabado queda reflejada en el informe realizado por el inspector jefe de la Sección de Informes Técnicos y Periciales de la Unidad Central de Desactivación de Explosivos (Tedax), al que ha tenido acceso EL MUNDO: «El artefacto contaba con todos y cada uno de los elementos necesarios para su correcto funcionamiento, como lo demuestran las pruebas (un total de siete) realizadas al efecto […] En vista de ello queda, por tanto, como hipótesis más probable que explique por qué no funcionó el artefacto en su momento, el hecho de que uno de los cables que salen del teléfono móvil estuviese suelto sin conexión alguna con ningún otro elemento, como se observa en la radiografía […]. Igualmente, al no existir ningún tipo de protección en los terminales de los cables (cinta aislante, por ejemplo) y la propia confección artesanal del artefacto da pie a que éstos puedan volver a hacer contacto cerrando el circuito nuevamente».

Es decir, que, o bien se soltó uno de los cables, o se juntaron provocando un corto circuito, que es la tesis que sostiene el tedax Pedro y que defendió en sus comparecencias ante el juez Juan del Olmo.

Lo que no tiene explicación es por qué (como ya contó Fernando Múgica en el último capítulo de los Agujeros Negros) la Policía tardó tanto tiempo en remitir el citado informe y la radiografía de la bomba al juez de la Audiencia Nacional. Del Olmo conoció de la existencia de la radiografía a través de la declaración del tedax Pedro. Entonces la reclamó a dicha Unidad, al frente de la cual figura el polémico comisario Juan Jesús Sánchez Manzano, quien finalmente le remitió el informe antes citado a finales del mes de julio de 2004 (hay que recordar que la radiografía se realizó en la madrugada del día 12 de marzo de 2004).

Según parece, José María Cáceres Vadillo, inspector jefe de grupo de Desactivación de Explosivos de la Jefatura Superior de Policía de Madrid, mantuvo la radiografía en su poder, sin que hubiera motivo aparente para ello, y «olvidó» remitirla al juzgado de la Audiencia Nacional.

Habitualmente, los Tedax suelen radiografiar los paquetes bomba antes de intentar su desactivación para tratar de determinar el sistema de funcionamiento del explosivo o la existencia de alguna trampa. La propia realización de la placa implica un elevado riesgo. El 12 de junio de 1991, los agentes Andrés Muñoz Pérez y Valentín Martínez Sánchez murieron en Vallecas (Madrid) cuando trataban de radiografiar un paquete bomba enviado por ETA a la empresa de transportes Servitrans.

En la madrugada del 12 de marzo, y arriesgando su vida, el tedax Pedro trasladó la bolsa de lona azul conteniendo la bomba desde la Comisaría de Puente de Vallecas hasta el parque Azorín, donde hizo la placa y, posteriormente, desactivó manualmente el artefacto.

Esa acción fue trascendental para determinar la autoría del atentado.No sólo se estableció con absoluta precisión que el explosivo utilizado para hacer volar los trenes era dinamita Goma 2 y no Titadine, como dijo la Policía en la mañana del 11 de Marzo, sino que llevó hasta los autores materiales de la masacre a través de dos vías: el móvil Trium- T-110 y la tarjeta SIM de prepago de la compañía Amena que contenía dicho aparato.

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APOYO

Historia de la última mochila

Pasadas las dos de la madrugada del 12 de marzo de 2004, en la Comisaría de Puente de Vallecas apareció una bolsa de deportes de color azul marino y asas de cuero marrón que contenía una bolsa de basura con unos cables y un teléfono móvil. Había llegado allí procedente de la estación de cercanías de El Pozo. Aunque en teoría la Policía debía haber acordonado la zona e inspeccionado todos los bultos, un despiste hizo que aquella «bomba durmiente» viajara en un vehículo policial como si se tratara de un objeto más de los encontrados en los alrededores del tren que saltó por los aires a las 7.40 horas del 11-M.

Inmediatamente, los agentes que se encargaban de expurgar los objetos trasladados a la comisaría llamaron al 091 para que acudieran los Tedax. Fue entonces cuando hizo aparición un equipo al frente del cual, como operador número 1, se encontraba Pedro.

Tras una primera inspección, el ‘tedax’ decidió trasladar la bolsa en un coche policial al parque Azorín, cercano a la comisaría.Una vez allí, realizó una placa en la que podían verse los cables, el detonador, el teléfono móvil, la masa gelatinosa de dinamita Goma 2 y los clavos que iban a actuar como metralla. Después de hacerlo, y una vez que trató de sacar el explosivo de la bolsa mediante unas poteras, decidió desmontar el artefacto manualmente.Lo logró y así se consiguió rescatar el móvil y la tarjeta que fueron clave en la investigación.

A pesar del valor documental de la radiografía, ésta no le fue entregada a Del Olmo hasta finales del mes de julio de 2004.Sin justificación alguna, el inspector jefe Cáceres Vadillo la retuvo en su despacho.

06 Marzo 2006

NI LA MOCHILA NI LOS EXPLOSIVOS

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Con el juez ultimando un auto de procesamiento que ratificará la versión oficial del 11-M, son pocas, sin embargo, las pruebas que apuntalan el caso y muchos los elementos aún por aclarar.EL MUNDO llama hoy la atención sobre dos aspectos del sumario cuya endeblez exasperará a los familiares de las víctimas y facilitará la labor de los abogados de los acusados: la mochila hallada en Vallecas y los explosivos utilizados en la masacre.

La llamada «mochila número 13» -10 explotaron en los trenes y las otras dos las explosionó la policía- es sin duda la prueba clave del 11-M. Su hallazgo en la madrugada del viernes puso a la policía en la pista de la trama asturiana, del locutorio de Lavapiés y de la casa de Morata de Tajuña. Y sin embargo, como hoy revela Casimiro García-Ababillo, es imposible asegurar que la mochila hallada en Vallecas estuviera en los trenes.

El inspector jefe Miguel Angel Alvarez -al que, pese a su insistencia, ni el juez ni el director general de la Policía han invitado a explicar lo ocurrido- relata cómo los objetos de El Pozo fueron llevados a Ifema y cómo pasaron allí más de cuatro horas sin que nadie los custodiara. ¿Estaba la mochila entre esos objetos? No se sabe. ¿Contenía ya entonces el móvil, el explosivo y el detonador que la policía encontró o alguien los colocó después? Tampoco se sabe: nadie hizo un inventario del contenido antes de esas cuatro horas de descontrol.

Queda, desde luego, una remota posibilidad de que todo ocurriera como se ha dicho, pero hay que tener en cuenta que los cables que debían activar el dispositivo estaban desconectados y que la mochila contenía metralla, un elemento que no se ha encontrado ni en los heridos ni en los cadáveres de la masacre.

Pero si el juez lo tendrá muy difícil para sostener la validez probatoria de la mochila, demostrar la procedencia de los explosivos le será aún más complicado. Si, como dice la versión oficial, El Chino y Trashorras sacaron en una sola noche 200 kilos de explosivos de Mina Conchita -¡el 20% del que allí había!-, ¿por qué sólo se encontraron en Leganés envoltorios correspondientes a 90 kilos? De ser cierta la cifra, y restando las cargas colocada en las vías del AVE y las de Leganés, sólo quedan 40 kilos para el 11-M. Lo justo para tres mochilas. ¿De dónde salió el resto de los explosivos?

A las puertas del segundo aniversario de la masacre, el juez avanza hacia el fin de la instrucción en la dirección que le marca la Fiscalía pese a que hay cada vez más indicios de que las conclusiones que ya maneja podrían estar basadas en pruebas falsas.

13 Marzo 2006

LA 'MOCHILA DE VALLECAS', EL 11-M Y EL 14-M

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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En la investigación del 11-M hemos llegado, queridos lectores, al borde de un abismo moral y al mismo tiempo a un punto de no retorno. Somos conscientes de la trascendencia que lo que hoy publicamos tiene en todos los órdenes y queremos compartir nuestra serena preocupación con todos ustedes.

De todas nuestras revelaciones es la más grave y decisiva, pues se refiere a un acto judicial, incorporado ya al sumario de la masacre. Tal y como explica hoy Casimiro García-Abadillo, el pasado jueves el inspector Miguel Angel Alvarez declaró ante el juez Del Olmo que no podía reconocer que la llamada «mochila de Vallecas» estuviera entre los objetos que aquel terrible 11 de marzo él y sus hombres controlaron y recogieron en el andén de la estación de El Pozo. El policía le dijo al juez que supervisó personalmente lo extraído de aquel tren de la muerte y que sólo recordaba una bolsa que por su peso y características pudiera encajar con lo publicado. En un oportuno golpe de efecto Su Señoría colocó la «mochila de Vallecas» sobre la mesa y el inspector Alvarez negó taxativamente que se tratara del mismo objeto.

¿Cabe la posibilidad de que a pesar de este rotundo testimonio la bolsa con los 12 kilos de dinamita, el móvil dispuesto como iniciador y la tarjeta que posibilitó las primeras detenciones estuviera allí y pasara desapercibida para un avezado policía? Teóricamente sí, en la práctica es poco menos que imposible. En primer lugar porque los objetos habían sido previamente inspeccionados por los Tedax en el interior de los vagones, buscando precisamente artefactos explosivos. En segundo lugar porque las precauciones se extremaron después de que se descubriera una bolsa con cinco kilos de dinamita -menos de la mitad de voluminosa y pesada que la otra- que se hizo explosionar en la propia estación. Y en tercer lugar porque Alvarez, abnegadamente centrado en su tarea, llegó a solicitar de la juez de guardia permiso para abrir los objetos que le parecieran sospechosos.

Pero además existen circunstancias muy significativas tanto sobre el itinerario de esos objetos, como sobre el contenido de la «mochila de Vallecas» que potencian la credibilidad y trascendencia de la declaración del policía. Tal y como el propio inspector Alvarez hizo constar en un informe que la Dirección General de la Policía ha ocultado durante 17 meses al juez -Del Olmo tuvo que leer el pasado lunes la sección del vicedirector de EL MUNDO para enterarse de ello y citar con buenos reflejos al funcionario- los objetos estuvieron circulando por Madrid durante gran parte del día y permanecieron más de cuatro horas sin vigilancia específica en el pabellón de Ifema. Cualquiera pudo colocar la «mochila» allí.

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CABLES DESCONECTADOS

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En cuanto al contenido, el hecho de que los cables estuvieran desconectados apunta más al deseo de preconstituir una prueba que al propósito de provocar una explosión. El Tedax que, sin saber a ciencia cierta con qué se iba a encontrar, tuvo la valentía de inspeccionar manualmente la bomba, la describió en su día como una mezcla de sofisticación y chapuza. Es imposible aceptar como casual que quien es capaz de soldar meticulosamente unos cables con los bornes del vibrador del móvil se deje luego sueltos aquéllos que hubiera bastado empalmar con cinta aislante.

En este contexto también resulta muy elocuente que en un primer análisis de esa dinamita de Vallecas remitida al juez se le comunicara que se habían encontrado restos de un componente llamado «metenamina» -igualmente detectados en los cartuchos hallados en la furgoneta de Alcalá en curiosa sintonía con la muestra indubitada facilitada por la Policía al juzgado- y que luego, a instancias de un oficio de la Guardia Civil y de un nuevo requerimiento judicial, el comisario Sánchez Manzano, jefe de los Tedax, se desdijera y lo atribuyera a un error de transcripción.

Y es inevitable por último subrayar que al frente de la Comisaría de Puente de Vallecas se hallaba aquella noche el mismo Rodolfo Ruiz que, tras ser ascendido a jefe de la Brigada Provincial de Información, va a ser juzgado nada menos que por falsedad documental y manipulación de pruebas en el caso de los manifestantes del PP detenidos sin motivo tras la presunta agresión a Bono.

Ninguna de estas circunstancias es en sí mismo definitiva, pero todas coadyuvan a pensar que al inspector Alvarez no le traiciona la memoria, que la «mochila de Vallecas» no salió de la estación de El Pozo, que alguien la colocó o bien en Ifema o bien en la propia Comisaría de Vallecas y que, desde entonces, ha existido una trama policial empeñada en camuflar estas circunstancias.El mero hecho de que se haya ocultado durante 17 meses al juez un informe tan relevante ya debería bastar para la reapertura de la Comisión de Investigación parlamentaria.

Porque tampoco podemos soslayar el hecho de que estos sólidos indicios que apuntan a que la «mochila de Vallecas» fue una prueba falsa casan inquietantemente con los que la semana pasada divulgamos en idéntico sentido en relación con el Skoda Fabia que alguien colocó en Alcalá en junio de 2004. A la inconsistencia del desmentido que difundió la Dirección General de la Policía se ha unido la inverosimilitud del único dato nuevo aportado en esa nota. Como ya subrayó Fernando Múgica el sábado, es imposible que nos creamos que El Tunecino compró ese coche «a finales de noviembre de 2003», cuando ya llevaba media docena de multas tras haber sido abandonado en una zona de carga y descarga y que, después de adquirirlo, lo dejó otros 15 días en el mismo lugar para que recibiera otras tantas sanciones.

Pero siendo todo esto muy grave, lo tremendo y aterrador de la cada vez más fundada hipótesis de que la «mochila de Vallecas» fue la principal piedra de Pulgarcito dejada como rastro para manipular la investigación de la masacre es que las consecuencias de que así sea trascienden del ámbito de lo policial y judicial.Porque sin la «mochila de Vallecas» no se habría producido la detención de Jamal Zougam al mediodía del 13-M, sin esa detención no se habrían producido las concentraciones ante las sedes del PP ni la famosa declaración de Rubalcaba sobre que «España se merece un Gobierno que no mienta» y al día siguiente los ciudadanos no habrían acudido a votar con la extendida sensación de que el Gobierno de Aznar y el partido de Rajoy eran doblemente culpables de haber acrecentado el riesgo de un atentado islamista con su política sobre Irak y de haber intentado engañar a los ciudadanos desviando deliberadamente la atención hacia ETA hasta que las pruebas extraídas de la «mochila de Vallecas» les habían dejado en evidencia.

Preguntarse, pues, por quién colocó esa bolsa con explosivos en el itinerario de la investigación, es preguntarse no sólo quién ha tratado de manipular el sumario del 11-M, sino también quién trató de manipular -y en qué medida lo consiguió- las elecciones del 14-M. El primero que debería aprovechar mañana el segundo aniversario de esos traumáticos comicios para comprometerse a un pleno esclarecimiento de los hechos en sede parlamentaria es el presidente Zapatero.

El juez Del Olmo se ha visto desbordado por la obstrucción y el engaño y tiene ante sí la endiablada encrucijada de decidir si a pesar de la declaración del inspector Miguel Angel Alvarez dicta el auto de procesamiento previsto o vuelve a cuestionar buena parte de todo lo ya instruido a partir de la «mochila de Vallecas».

Pero haga lo que haga, eso es compatible con relanzar la indagación parlamentaria, aprendiendo de los errores cometidos en la primera tentativa y centrándose especialmente en las negligencias y presuntas complicidades de las Fuerzas de Seguridad. Porque es la credibilidad de nuestro proceso democrático lo que, cuestiones penales al margen, está en gravísimo entredicho.

Si, teniendo en cuenta los nuevos elementos que EL MUNDO y algunos otros medios hemos puesto sobre la mesa, Zapatero no redobla sus esfuerzos para ese esclarecimiento de los hechos, será legítimo pensar que teme a la verdad y prefiere aferrarse a una cómoda versión oficial con crecientes visos de mentira. Pero, efectivamente, lo que España «se merece» es otra cosa.

15 Marzo 2006

La mochila

David Gistau

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La mochila de Vallecas bien podría ser la punta del hilo que, como el de Ariadna, conduce al centro de ese laberinto conspirativo en el que estamos tan extraviados como en el juego del Cluedo. De momento. Ha de importarnos una mierda qué beneficia a qué partido, y qué dicen ahora aquellos que, inspirados por una servidumbre con el poder, emplean la tinta, no para tirar del hilo, sino para imitar las técnicas de ocultación del calamar. Estamos ante algo que pertenece a un rango de importancia infinitamente mayor que la mezquina riña partidista y sus ambiciones particulares: estamos ante una de las más crueles y terribles masacres sufridas por el pueblo español.

Ante esto, y cuando en el fondo apenas nada es lo que sabemos, el olvido no es una terapia de grupo sino una dejación irresponsable que no puede consentirse una nación que se pretenda digna, soberana y dueña de sí incluso a pesar de su propio Estado. Ante esto, escandaliza que el descubrimiento de que una prueba fundamental huele a falsedad y amaño no inspire a ese mismo Estado que en principio ha de tutelarnos la voluntad de investigar, sino la de precipitar el cierre de las pesquisas para dejarnos a todos en las afueras del laberinto. ¿Qué temen? ¿Qué les espanta que se descubra? ¿Algo que por fin retrate a cada uno como se merece según su comportamiento antes, durante y después del 11-M? ¿Algo que nos los haga insoportables?

Tal y tan nervioso es su afán de omisión que el PSOE prefiere cargar con la sospecha a deshacerla, por muy pesada que sea la mochila. Tal y tan nervioso es que los voceros del Gobierno y de su prolongación mediática -¿o es el Gobierno actual la prolongación de un poder mediático?- se han apresurado a desprestigiar a quienes tiran del hilo acusándoles de «locos», de «lunáticos» y, cómo no, de ofensores de un Estado de Derecho idealizado como perfecto por la cuenta que nos trae. No tardarán, como en las purgas soviéticas cuando se volvieron sutiles, en exigir su ingreso en un psiquiátrico.En realidad, y así lo demuestra la historia reciente española, el periodismo a veces llena el hueco dejado por los automatismos de un Estado al que le conviene la penumbra y el olvido, la ocultación, porque el centro del laberinto lo pone en evidencia. En esos casos, el periodismo no agrede el Estado de Derecho, sino que lo corrige, lo mejora, así sea, como en el Watergate, pegándole una sacudida que nos lo distancie temporalmente en cuanto a confianza.

Mejor eso que la impunidad y la ignorancia terapéutica. Estamos, otra vez, ante uno de esos casos. La mochila es el kilómetro cero de la investigación: ahora empieza todo, ahora empezaremos a doblar las esquinas del laberinto. Y quien pueda, que lo oculte.Seguiremos informando.

19 Marzo 2006

HISTORIA DE LA MOCHILA NÚMERO 13

Luis del Pino

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Aquella mañana, explotaron diez bombas en los trenes. Además, los Tedax encontraron y detonaron en las propias estaciones otros dos artefactos, a los que podríamos denominar mochilas 11 y 12: uno en la estación de Atocha y otro en la de El Pozo. Según las declaraciones ante el juez Del Olmo del tedax que coordinó las labores de desactivación aquel 11 de marzo, se dio la orden de revisar uno a uno por dos veces todos los bultos que hubiera en los trenes y estaciones, para cerciorarse de que no había más artefactos explosivos. Y así se hizo, sin que se encontrara ninguna otra bomba.

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1. En la estación

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En la estación de El Pozo, como ya hemos indicado, apareció una mochila bomba (la mochila 12) y se hizo explotar, así que cabe suponer que los Tedax serían especialmente cuidadosos al revisar los restantes bultos que hubiera en esa estación. Sin embargo, a pesar de eso, a pesar de que los Tedax revisaron todos los bultos dos veces, encontrando y detonando dos artefactos explosivos, en la madrugada de aquel 11 de marzo apareció en la comisaría de Puente de Vallecas otra bomba más (la bomba número 13), la cual nos dicen que provenía también de la estación de El Pozo.

¿Por qué nos dicen que esa bomba provenía de la estación de El Pozo? Pues porque fue encontrada al revisar en la comisaría los bultos recogidos en dicha estación. Sin embargo, nadie ha sido capaz de explicar tres cosas básicas, y eso nos permite comenzar a sospechar de esa famosa bolsa-bomba sobre la que luego se construiría toda la verdad oficial del atentado. Esas tres cosas básicas que nadie ha podido explicar son las siguientes:

1) ¿Cómo es posible que a los Tedax les pasara desapercibido ese artefacto en la estación de El Pozo después de revisar todos los bultos dos veces?

2) ¿Cómo es posible que esa bomba llegara hasta la comisaría de Puente de Vallecas, después de pasar primero por la comisaría de Villa de Vallecas y por Ifema, sin que ningún testigo la viera en ningún momento?

3) ¿Por qué los bultos de las demás estaciones fueron llevados a Ifema directamente y sólo los bultos de la estación de El Pozo fueron llevados a una comisaría?

Dicho de otro modo: sólo los bultos de la estación de El Pozo fueron llevados a comisaría y es precisamente entre esos bultos donde aparece la mochila número 13, la mochila de Vallecas. ¿Verdad que suena a cualquier cosa, menos a casualidad?

En la estación, los Tedax hubieran debido ver esa mochila, pero no la vieron. Asimismo, el inspector-jefe encargado de custodiar los bultos en la estación hubiera debido verla, pero no la vio.¿Otra casualidad más que añadir a la lista?

Después de que los Tedax revisaran los bultos, éstos se fueron amontonando en el andén bajo control del inspector-jefe y posteriormente se introdujeron en grandes bolsas de basura para trasladarlos.El inspector-jefe pidió permiso a la juez de apoyo para abrir los bultos y ver su contenido, pero la juez de apoyo le dijo que no los abriera. Porque los Tedax ya lo habían hecho.

PREGUNTA: ¿De verdad puede alguien sostener que esa bomba le pasó desapercibida a los Tedax en las dos pasadas que hicieron y le pasó también desapercibida al inspector-jefe encargado de la custodia de los objetos? ¿Le hubiera dicho la juez de apoyo al inspector-jefe que no abriera los bultos si no tuviera constancia de que los Tedax ya lo habían hecho?

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2. En Ifema

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Los policías encargados del traslado de los bultos comenzaron a eso de las tres y media de la tarde del 11-M a cargar las grandes bolsas de basura en una furgoneta y se dirigieron a la comisaría de Villa de Vallecas. Habían descargado ya esa primera tanda de bolsas cuando les comunican desde el 091 que, por orden del juez instructor, los bultos deben llevarse a Ifema. Por tanto, los policías vuelven a cargar las bolsas en la furgoneta y se dirigen con ella hasta Ifema, donde las descargan y las depositan en uno de los recintos. Al lado de esas bolsas, pusieron un cartel que indicaba que eran las bolsas correspondientes a la estación de El Pozo.

Los policías se dirigen entonces hasta la estación para cargar una segunda tanda de bolsas y llevarla a Ifema. Estaban de nuevo camino de los recintos feriales cuando reciben una nueva contraorden: sus superiores les ordenan que lleven todos los bultos de la estación de El Pozo a la comisaría de Puente de Vallecas. Así que, antes de llegar a Ifema, la furgoneta da la vuelta y los policías se dirigen, con su segunda tanda de bolsas, a la comisaría.Después de descargar en comisaría esa segunda tanda, vuelven a la estación de El Pozo y trasladan las restantes tandas de bolsas directamente a comisaría. Acabaron la tarea en torno a las 8 de la noche. A esa hora, por tanto, la situación era la siguiente: una tanda de bolsas había quedado en Ifema y las restantes estaban en la comisaría de Puente de Vallecas.

Sus superiores ordenan entonces a los policías que vuelvan a Ifema y recuperen la primera tanda de bolsas. Cuando llegan a Ifema, los funcionarios policiales allí presentes se niegan a entregarles esa primera tanda de bultos, porque la orden del juez Del Olmo era llevar todos los objetos de las estaciones a los recintos feriales. Entonces, los policías encargados del traslado hablan con su comisario y éste interviene para que los funcionarios policiales presentes en Ifema autoricen la salida de las bolsas. Finalmente, las bolsas se cargan en las furgonetas y se llevan a la comisaría de Puente de Vallecas.

¿Por qué había ordenado el juez Del Olmo que los bultos se trasladaran a Ifema? Pues porque los bultos podían ayudar en la identificación de los cadáveres. Por ejemplo: si tenemos un fallecido cuya identidad desconocemos, una fotografía encontrada dentro de una cartera de mano nos puede permitir saber cómo se llamaba. Lo lógico era que los bultos se llevaran allí donde se estaba realizando la identificación de los cadáveres y ese lugar era Ifema. Sin embargo, los bultos de la estación de El Pozo (y sólo esos) se llevan a una comisaría en lugar de a Ifema, llegando incluso a retirar una primera tanda de bultos que ya había sido depositada allí.¿Y cuál es la explicación que da la Policía en el sumario para explicar por qué se llevan a la comisaría de Puente de Vallecas esos bultos? Pues que había que catalogarlos en la comisaría…¡para poder llevarlos después a Ifema! Es decir, nos cuentan que se saca una tanda de bultos de Ifema para catalogarlos y devolverlos a Ifema. Una explicación realmente peculiar, ¿verdad?

PREGUNTA: ¿Quién dio las órdenes y contraórdenes que motivaron que los bultos de la estación de El Pozo (y sólo esos) acabaran recalando en la comisaría de Puente de Vallecas? ¿Es casualidad que la famosa mochila número 13 apareciera precisamente entre esos bultos?

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3 En la Comisaría

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A última hora de la noche, cuatro funcionarios policiales comenzaron a extraer de las bolsas de plástico los bultos que, supuestamente, procedían de la estación. Y es cuando estaban realizando esa labor cuando aparece una bolsa de viaje azul que contenía en su interior 10 kilos de explosivos y un teléfono móvil. Aquel teléfono móvil proporcionó las providenciales pistas a partir de las cuales se detuvo a cinco personas en plena jornada de reflexión y a muchas más personas en las semanas y meses posteriores.

Al detectar la bomba, se ordenó el inmediato desalojo de la comisaría y se requirió la presencia de los Tedax, que se llevaron el artefacto al Parque Azorín y lo desactivaron, esta vez sin detonarlo, lo que permitió disponer del explosivo y del teléfono móvil como pistas fundamentales del caso.

Antes de intentar la desactivación, se realizó una radiografía de la bomba. La existencia de esa radiografía fue ocultada al juez Del Olmo durante más de cuatro meses. En ella se aprecia que esa supuesta bomba no podía jamás haber detonado, porque en realidad tenía dos cables sueltos.

Los supuestos terroristas no habían ni siquiera utilizado un poquito de cinta aislante para empalmar unos cables con otros.En otras palabras: aquel artefacto no era, en realidad, una bomba, porque jamás hubiera podido estallar. Se trataba de un simple señuelo, fabricado para que fuera encontrado.

PREGUNTA: ¿Quién fabricó ese señuelo y por qué? ¿Se fabricó precisamente para que fueran encontradas esas providenciales pistas sobre las que construir todo el caso del 11-M?

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4. En el juzgado

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La peregrina historia de esa falsa bomba introducida en una mochila fantasma que nadie sabe de dónde apareció no termina aquí. La Policía adquirió una bolsa de viaje idéntica a la primera en un comercio cercano al locutorio de Jamal Zougham, el único de los detenidos del 13-M que permanece en prisión. No hay ningún testigo de que Jamal Zougham comprara ninguna bolsa de viaje de esas características, pero los informes policiales insinúan que los terroristas del 11-M pudieron haber comprado las mochilas para contener las bombas en ese comercio próximo al locutorio.Lo que los informes policiales no explican es por qué, entonces, las otras mochilas-bomba detonadas por los Tedax en las estaciones eran completamente distintas (para empezar, eran verdaderas mochilas, y no bolsas de viaje).

Tenemos, pues, que la Policía disponía, a partir de ese momento, de dos bolsas de viaje idénticas: una es la que supuestamente fue encontrada en la comisaría de Puente de Vallecas y la otra es una bolsa del mismo modelo, que la Policía adquirió en un comercio de Lavapiés.

Pues bien, las revelaciones de El MUNDO han hecho que nos enteremos de varios detalles inquietantes. En primer lugar, de que la Policía retuvo en su poder ambas pruebas durante casi dos años, sin que esas pruebas quedaran custodiadas en sede judicial. En segundo lugar, de que cuando la Policía envía finalmente la bolsa de Vallecas al juez, en febrero de 2006, lo que hace es enviarle la que habían comprado en un comercio, etiquetada como si fuera la original, en lugar de enviarle la original. En tercer lugar, de que lo único que el juez ha tenido en su poder durante todo este tiempo han sido unas fotografías de la bolsa y de su contenido, hechas por la propia Policía. No sabemos cuándo se hicieron esas fotografías, pero sí que sabemos que constan incorporadas al sumario el 17 de marzo de 2004, seis días después de los atentados.

Y esas fotografías vienen a poner sobre la mesa otros dos detalles inquietantes adicionales. En esa serie de fotografías realizadas por la Policía, todas las instantáneas relativas al contenido de la bomba (las del explosivo, las de la metralla, las del teléfono…) tienen la típica regleta milimetrada que la Policía incluye en las fotografías de objetos. Sin embargo, la fotografía de la propia bolsa de viaje donde estaba el artefacto no tiene esa regleta milimetrada, lo cual plantea la duda de si se trata de la fotografía de la bolsa originalmente encontrada en Puente de Vallecas. Primer detalle inquietante: ¿por qué esa fotografía es distinta de las demás de la serie?

Pero el segundo detalle es todavía más curioso: trece días después de incorporarse esas fotografías al sumario, alguien filtró la serie de fotos a la cadena norteamericana ABC, que las publicó el 30 de marzo de 2004. Para explicar por qué habían aparecido esas fotografías en la cadena de televisión ABC y por qué la fotografía de la bolsa de viaje no incluye la regla milimetrada, desde fuentes policiales se filtró a los medios de comunicación que un equipo de fotógrafos de la cadena estadounidense se había personado en aquella madrugada del 12 de marzo en la comisaría de Puente de Vallecas y había hecho esas fotos.

Sin embargo, esa historia es mentira de principio a fin. En primer lugar, porque la cadena norteamericana ABC es una cadena de televisión y no tiene fotógrafos en España.

En segundo lugar, porque hemos hablado personalmente con la corresponsal de la cadena ABC en España y dicha persona nos ha confirmado que no tuvo conocimiento de la existencia de esas fotografías hasta que su cadena las difundió en Estados Unidos; es decir, alguien filtró esas fotos directamente a Estados Unidos y nadie de la cadena ABC estuvo en la comisaría de Puente de Vallecas aquella noche.

PREGUNTA: ¿Por qué no se entregaron al juez las dos bolsas de viaje hasta pasados dos años del atentado? ¿Por qué se le entrega al juez la mochila que no se había encontrado en la comisaría, etiquetada como si fuera la verdadera? ¿Por qué la fofografía incorporada en el sumario no tiene el formato oficial, que las otras fotografías de la serie sí tienen? ¿Por qué se difundió esa falsa escena sobre unos inexistentes fotógrafos de la cadena ABC? ¿Por qué se filtraron esas fotografías a esa cadena estadounidense?

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5. Conclusiones

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Tenemos, por tanto, que todo el sumario del 11-M está construido sobre una bomba de pega, contenida en una mochila fantasma y retratada por unos fotógrafos inexistentes. No está mal como base para construir el caso.

Ante este cúmulo de incongruencias, contradicciones, casualidades, ocultaciones, fabulaciones y enigmas, ¿cómo no sospechar que esa mochila de Vallecas es más falsa que una moneda de tres euros? Empieza a ser urgente que alguien nos aclare de qué estamos hablando, porque, de confirmarse las sospechas, tendríamos que la prueba fundamental del caso 11-M se viene abajo, y con ella se vienen abajo todas las demás pruebas derivadas y el caso completo.

Porque todo el caso se basa en lo encontrado en esa mochila 13.A partir del contenido de esa mochila, a partir del teléfono y la tarjeta telefónica que esa mochila guardaba, comenzó el rastreo de llamadas telefónicas que permite la identificación y detención en cadena de la práctica totalidad de los implicados.

Aunque el hecho de que el sumario se derrumbe no es la consecuencia más grave: de confirmarse que esa mochila 13 es falsa, habrá que empezar a plantearse muchas preguntas que, en el fondo, a nadie nos gustaría tener que hacernos. ¿Quién fabricó esa mochila? ¿Cuándo lo hizo? ¿Con qué propósito? ¿Dónde se depositó?

La cada vez más evidente falsedad de la mochila de Vallecas abre a nuestros pies un auténtico abismo. No es de extrañar que digan que el 13 es el número de la mala suerte.

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Píes de fotos tituladas

IFEMA. Parte de las bolsas recuperadas en El Pozo estuvieron unas horas en Ifema, sin que nadie acierte a explicar quién dio esa orden.

EL TÉDAX. Imagen del tédax que abrió, en la madrugada siguiente a los atentados, la mochila 13, cuya bomba resultó no estar activada.

LA ESTACIÓN. La mochila 13 «apareció» entre bultos recogidos en El Pozo. Y dio las pistas que condujeron a las primeras detenciones.

BOLSA 13 Y SU DOBLE. La mochila de la bomba que no estalló (a la izquierda en ambas fotos) y una similar que utilizó la policía para la investigación han estado dos años sin ser custodiadas en sede judicial.

13 Julio 2006

Carta abierta a Olga Sánchez

Casimiro García Abadillo

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Querida Olga:

Te escribo después de pensarlo fríamente y porque, pese a todo, entiendo que durante los últimos 28 meses habrás intentado, al menos en alguna ocasión y de buena fe, saber lo que en realidad sucedió aquella terrible mañana del 11 de marzo de 2004.

La primera vez que tuve ocasión de hablar contigo me contaste el impacto personal que habías sufrido y la enorme responsabilidad que significaba llevar adelante la instrucción de este caso cuando se ha vivido, se ha sentido tan de cerca el dolor de las víctimas. De esas víctimas a las que recibías todas las tardes para escucharlas, para consolarlas.

Todo el mundo pudo ver tu cara llena de lágrimas cuando bajaste desde tu despacho a la concentración que tuvo lugar en la escalinata de la Audiencia Nacional al cumplirse el primer aniversario del atentado. Creo que tu llanto fue sincero.

Pero eso no basta. Cada uno tenemos una labor que cumplir y el mejor tributo que podemos hacer a las víctimas es hacer todo lo que esté en nuestras manos para saber la verdad, pese a quien pese. Ésa ha sido la demanda constante de los heridos y de los familiares de las víctimas.

Ellos no buscan una indemnización o un monumento, al igual que nosotros, desde EL MUNDO, no buscamos el reconocimiento público a nuestra labor o vendettas políticas.

Yo esperaba que coincidiéramos en ese objetivo: saber la verdad, descubrir a los verdaderos culpables del mayor atentado terrorista de la Historia de España. Pero no. Con pena, con decepción veo que la Fiscalía -el poder de la jerarquía ha doblegado evidentemente tu voluntad- lo que persigue, sobre todo, es confirmar sus propias tesis, descartar aquello que suponga trastocar un sumario basado en pruebas de muy dudosa solvencia.

Tendrás que reconocer que la nota difundida el pasado martes es paradigmática de lo que estoy diciendo. El objetivo fundamental era desmentir a EL MUNDO, matar al mensajero. Pero, al hacerlo tan torpemente, lo que se resaltó con ella fue precisamente uno de los aspectos fundamentales de la información publicada. Naturalmente que en el sumario no figura que en los focos donde se produjeron las explosiones de los trenes había nitroglicerina. Y eso es muy grave.

El día 11 de Marzo a las 14 horas, como ha reconocido el propio Sánchez Manzano, el laboratorio de los Tedax ya disponía de una primera y trascendental conclusión: en los focos de las explosiones sólo se había podido detectar nitroglicerina.

Tú mejor que nadie sabes la importancia de ese dato. Es decir, lo relevante que resulta para la investigación que en los trenes no hubiese Goma 2 ECO, sino otro explosivo distinto, ya que éste (¿lo conoces, verdad?) no contiene nitroglicerina.

Sin embargo, en lugar de pedir al Congreso la remisión de las actas de la comparecencia de Sánchez Manzano (¿no te parece raro que esa declaración esencial no esté incluida entre los 94.000 folios del sumario?); en lugar de ordenar su comparecencia inmediata ante el juez de la Audiencia Nacional, o en vez de reclamar al jefe de los Tedax el informe de los focos de las explosiones que se realizó el día 11 de marzo de 2004, ¿qué hace la Fiscalía?, ¿qué haces tú, querida Olga? Arremeter contra EL MUNDO porque el explosivo que utilizaron los terroristas, según el sumario, es y sólo puede ser Goma 2 ECO. Que la realidad no nos estropee una laboriosa instrucción con conclusiones predeterminadas, ¿no?

Las cosas, y tú eres consciente, no se han hecho bien. En el curso de la instrucción, el jefe de los Tedax se ha destacado por sus ocultaciones y obstrucciones a la Justicia. También me dicen que lloraste cuando se descubrió que la bolsa de Vallecas, la que contenía la bomba que se desactivó en la madrugada del 12 de marzo en el Parque Azorín, que supuestamente estaba depositada como prueba en la sede de la Audiencia Nacional y que el juez Del Olmo y tú misma pensabais que era la auténtica, no era sino una copia. Es decir, que Sánchez Manzano se había quedado con la buena y al juzgado sólo había enviado una bolsa recién comprada y parecida a la original.

El valor primordial de la instrucción es que siente las bases para que en el juicio oral se pueda condenar con pruebas irrefutables a los culpables. Estamos cansados de ver salir a la calle a delincuentes o presuntos delincuentes por una mala instrucción. ¿Es necesario que te recuerde lo que ha ocurrido con el juicio por el atentado del 11-S?

La verdad no tiene color. No importa quiénes sean sus presuntos beneficiarios.

Lo que le ha dolido a la Fiscalía -es decir, a tu jefe Conde-Pumpido- no es que un periódico publique cosas que contradicen la versión relatada en los autos del juez. No. Lo que molesta es que esos datos son incontrovertibles y que, por tanto, echan por tierra esa versión y pueden ser utilizados por las defensas a lo largo del juicio.

El 11-M no está concluido, ni mucho menos. Muchos miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, más de los que piensas, no están dispuestos a que se disfrace lo ocurrido porque políticamente no le interesa al Gobierno. Desde luego, nosotros no vamos a regatear esfuerzos para saber toda la verdad. Y estoy seguro de que la Justicia terminará también finalmente por esclarecer lo sucedido. A pesar de la Fiscalía.

Un abrazo.

01 Septiembre 2006

¿QUIÉN COLOCÓ LA MOCHILA QUE CAMBIÓ LA HISTORIA DE ESPAÑA?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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La apertura del curso político coincide con el naufragio definitivo de la versión oficial de los atentados del 11-M. Si durante el mes de julio nuestras revelaciones pusieron en evidencia que no está demostrado que fuera Goma 2 lo que estalló en los trenes y abrieron el gran misterio sobre los explosivos de la masacre, septiembre se inicia marcado por una nueva revelación sobre la mochila de Vallecas, la prueba sobre la que pivota todo el sumario y cuya validez queda definitivamente en entredicho.

No lo dice EL MUNDO sino la propia Comisaría de Información en el informe en el que resume a petición del juez sus pesquisas sobre los atentados y en el que sostiene que la mochila «pudo ser manipulada por personas no identificadas en el Ifema». La base de esta sorprendente afirmación es que se ha encontrado en el asa de la bolsa un rastro de ADN que no se corresponde con el de ninguno de los terroristas hasta ahora identificados. Lo que dice el informe deja en el aire dos preguntas. La primera es por qué los policías creen que la bolsa fue «manipulada» precisamente en Ifema y no en la estación de El Pozo o en la Comisaría de Puente de Vallecas. La segunda es por qué proclaman que el ADN pertenece a una persona ajena a la preparación de los atentados y no a un terrorista desconocido. Es evidente que quienes redactaron el informe saben más de lo que dicen, lo que no es sino otro motivo más -y ya son tantos- para pedir una auditoría independiente de la turbia investigación de los atentados.

Lo que hoy revelamos no hace sino subrayar las mentiras que difundió la propia Dirección General de Policía -y amplificaron sus medios afines- cuando EL MUNDO desveló en marzo que el policía que supervisó la recogida no reconocía la mochila ni garantizaba que no se hubiera roto la cadena de custodia. Interior salió al paso entonces diciendo que era imposible que alguien hubiera accedido a los objetos ni en El Pozo ni en Ifema, pues había sido depositados según la versión oficial en unos bolsones cerrados que sólo se abrieron en la comisaría de Puente de Vallecas. A la luz del informe que revelamos hoy, es evidente que esas explicaciones no son ciertas y que los investigadores creen que la prueba que cambió la historia del 11-M -y tal vez la de la España democrática- fue «manipulada» durante esas horas.

Los datos que hoy revelamos serían por sí solos muy inquietantes, pero lo son más en el contexto de todos los misterios de la masacre. Nuestro periódico publica hoy, a modo de orientación, un bosquejo de los principales enigmas que ayudará a recapitular a los lectores que hayan podido perder el hilo de la investigación durante el verano. Dos años y medio después, nadie puede probar qué explosivo estalló en los trenes ni cuáles fueron los autores de la masacre pese a que prácticamente todos los imputados eran confidentes policiales. La validez de los tres eslabones que vinculan a los islamistas con la masacre -la Kangoo, la mochila y el Skoda- se ha derrumbado en los últimos meses y ni el juez ni la policía han indagado a fondo en las conexiones entre la banda de El Chino y ETA.

Sabemos que las novedades que hoy publicamos serán acogidas con el desdén y el escepticismo habitual por quienes despachan cualquier dato nuevo como parte de una etérea teoría de la conspiración, pero sin duda serán leídas con avidez por aquéllos que no se han dejado vencer por la pereza intelectual y la cerrazón ética. En todo caso, EL MUNDO no dejará de cumplir con su obligación: investigar hasta conocer el quién, el cómo y el porqué que se esconden detrás del atentado. Pronto tendrán nuevas muestras de ello.

17 Abril 2007

¿POR QUÉ RECOMPENSA INTERIOR AL COMISARIO RODOLFO RUIZ?

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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En cualquier país del mundo, sería impensable que un comisario condenado por detener ilegalmente a dos ciudadanos y falsificar un atestado policial recibiera cualquier trato de favor. Bien al contrario, el Gobierno trataría de marcar distancias con él y sumar a la condena judicial el ostracismo absoluto dentro del Cuerpo.

Lo que Interior ha hecho con Rodolfo Ruiz es justo lo contrario: concederle la jubilación anticipada. El tribunal médico del Ministerio hizo la vista gorda y dio por buenos los informes presentados por el comisario, que alegaba una «alteración psicofísica» como consecuencia de la polémica mediática y del juicio por el caso Bono.

Todo apunta, sin embargo, a que los verdaderos motivos de Ruiz son bien distintos. Condenado a cinco años de cárcel y 10 de inhabilitación por detención ilegal y falsedad, actualmente se encuentra a la espera de que el Supremo se pronuncie sobre la sentencia. La prejubilación le permitirá seguir cobrando del erario público sea cual sea la decisión del tribunal, algo que no podría hacer si continuara siendo parte del Cuerpo.

Interior podría haber aplazado su decisión hasta que se resolviera el recurso de casación, pero no lo ha hecho, dejando un inquietante rastro de connivencia con quien ha sido condenado por utilizar el aparato del Estado con fines espurios contra los adversarios políticos del Ejecutivo.

La prejubilación es aún más sospechosa por la trayectoria reciente de este comisario, ascendido a jefe de la Brigada Provincial de Información tras la victoria electoral del PSOE. No hay que olvidar que el fatídico 11 de marzo de 2004 Rodolfo Ruiz era el jefe de la comisaría donde apareció de madrugada la llamada mochila de Vallecas sin que nadie la hubiera visto antes ni en Ifema ni en los andenes de El Pozo.

Siempre nos ha llamado la atención que entonces fuera ascendido el hombre en cuyo negociado se encontró la bolsa que orientó en el momento clave la investigación hacia la detención de Zougam y la pista islamista. El hecho de que Interior le haya recompensado ahora con una prejubilación que dejará sin efecto la inhabilitación a la que ha sido condenado da pie para pensar que alguien dentro del Ministerio intenta comprar el silencio de Rodolfo Ruiz en torno al caso Bono y al extraño hallazgo de la mochila de Vallecas.

El ministro Rubalcaba debe responder por esta decisión ante el Parlamento. Si no lo hace, alimentará las sospechas en torno a un comisario que se ha visto envuelto en muy poco tiempo en dos de los episodios policiales más turbios de la democracia.