23 enero 2020

‘Delcy-Gate’: El ministro español José Luis Ábalos se reúne en Barajas con la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez Gómez, que tenía prohibida la entrada a Europa

Hechos

El 23 de enero de 2020 VozPopuli desvela una reunión de D. José Luis Ábalos y Dña. Delcy Rodríguez.

23 Enero 2020

Ábalos se reúne de madrugada y dentro de un avión con la vicepresidenta de Venezuela

Antonio Rodríguez

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El ministro de Transportes y número dos del PSOE, José Luis Ábalos, no sólo mantuvo el pasado lunes un encuentro en su despacho con el ministro de Turismo venezolano, Félix Plasencia, sino que unas horas antes, en plena madrugada, se reunió con la todopoderosa vicepresidenta ejecutiva de Nicolás MaduroDelcy Rodríguez, en el aeropuerto de Barajas, según ha confirmado este periódico de tres fuentes distintas.

El encuentro entre Ábalos y Rodríguez, que ha sido negado por el primero al ser preguntado por Vozpópuli, se desarrolló en el interior de la aeronave que llevó a esta última de Caracas a Madrid. Este periódico ha tenido acceso a los detalles del registro de vuelo y la escala técnica que protagonizó la vicepresidenta venezolana en Barajas a partir de fuentes policiales y de Fomento.

La ‘delfín’ de Maduro voló a España la noche del pasado domingo al lunes en un avión privado de la compañía Sky Valet, al término de la visita a Venezuela de su homólogo cubano, Ricardo Cabrisas. Su llegada a Madrid estaba prevista para las 00:12 horas pero se retrasó unos minutos. Cuando la aeronave aterrizó y se dirigió a la terminal de vuelos privados del aeropuerto de Barajas, José Luis Ábalos ya estaba allí esperándola, según las fuentes consultadas.

El plan se complicó cuando en los archivos policiales saltó la alerta que avisaba de que Delcy Eloína Rodríguez Gomes cuenta con una resolución de la UE que le prohíbe su acceso al espacio Schengen fruto de las sanciones europeas. Debido a esta situación, un comisario de la Policía Nacional se desplazó hasta la terminal junto al ministro de Transportes.

Ábalos era la persona más indicada para esta gestión diplomática de carácter secreto ya que es el máximo responsable de la gestión de los aeropuertos españoles. Las fuentes consultadas por este periódico aseguran que el ministro subió la escalerilla del avión y accedió al interior del mismo, donde se encontraba la vicepresidenta venezolana.

El aparato estaba situado junto a una de las pistas de aterrizaje de Barajas, en un momento en el que la actividad aérea del principal aeropuerto español se encontraba al mínimo. El ministro permaneció allí alrededor de una hora y media.

Después de esa reunión, Delcy Rodríguez bajó del aparato y accedió a la sala Vip de la terminal de autoridades. Lo hizo en compañía de su jefe de gabinete y otras cinco personas más de su equipo. La vicepresidenta venezolana no llegó a pasar la noche en Madrid. Otra fuente consultada precisa que se marchó a las 02:42 horas en otro vuelo con dirección a Estambul. La matrícula del avión era TC-AKE.

Visita a Turquía

La ‘delfín’ de Maduro no dio señales de vida hasta el pasado miércoles cuando se reunió en Ankara con su homólogo turco para preparar el 70 aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambos países, tal y como indicó en su cuenta personal de Twitter.

13 Febrero 2020

Sin posición

EL PAÍS (Directora: Soledad Gallego Díaz)

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No es Transportes, sino Exteriores quien debe aclarar la crisis sobre Venezuela

La primera sesión de control al Ejecutivo en esta legislatura tuvo como asunto destacado el encuentro mantenido por el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y la vicepresidenta del Gobierno de Venezuela, Delcy Rodríguez, sobre la que pesan sanciones acordadas por la Unión Europea. El ministro Ábalos no consiguió despejar las dudas acerca de cómo pudo llegar a España la dirigente venezolana, pese a tener prohibida la entrada en el territorio comunitario, y también el sobrevuelo. Tampoco aclaró el contenido del encuentro. Con lo que sí contó en todo momento fue con el respaldo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien reiteró el argumento de que Ábalos acudió al aeropuerto para resolver una crisis diplomática. Más allá de que el Gobierno siguiese sin ofrecer detalles sobre en qué consiste esa crisis, tantas veces alegada, resulta difícil comprender por qué el encargado de resolverla fue el ministro de Transportes y no la titular de Exteriores, Arancha González Laya, o un alto responsable de ese ministerio.

La primera sesión de control al Ejecutivo en esta legislatura tuvo como asunto destacado el encuentro mantenido por el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y la vicepresidenta del Gobierno de Venezuela, Delcy Rodríguez, sobre la que pesan sanciones acordadas por la Unión Europea. El ministro Ábalos no consiguió despejar las dudas acerca de cómo pudo llegar a España la dirigente venezolana, pese a tener prohibida la entrada en el territorio comunitario, y también el sobrevuelo. Tampoco aclaró el contenido del encuentro. Con lo que sí contó en todo momento fue con el respaldo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quien reiteró el argumento de que Ábalos acudió al aeropuerto para resolver una crisis diplomática. Más allá de que el Gobierno siguiese sin ofrecer detalles sobre en qué consiste esa crisis, tantas veces alegada, resulta difícil comprender por qué el encargado de resolverla fue el ministro de Transportes y no la titular de Exteriores, Arancha González Laya, o un alto responsable de ese ministerio.

22 Febrero 2020

El ‘caso Ábalos’

Teodoro León Gross

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Si para servir al Estado hay que ocultarse actuando en los límites de la legalidad, existe algún problema que afecta a esa democracia

¿Tanto ha bajado sus estándares éticos el Gobierno que hizo dimitir a Màxim Huerta o Carmen Montón como para sostener a Ábalos? La pregunta no decae incluso si el ministro realmente acudió a Barajas a evitar “una crisis diplomática”, como dijo el presidente, que todavía no ha explicado la crisis. Nadie ignora que hay trabajos sucios en el Estado, pero la convención es hacer rodar cabezas si se desvelan. En todo caso, si para servir al Estado hay que mentir insistentemente a la sociedad y hay que ocultarse actuando en los límites de la legalidad, existe algún problema que afecta a esa democracia. No es una nadería bobalicona, como sugieren las risas de Carmen Calvo, sino un asunto turbio. Y un hueso que la oposición, a cara de perro, no va a soltar. El absurdamente llamado Delcygate —con esa manía en mimetizar el Watergate no sólo en EE UU— es el caso Ábalos y parece más inflamable que Zaldibar.

Incluso si todo lo demás fuese irrelevante, resulta insoportable la secuencia de versiones. Desde lo del ministro Soria con los papeles de Panamá no se veía nada igual a la secuencia de Ábalos desde el jueves 23, cuando iba a recoger a su amigo ministro venezolano, al viernes 24, ya con un “saludo forzado por las circunstancias” en un contacto fortuito, y de ahí, un día después, a la llamada de Marlaska con el “ya que vas, procura que no baje del avión”; 24 horas más tarde, en La Sexta, la cosa subía a “me la presentaron, le dije que era una situación un poco violenta” y “no abordé con ella absolutamente ningún tema”, aunque elevaba la cosa a 25 minutos; todo eso antes de aceptar que estuvo con ella en la sala VIP de la terminal ejecutiva de Barajas… La sensación final es que todos esos giros de guion demuestran que el Gobierno no puede permitirse que se sepa la verdad. A partir de ahí todo empeora.

Lo sucedido en Barajas, que después de tantas versiones resulta cada vez más oscuro, trasciende a una mera secuencia de patrañas por supervivencia personal. Aún faltan claves para entender un episodio inevitablemente unido al cambio de política hacia Venezuela, algo que, como editorializaba este periódico, requiere explicaciones también escamoteadas. Entretanto, se abonan las especulaciones. ¿Chantaje a España? ¿Hubo maletas y con qué contenido? ¿Documentación de la valija? ¿No deberían verse las cintas? Ya acudiese Ábalos en calidad de pirómano o de bombero, está achicharrado y contagia a un Gobierno que, hasta donde se sabe, ha violado el Derecho de la UE. La falacia del territorio español —en el aire ya estaban en territorio español— y la zona de tránsito como si aquello fuese un encuentro en tierra de nadie, como Bogart y Bergman en el aeropuerto de Casablanca, solo empeora la inconsistencia. Moncloa, con señales crecientes de que Sánchez tenía razones para temer el insomnio, debería asumir que la percepción colectiva inevitable es que si el Gobierno pone tanto empeño en ocultar lo sucedido solo puede ser algo realmente inconfesable.

25 Febrero 2020

Venezuela

Antonio Elorza

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Estamos ante un siniestro viraje hacia la nada, y se entiende la alegría de Maduro

El extraño viaje de la número dos de Maduro vino a turbar la paz en la política de imagen del Gobierno. Desde su formación, el tándem formado por Iván Redondo y Pablo Iglesias venía administrando sin dificultades su hegemonía en el espacio de la comunicación política, con el viento a favor de las reiteradas exhibiciones de torpeza de sus adversarios. Tanto Pablo Casado como Inés Arrimadas se entregaban con entusiasmo a plantear exigencias y a pronunciar diagnósticos catastrofistas, de modo que sofocaban lo que pudieran haber sido críticas eficaces. Muchos españoles, entre ellos dirigentes socialistas, podían mirar con desconfianza una política catalana cuya apariencia es que Pedro Sánchez está dispuesto a hacer concesiones de todo tipo, por ahora procesales y económicas, a un independentismo muy dividido en tácticas pero convergente en fines. Sin que en el plano político ofrezca otra cosa que signos de inseguridad, tales como la consulta no vinculante —el brexit también lo— o la «soberanía compartida». Pero en cualquier caso, una vez convertido el «diálogo» en un mantra de general aceptación, y sobre todo ante el callejón sin salida que supondrían los sucedáneos del 155, sería útil que Cs y PP imaginasen alternativas a un choque de trenes electoral que va a resultarles desastroso, a ellos y a los catalanes constitucionalistas. Vía libre así para el dominio total sobre el mercado político para el Gobierno UP-PSOE.

Una situación muy ventajosa que hacía aconsejable aflojar la presión sobre la opinión pública, ya que de otro modo el «todo va hacia lo mejor en el mejor de los mundos» coloca al Gobierno en situación difícil apenas surge algo incontrolado. Nuestro sistema de manipulación de la opinión no se aproxima a la Bestia de Salvini en Italia, un montaje informático que digiere masivamente opiniones, guía la acción del líder y aplasta a los adversarios políticos, pero sí incluye un control estricto de mensajes en los medios y en las situaciones —Álvarez de Toledo increpa a Ábalos y el telediario emite la réplica, no la crítica; Sánchez protagonista solitario en la UE—, hasta montar combinatorias imaginativas, como la clausura de un necesario debate público sobre las ofertas a Cataluña, apenas realizadas, cubriendo los informativos con el espectáculo familiar del Gobierno en excursión a Toledo. Hubiera sido estupendo discutir allí las diferencias: inmigración, igualdad, presión de Trabajo sobre Educación en formación profesional.

Y en esto llegaron el indeseado Guaidó en visita cuasi-presidencial, Delcy Rodríguez en vuelo de no-se-sabe-qué por Barajas, y para cerrar la fiesta, el mediador desautorizado Zapatero en visita a su amigo Maduro. Esto último ha pasado indebidamente al olvido, pero los otros dos acontecimientos estropeaban el guión panglossiano. Así empezaron las dudas y las falsas explicaciones traídas por los pelos, si bien Pablo Iglesias en el caos se maneja bien y fue el primero en dar la clave: Guaidó es el jefe de la oposición. El pequeño problema era que los comportamientos simultáneos del Gobierno, rebajando a Guaidó y hablando con Delcy, más la posterior degradación del primero por Sánchez, iban en contra de las decisiones de la UE. Solo que para Europa, Venezuela nada significa. Y como nuestra derecha y Trump se alinean con Guaidó, todo resuelto.

En popularidad del Gobierno, el coste ha sido escaso. Ahora resulta más progre que antesLa factura es pagada por Venezuela en primer plano, por la democracia española en segundo. Pocas posibilidades había de derrocar al tirano con el Ejército y la policía organizados según el modelo cubano, más los grupos paramilitares que tuvimos el honor de contemplar gracias al desembarco de Guaidó. Pero si la presidencia se había convertido en algo imposible, guardaba su valor simbólico, y en todo caso Guaidó es «jefe de la oposición democrática», no de la oposición, calificación que sugiere un régimen democrático inexistente en Caracas. Luego estamos ante un siniestro viraje hacia la nada, y se entiende la alegría de Maduro. A lo mejor nos baja el precio del petróleo, como prometía Chávez

Fue peor querer arreglarlo. Carece de sentido hablar de diálogo y de impulsar la democracia, como hacen las ministras (Calvo y González Laya), cuando tenemos delante un régimen que ha aplastado la victoria electoral de la oposición mediante una violación sistemática de los derechos civiles, sin excluir algún crimen. Hasta el sarcasmo en la detención del tío de Guaidó. La única salida democrática son elecciones libres bajo control internacional, evitando previamente toda tutela sobre ellas de Maduro. ¿Está Sánchez dispuesto a exigir eso ? La miseria forzosa de los venezolanos descalifica el cinismo. El mercado reinante de las imágenes, sí.

En cuanto a nuestros viejos discípulos de Chávez, nunca rectificarán su añeja pasión chavista, lo cual sería útil cuando increíblemente Iglesias pasa a poder controlar el CNI, tras sus contactos pasados con el chavismo y con el Irán de los ayatolás. Ejerce vetos e impone decisiones y nombramientos de cara a Cataluña. ¿Adónde vamos?