El 17.11.2010 la Cadena SER, CNN+ y la edición digital de EL PAÍS reprodujeron comentarios del tertuliano de ‘Alto y Claro’ (TELEMADID) D. Salvador Sostres realizados durante la pausa publicitaria del día 12.11.2010.
Escándalo en TELEMADRID al difundirse comentarios eróticos soeces del tertuliano Salvador Sostres del programa ‘Alto y Claro’ realizados durante la publicidad
El 17 de noviembre de 2010 se subió a internet por parte de trabajadores de Telemadrid un vídeo grabado durante la pausa publicitaria del programa ‘Alto y Claro’ de Telemadrid del día 12 de noviembre de 2010 en el que D. Salvador Sostres Tarrida expresa sus preferencias sexuales ante la presentadora, Dña. Isabel San Sebastián Cabasés y los otros tertulianos de ese día: D. Alfonso Ussía Muñoz-Seca, D. Antonio Casado Alonso y D. Antonio Pérez Henares. En las declaraciones filtradas se escucha al Sr. Sostres Tarrida – cuando desconoce que está siendo grabado – decir que él, para las relaciones sexuales, prefiere las jovencitas de 17 a 19 años, cuando tienen vaginas que aún no huelen a ácido úrico.
Ese mismo día airean las declaraciones en los informativos del operador Sogecable (Cuatro y CNN Plus) y en los informativos del operador La Sexta, donde responsabilizan directamente a la presidenta de Madrid, Dña. Esperanza Aguirre Gil de Biedma.
El jueves 18 de noviembre de 2010 El País publica un reportaje titulado ‘Esta grosería la paga usted’ en la que critica el bajo nivel de tertulianos de derecha citando los ejemplos de D. Fernando Sánchez Dragó, D. Eduardo García Serrano y D. Salvador Sostres Tarrida. Ese mismo día D. Salvador Sostres Tarrida se defiende en El Mundo con un artículo en el que reivindica su derecho a mantener conversaciones privadas en los términos que considere oportuno.
Los días 20 y 21 de noviembre de 2010 CNN Plus realizará tertulias conducidas por D. José María Fernández Calleja para criticar ‘la zafiedad’ de algunas tertulias ejemplificándolo en los Sres. Sánchez Dragó, García Serrano y Sostres Tarrida. El Sr. Fernández Calleja considerará anómalo que el Sr. Sostres Tarrida haya pasado del extremismo independentista catalán a, según él, la extrema derecha españolista.


Para eso se les contrata
José María Izquierdo
Lo peor no es lo que dice Salvador Sostres cuando cree que nadie le oye. Lo peor es lo que escribe en EL MUNDO para que se le lea. Por limitarnos a su opinión sobre las mujeres, para no meternos en otros jardines -los riega en abundancia: ETA, Montilla, Sáhara- les transcribo un par de perlas y de variado registro. Sexualidad femenina, de cuyo conocimiento tanto presume: «El clítoris es un mito (…) Ellas quieren otra cosa, y no se ofrecen alegres e impetuosas como nosotros, sino como estrategia, normalmente, para conseguir otra cosa». ¿Y qué es otra cosa? Lo siguiente: «Se sienten insultadas, las más feministas, cuando se lo dices, pero ellas son princesas. Son princesas y aunque disimulen, eso es lo que quieren. Cuentos, palacios, creérselo». Es más: «La más marimacho de las sufragistas renunciaría a sus panfletos a cambio de una vida de princesa. Palacio, servicio, poder, estrellas». Y es que Sostres tiene las cosas muy claras: «Mientras el feminismo chilla hacia la izquierda, las mujeres realmente inteligentes brillan en la derecha y consiguen lo que se proponen, sin marginación ni queja. Lo mismo que en la vida: las que valen se hacen empresarias y las que no llegan, sindicalistas».
No es nada. Ya vieron ustedes en el vídeo la risa que le producía tal ingenio a otro señor que responde al nombre de Alfonso Ussía. Esto escribe, y publica en LA RAZÓN, el afamado articulista, sin que nadie le pille, ni medie micrófono traicionero. A cara descubierta: «Los documentos gráficos que poseo de manifestaciones batasunas son repugnantes. Tías vociferantes, feas, espesas y con los surcos de la perversidad en sus expresiones homínidas. Un espanto de mujeres, en una palabra. Coños de vitriolo y de cianuro. Morsas». De las ministras tiene opinión más frutal: «Leire Pajín ha engordado. Está admirablemente culonzuela, respingona, melocotona temprana». Y como le gusta el símil, repite con Trinidad Jiménez: «… le habían propinado en su trasero respingón, aquel que fuera en su juventud como un melocotón temprano, una patada dirigida a Zapatero».
Más moderada es Isabel San Sebastián, la conductora del programa que a lo más que llega ante las gracias de aquel representante del paleolítico que ejerce de gracioso, como se ve perfectamente en el vídeo, es amagar una ofendida morisqueta. Que solo dice, en EL MUNDO, cosas como esta: «No me reconozco (…) en la fotografía de unas exaltadas exhibiendo torsos desnudos decorados con consignas que exigen el derecho a matar impunemente a sus hijos (…). A dar por bueno que Leire Pajín o Bibiana Aído, que siempre serán sospechosas de haber alcanzado los puestos de responsabilidad (…) gracias al sistema de parcelas que rige en el PSOE, son más beneficiosas para nuestra causa que Esperanza Aguirre o Rita Barberá, que han llegado por sus propios méritos y su valentía». Por si les suena débil les ofrezco otra: «Por cierto, que hay muchas formas de prostituirse y hacer la calle no es la peor. Resulta más hedionda, a la par que lucrativa, la modalidad escogida por el tránsfuga Agustín Navarro y los 12 concejales socialistas de Benidorm, encabezados por Maite Iraola, madre de Leire Pajín. ¡Eso sí que es venderse, y no lo que hacen las putas en la noche de Las Ramblas!».
Lo peor de todo esto es que los medios que publican estas cosas, que presumen de ser los genuinos representantes de la derecha civilizada, tienen en gran consideración a estos articulistas, a los que premian y reservan lugar de honor. Pero todavía es más incomprensible que Salvador Sostres, Alfonso Ussía o Isabel San Sebastián, entre otros muchos, se paseen tan risueños, y cobren, de las televisiones públicas que se pagan con el dinero de todos los ciudadanos por haber dicho, y para decir, cosas como las que he transcrito.
José María Izquierdo


Sostres: ni alto, ni claro
Sergi Pàmies
La polémica desata por las palabras de Salvador Sostres durante una pausa (fuera de Antena) de la tertulia Alto y Claro de TELEMADRID – reprendidas por la moderadora Isabel San Sebastián con un tajante: “Tú estás enfermo, macho” –pone en evidencia una sintomatología muy actual. Las ganas que muchos le tienen a Sostres propician un clima de linchamiento que, digan lo que digan, no guarda relación con el respeto a la mujer y a los niños, la lucha contra la xenofobia y cuantas grandilocuencias quieran esgrimirse.
A juzgar por las reacciones inmediatas, el juego sucio se ha impuesto para, en nombre de un enmascarado prurito de denuncia, justifica un ojo por ojo que, llevado al extremo acabaría dejándonos ciegos y sin dientes. El combate ideológico explica que se aproveche cualquier metida de pata para remover una indignación que intenta ganar en la cancha de la comunicación los combates que se pierden en las urnas. Pero no lo justifica. Junto a este totalitarismo encubierto disfrazado de denuncia, sin embargo, tenemos la escandalosa falta de pluralidad de un medio público como TELEMADRID, que, con su clientelismo opinativo, propicia filtraciones airadas como esta. Una de las consecuencias de la traición y de su imperfecta adaptación a la democracia real es el gusto por el maniqueísmo intelectual de trinchera. Las emisoras de radio y cadenas de televisión (públicas y privadas) más sensatas han intentado mantener una pluralidad que, en ocasiones, se ha quedado en simple reparto de cuotas. Aún así, en ocasiones se consiguen debates plurales y vivos que logran salirse de una norma cada vez más autocomplaciente y endogámica.
Pero la tentación de un pensamiento único representado por matizadas voces que acaban opinando lo mismo no es, por desgracia, monopolio del liberalismo cañí y esperanzaguirrista o de la derecha intereconomicista. También la izquierda (y en el nacionalismo) se han sufrido pasos de la oca y fuenteovejunismos robotizados. En este contexto, Sostres siempre se ha destacado por hacer un uso muy personal y perverso de la libertad, sobre todo de la libertad de sus damnificados y difamados. Su trabajada trayectoria es un compendio de camaleonismo idoelógico, temeridad (con red) y elitismo abusón: de LA VANGUARDIA al AVUI, pasando por EL MUNDO, COM-RADIO, ONA Catalunya, E-NOTÍCIES, Crónics Marcianas, Arusctity o N´hi haper llogar – hi cadies. Le han reído las gracias en todas partes hasta que, por hache por por be, se han cansado de él (o él de ellos)
Las barbaridades que, estando en antena, Sostres soltaba entonces no son muy distintas a las que suelta hoy, y sus preceptores (que ahora miran hacia otro lado mientras amaina el temporal) lo saben bien. Pero eso no justifica que se haga pública una conversación privada y se le ataque con métodos más infamantes que los excesos que intenta combatir. Ni siquiera le desacredita en el desacreditado universo de la tertulia. Lo tragicómico de este asunto es que Sostres y sus adversarios apelan a una libertad y a un respeto que nunca han practicado.


La vida de los otros
Salvador Sostres
Se ha difundido una conversación privada que tuvimos los contertulios antes de empezar el debate Alto y claro, dirigido y presentado por Isabel San Sebastián en TELEMADRID. Era una conversación jocosa y privada, en el tono libre en que se tienen las conversaciones privadas, en las que se supone que tenemos derecho a expresarnos como nos venga en gana.
Pero lo que era privacidad se volvió ayer público porque algún operario de TELEMADRID, seguramente vinculado a su comité de empresa, la grabó y se la pasó a la Cadena SER. El propio comité de empresa de TELEMADRID, en vez de censurar tal filtración y de defender la necesaria privacidad de las conversaciones privadas, se ha sumado a la cacería y me ha reprochado los comentarios, solicitando mi expulsión como tertuliano de la cadena. Cuando el comité de empresa de TELEMADRID vuelva a tener la tentación de hablar de dignidad, de periodismo y de respeto que se lo piense dos veces. El mismo vídeo con el que pretenden atacarme les ataca a ellos mayormente, y desmiente cualquier indicio de integridad profesional y de decencia personal en quienes lo hicieron.
Los medios que lo han difundido han actuado en este caso, como en tantos otros, como el brazo armado de la peor indecencia, y han dejado claro el tipo de periodismo que practican y lo que cabe esperar de ellos, difundiendo el vídeo compulsivamente. Por contra, el apoyo de Isabel San Sebastián y de TELEMADRID ha sido total y absoluto; y mientras la izquierda continúa obstinada en meterse en la vida de los otros y en la privacidad de los otros, las personas normales entienden y defienden que es imposible la convivencia si no se respetan los límites más elementales.


La libertad de uno y la de todos
Víctor de la Serna Arenillas
Salvador Sostres no es exactamente la superestrella de esta columna, como recordarán los lectores, pero este cronista lleva días obligado a defenderlo en diferentes foros, como antes defendió a Sánchez Dragó y como defendería a cualquier otro vituperado por ejercer la libertad de expresión. Es difícil, en este ambiente neovictoriano o neoinquisitorial en el que nos movemos hoy, explicar por qué hay que tolerar una sarta de indudables groserías. No fue el caso de Sánchez Dragó, no. Pero en el de Sostres concurre la circunstancia de que fue una conversación no destinada a su publicación, privada en esencia aunque su marco fuese un plató, y sin un solo contenido que infringiese el Código Penal.
En un país que apenas tuerce el gesto cuando la Administración edita folletos y vídeos ensalzando las relaciones homosexuales de menores con adultos, donde la ministra de Igualdad se jacta de comprar juguetes sexuales, el súbito arrebato selectivo de moralina frente a la derecha no es sino un ejemplo de cómo se van recortando las libertades de algunos con pretextos variados y espurios. La libertad debería amparar, no sólo la blanda expresión de sentimientos nobles con los que es fácil estar de acuerdo, sino todo lo demás, salvo cuando sea delictivo.
Si no, acabaremos recordando el poema del pastor protestante Martin Niemöller: «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista…». La libertad no es divisible.
P. S. El lunes presentábamos en Londres Orbyt, esa versión con turbo que EL MUNDO y Expansión ofrecen en internet: por suscripción, con el periódico impreso idéntico al que aparece en papel (con mejoras como los vídeos en vez de fotografías o la interactividad), además de todos los suplementos y de todas las ediciones regionales, más la interactividad con los lectores, ofertas especiales, archivos del diario….
Orbyt ilustra lo que internet permite: el salto por encima de toda frontera del periódico, clásico con la inherente profesionalidad en las informaciones y los comentarios, completado con la capacidad audiovisual y la flexibilidad inherentes a internet. En lugares con amplia presencia de profesionales españoles, como es Londres, esta versión de ambos diarios adquiere todo su sentido para los potenciales lectores. Ya no es necesario el quiosco.
Enormemente exitosa como medio de comunicación, de relación social, la red tiene aún que cuajar como soporte de la información profesional. Los editores -como los de The Times o Financial Times, cuyos directores participaban en este coloquio de Londres- buscan las fórmulas que convenzan a todos de que la tableta es tan buen soporte como el papel. Ya falta menos.


Chicos buenos, chicos malos
Carmen Rigalt
EN TODO hay un antes y un después. Cuando yo hablo de antes, me refiero a un tiempo difuso y remoto que se pierde entre telarañas. Entonces a los chicos los llamaba hombres, en cambio ahora a los hombres los llamo chicos y así parece que no se ha movido el tiempo. Mis coetáneas hacen lo mismo: casi todas dicen «mi chico» al referirse a sus parejas más o menos estables. Utilizamos el recurso del lenguaje para rejuvenecerlos a ellos y, de paso, beneficiarnos nosotras.
Supongo que entre el antes y el después hubo un trecho común a hombres y mujeres en el que las divergencias se superaron con ayuda del instinto. Eran tiempos de plenitud y todo valía. Ha sido después, a la vuelta de los años, cuando he invertido más esfuerzos pensando en la evolución que hemos sufrido hombres y mujeres, juntos y por separado. Sobre todo hombres, pues nosotras hemos sido protagonistas de la evolución, mientras que ellos, en su papel de comparsas, han avanzado a trompicones y con el paso cambiado. Saco a relucir todo esto por los escándalos desatados a cuenta de las machadas de ciertos hombres.
El último de ellos colabora en este periódico y es tan joven que sólo puedo explicar su actitud como una boutade. Su caso no es nuevo. Me recuerda al de un escritor grandullón que se inició en la literatura imitando a Umbral. Hoy vive y escribe como un obispo, es defensor del sexto mandamiento y se acerca a las púberes para que le besen el anillo.
Recuerdo la primera vez que llegué a una redacción. Más que una redacción parecía un puticlub. Allí no había horarios. La mañana empalmaba con la tarde y la tarde con la noche. El ambiente era distendido y procaz, bastante portuario. Todo el mundo hablaba de sexo y los chicos se retaban mutuamente en sus hazañas. Parecía que de un momento a otro iban a bajarse los pantalones para ver quién la tenía más larga. Me costó acostumbrarme a aquel desmadre, pero terminé asumiéndolo. Ahora sé que aquellos chicos sólo eran malos de boquilla. Habían hecho de la maldad un instrumento para triunfar en el periodismo y en la calle, especialmente entre las chicas, que entonces nos enamorábamos de los canallas.
Las mujeres lo teníamos claro: entre los chicos buenos y los chicos malos, nosotras preferíamos a los malos porque los otros eran imprevisibles. Que nos pregunten a las mujeres periodistas qué hacían los chicos buenos cuando nadie los veía. Algunos de ellos son hoy hombres reputados. Si nosotras habláramos, volvería a arder Troya.
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