22 noviembre 1972

La polémica se dio en las páginas de prensa de Madrid (PUEBLO y YA) y Barcelona (LA VANGUARDIA y EL NOTICIERO UNIVERSAL)

Discusión entre periodistas franquistas por la Comunidad Económica Europea: Emilio Romero vs Augusto Assía

Hechos

En noviembre de 1972 se produjo un intercambio de valoraciones entre D. Emilio Romero y D. Felipe Fernández-Armesto (Augusto Assía).

Lecturas

El director de Pueblo, Emilio Romero Gómez y el columnista del Ya y La Vanguardia, Felipe Fernández Armesto ‘Augusto Assía’ polemizan sobre la posible entrada de España en la Comunidad Económica Europea.

21 Noviembre 1972

LO QUE PASA

Emilio Romero

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Augusto Assía fue el gran corresponsal español de la segunda guerra mundial. La circunstancia de sus éxitos fueron la buena prosa y su raciocinio para inclinarse hacia el bando aliado cuando el ambiente español era todo lo contrario, por razones varias que ahora no voy a enumerar. Una vez que la polémica cedió por el final de la guerra y Augusto Assía integraba sus opiniones en los aconteceres de la paz cedió su popularidad, y en ocasiones le arrebataron interés Francisco Lucientes o Massip o Manuel Blanco Tobío desde Nueva York. Ahora, un cuarto de siglo después, Augusto Assía publica cartas a los directores de YA y LA VANGUARDIA sobre problemas variados, internos o internacionales. Son como unas cartas melancólicas de corresponsal o de periodista jubilado, que desde una mecedora se asoma al mirador.

Desde hace algún tiempo me alude intensamente con punzantes y cordiales provocaciones. Una vez estuve tentado de responderle, tras un desafortunado artículo donde se veía muy claro su necesidad de bailar el agua a las empresas periodísticas a las que ha servido a lo largo de muchos años de su existencia profesional. Lo comprendí a la manera de Larra en su definición del periodista, aunque el arte de bailar el agua a alguien necesita cierta destreza de artista.

Ahora me escoge otra vez en su epistolario a propósito de mis crónicas sobre la intervención del Ministro Fernández Miranda en las Cortes Españolas y se muestra muy sorprendido de mi relato en el que cuento, sin una sola inexactitud, cómo un Catedrático de derecho político, habituado lógicamente a explica despedazo con brillantez y conocimiento a dos aficionados de Derecho público, que en lugar de dirigirse al Profesor con modestia, curiosidad y afirmación de buena fe, como hicieron otros, escogieron una actitud de petulancia impropia de su nivel cultural y de su anemia ideológica.

Augusto Assía se inquieta porque el contraste de pareceres pueda responder a la descripción de mi relato. Mi inquietud por el contrario la centro en la falta de memoria de ilustre periodista. Siempre en los Parlamentos hay una baraja de hombres brillantes que lucen desde las viejas Cortes de Cádiz hasta las actuales presididas por Rodríguez de Valcárcel y sus nombres están en la historia parlamentaria española. Si Augusto Assía en lugar de escribir desde su ‘living’ conociera personalmente la realidad registraría en su agenda dos docenas de nombres que representan la relevante oratoria política y jurídica de nuestro Parlamento. Uno de esos nombres es Torcuato Fernández Miranda. Así es que no ha habido nada de lo que se figura Augusto Assía. Y lo que eche de menos fueron las intervenciones de esos otros parlamentarios a los que me refiero. Pienso que, o estaban de acuerdo con el Ministro, o escogieron la prudencia del silencio, que es un elemento de gran valor en el arte de la política. También tengo que decir que el sistema de diálogo entre Ministros y Procuradores no es el más acertado éste que se usa mediante las sesiones informativas. Otro día me referiré a esto.

Hay, sin embargo, un párrafo en la carta de Augusto Assía que me parece impropio de un profesional de su categoría y de sus modales, porque esto suele ser recurso de periodistas menores, sin talento y sin información: “Emilio Romero – dice – a mi modo de ver el más hábil, el más enjundioso y el más constante de los hermeneutas, si no del Régimen, desde luego del Gobierno, o de los sucesivos Gobiernos , ha adelantado la tesis que supongo autorizada…”. Voy a contestar al gallego Felipe Fernández Armesto (Augusto Assía) con unas palabras admirables de otro gallego. Manuel Blanco Tobío, recientemente publicadas en ARRIBA:

La declaraciones de Blanco Tobío

“Me subleva, me saca de quicio, por cruel e injusto el pistoletazo de ‘prensa servil’. ¿Servil de qué? Demuéstreme usted primero que servir al Estado o al Gobierno es servir a algo indigno. Y luego hablaremos. Si yo creo sinceramente que el Estado, el Estado de mi país, es justo, si yo entiendo que hay un Gobierno que está haciendo las cosas lo mejor que sabe y pued,e que me expliquen qué pecado, qué mal hago yo en servirle. Que me expliquen cuanto más alta y más sublime es la función de servir al señor Luca de Tena o al señor Godó, y pronuncio estos nombres con el mayor de los respetos. La prensa siempre ha de servir a alguien. El ideal es que sirva al país. No hay que ir tan lejos para escuchar a Spiro Agnew acusando a una prensa que sirve intereses de grupo antes que los intereses nacionales. A mí no me importa que me llamen ‘dependiente’ si estoy sirviendo a mi país. Y punto. Lo curioso es que en España cuando se habla de ‘Prensa independiente’ se habla de imperios privados”.

Hasta aquí el periodista Blanco Tobío, inolvidable corresponsal en Nueva York y director de la Escuela Oficial de Periodismo.

Para información, por otro lado, de Augusto Assía, le señalaré que desde la fundación del Régimen no conozco que ningún Gobierno haya tenido plumas o voces autorizadas. Solamente algunos Ministros han ejercido alguna influencia con distintos periódicos, bien institucionales o privados, peor este asunto se lo puedo decir al oído de Augusto Assía con el fin de que sepa bien eso de ‘voces autorizadas’ y para quien se pueda llevar alguna sorpresa. Tampoco este Resumen tan tildado de autoritario ha tenido nunca Goebbels: ni siquiera en los momentos más propicios de los años 40. Las voces autorizadas que yo recuerde podrían haber sido estas, y en función de sus cargos: Alfaro, Tovar, Arias-Salgado, Fraga y Sánchez Bella. Y se han expresado como autoridad más que como voz. Aquí, a título oficial ha hablado muy poca gente.

Aguilar Navarro

Es necesario jugar limpio en el diálogo con discrepantes y objetantes. Me abruma la ventaja de tener un periódico en mis manos, y por ello acostumbro a abrirlo a quienes plantean sus opiniones con un tono aceptable de conversación. Este es el caso del Profesor de Derecho internacional Privado de la Universidad de Madrid. Manuel Aguilar Navarro. Solicité una entrevista para un redactor del periódico que dirijo, con este profesor sobre el tema de la expulsión de los extranjeros. No considero la pretensión, y después ha tenido la gentileza de enviarme una carta justificando su negativa y lo que es más importante, haciendo una exposición de discrepancias sobre mi crónica de la sesión de cortes en la que intervino el ministro del Movimiento, Fernández Miranda, y sobre las propias aseveraciones del ministro. Creo que procede la publicación integra de esa parte sustancial de la carta del Catedrático, y una respuesta breve a lo que me afecta. El Ministro del Movimiento consideraba si procede su réplica a los juicios e imputaciones que le hace su compañero de la Universidad de Madrid.

Una carta

Señor Director – empieza diciendo Aguilar Navarro – yo soy consciente de que usted no tiene ninguna animadversión. Hay una serie de datos que me confirman en esta creencia, en este convencimiento. El aludir a estos datos en este instante no creo que sea necesario. En su periódico cuando se ha hecho alguna referencia trabajos míos, el tono empleado ha sido correcto, y muchas veces cordial. Estos son hechos. Recuerdo que en un época de profesor sancionado cambiamos una pequeña correspondencia, que serviría ahora para confirmar un juicio. Más también recuerdo que en uno de sus gallitos se decía de un artículo mío que tenía la virtud y la servidumbre de la obra de un profesor. “Buen planteamiento teórico: pero alejamiento de la realidad por la deformación academicista”. No me lastimo en lo más mínimo su afirmación. En parte la hago mía. Y es en este clima donde hay que emplazar la razón de mi actual negativa. Don Emilio: en el juicio que usted ha formulado de la intervención en Cortes del Ministro Secretario hay unos vertientes, que siendo interesantes políticamente hablando, me resultan a mí un tanto marginales. Usted ofrece un panorama casi apoteósico, en el que un gran dialéctico en su condición de destacadísimo especialista de Derecho Público, procede, como mago de la dialéctica a ingerirse uno a uno a los pobres Pulgarcitos (antes casi llamados padres de la Patria). Usted comprenderá que para mí la suerte que en destino (para ser más exacto, el destino que ellos se han buscado) puede deparar a esos pulgarcitos realmente no me intranquiliza en lo más mínimo. A quien debe preocupar es a los que tienen determinadas esperanzas depositadas en el valor representativo, institucional, etc, de nuestras Cortes. Es un problema a tratar dentro del establecimiento como ahora se dice. Menos insensibilidad siento cuando se habla de la dialéctica de la gran comparecencia en Derecho Constitucional, en Derecho Público, para ser más amplios en la manipulación de las nociones. Aquí es donde me siento afectado entiéndame bien, no en mi condición de político (que en mí es casi accesoria) sino en mi condición de especialista en Derecho de las Comunidades Europeas.

Señor Director: no todo lo que un Ministro-Catedrático dice tiene valor científico. Y en el caso que nos ocupa, me permito decirle que lo afirmado por el señor Ministro respecto de la temática de las Comunidades Europeas, lejos de presagiarte como universitario, supondría una auténtica piedra de escándalo para cualquier especialista en la materia. Yo llevo trabajando en el tema de las Comunidades desde que Monnet y R. Schumann pergeñaron el que sería Tratado de París creando la CECA. Son muchos años consagrados al estudio científico de la materna, para que no me sienta dolido por el elogio que a la ignorancia hace usted en este caso específico. Si se hubiera simplemente afirmado que la pieza oratoria del Ministro era políticamente hábil: y que a una pregunta saducea había respuesta con una argumentación nihilista, entonces nada tendría que objetar en mi condición de internacionalista. Lo que me preocupa es que se salga garante de un perfecto tratamiento científico en el tema del Mercado Común y de la Soberanía en el Orden internacional, cuando ni un alumno se hubiera atrevido a tipificaciones tan rudimentarias. En la problemática europea se ventilan muchas cosas. Para un internacionalista constituye uno de los fenómenos más nuevos, complejos y esenciales del panorama actual de este Orden trasnacional que comenzarnos, queramos o no, a vivir. Para el pueblo español, el que se le confunda, consciente a por ignorancia, en esta materia puede resultarle de electos innestísimos. Y estas son mis razones. Puede ser que a lo largo de los próximos meses en artículos de Revistas, en monografías, incluso trate a fondo, no como político, sino como profesor, estos temas europeos. Señor Director: No siempre los catedráticos que nuestra Universidad entrega a la alta dirección de la política son cotizados en los cenáculos científicos como extraordinarios profesores. A más de uno de ellos les he visto retornar a sus vieja cátedras (a las que no siempre dedicaron especial atención) y he comprobado que su solidez científica no era para ser alabada a todos los vientos…’

Voy de una sorpresa en otra. Esta vez con las manifestaciones de un Catedrático tan relevante como Aguilar Navarro. Quiero decir por última vez y así contesto a muchos más, que en mi primer texto hice solamente una crónica de lo que sucedió. Nadie ha podido señalar inexactitudes. El ministro del Movimiento tuvo enfrente interlocutores endebles y este no tanto por la endeblez intrínseca de los Procuradores, sino por el brillo conocido del profesor Fernández-Miranda. Los términos o imágenes de la crónica pertenecen al oficio periodístico y literario de quien hace la descripción. Un cronista nunca es un aburrido y solemne narrador de opiniones deshuesadas. Desde Azorín a Wenceslao Fernández Florez, dos grandes cronistas parlamentarios, parece claro que la visión de un relato de las Cortes no es exactamente la repetición del ‘diario de sesiones’. Lo que importa es que la descripción, con la ironía, la causticidad, el humor o el sarcasmo como elementos literarios, sea fiel al suceso.

Me sorprende igualmente, que un profesor de tanto talento como Aguilar Navarro alce su preocupación porque unos parlamentarios aplasten dialécticamente a otros, temiendo que padezca por ello el mecanismo institucional y representativo de las Cortes. Lo representativo, que yo sepa, ha de referirse exclusivamente al origen democrático de los representantes de la Nación y al ejercicio libre de esa representación. Nunca he defendido que los Procuradores no estuvieran en su derecho a formular las preguntas que les vinieran en gana a los ministros; me parecen pocas las preguntas que les hacen: pero lo que ocurre en todos los Parlamentos del mundo es que todos los parlamentarios no tienen las mimas aptitudes. Se exigen determinados votos para ocupar un escaño. No hay averiguaciones sobre el talento.

Lamento, por último discrepar de ese juicio molesto que hace el profesor Aguilar Navarro cuando dice que se siente dolido por el elogio que hice a la ignorancia en el caso específico de las Comunidades Europeas. La ignorancia está referida a las opiniones de su colega el profesor Fernández-Miranda. No hubo en el discurso del Ministro ninguna afirmación ni información relacionada con las Comunidades Europeas. La ignorancia está referida a las opiniones de su colega el profesor Fernández-Miranda. No hubo en el discurso del Ministro ninguna afirmación ni información relacionada con las Comunidades Europeas. Únicamente señaló que si ese proyecto de unidad de Europa nos exigiera cambiar nuestro orden o sistema político, anunciaba que su actitud seria contraria. No veo con esta tesis, ningún asalto al rigor científico del tema. Es un juicio exclusivamente político que además comparte mucha gente, y concretamente la mayor parte de los asistentes a aquella reunión que aplaudieron la opinión del Ministro. No es este el momento de plantear el tema de España y Europea con toda su profundidad, pero parece bien claro que es una cuestión opinable.

Punto final

Volviendo al principio: Augusto Assía, en un reciente artículo de LA VANGUARDIA, escrito desde la luna o haciénose el desentendido, que es un método dialéctico como otro cualquiera, aparenta desconocer la tensión en el seno de algunos Parlamentos Europeos y en la propia realidad española, en orden a la imagen política de España, dentro del objetivo de unidad política europea. En este fragor de opiniones enfrentadas, se pueden separar o aislar elementos dog´maticos actitudes hostiles al Régimen español, pretensiones de utilizar esta vía para hacer una mudanza del Régimen, a la manera como se intentó hacer de acuerdo con los Documentos reservados del Pentágono, en 1947. Y además de todo esto, están esos otros factores a los que se refiere acertadamente el Profesor Aguilar Navarro incluidos en una problemática general europea. Acepto mi condición de alumno cuando enhebro una conversación con profesores siempre que estos no se distancien mayestáticamente de sabiduría: entiendo que la condición básica del magisterio es persuasiva – y hasta intelectualmente insegura – y nunca apoyada en rangos administrativos o docentes. Desde una Cátedra se enseña: desde un periódico se dialoga.

PUEBLO / EL NOTICIERO UNIVERSAL

01 Diciembre 1972

Polémica sobre España y el Mercado Común

Augusto Assía

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CARTA DE AUGUSTO ASSÍA

Admirado Director:

Demasiado sé que al comentar en su artículo de ayer mis dos cartas publicadas en LA VANGUARDIA y YA sobre el acto parlamentario del que fue protagonista el Ministro del Movimiento, su propósito es aclarar un acontecimiento tan importante para el futuro del desenvolvimiento de las relaciones entre los españoles y – lo que apenas es menos trascendental – las posibles relaciones entre España y el Mercado Común, pero el caso es que yo he salido de la lectura de su brillante contestación más confuso que había entrado. Si usted, con liberalidad de su espacio, me lo permite, me gustaría hacer unas cuantas reflexiones que quizá no resultarán ociosas para completar la información sobre el asunto de que puedan disponer sus lectores especialmente los sindicales, los cuales siendo una de las partes más activas, dinámicas y comprometidas de nuestra sociedad son también me supongo, una de las más interesadas en conocer los distintos aspectos del problema, especialmente en lo que se refiere al Mercado Común, o lo que, respecto al Mercado Común, es verdad y lo que no es verdad. Voy a comenzar por el final, como quería Shakespeare. Me reprocha usted en su interesante artículo que yo “escribo desde la luna” (poco antes había dicho usted que escribía desde mi ‘living’) que me hago el desentendido y que aparento desconocer la tensión en algunos parlamentos europeos. No veo, la verdad, admirado director, que nada de esto que usted dice tenga que ver con lo que yo dije sobre lo que, según usted, dijo el señor Fernández-Miranda. Según usted el señor ministro dijo, sobre el Mercado Común, tres cosas:

  1. a) No hay ningún condicionamiento para entrar en el Mercado Común.
  2. b) los miembros del Mercado Común en conjunto, no le ponen ninguna condición política a España, pero si le pusieran alguna, España la rechazaría por contraria a su dignidad y su soberanía.

Y c) algunos Parlamentos, especialmente el de Holanda y Dinamarca, pretenden que España, para entrar, lleve antes a cabo “un cambio total de sus sistema político”. A estas tres cosas contesté que ninguna era exacta, que nadie le ha puesto, ni nadie, parlamento o no parlamento, ha dicho jamás que deba ponérsele a España, para entrar en el Mercado Común, condición alguna que no le haya sido puesta a los seis miembros originales, así como a los tres nuevos. Cité cuáles son estas condiciones tal como se decantan en el primer párrafo del comunicado de la última conferencia en la cumbre y dije que nunca nadie propugnó por que España tenga que hacer una revolución para entrar en el Mercado Común a no ser quizá algún propagandista del comunismo.

Aunque no lo agregué, pudiera haber agregado que en la primera conferencia de Prensa a que, después de haber sido admitida Inglaterra en la Comunidad, se sometió el primer ministro inglés, Heath, contestando a una pregunta dijo: “España es como lo demás países, tiene, para entrar en el Mercado Común  que cumplir las mismas condiciones que los demás, y eso es todo”. Cumplir las mismas condiciones – escribí – puede convenirle a España o no (ya sabe usted cuántos son los ingleses que han creído que no le convenía entrar en la Comunidad a Inglaterra), pero que me parecía que la cosa tenía poca relación con la dignidad o con la soberanía. ¿O es que vamos a proclamar ‘indignos’ y ‘secuaces’ a nueve de los más ilustres países de Europa? Una de dos, o estoy yo en lo cierto o está el señor Ministro del Movimiento, y si usted hubiera intentado aclarar esto para sus lectores, se me antoja a mí que les hubiera usted quizá rendido un servicio mejor que con decirles que yo escribo “desde la luna” o desde mi living, que soy viejo, que tengo mentalidad de jubilado, que vivo de nostalgias y que padezco una triste ignorancia, porque tengo la desgracia de desconocer que existen en España un par de docenas de ‘grandes parlamentarios’, lo cual no tiene nada que ver con la cuestión de la entrada en el Mercado Común y lo único que, con ello, consigue usted, a mi humilde modo de ver, es contribuir a confundir con palabras vanas, en vez de aclarar con hechos ciertos un asunto que es vital para España. No mucho más útil ni convincente, se me antoja, la alegación de que con la descripción del discurso apoteósico en el que el ministro se comió ‘como a Pulgarcitos’ a todos los que se atrevieron a medírsele, usted no hizo más que servir de informador verídico y objetivo, ‘sin ‘na sola inexactitud’, mientras yo le ‘tengo que bailar el agua’ a las empresas capitalistas para las que trabajo. Don Emilio Romero es demasiado sagaz para que no se dé cuenta de lo que digo si le digo, aunque sólo sea a medias intas, que si yo quisiera ‘bailarle el agua’ a alguien, sé de cosas, gentes y poderes a los que me sería más útil, más provechoso, me reportaría mayores ventajas y más privilegios, ‘bailarles el agua’ que bailársela al conde de Godó o al señor Martín Artajo. El señor Romero no es el único descubierto del Mediterráneo. En todo caso dudo que el señor Romero sea capaz de encontrar elogio alguno, dedicado por mí, al señor Godó o al señor Artajo, y meno tan ruborizantes elogios como los que, en el artículo que dio origen a todo esto, el señor Romero le dedicaba el otro día al señor Fernández-Miranda y antes le ha dedicado sucesivamente a muchos otros de los sucesivos personajes con sucesiva influencia en la propiedad del periódico que tan bien y con tanta galanura dirige. Quizá los capitalistas no son tan exigentes como los sindicalistas. Nada de esto tiene importancia. Lo que tiene importancia es informar bien, verazmente, puntualmente y con independencia a los españoles sobre algo tan serio y tan grave como son las relaciones con el Mercado Común, dejando de lado en beneficio de todos, habilidades rústicas y maquiavelismos municipales que entre nosotros pueden tener algún efecto pero a escala europea no es fácil que tengan muchos, excepto pernicioso. Si continuamos por este camino estamos abocados a que la nueva teoría sobre el Mercado Común según la cual lo que se quiere es ponernos obstáculos artificiales, acabe de la misma manera que acabaron todas las anteriores. Quizás el señor Romero alegue que si siempre hemos salido bien de informar mal, desde la guerra europea, en relación con lo cual habla de mi con una gentileza que le agradezco, ¿por qué no hemos de seguir? En la biografía de Anibal por Tito Livio a la que por causalidad eché mano esta mañana, encuentro el siguiente párrafo: “Los errores tienen poca importancia, cuando está el capitán para corregirlos, pero debe tenerse cautela en no seguir con la costumbre de cometerlos cuando no esté ya el capitán”.

Reciba un saludo de su afmo.

Augusto Asía

01 Diciembre 1972

LA CONTESTACIÓNDE EMILIO ROMERO

Emilio Romero

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Polémica sobre España y el Mercado Común

Peregrino argumento de Augusto Assía. Las condiciones que se han puesto a los miembros de la Comunidad Económica Europea no son diferentes de las que se exigen a España. El célebre Perogrullo en un párvulo a su lado. Ocurre que los nueve países tienen el mismo sistema político. ¿Qué se pueden imponer? A quien únicamente se trata de imponer condiciones es a España.

Quiero ilustrar a Augusto Assía sobre el estado de la cuestión para que otme buena nota de que no trato de confundir ‘con palabras vanas’ a los lectores.

¿Habría objeciones políticas a la solicitud de ingreso de España, como miembro de todo derecho, en la Comunidad Económica Europea? Prefiero que se contesten a sí mismos los lectores, por lo que voy a decirles, y que ellos mismos enjuicien sí, después de lo que van a leer fue disparatada la alusión que hizo el ministro Fernández-Miranda sobre este asunto en las Cortes.

El párrafo primero de la Declaración final de la Conferencia en la Cumbre de los nueve Estados miembros de la CEE celebrada en Parías el 21 de octubre de 1972 es éste: “Los Estados miembros reafirman su voluntad de fundar el desarrollo de la Comunidad sobre la democracia, la libertad de opiniones, la libre circulación de personas e ideas y la participación de los pueblos por intermedio de sus representantes libremente elegidos”. (Con esto podemos entrar).

El 14 de junio de 1964 las Cámaras del Parlamento holandés redactaron un Memorándum del que recojo los párrafos c) y d) que son éstos; y un añadido; “El derecho de asociarse libre y democráticamente en Sindicatos y el reconocimiento del derecho de los asalariados a defender sus derechos fundamentales, sin excluir el de recurso a la huelga.

El reconocimiento de la libertad de asociación y del derecho a organizarse en partidos políticos y el reconocimiento de los derechos de la oposición.

Opinando además que es necesario prestar a este punto de partida especial atención en el momento de examinar la solicitud de España para ingresar en la CEE.

El proyecto de resolución presentado al IV Congreso del Movimiento Europeo el 6 de junio de 1962 decía, entre otras cosas: “El ejercicio sobre bases democráticas, de la libertad sindical y la defensa por los trabajadores de sus derechos fundamentales, especialmente de la huelga”.

“La posibilidad de organizar corrientes de opinión y partidos políticos, así como el respeto a los derechos de la oposición política”.

En el Memorandum del Gobierno italiano de 1964, más conocido por Memorandum Saragat, se dice lo siguiente: “La adhesión está excluida para los países cuyo régimen político interior está fundado en criterios sensiblemente diferentes de aquellos en que se inspiran los de los seis estados fundadores”.

En el informe Birkkelbach, adoptado por la Asamblea del Parlamento europeo en enero de 1962, y recogido en el Documento número 122 de este organismo se dice: “El régimen político de un país que aspira a entrar en la Comunidad no puede ser indiferente para ella. Al examinar una petición de adhesión es necesario también preguntarse si, además de las condiciones geográficas y económicas, la estructura política del país en cuestión no será un cuerpo extraño en la Comunidad. La garantía de la existencia de una forma de Estado democrática, en el sentido de una organización política liberal, es una condición para la adhesión.

En el Diario Oficial de las Comunidades Europeas serie C., de 20 de febrero de 1971, se contesta a la pregunta 427/70 de esta manera: “La Comisión reafirma la posición tomada con respecto a los países de la Europa meridional, precisando que tales relaciones no podrían asumir la forma de una asociación propiamente dicha, más que en los casos de aquellos países que gocen de instituciones y regímenes comparables a los de los Estados fundadores.

El informe Rossi se refiere a las consecuencias de la ampliación de la CEE para las relaciones de esta Comunidad con los países de la cuenca mediterránea. El Informe fue presentado al Parlamento europeo y recogido en el Documento 177 en 13 de noviembre de 1972. Incluye este párrafo: “Si un Estado europeo del Mediterráneo intenta adherirse en el futuro a la Comunidad a la vez acepta someterse a la defensa o realización de ideales e instituciones políticas compatibles con los fundamentos y las finalidades de la Comunidad a saber, la democracia parlamentaria y liberal”.

En una conferencia de Prensa celebrada en París el presidente Pompidou: “Pertenezco a un país que ha luchado duramente y ha realizado enormes sacrificios para obtener instituciones realmente democráticas. El día que por fin España haga en el terreno democrático progresos tan espectaculares como los que ha hecho en los terrenos industrial y económico, las cosas irán mejor y serán más fáciles.

El primer ministro danés, señor Krag, saltó como si le hubiera picado una avispa y dijo estas cosas: “Dinamarca dice ‘no’ clara e inmediatamente a una adhesión de España. De ser necesario, Copenhague utilizaría su derecho de veto. Esta actitud concuerda, por completo con la posición que hemos adoptado en lo referente a la relaciones de España con la OTAN.

Sicco Mansholf, directivo de la Comunidad, holandés y socialista, apostilló: “Espero que España pueda ser un día miembro de la Comunidad Económica Europea. Creo que mi sentimiento está ampliamente aceptado en la Comunidad. Pero no creo que todas las condiciones para la integración se hayan cumplido. Por ello no veo personalmente la razón por la que la Comisión debería cambiar hoy su conocida actitud con respecto a las relaciones entre la Comunidad y España.

El señor Spinelli comisario de la CEE, dijo a finales de septiembre de este año este elocuente criterio: “La plena participación de España en el proceso de integración responde al deseo de los demócratas y al interés de Europa. Sin embargo, los objetivos de los tratados e incluso la estructura de las instituciones de la Comunidad y su finalidad política, bien puesta de relieve por todos los Gobiernos miembros y sin derogación posible, no permiten prever la adhesión de España a la Comunidad. Ello no excluye evidentemente que la Comunidad desarrolle con España formas apropiadas de cooperación en los sectores comercial y económico como ha sucedido con otros países que tienen diferentes regímenes políticos.

Está claro? Espero que Augusto Assía y otros compatriotas, adviertan que se trata de imponernos condiciones; entrañan el cambio profundo de nuestra Constitución, la modificación de las leyes Fundamentales y la elección de otro sistema político. Mientras que el pueblo español, unas veces mediante sus representantes en las Cortes, y otras en Referéndum, es quien ha aprobado la legalidad presente. Por eso el ministro Fernández-Miranda abordó este asunto – con su exclusiva responsabilidad personal – mediante estas palabras: “Tenemos que entrar en esa comunidad, porque a España le conviene, con condiciones económicas, pero no aceptaremos nada que afecte a la soberanía y dignidad del pueblo español”.

José María de Areilza se sabe de memoria todo esto. Su originalidad consiste en afirmar que nuestras Leyes Fundamentales pueden digerir todo eso que se dice en Europa. ¿Pero cómo se puede meter la democracia liberal, los Partidos el Parlamento de los votos de confianza, los Sindicatos de clase, la huelga, en nuestras Leyes? Ni el hipnotismo, ni la prestidigitación, ni la hechicería, son artes o ciencias, o magias, capaces de hacer eso.

Emilio Romero