22 diciembre 1970

Le declaró culpable de haber llevado a la muerte a 400.000 judíos durante la Segunda Guerra Mundial

El anciano nazi Franz Stangl, condenado a cadena perpetua por crímenes cometidos hace 25 años

Hechos

El 22 de diciembre de 1970 un tribunal de Dusseldorf (República Federal Alemana) condenó a cadena perpetua a Franz Stangl.

Lecturas

Su detención se hizo pública en marzo de 1967 tras una serie de investigaciones del equipo de investigación judío de Simon Wiesenthal, el ‘caza-nazis’. 

Proceso a Auschwitz se celebró en agosto de 1965. 

El siguiente gran juicio a un nazi será el de Klaus Barbie en 1987. 

El Análisis

El eco tardío de Treblinka

JF Lamata

El 22 de diciembre de 1970, un tribunal de Düsseldorf condenó a cadena perpetua a Franz Stangl. El nombre puede decir poco al ciudadano medio, pero su historia es la de un engranaje central en la maquinaria de exterminio nazi. Como comandante de Treblinka —y antes de Sobibor—, Stangl supervisó la muerte de cientos de miles de personas. No fue un ideólogo histérico ni un verdugo improvisado: fue un administrador eficiente del holocausto, un burócrata de la muerte que cumplía cuotas como si gestionara una fábrica, que trató de rehacer su vida, pero su pasado le persiguió y le encontró.

Tras la derrota alemana, Stangl no desapareció en la niebla de la posguerra. Escapó de Austria, se refugió en Siria y más tarde en Brasil, protegido por la red de antiguos nazis y por las sombras de la Guerra Fría, donde Occidente y la URSS se disputaban el mundo mientras muchos criminales de guerra pasaban inadvertidos. No fue hasta 1967, gracias a una denuncia y a la cooperación internacional – entre ellos la oficina cazanazis de Simon Wiesenthal -, que fue arrestado y extraditado a la República Federal Alemana.

Su juicio en Düsseldorf se convierte así en el segundo gran proceso contra exnazis celebrado en la RFA, tras el que sentó en el banquillo a Baer y Mulka, responsables de Auschwitz.  Las pruebas y los testimonios reconstruyeron el horror con precisión quirúrgica, desmontando la excusa de Stangl de que “solo obedecía órdenes”.

Stangl era un anciano moribundo que ya no podía hacer daño a nadie. Pero lo que querían los que reivindicaban a sus víctimas era que aquel anciano pasara los pocos días que le quedaran de vida entre rejas. Ni Hitler, ni Himmler habían sido condenados. Le tocó pagar a un pez pequeño como Stangl, no por ellos menos culpable. Morirá en prisión apenas un año después, en 1971.

J. F. Lamata