10 diciembre 1980

Mark Chapman, autor del crimen, será detenido y condenado a cadena perpetua

El cantante y ex ‘Beatle’ John Lennon es asesinado a tiros en Nueva York por un supuesto admirador delante de su esposa Yoko Ono

Hechos

El 8.12.1980 John Lennon fue asesinado.

Lecturas

El músico cantante y letrista inglés John Lennon ha sido asesinado este 8 de diciembre de 1980 en Nueva York, en plena calle. El autor del asesinato es un norteamericano de 25 años, Mark Chapman, al que Lennon acababa de firmarle un autógrafo.

Lennon fue uno de los fundadores de The Beatles, su líder intelectual y el compositor de sus canciones más célebres; era uno de los grandes ídolos de la juventud de la década de 1960. Se sabe que el atacante de Lennon sufre alteraciones psíquicas y que ha estado internado varias veces en manicomios.

Tras los formidables éxitos de los Beatles, conjunto que se disolvió en 1970, John Lennon formó con su mujer, Yoko Ono, una pequeña banda – la Plastic Ono Band – que contaba con multitud de de seguidores devotos.

La noticia de la muerte de Lennon ha causado una gran conmoción en los medios artísticos de todo el mundo; las centrales telefónicas de los periódicos y radios de Nueva York están colapsadas con llamadas telefónicas que exigen más información sobre la muerte del artista.

FIRMANDO UN AUTÓGRAFO A SU ASESINO

 Impactante fotografía del momento en el que John Lennon firma un autógrafo a Mark Chapman, la persona que minutos después iba a asesinarle.

A pesar de que su abogado alegó que Chapman padecía una enfermedad mental, este se declaró culpable en el juicio y sería condenado a Cadena Perpetua con un mínimo 20 años de prisión íntegros. Pasado ese tiempo, .

10 Diciembre 1980

John Lennon

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LOS AFICIONADOS podrán recordar que todo empezó con los años sesenta, y que nos llegó apoyado en un sonido, un ritmo, un beat que llamaron entonces Mersey, y que la primera canción que pusieron en la discografía llevaba el título inocente y fresco de Love me do. Luego podrán decir que aquellos cuatro jóvenes de Liverpool, con el extraño nombre de Beatles, se distinguieron, antes incluso de que muchos hubiéramos oído su música, por lo que la burguesía conservadora de aquellos tiempos, y muy especialmente la española, consideró el atentado contra las buenas costumbres, poco masculino y hasta indecente, de llevar el pelo largo. Finalmente, podrán estipular, hasta en sus menores detalles, las características, la influencia y el desarrollo posterior de aquella música esparcida a todos los vientos por The Beatles y puntualizar que la creatividad residía en la pareja John Lennon-Paul McCartney, siendo John, entre los dos, el verdadero motor del grupo.Pero ahora, tras el absurdo asesinato de John Lennon, tendrán que compartir el recuerdo y la palabra dedicados a los Beatles con otras muchas gentes. Porque Lennon y su banda fueron mucho más que una revolución musical, por grande e importante que ésta fuera. Los Beatles posibilitaron la apertura de varias generaciones hacia nuevos horizontes: con ellos, gentes jóvenes que no sabían dónde ir comenzaron a ver, primero, y a vivir, después, nuevas situaciones sociales y personales.

Sin John Lennon, sin los Beatles, nuestro mundo sería distinto y peor de lo que es. Porque muchas gentes que hoy se encuentran en la madurez están marcadas, influenciadas o vivificadas por la constelación trazada por y en torno a los Beatles. Porque no hay manera de entender un sector nada desdeñable de la cultura de las dos últimas décadas si no se tiene en cuenta que hace dieciocho años alguien empezó a cantar I wanna hold your hand, que hace trece alguien nos contó las cosas de un Sargent Pepper y que hace nueve alguien dijo, como para terminar, que todo daba lo mismo: Let it be.

Es una apuesta difícil adivinar cómo contemplarán dentro de un siglo los historiadores y los sociólogos de la cultura el mundo que nació sobre las ruinas de una larga y dolorosa posguerra y qué sentido atribuirán a la década prodigiosade los sesenta, seguramente un islote ilusorio de esperanzas en medio de un relato de estrépito y furia contado por un idiota. Es probable que de aquí a cien años la brumadora mayoría de los nombres de los políticos de nuestra época hayan sido sepultados en el olvido, que buen número de pensadores hoy célebres se pierdan en la letra pequeña de los manuales y que sólo un reducido grupo de narradores, poetas, dramaturgos y pintores hayan alcanzado esa forma vicaria de inmortalidad qué es la fama.

Pero no es imposible que John Lennon y sus tres compañeros de Liverpool sigan siendo recordados entonces por sus canciones y por el hecho de que, misteriosamente, lograron sintonizar con el espíritu y los valores de unas nuevas generaciones que detestaban la guerra, que rechazaban las formas alienadas de existencia de las sociedades desarrolladas y que buscaban caminos para una vida más libre, más feliz, más auténtica y más solidaria. El brutal asesinato de John Lennon también significa de alguña manera el fin de aquellas esperanzas, la confirmación simbólica de que la década prodigiosa ha dejado su lugar a los tiempos sombríos y que el grito iViva la muerte! puede ahogar incluso la bella música de Lennon y de los Beatles.

12 Diciembre 1980

Yesterday

Juan Cruz

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Por el paso de peatones de Abbey Road, esquina a Grove End Road, pasaron ayer miles de ingleses descalzos para ver por enésima vez la que fue morada del sonido de una década y de cualquier tiempo.Todo volvió súbitamente ayer. La falsa melancolía de las melodías modernas cobró sentido en los objetos, y las muchachas retornaron al pick up del pasado para escuchar el lamento eléctrico de Lennon, las canciones de Paul, la batería inconclusa de Ringo y la adustez tímida del ausente Harrison.

¿Qué volvió ayer a Abbey Road, donde durante tantos años tuvieron reposo los pies cansados de los fans descalzos? Volvió el ejercicio eficaz de la memoria, el deseo de volver, la nostalgia perdida en el ayer.

La canción es la clave: «Oh, ayer, vuelve bruscamente a mí». Yo creo en el ayer. Fue el himno a la melancolía como forma de lucha contra los objetos del presente. ¿Por qué se tenía que ir ella, si la vida era brillante, el porvenir y el pasado eran inexistentes y todas las preocupaciones de la edad resultaban tan lejanas?

Bruscamente, ayer: «El amor era un juego tan fácil de jugar». Miles de ingleses descalzos pasaron ayer silbando esa melodía por encima de las franjas blancas de los pasos de cebra de Londres, oliendo a moqueta vieja, a ginebra desparramada, rechazando cigarrillos en el pasadizo 4 de la hacinada estación de Picadilly, más vieja y más sucia que en los sesenta, cuando los recuerdos no estaban aún por el suelo,

Era ayer, la década de la nostalgia eléctrica. Hoy es la época de la guerra de las galaxias y de la criptonita; los crípticos John, Paul, Ringo y George jugaron con las palabras para burlarse del porvenir.

Para John hoy es nunca todavía. Hoy es ayer. Yo creo en el ayer.

13 Diciembre 1980

Alrededor de John Lennon

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

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Si es cierto que el hijo de John Lennon, de cinco años, le dijo a su madre ‘ahora papá es parte de Dios’, y que imaginaba que ‘cuando uno muere crece mucho porque es parte de todo’, evidentemente estamos ante un genio en ciernes, ante un Mózart de la tecnología, ante el San Agustín de las ‘Confesiones’, ante el místico más joven que se ha conocido. Las palabras del niño son como la expresión, en dibujos animados, de una intuición paulina, de un sentimiento teresiano, y también del largo camino hacia la India, que su padre siguió; el largo camino hacia el profundo Este donde el ser, levantándose de la oscuridad a la luz acaba anegándose en Dios en su paz y en su clemencia. A ese niño hay que cuidarlo.

Se trata de un niño que la ser ya de otra época reproduce la antigua. Así se confirma como un verdadero ‘beatle’. Su padre, los ‘beatles’ no sólo dieron tono a un ambiente, sino que además crearon una época, una nueva época romántica, con el ‘Yesterday’, como un símbolo mágico y la guitarra eléctrica como la siringa del dios pan enamorado de la ninfa Eco, millones de ninfas en el mundo, millones de ecos.

Los ‘beatles’ fueron unos rebeldes porque buscaron la cultura de esta civilización apoyándose en ella. Su música no era un comentario, era un motín. Eran rebeldes, no eruditos. Su música no se cumplía aquel apotegma dorsiano de que por pequeña que sea una originalidad siempre será divisible en dos plagios, que tanto se cumple en la música. Divisible en dos plagios o divisibles en dos ruidos. Ahora se hace ‘historia de la cultura’ a costa de los ‘beatles’ o erudición, en el peor de los casos, a veces con un cierto aire de suficiencia doctrinal. Pero aquel hecho desnudo de cultura, de existencia, alegría y amor, pierde, en el énfasis retrospectivo de la rememoración, su originalidad, como la perdió el mundo griego en el énfasis retrospectivo del Renacimiento.

Dicen que Mark Chapman quiso reproducir el asesinato de Lincoln visto en una tabla de Salvador Dalí. Ciertamente hay muchas maneras de subirse por encima de los contemporáneos. Excepto en el caso de Favila, que es célebre únicamente porque lo comió un oso, las tragedias provocadas a expensas de alguien dan celebridad a quien las provoca. Es una culminación del narcisismo, el narcisismo ‘en acto’. La erudición perdió a Chapman, proporcionándole un impulso anticultural. Chapman sabía quién era Lincoln además de saber quién era Lennon. ¿Hubo en Chapman una identificación entre Lincoln y Lennon? El caso es que mató a los dos.

Ahora los dos son uno. John Lennon es parte de todo, como ha dicho su hijo de cinco años. También es parte de Lincoln.

Cándido