23 junio 1983
Cesarsky, al que se prohíbe su entrada a España, desmiente su participación en cualquier intento contra el periodista
El director de CAMBIO16, José Oneto, asegura que fue víctima de un intento de secuestro en Argentina liderado por el ultra Jorge Cesarsky Goldstein
Hechos
El 23 de junio de 1983 D. José Oneto, director de la revista española CAMBIO16, aseguró haber sido víctima de un intento de secuestro durante una visita a Argentina.
Lecturas
El argentino D. Jorge Cesarsky Goldstein, miembro de una guerrilla peronista [justicialista] en Argentina se hizo célebre en la Transición española como miembro de grupos pandilleros catalogados por la prensa como ‘ultraderechista’. Se le señaló como presunto coautor del asesinato del estudiante D. Arturo Ruiz, muerto a balazos durante la semana trágica.
Al Sr. Cesarsky se le prohibiría la entrada a España durante un tiempo aunque en 1994 volvería a aparecer en España al ser entrevistado en televisión.
24 Junio 1983
El director de 'Cambio 16' tuvo que refugiarse en la Embajada española en Buenos Aires
Una relativa tranquilidad volvió ayer a las Jornadas sobre la Transición de España a la Democracia, que se celebran en Buenos Aires, al día siguiente de que el ultra argentino Jorge Cesarsky intentara secuestrar, con ayuda policial, al periodista español José Oneto, director de la revista Cambio 16 y ponente en tales jornadas. Oneto pernocta en la Embajada española como medida precautoria.
La policía argentina informó ayer, por medio de un comunicado oficial, que la presencia de algunos agentes en la conferencia que pronunció el director de Cambio 16 fue motivada por el «requerimiento» de Cesarsky y «exclusivamente para garantizar el orden».Un policía de paisano que, a instancias de la Embajada española, sigue a todas partes y de cerca a José Oneto, es la secuela visible del incidente que protagonizó Cesarsky en el primer día del ciclo de conferencias que organizan la Universidad de Belgrano y el Instituto de Cooperación Iberoamericana. Jorge Cesarsky, que estuvo encarcelado en España, acusado de la muerte del estudiante Arturo Ruiz durante una manifestación pro amnistía en Madrid en 1977, interrumpió a gritos la sesión inaugural de las Jornadas sobre la Transición de España a la Democracia cuando Oneto iniciaba su exposición sobre La transición en los medios de comunicación.
Ante la insistencia del público para que se callara, Cesarsky se levantó de su asiento y con gesto amenazante dijo: «No me callo nada», y siguió vociferando hasta abandonar la sala, no sin antes gritar: «Aquí falta la España nacional, la España de Franco». Cuando el moderador recobraba la palabra para continuar con el tema, Cesarsky entró nuevamente en el salón para gritar: «¡Arriba España!’, ¡Viva Franco!».
El ultra volvió cuando había terminado el acto, acompañado de dos coches policiales con seis policías de uniforme y otro con policía de paisano, para detener a Oneto, quien ya se había marchado. El grupo se dirigió al hotel donde se alojaba el periodista, donde tampoco lo encontró. La Embajada española fue alertada y desde allí se avisó a Oneto, al tiempo que se cursaba una protesta ante el subsecretario argentino de Asuntos Exteriores.
Sin comentarios
La policía argentina no ha hecho público ningún comunicado oficial sobre este presunto intento de secuestro. Tampoco la cancillería ha ofrecido ninguna aclaración y algunos funcionarios consultados se niegan a hacer declaraciones sobre el tema. Entre los funcionarios y miembros de la delegación española se recordaban ayer los antecedentes de Cesarsky en España, y nadie comprendía cómo dispone de los contactos para movilizar en una hora a un grupo motorizado de agentes de uniforme y de paisano.
La delegación española en las jornadas, que concluyen hoy, está integrada por el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado, el diputado José María Benegas, el ex vicepresidente Fernando Abril Martorell, el secretario general técnico del Ministerio de Educación y Ciencia Joaquín Arango, el miembro de la UGT José María Zuflaur, el ex ministro de Asuntos Exteriores José Pedro Pérez Llorca, el comunista Jordi Solé Tura, el catedrático Elías Díaz y el director de Cambio 16.
04 Julio 1983
Carta, después de todo
Queridos lectores: Sin pretenderlo, esta semana me he convertido en centro de la actualidad porque un conocido ultraderechista, condenado en España por terrorismo, ha intentado secuestrarme en Buenos Aires, cuando viajaba con una amplia delegación española que tenía que explicar en Argentina la transición española a la democracia.
Los sucesos, confusos todavía porque las autoridades argentinas no han dado hasta el momento una explicación coherente de cómo un hombre como Cesarsky, condenado por terrorismo en España, vinculado a Almirón y a la Triple A argentina, puede movilizar a policías de uniforme y de paisano para penetrar primero en la Universidad donde hablaba y a montar después todo un operativo en el hotel donde me alojaba, han configurado un incidente de proporciones internacionales y han servido por lo menos para mí para revivir, en instantes, lo que puede haber sido la sangrienta represión en un gran país que ahora se encamina con dificultades hacia la democracia.
A estas alturas, todo indica que no se ha tratado de una acción individual de Cesarsky, sino que todo ha respondido a una estrategia perfectamente preparada.
El hecho de que Cesarsky me acusase de terrorista en el canal de televisión que administra la Fuerza Aérea argentina y que pidiese públicamente días antes de mi llegada la prohibición de que entrase en el país; el incidente provocando por el activista en la Universidad de Belgrano volviéndome a acusar públicamente de terrorista; la movilización de la Policía y de grupos parapoliciales para detenerme, y la presentación, por último, de una querella ante los Juzgados argentinos para impedir que pudiera abandonar el país, son datos suficientemente reveladores.
Cesarsky ha empleado parte del aparato de propaganda y represión argentino y parcialmente no ha conseguido sus objetivos gracias a mi buena suerte y, sobre todo, a la rápida actuación de la embajada de España en Buenos Aires y a su titular Manuel Alabart, en contacto constante con el Ministerio español de Asuntos Exteriores.
Yo, con las imágenes aún vivas de toda una serie de incidentes absurdos, quisiera desde aquí, desde esta columna que nunca he redactado en forma de carta, agradecer los cientos de testimonios de solidaridad que de Argentina y desde numerosas partes del mundo he recibido durante mis cuatro días de estancia obligada en la Embajada española de Buenos Aires. Desde Julio Feo, secretario general del presidente del Gobierno, hasta Antonio Garrigues, que estaba en Nueva York y al que la noticia le sorprendió cuando se encaminaba a un almuerzo con Felipe González pasando por la práctica totalidad de los dirigentes políticos argentinos, avergonzados por algo que les ha llenado de indignación.
Desde algunos militares argentinos, que me transmitieron personalmente su condena por este tipo de procedimientos, hasta la solidaridad de decenas de profesionales españoles y argentinos especialmente de la radio, que han llegado a emocionarme.
Yo quisiera también agradecer la decisión de Inocencio Arias, vicepresidente del Instituto de Cooperación Iberoamericano, con quien entré protegido en la Embajada española para evitar mi detención; al embajador Alabart, que con su firme decisión ante los Ministerios del Interior y de Relaciones Exteriores contribuyó bastanta a la clarificación de la situación; a mis compañeros de la delegación Manuel Gutiérrez Mellado, Txiqui Benegas, Elías Díaz, José María Zufiaur,, Ramón Tamames, José Pedro Pérez Llorca y Jordi Solé Tura, por su constante solidaridad, y a todo el personal de la Embajada (Víctor Ibáñez Martín, Ignacio Álvarez Gortari, Rafael Matos, el eficaz Celso Ferreiro, agregado de Prensa…) que hicieron lo posible y lo imposible por hacerme olvidar algo que parecía surgir del neurótico mundo de Kafka.
A todos, gracias. Y gracias también a Máximo, el hombre de Motrico, que fue a Buenos Aires con el embajador Areilza y que después de estar más de 30 años encargado de la intendencia de la embajada se ha convertido en una institución para todos los que pasan por la representación de España en Buenos Aires.
El sábado día 25 de junio, custodiado por un comisario de Policía y acompañado de un abogado, el embajador de España y varios diplomáticos abandonaba Argentina después de cuatro días de sobresaltos, confusión y miedo. Atrás quedaba Jorge Cesarsky, condenado en España por terrorismo, antiguo preso en Herrera de la Mancha, empleado de lujo en Madrid de la empresa Sanitas y que a pesar de su vinculación con la Triple A, con Almirón y con conocidos terroristas de extrema derecha en España, puede entrar y salir libremente de nuestro país sin que nadie se lo impida. Ahora, así, el señor Barrionuevo, ministro del Interior, y Rafael Vera, director de la seguridad del Estado, tienen la palabra. A todos, a todos los lectores solidarios, gracias. Muchas gracias.
José Oneto
04 Julio 1983
Argentina y el diablo
LA reciente experiencia del pistolero Cesarsky persiguiendo a nuestro director José Oneto por Buenos Aires, acompañado de supuestos funcionarios policiales, es una muestra inquietante de hasta qué punto la arbitrariedad y la violencia posible campan aún por sus respetos en Argentina. Una de las dictaduras más feroces de los últimos años de Occidente se torna dictablanda en estos meses, pero en el vientre de la fiera quedan aún sobrantes hieles de brutalidad capaces de dar inesperados zarpazos. En Argentina, la libertad sólo ha empezado a andar tímidamente su camino:
Lo malo es que al dar los los primeros pasos ya se advierte la puesta en funcionamiento de ese diabólico círculo de hierro que lleva a los argentinos en las últimas décadas a construir regímenes de libertad que llevan inscrita en la frente, bien alto y bien fuerte, la palabra provisional. Cuando en estas semanas se advierte el renacer de los líderes que ya fueron debidamente aplastados por la historia, uno siente estremecerse la carne al pensar que después de la dictadura pudiera volver Isabelita, para facilitar así la inevitable repetición del ciclo histórico que llevará, como ya llevó, de Isabelita a una nueva dictadura militar.
Si no es que el diablo ha regado con abundante semilla al país más rico y culto de la América hispana, uno no puede entender que la Argentina que salió de la hechicería y de la inepcia para caer en la brutalidad de la dictadura pueda volver ahora voluntariamente a la inepcia para regresar, inevitablemente también, de nuevo a la dictadura. La razón, la lógica, la historia, hasta la más mínima estética, parecen oponerse ahora al renacer del poder político de aquella mujer que demostró hasta las heces su absoluta incapacidad de gobernar.
Visto desde lejos el proceso actual argentino, se aprecian muchas similitudes con la transición española a la muerte del general Franco y puede uno sentir la tentación de creer que los mismos remedios surtirán los mismos efectos a ambos lados del Atlántico. La persecución de Cesarsky a Oneto, sin embargo, muestra que existe una profunda diferencia entre lo que ocurrió en España y lo .que puede ocurrir en Argentina. En Argentina aún campan por sus respetos huracanes de violencia y cainismo que pueden llevar muy fácilmente a¡ la contienda civil y a la ruptura de la libertad. Se diría que aún hay muchos argentinos que no están saciados de sangre, como quedaron los españoles después de nuestra última y monumental guerra civil y después de cuarenta años de dictadura.
Por eso, se diría que los remedios a aplicar en Argentina deben ser distintos y más fuertes que los que se aplicaron en España. Si aún sigue vigente el cainismo en sectores sociales significativos, no parece quedar otro remedio que el de aplicar en Argentina una tregua política entre las fuerzas civiles capaces de construir la nueva libertad. La machacona insistencia de nuestro Santiago Carrillo en pro de un Gobierno de concentración nacional no fue imprescindible en España, pero parece que en Argentina no queda otro remedio que una coalición de radicales y peronistas durante cierto tiempo para impedir que los normales enfrentamientos políticos degeneren fácilmente en una nueva violencia y un nuevo holocausto.
Se diría que ni los peronistas por sí solos ni solos los radicales son capaces de gobernar sin gravísimo peligro para la estabilidad de un régimen democrático durante los primeros años de su funcionamiento. Lo que no hay manera de decir es si tal coalición es posible o si prevalecerá en Argentina la semilla del diablo y la nueva libertad volverá a ser un puro paréntesis de exasperación y de inepcia entre dos ataques de violencia y de locura.
Juan Tomás de Salas
23 Enero 1985
Puntualizaciones
Señor director: Una arbitraria medida del actual Gobierno español me impide entrar en España. ¿Motivo?, lo ignoro; presumo que se debe al incidente que protagonizó José Oneto -director de «Cambio 16»-, el 21-6-1983 en Buenos Aires (Universidad de Belgrano), en el que me acusó de haber intentado secuestrarlo. Le envío testimonio del juez argentino doctor Méndez Villafañe, ante quien querellé por injurias y calumnias a Oneto por sus declaraciones referentes a su «secuestro», en el que «rectifica» sus acusaciones en mi contra y dice: «Que en ningún momento ha sido su propósito, ni deshonrar, ni atribuir delitos al señor Cesarsky, cuyo buen hombre y honor no tiene inconveniente en dejar a salvo, por considerarlo un hombre de bien…» También le adjunto copia de resolución del juez doctor García Méndez en la que sobresee respecto a !a denuncia de Oneto por «su secuestro», resolución firmada en segunda instancia definitivamente.
En el periódico ABC del’1 i-3-84, página 42, dicen: «…Cesarsky intentó secuestrar al periodista Oneto, por lo que fue expulsado de España…» ¿Podría el ABC cometer el delito de calumnias y/o injurias, o infringir la ley orgánica 1/82 del 5-5-1982 o el artículo 18 de la Constitución Nacional? Yo creo que -por lo menos voluntariamente- nq. Si se tratara de algún pasquín, ya hubiera iniciado yo las acciones legales correspondientes, pero ustedes son defensores de la verdad y la justicia y no dudo aclararán en sus páginas este error. Respecto a los calificativos que me asignan: «ultra», «fascista», «extremista», etcétera, no los puedo aceptar, yo soy justicialista en Argentina, doctrina profundamente humanista y cristiana que repudia a los materialismos ateos ya sean de izquierda, centro o derecha.
Finalmente, respecto al asesinato de Arturo Ruiz, hecho por el que estuve preso dos años, ruego aclaren «definitivamente» que fui «absuelto en forma total» por la Sala II del Tribunal Supremo, recurso de casación número 361-78, et 20-6-1979; por lo que toda alusión al respecto por parte de ustedes deberá ajustarse a Derecho.
Jorge Cesarsky.
Cascáis (Portugal).