14 septiembre 1911

El director de EL DEBATE, Luis Antón del Olmet, proclama que ya no participará en duelos tras ser retado por Leopoldo Bejarano

Hechos

El 14.09.1911 el diario EL DEBATE publicó el editorial ‘No nos batimos’.

Lecturas

Una polémica entre el periodista y militar de  El Liberal, D. Leopoldo Bejarano Lozano, y el periódico El Debate dirigido por D. Luis Antón del Olmet acaba con una reto a duelo del primero al segundo. El Debate rechaza el duelo con el editorial ‘No nos batimos, somos muy hombres’.

No nos batimos

Luis Antón del Olmet

14-09-1911

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Leopoldo Bejarano le ha mandado los padrinos a nuestro director.

Nosotros agradecemos extraordinariamente al Sr. Bejaramo que nos facilite la manera oportuna y muchas veces anhelada, de fijar nuestro criterio para siempre.

En esta casa, cristiana de verdad, sin penumbras, hemos cometido más de una vez el grave error de batirnos. Luego, sin coros, hemos solicitado perdón a las únicas, excelsas personas a quienes un caballero, un hombre digno, puede pedir perdón: al sacerdote, y al sacerdote insigne de blancas manos, bondadosas, que sostienen el báculo pastoral. Pero aun así, aun demandando luego un perdón generoso, el error en gravísimo, vitando. Era renunciar siquiera fuese en un momento arrebatado, a todos nuestros ideales, era abjurar, siquiera fuese en un instante frenético de todas nuestras creencias, era desacatar, siquiera fuese en un paréntesis de iracundia de yerro, a todas nuestras autoridades, autoridades que no son una bagatela, que son Su Santidad, que son los prelados, nuestro insigne Obispo, personas que, sin menoscabar al Sr. Bejarano, deben inspirarnos, tienen que inspirarnos, un hondo, un profundo respeto.

Nosotros padecíamos una equivocación lamentable. Creíamos servir mejor a nuestros ideales acudiendo a todos los terrenos, pues a todos podemos físicamente, virilmente ir, y esgrimiendo todas las armas, pues todas pueden sostener nuestras manos. Creíamos que defender a la Iglesia, a los católicos, a la gente honrad que milita en nuestro campo, y que acometer como hemos hecho y seguiremos haciendo a los enemigos de la Patria y de la Religión tenía un remate gallardo en guardia con una espada, con una pistola.

Padecíamos un error grave. EL duelo no es para la Iglesia un pecadillo venial al que se le imponen tres salves de penitencia. Es todo un delito, casi una herejía. Es motivo claro, preciso, de excomunión. Aun sintiéndolo mucho, aun adorándonos, la Iglesia tiene la precisión de negarnos el cobijo de su techo al incurrir nosotros en culpa de tal jaez.

Además, nuestra equivocación presentaba otro aspecto. Le temíamos de una manera tremenda, insuperable, a que dijéramos que teníamos miedo.

Era otro error. La valentía se demuestras sin juez de campo. Es un don espiritual que resplandece en todas nuestras acciones, que se impone en nuestros actos. Ricardo Burguete, bravo, indómito, no se ha batido jamás. Medite bien el Sr. Bejarna y piense si tal vez la negativa al duelo que le ha dado nuestro director no es más valedora que haberse defendido con una espada en el puño, de sus estocadas certezas.

Se oponen al duelo nuestras creencias, nuestros ideales, nuestras autoridades más altas y más dignas de respeto y se opone a ello, además, una palabra de honor que hemos otorgado.

Cuando la nueva empresa de EL DEBATE encargó a D. Luis Antón del Olmet la dirección de este periódico, le impuso una sola inviolable obligación: la de no batirse. Y como garantía más limpia y más obligatoria que un acta notarial, le exigió palabra de honor. Nuestro director, convencido de que a  una Empresa católica le sobraban motivos para imponer tal obligación, dio su palabra. ¿Quiere ahora el Sr. Bejarano que nuestro director nombre padrinos? Hay algo en lo íntimo del alma mucho más eficaz de todos los prejuicios. El Sr. Antón de Olmet, caballero intachable, no rompería su palabra de honor por nada del mundo. El Sr. Bejarano, caballero también, reconocerá que la conducta de nuestro director no empañaría los cuarteles de ningún escudo.

Así, pues, que se sepa… No nos batimos. Somos cristianos, caballeros… No nos batimos

Ahora bien, en el caso concreto del Sr. Bejarano ¿tiene razones este señor para ofenderse y mucho menos para exigirnos una rectificación, una reparación belicosa?

No . Un día, nuestro director recibe unas cuartillas desde Tarragona. Son unas cuartillas periodísticas de las que inspiran curiosidad, con las que se hace periódico. En ellas un vecino de Tarragona dice que D. Eloy Bejarano cobra unas dietas que su hijo D. Leopoldo Bejarano cobra otras dietas, que viajan demasiado, que resultará estéril, no por inmoralidades, que no cita el corresponsal y que estamos nosotros muy lejos de creer, sino por falta de previsión o por descuido en el trabajo, el millón de pesetas que a la nación le cuesta extenuar al cólera en Cataluña.

No. Es lícito, hasta obligatorio defender a los nuestros, atacar a los adversarios, luchar en suma, por nuestros ideales. D. Leopoldo Bejarano, redactor de EL LIBERAL, ha hecho con sus compañeros aquella campaña feroz, sangrienta, contra el Sr. Maura. Y ahora, el Sr. Bejarano quiere negarle derecho a un vecino de Tarragona, para que formule una opinión adversa sobre el modo como se combate el cólera en Vendrell.

Muy otra ha debido ser la conducta del Sr. Bejarano. Un señor de Tarragona ha dicho esto y lo otro. Nosotros, sin constituir estas palabras en opinión personal, puesto que no vivimos en Tarragona ni seguimos de cerca la campaña del Sr. Bejarano, las hemos nutrido en el periódico. El Sr. Bejarano las encuentra falsas. El Sr. Bejarano cree que su labor en Vendrell resulta eficaz y que los sacrificios de la nación no serán estériles. El Sr. Bejarano ha debido salir en su defensa con pruebas, no con armas. Nosotros cumpliendo con un deber sagrado le hubiéramos concedido toda hospitalidad. ¡Ojalá el Sr. Bejarano convenciera a España de que en Cataluña se labora eficazmente por la salud nacional! ¡Qué más quisiéramos todos!

No es posible tender la espada entre la crítica y los hechos públicos. Suponiendo que nuestro director, cosa que está muy lejos de hacer, aceptase un encuentro con el Sr. Bejarano y suponiendo que nuestro director cosa que está muy lejos de hacer, aceptase un encuentro con el Sr. Bejarano y suponiendo que el Sr. Antón del Olmet feneciese de una cuchillada, el Sr. Bejarano hubiera quedado muy brioso, pero si el Sr. Bejarano no hiciese más que eso, el cólera seguiría haciendo estragos en Cataluña

Tan vulgar tan lógica es nuestra conducta, que todo mundo participa de ella. Rodrigo Soriano afirmó en la ya aludida reunión de directores que no es posible aceptar todos los desafíos. Sería el modo de hacer cortar todas las campañas. Sería la manera de anular el periodismo y no sólo el periodismo, sino la necesidad de vivir.

Si cundiendo el ejemplo del Sr. Bejarano, no podríamos decir que D. Fulano ha publicado una novela muy mala, que D. Mengano ha estrenado un sainete ridículo, que D. Zutano ha dado una Real orden deplorable. D. Fulano, D. Mengano y D. Zutano nos mandarían los padrinos pretendiendo imponer con su belicosidad novelas, sainetes y Reales Órdenes.

Dijo un vecino de Tarragona que el Sr. Bejarano lo hace muy mal en Vendrell. Pues demuéstrele el Sr. Bejarano al vecino de Tarragona que lo hace admirablemente. Planas enteras ponemos a disposición de quien necesite defenderse.

Pero no. Nuestro director ha recibido la visita, muy grata del Sr. Lezama y del Sr. Arimon, quienes le dicen al Sr. Antón de Olmet – De parte del Sr. Bejarano, que rectifique o se bata -. Y claro, el Sr. Antón del Olmet, departe muy amistosamente con los estimados compañeros sus lides periodísticas, tiene mucho gusto en estrechar sus manos, y les responde, lleno de cortesía y de oportunidad. – ‘Díganle ustedes al Sr. Bejarano que no puedo batirme. Hay un criterio y una palabra de honor que se oponen. Y díganle, además, que le brindo todo el periódico para que pulverice al vecino de Tarragona.

Pero los Sres. Arimón y Lezama no se conforman. Tienen una exigencia terrible: Que EL DEBATE afirme cosas que no ha negado la caballerosidad de su representante, y otras cosas por el estilo. Y eso, no. EL DEBATE no se cree en este deber moral. Aun sintiendo por el Sr. Bejarano se le ocurra exigirlo. Quien tiene que rectificar no somos nosotros. Es el Sr. Bejarano. Si las palabras de nuestro corresponsal le parecen injustas hágalo visible. Nosotros que hemos publicado aquella correspondencia, como publicamos dos artículos que el caciquismo en Baeza se refieren, como el HERALDO DE MADRID publica sus ‘Cosas de la Calle’ como todos los periódicos del mundo insertan su ‘Tribuna Libre’, tendremos una viva satisfacción en bien de España contemplando anulando, deshecho en una argumentación sólida, al vecino de Tarragona. Pero mientras el Sr. Bejarano no traiga más que armas de hierro ó de plomo, no insertaremos en EL DEBATE: lo que al Sr. Bejarano le acomode.

Y esto es todo lo que deseamos decir. Que cristianos, caballeros, no nos batimos. Que periodistas conscientes de su profesión, sabedores de que los actos públicos de quien tiene gestión pública deben ser juzgados, no nos batimos.

Teníamos necesidad, una viva necesidad de afirmar todo esto. Deseábamos ardientemente la ocasión de hacerlo.

Muchas gracias, Sr. Bejarano.

Una cuestión de honor

Leopoldo Bejarano

15-09-1911

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Ya lo saben ustedes: “No nos batimos”, como ayer mismo escribía con letras de a palmo D. Luis Antonio de Olmet en el periódico que dirige. Se lo prohíben a este señor sus creencias religiosas y la empresa de EL DEBATE. Está bien.

Si yo fuera su confesor o su gerente, en vez de aconsejarle eso, le recomendaría por su buen nombre y por el buen nombre de la publicación que regenta que no recogiera para darlo a las cajas, el primer anónimo que le coloquen. Va en criterios. El mío, de ateo, es en todo contrario al del católico D. Luis Antón del Olmet.

Opino que el honor de una persona no puede estar a merced de un cobarde, que injuria y no estampa su nombre al final del escrito injurioso, y director de un periódico me guardaría muy mucho de hacerme solidario de una cobardía, poniendo al anónimo con mi pluma títulos y comentarios.

¿Piensa de otro modo D. Luis Antón del Olmet? Allá él.

Yo no he pretendido poner la espada entre la crítica y los hechos públicos, sino impedir que la baba de un bicho manche lo que está sin mancha.

¿Se critica la gestión de mi padre como inspector general de Sanidad? Quien lo haga, sea quien fuere, ejercía un derecho indiscutible.

¿Se dice que yo, su hijo, periodista republicano, voy con él a Vendrell cobrando dietas de 14 duros diarios y se insinúa así la existencia de un negocio sucio? Quien lo diga, miente.

Y la mentira, Sr. Antón del Olmet, es también un pecado que seguramente lo afearán Su Santidad, los prelados y el obispo de la diócesis, personas que, en cambio encontrarán plausible que un hijo acompañe a un padre cuando el padre va a correr un riesgo.

Por más de que, por las señas, no lo conciben más que cobrando dietas pr el servicio.

Verdaderamente, no podíamos batirnos.

Leopoldo Bejarano

No nos batimos. Somos muy hombres

EL DEBATE (Director: Luis Antón del Olmet)

16-09-1911

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Leopoldo Bejaramo de tropiezo en tropiezo, hace ayer en EL LIBERAL una insigne tontería.

No queremos repetir lo ya dicho. Pero al manifestar una y cien veces, que don Leopoldo Bejarano carece de facultades para llevarnos a su terreno, porque aquí en estas columnas, haya sido criticada la infausta labor médica que realiza en Vendrell su señor padre, y que D. Leopoldo secunda y por lo visto intenta imponer por guarpo. Carece de facultades para ello. Si alguna sombra de lesión personal pudo quedarle, nuestro editorial de anteayer debió desvanecerla. Nosotros no acostumbramos a injuriar al honor de las gentes. Es el nuestro tan inmaculado, tan puro, que sabemos no empañar el ajeno. Pero a lo que tenemos, no sólo derecho, sino lo que hasta se nos impone como un deber, es juzgar con toda belicosidad, si fuese necesario, la conducta de los hombres públicos en los que se refiere a sus gestiones públicas.

Pues bien afirmado todo esto, convencidos nosotros y todo el que tenga ojos en la cara de que nuestro director no ha quebrantado aquella decisión que se impuso al aceptar la jefatura literaria de este periódico, y que manifestó clara, precisamente en la reunión de directores celebrada en EL LIBERAL, sépase lo acaecido desde que el Sr. Antón del Olmet, como debe y tiene que hacer por cristiano, caballero y periodista, no quiso batirse, no le dio la gana de batirse con el Sr. Bejarano.

El Sr. Antón de Olmet, por una cosa que no ha escrito y que no contiene injurias personales, es desafiado. El Sr. Antón de Olmet tiene vedado, absolutamente vedado, ese terreno. Sería injuriar a sus creencias, apostatar y arruinar a una empresa católica que le ha puesto en las manos todos sus intereses. El Sr. Antón del Olmet hace un artículo, explicando su conducta y dando de paso una satisfacción digna a quien equivocadamente se considera ofendido. Y sobre las mejillas del Sr. Antón de Olmet vuelven injustos protervos a caer los bofetones, y sobre el pundonor inmaculado, diáfono del Sr. Antón del Olmet vuelve a derramarse la injuria. ¡Haría falta ser de cera para no despreciar la vida!

Estos son nuestros actos. Si a un grupo de señores les parece, pese a tanta razón aplastante, que hacemos mal, allá con su opinión. Nosotros en cambio, sabemos que una opinión, una gran opinión muy respetable se fecilita porque no acudamos al desafío, y que, sin aplaudir nuestras violencias sabrá disculparlas mejor que un duelo frío, calculado, premeditadísimo, en el que además se burla la ley.

Esta es nuestra conducta. Hornados, sinceros, luchadores, incapaces de agraviar horas y de inferir ofensas indignas. Más bien prudentes que arrebatados. Pero seguros, enérgicos, rectilíneos, cuando sea preciso, clamante, vengar una injuria.

Para el Sr. Bejarano

EL DEBATE

16-09-1911

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No quiero me trate de descortés D. Leopoldo Bejrano y voy por tanto a dedicarle breves palabras a su alusión en el número de ayer de EL LIBERAL.

Si el Sr. Antón de Olmet, cumplido caballero, necesitara de mis consejos como gerente, yo le aconsejaría que pulsase la opinión pública e informase de su estado como periodista sin temores pueriles ni miramientos personales.

Creo sea este deber del director de un periódico que vive independiente y sin ayudas oficiales.

¿Qué nuestras informaciones son anónimas? Nada de esto, mi distinguido señor, ni en esta casa se admiten, ni las admitiremos jamás.

Un exceso de caballerosidad del Sr. Antón le ha llevado a ocultar, como debía, el nombre del autor del artículo que tanto le ha molestado.

Si yo estuviese en el sitio del Sr. Bejarano, ya que él me honró , ya que él me honró ocupando el mío, me hubiera apresurado a desmentir con pruebas, cuando me hubiese podido ofender, y en estas columnas se hubieran publicado con la mayor satisfacción de todos.

Conste, pues, y para terminar: nuestras informaciones le han sido anónima, y están tan lejos de socio como lejos está de nuestras ideas católicas el ateo Sr. Bejarano.