1 marzo 2001

El todavía miembro de la dirección de ERC considera que hay demasiados extranjeros en Catalunya y que su presencia puede formar parte de un plan para 'españolizar' el país

El ex presidente de ERC, Heribert Barrera, considera que la inmigración negra podría causar el fin de Catalunya

Hechos

  • El 1.03.2001 se presentó en el Atenero de Barcelona el libro ‘Qué pensa Heribert Barrera’ presentado por D. Enric Vila y el propio D. Heribert Barrera. En la presentación hubo manifestantes contrarios a los planteamientos que el Sr. Barrera hacía en el citado libro.

Lecturas

LAS FRASES MÁS POLÉMICAS:

«Hay una distribución genética en la población catalana que estadísticamente es diferente a la población negra subsahariana, por ejemplo».

«El cociente intelectual de los negros en Estados Unidos es inferior al de los blancos».

«A mí no me parece fuera de lugar esterilizar a una persona que es débil mental a causa de un factor genético».

«Tenemos escasez de agua. SI en lugar de seis millones en Catalunya, fuésemos tres, no tendríamos este problema. Cualquier científico objetivo sabe que el principal problema ecológico es el exceso de población».

«De haber sido diputado hubiera votado a favor de la Ley de Extranjería del PP, al contrario que loo que ha hecho la actual dirección de ERC».

«Cuando Jorg Haider dice en Austria que hay demasiados extranjeros no es racista»

02 Marzo 2001

Barrera, tras Ferrusola: xenofobia desenmascarada

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Es paradójico que un luchador antifranquista, encarcelado por la Gestapo, exiliado en Francia, líder de un partido que se llama Esquerra Republicana, acabe sus días siendo tildado de «fascista» por los inmigrantes. Pero, después de las declaraciones xenófobas de Marta Ferrusola, la aparición del libro de Heribert Barrera y sus entrevistas en prensa y radio confirman que ese epíteto no va desencaminado. Su teoría es ésta: hay que frenar ya la inmigración -pide la expulsión inmediata de los sin papeles- porque los inmigrantes prefieren hablar castellano a catalán y, cuando sólo una minoría conozca esta última lengua, «Cataluña habrá muerto». Junto a algunas perlas como su reciente fe en la pena de muerte, Barrera asegura que el austriaco Jörg Haider «tampoco» es racista, porque no hace sino quejarse de que el aflujo de inmigrantes diluye la personalidad de su país. Y eso es lo que él quiere del suyo: «Un país con sus propios rasgos y su lengua diferenciada. La Cataluña que más me gusta es la de antes de la guerra». Como en el caso de Ferrusola, este planteamiento sobre la desnaturalización de una esencia pura de la catalanidad entronca con todo el discurso racista moderno, el de los Haider y Le Pen y Milosevic: no, no se dice que el extranjero es inferior, porque nadie quiere ya ser tildado de nazi. Se dice, sin más, que rompe una armonía milenaria… Es interesante que sólo a última hora, y vergonzantemente, Jordi Pujol haya renunciado a presentar el libro: hoy que se sienten «acosados», los nacionalismos hacen piña -ahí está la relación CiU-PNV- para reivindicar su derecho a excluir al forastero. En todo nacionalismo exacerbado anida el germen de la limpieza, étnica o lingüística, y Barrera ha preferido ese camino a su sedicente izquierdismo, de raíz internacionalista.

02 Marzo 2001

Pujol retrocede

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Alguien decidió ayer suspender la presentación de un libro de Heribert Barrera en el que se vierten opiniones claramente xenófobas, y en la que estaba prevista la presencia de Jordi Pujol. La decisión, justificada por el temor a posibles incidentes -que se produjeron, aunque, afortunadamente, menores- permite al presidente catalán evitar (o aplazar) un problema político: el PP, de cuyos votos depende, le había pedido expresamente que no participase en ese acto. Pero, más allá del episodio concreto, la polémica que se inicia con las declaraciones de Marta Ferrusola, esposa de Pujol, y se agrava con las opiniones de Barrera, ha revelado la existencia en el nacionalismo catalán de un componente profundamente reaccionario, de desprecio hacia el percibido como diferente siempre que sea pobre. Y no es casual que ese componente haya aflorado cuando hay síntomas de cambio político.

Hasta el más cívico de los nacionalismos suele tener en su origen un componente, si no racista, sí xenófobo: de desconfianza y hostilidad hacia el forastero. También en Euskadi y Cataluña. Sin embargo, como supo ver Unamuno, el rechazo del primitivo nacionalismo al maketo o al charnego no contaba para los ingenieros ingleses o suizos llegados a la vez que ellos. Esos nacionalismos étnicos evolucionaron, adaptándose a la realidad plural de las sociedades respectivas; pero no sin algunas recaídas en el etnicismo fundacional, como ésta de ahora.

Ahora: cuando hay evidencias de que los motivos que determinaron la hegemonía nacionalista se han debilitado grandemente. El nacionalismo vive con angustia la posibilidad de perder el poder, y en su seno surgen simultáneamente corrientes que proponen abandonar definitivamente la visión étnica en favor de un nacionalismo más integrador, que permita ampliar su base social, y otras que, inversamente, propugnan un repliegue defensivo hacia el fundamentalismo originario. Esta situación coincide además con el inicio de una nueva oleada migratoria, con la diferencia de que ahora no está formada por gentes que comparten religión e idioma, lo que agranda los fantasmas y aumenta el desatino de comentarios.

Pero si decir que hay peligro de que las ermitas se conviertan en mezquitas revela ignorancia, y no digamos las especulaciones sobre genética e inteligencia de Heribert Barrera, el fondo reaccionario ya estaba en ese comentario de Marta Ferrusola diciendo que a veces sus hijos no podían jugar con los otros niños porque hablaban castellano: el intento de banalización de la xenofobia como algo natural, espontáneo, que todo el mundo piensa aunque no lo diga, es lo más terrible que ha sacado a la luz esta polémica.

03 Marzo 2001

Puntas de iceberg

Aleix Vidal-Quadras

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La publicación de un delirante bodrio racista y xenófobo escrito por Heribert Barrera ha provocado el asombro y la indignación generales, además de las lógicas muestras de rechazo ruidoso por parte de colectivos de inmigrantes y de organizaciones humanitarias. El hecho de que Jordi Pujol hubiera aceptado presentar el engendro y de que estuviera a un tris de hacerlo, completa el cuadro de descomposición final de una doctrina y de una hegemonía social y política que lleva 20 años gravitando como una losa sobre nuestra comunidad. La verdad es que al leer la reproducción textual de párrafos dignos de figurar en las más siniestras páginas del Essai sur l inégalité des races humaines o de Mein Kampf, uno no sabe si dejarse llevar por el estupor o el asco, y al pensar que semejante basura ha sido concebida y dada a la luz por un profesor universitario, que ha presidido un partido político de gran solera, que ha sido la segunda autoridad de la Generalitat y que está en posesión de los mayores honores y reconocimientos civiles y políticos que se pueden otorgar en el Principado, resulta inevitable sentir un escalofrío en la columna vertebral y en el alma.

Propagar tras la hazaña científica que ha representado la decodificación del genoma humano que hay razas inferiores, y sentar la tesis de que en Cataluña se estaría mucho mejor si la población fuese la mitad de la actual, pero, eso sí, étnica, lingüística y folclóricamente pura, no sólo deshonra irreversiblemente a un autor, sino que implica el riesgo de mancillar a toda una sociedad según cual sea la reacción colectiva frente a tal abominación. Y, para nuestra desgracia, hemos asistido abochornados a una serie inquietante de declaraciones exculpatorias, de disimulos sinuosos e, incluso, de solidaridades abyectas. Del repulsivo texto surgido de su pluma se deduce que cuando Heribert Barrera luchaba contra el franquismo, no lo hacía para recobrar la democracia, el respeto a los derechos fundamentales y las libertades civiles. Su engañosa oposición a la dictadura se derivaba, a la vista de sus odiosas convicciones, de su deseo de sustituirla por una pesadilla de igual o incluso peor malignidad. Por tanto, evocar ahora su etapa de activismo antifranquista no le exculpa en absoluto, más bien al contrario, le hace aparecer bajo una perspectiva doblemente despreciable.

La inmigración no es un problema, es una necesidad y, en no poca medida, una solución. Igual que la Cataluña moderna ha sido levantada a hombros de la laboriosidad, el espíritu emprendedor y la entrega generosa de las sucesivas oleadas de compatriotas nuestros que vinieron de otras partes de España en busca de una vida mejor desde finales del siglo XIX hasta los años sesenta del siglo pasado, hoy hemos de acoger a esos miles de iberoamericanos, magrebíes y subsaharianos que acuden a nosotros con su esperanza encendida y su sincera voluntad de prestar su concurso a nuestra prosperidad y de compartir nuestro bienestar.

La ominosa conferencia de Marta Ferrusola, el sucio panfleto de Heribert Barrera, el servilismo de Artur Mas y el despiste ya desbocado de Pasqual Maragall, son puntas de un iceberg oscuro y amenazador que nos puede hundir si nos descuidamos en los abismos del oprobio.