17 febrero 2005

La denuncia del Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional será rechazada por el Consejo General del Poder Judicial

El fiscal Fungairiño acusa a Garzón de ‘revelación de secretos’ en su libro ‘Un mundo sin miedo’ en el que ataca a periodistas

Hechos

El 3.02.2005, el mismo día en que el juez Garzón presentaba su libro ‘Un mundo sin miedo’, el fiscal Fungairiño anunciaba ante los medios que demandaría al juez ante el CGPJ por ‘revelación de secretos’ en el citado libro.

Lecturas

LOS FRAGMENTOS MÁS POLÉMICOS DEL LIBRO

Defendiendo a ETA sobre el atentado de Chamartín:

«Tampoco buscó ETA una carnicería en la estación de Chamartín durante la Nochebuena de 2003. La intención de los terroristas, según consta en los informes policiales, era hacer estallar el explosivo cuando el tren estuviera fuera de servicio»

Contra el Partido Popular:

«El Consejo General del Poder Judicial ya había intentado buscarme las vueltas por haber criticado el apoyo del entonces presidente del Gobierno José María Aznar a la Guerra de Irak, en un artículo publicado en un medio de comunicación (…).

El PP no me ha perdonado mi posición crítica con su política de gobierno y ya me ha castigado cuando pedí la plaza de presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional. Creo que algunos, desde dentro, están intentando lastrar la administración de justicia de forma grave. Quien tendría que defenderla, la ataca(…)».

Contra los periodistas Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Jesús Cacho (los tres de EL MUNDO)

«La decisión de constituir una comisión de investigación, que es bueno que se haga, parece que la marca determinada persona, aprendiz de Rasputín, y otros congéneres de cuya ética no es que dude, sino que no tengo duda de su inexistencia. Me refiero a esa persona, o a señores como Federico Jiménez Losantos, Jesús Cacho y otros de igual calaña, de los que nunca se sabrá todo lo necesario para hacerse una idea clara del retorcimiento de los pensamientos, actitudes y fines venales que los guían en todos y cada uno de sus actos.

Alguien podrá decir que opino así porque me atacan siempre que pueden, pero no es por eso. No ofende quien quiere sino quien puede, y éstos dejaron de hacerlo hace tiempo. Creo sinceramente que han hecho mucho daño a la democracia y que siempre han estado movidos por el resentimiento, el odio, e intereses espurios.No les conozco una sola acción que pueda considerarse buena ni alcanzo a comprender qué encuentran en ellos algunos líderes políticos para someterse a su influjo; aunque afortunadamente no lo han hecho todos. (…) Antes o después tendrán que rendir cuentas de sus tropelías.No por tener un micrófono se puede atacar impunemente en nombre de una libertad y una ética que ellos prostituyen día tras día con la mentira y la maldad. Aviso a navegantes, presidente del Gobierno».

fungairini_garzon_2 D. Baltasar Garzón arropó a D. Eduardo Fungairiño en su polémica toma de posesión como fiscal jefe de la Audiencia Nacional de 1997.

04 Febrero 2005

SANCIONABLE O NO, GARZON YA NO PUEDE SEGUIR SIENDO JUEZ

Editorial (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

«Huid de la adulación y la lisonja», recomienda Baltasar Garzón a sus hijos en Un mundo sin miedo, el nuevo libro de autobombo presentado ayer por el propio juez. El consejo es excelente y nace sin duda de su propia experiencia, ya que Garzón es un magistrado con un ego descomunal, que le ha llevado siempre a buscar la máxima notoriedad en sus actuaciones profesionales y ha alcanzado ya niveles rayanos en lo enfermizo.

El libro se pone hoy a la venta, pero el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, ya lo ha leído porque ayer presentó una denuncia por revelación de secretos contra Garzón. Le acusa de hacer públicos datos que figuran bajo el secreto del sumario en varios juzgados de la Audiencia Nacional. Fungairiño declaró ayer que «un juez no puede pronunciarse sobre asuntos sub iudice» y que Garzón debería haber permanecido «callado».

Garzón replicó que él jamás ha sido instructor de las causas sobre las que opina en sus memorias y que la denuncia de Fungairiño es «un absoluto despropósito».

Es cierto que existe una animadversión personal entre ambos, fomentada por el propio Garzón, que en su anterior libro acusaba a Fungairiño de ser un lacayo de Pinochet y un infiltrado de los servicios secretos en la Audiencia. El propio Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) abrió un expediente disciplinario a Garzón por estas descalificaciones y por revelación de secretos de sumarios que él instruía, que fue cerrado sin sanción alguna.

Pero también es cierto que el fiscal Fungairiño tiene motivos más que suficientes para denunciar a Garzón por su frivolidad al afirmar, citando un informe policial protegido por el secreto del sumario, que «ETA no buscó una carnicería en la estación de Chamartín» el día de Nochebuena. Lo que asegura Garzón contradice el testimonio del etarra detenido por esta acción, que confesó que querían provocar una masacre. En cualquier caso, su afirmación podría ser utilizada por los abogados de los inculpados, a los que el juez exculpa con una ligereza sorprendente.

El Poder Judicial tendrá que determinar si las informaciones y opiniones que vierte merecen una sanción disciplinaria. Y probablemente los tribunales tendrán que pronunciarse sobre si Garzón ha cometido un delito de calumnias al acusar de «venales» a los periodistas Federico Jiménez Losantos y Jesús Cacho, que ayer anunciaron acciones legales en defensa de su honor.

Garzón afirma en su libro que el veto del PP -por su posición contra la intervención en Irak- le impidió ser nombrado presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia. Pero lo cierto es que fueron precisamente los vocales del CGPJ próximos al PP los que impulsaron hace cuatro años el archivo sin sanción de aquel expediente disciplinario.

Garzón, una vez más, se ha dejado llevar por su inmensa vanidad.Sea o no sancionado por la vía disciplinaria o la penal, su conducta le inhabilita para seguir siendo juez. Debería aprovechar la excedencia que ha pedido para no volver jamás a una carrera que denigra con una egolatría que desprecia la prudencia exigible a quien debe mantenerse al margen de la polémica.

Pedro J. Ramírez