9 marzo 1998

El General Augusto Pinochet, ex dictador de Chile, abandona el cargo de Jefe del Ejército para pasar a ser senador vitalicio

Hechos

Fue noticia el 9 de marzo de 1998.

Lecturas

Pinochet cede el mando al general Ricardo Izurieta en presencia del presidente democrático de Chile, Eduardo Frei Ruiz Tagle.

09 Marzo 1998

Un fantoche se va

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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AUGUSTO PINOCHET dejará el martes de ser comandante en jefe del Ejército chileno. Todo un alivio cuando se recuerda que a ese puesto le aupó Salvador Allende, contra quien se sublevó para instaurar una de las más crueles dictaduras de los últimos decenios. La retirada llega cuando Pinochet, con 82 años, se dispone a ocupar un escaño como senador vitalicio: una afrenta para los demócratas chilenos y de todo el mundo. Para que la afrenta se convierta en farsa, Pinochet guardaba todavía un postrer gesto de afectación: se ha hecho nombrar, por unanimidad del generalato chileno, «comandante en jefe benemérito» del Ejército.Por eso son dignos de elogio los intentos de bloquear el paso de Pinochet al escaño senatorial, aunque tengan pocas posibilidades de prosperar. El dictador pretende ocupar ese escaño en virtud del pacto constitucional que otorga esa condición vitalicia a los que hayan sido presidentes de la República durante seis años como mínimo. Pero la cuestión que los partidos antipinochetistas plantean al Tribunal Constitucional es si se puede considerar República la época de su dictadura a partir de 1973. No sería normal que el que fuera cabeza de ese régimen tuviera tales derechos, y no así Patricio Aylwin, que, si bien sólo ha ejercido cuatro años de presidente, lo ha hecho por decisión de las urnas y de acuerdo con la Constitución.

También es de aplaudir la decisión de estos partidos de intentar abrir una investigación sobre la fortuna del ex dictador para comprobar si, además de salvador de la patria a sangre y fuego, fue un ladrón. Es un asunto que parece preocupar a Pinochet más que a otros y, por tanto, merece que se persevere en la búsqueda de la verdad.

Mientras tanto se van acumulando las querellas contra Pinochet por secuestros, homicidios y torturas en un país en el que no ha habido ley de punto final. En España, esta misma semana debe resolver la Fiscalía General del Estado si continuar o no la investigación abierta en relación con presuntos delitos de terrorismo y genocidio producidos durante el régimen de Pinochet. Veremos qué acuerda finalmente la fiscalía en un asunto que hasta ahora han tratado con muy poca fortuna tanto el fiscal jefe de la Audiencia, Eduardo Fungairiño, como su fiscal general, Jesús Cardenal.

08 Marzo 1998

Pinochet y Franco

Carlos Boyero

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Es tan obvio como repugnante comparar las afinidades biográficas, biológicas e ideológicas de estos dos mediocres aunque trascendentes representantes de la historia universal de la infamia, obligar a tu memoria a algo tan desagradable como recordar el inacabable dolor, ira y frustración que estos dos asesinos de uniforme causaron a tanta gente y durante tanto tiempo. Pinochet idolatra a Franco. Normal. Su turbio personaje es un clónico del impresentable dictador con bigotito.

Los dos fueron militares con prestigio que prometieron lealtad a un gobierno democrático legitimado por los votos de la mayoría de los ciudadanos y traicionaron arteramente y a sangre y fuego su juramento, su disciplina (qué escalofrío me provoca esa cosa tan ancestral como grimosa de la «disciplina militar»), la sagrada profesionalidad. No puedo admitir esa falacia tan socorrida de que lo hicieron para salvar a la patria (¿qué patria?, ¿;la suya, la de los ricos, la que habían decidido las humilladas y despreciadas urnas?), pero tengo claro que ansiaban el Poder, sus golosos atributos y perpetuarse en él.

Además de su ridículo bigote, les une su voz entre aflautada y de eunuco, su lamentable oratoria, su arrogante incultura y su aversión a todo lo que oliera a racionalidad, su aversión a los pecadores placeres de la carne, su religiosidad de meapilas, su implacabilidad con el enemigo, con el débil, con el vencido e incluso con cualquier colega que pudiera hacerles ligera o poderosa sombra, su pragmática desconfianza hacia todo y hacia todos, su estratégico cierre de ojos ante el enriquecimemiento excesivo de sus familias y de sus allegados, su despiadado oportunismo al decretar leyes que conformaran a las clases medias y favorecieran a la oligarquía a costa de la más espantosa miseria de los que no poseían casi nada.

Uno de los más notables asesinos del siglo murió en su cama y rodeado de bovina veneración pública. El otro aparentó que se retiraba, pero siguió controlando su Imperio con las armas desde su disfraz de senador vitalicio. Nunca será juzgado ni condenado. Los villanos sólo pagan sus culpas en las malas ficciones, en las películas mentirosas. ¡Qué vergüenza colectiva la impunidad de estos miserables monstruitos, de estos seres mezquinamente vulgares que provocaron barbaries tan inolvidables!

12 Marzo 1998

El Padrino llora

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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ATAVIADO DE civil para prestar juramento como senador vitalicio, Pinochet no podía engañar a nadie. Bajo su disfraz azul oscuro llevaba su ropaje de dictador que tanto daño, dolor y sangre ha causado a su país desde que en septiembre de 1973 a las pocas semanas de que Salvador Allende depositara en él su confianza, se rebelara contra el orden establecido. De ahí la justificada repugnancia de tantos demócratas al ver sentarse en el Parlamento, mediante una fórmula constitucional que él mismo impuso, a quien lo cerró a tiros y cañazos; y de ahí las protestas de los senadores que blandieron fotos de los asesinados y desaparecidos. Mala pasada han jugado a Chile los militares al nombrar a Pinochet su jefe «benemérito»: no sólo se ha hecho merecedor de males, y no de bienes, sino que no se contribuye así a la necesaria reconciliación entre todos los chilenos.Muchas cosas han cambiado para bien en Chile, pero aún queda camino que recorrer. De manera simbólica, fue el presidente Frei el que pasó el bastón de mando del Ejército de las manos de Pinochet a las de su sucesor, el general Ricardo Izurieta, representante de una nueva generación; pero la espada de jefe se la entregó el ex general a su sucesor. Sentado ayer en el Senado en Valparaíso, Pinochet recordaba con su presencia que la democracia chilena está todavía bajo vigilancia.

El «¡misión cumplida!» que lanzó Pinochet el martes al finalizar su larga carrera militar resultó estremecedor. Sus lágrimas recordaban las del Padrino de Mario Puzzo y Coppola cuando llora enternecido en la ópera mientras sus sicarios asesinan a sus oponentes. Lágrimas de cocodrilo, no de compasión. Merece dar cuenta política y judicial por los crímenes que cometió y alentó y, probablemente, por su enriquecimiento personal. No se entienden los esfuerzos del Gobierno español por impedir la investigación en la Audiencia Nacional contra los crímenes de Pinochet. Cuando Aznar visite Chile la semana que viene, afortunadamente no tendrá que saludar a un jefe de las Fuerzas Armadas llamado Pinochet. Los ciudadanos españoles recordamos su siniestra figura cuando acudió a las exequias de otro dictador, el general Franco. Hay tantos parecidos…

11 Marzo 1998

Pinochet, el tirano en la retaguardia

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Desde la atalaya de senador vitalicio que pasará a ocupar hoy, el general Augusto Pinochet seguirá vigilando la vida política y militar chilena fiel a sus principios, que expresó en una sentencia digna de la Historia universal de la infamia borgiana: «El día que me toquen a alguno de mis hombres, se acabó el Estado de Derecho».

La persistencia de Pinochet en un cargo institucional aplaca la inquietud de muchos oficiales del Ejército que, pese a la amnistía dictada por el sátrapa en 1978, temen verse envueltos en procesos judiciales por los crímenes cometidos durante la dictadura.

De poco han servido las iniciativas llevadas a cabo en los últimos meses para intentar que el otrora dictador no desvirtuara con su presencia una cámara democrática, como es el Senado de su país. Además del juicio político desarrollado en el Congreso chileno, que aprobó una moción de carácter simbólico rechazando que Pinochet ocupara el cargo de senador, el proceso penal abierto en España para investigar las desapariciones de españoles durante la dictadura pinochetista ha servido de espoleta para que en Chile se iniciaran procedimientos similares. En estos momentos, hay dos querellas planteadas contra Pinochet por genocidio y homicidios múltiples. Ninguna de ellas le quitará el sueño al general, cuya opinión sobre el particular es de sobra conocida: «Yo no conozco eso de los derechos humanos. ¿Qué es eso? Una invención, muy sabia, de los marxistas».

La Constitución vigente, aprobada por él mismo en 1980, le permite ser senador de por vida, ahondando la división de un pueblo que no logra zafarse de un pasado de héroes y tumbas: héroes de verde olivo y tumbas de muertos a los que no se hace justicia.