23 septiembre 1976
Las discrepancias radicales del militar con Suárez, en especial tras la legalización de los sindicatos, precipitaron la primera crisis de Gobierno del presidente Suárez
El General Fernando de Santiago dimite como Vicepresidente del Gobierno, siendo reemplazado por el General Gutiérrez Mellado
Hechos
El 23 de septiembre de 1976 el General D. Manuel Gutiérrez Mellado fue nombrado nuevo Vicepresidente del Gobierno tras la dimisión del General D. Fernando de Santiago.
Lecturas
El 22 de septiembre de 1976 el General D. Fernando de Santiago Díaz Mendívil presenta su dimisión como vicepresidente del Gobierno por discrepar radicalmente de la reforma política del presidente del Gobierno, D. Adolfo Suárez González ante la decisión de este de iniciar el proceso de legalización de los sindicatos, la Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (CCOO).
Ese mismo día 22 el Sr. Suárez nombra al Teniente General Gutiérrez Mellado nuevo vicepresidente primer de su gobierno.
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EL NUEVO VICEPRESIDENTE LUCHÓ CON FRANCO EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA
El General Gutiérrez Mellado luchó en el bando nacional que encabezaba el General Franco durante la Guerra Civil Española.
El 22 de septiembre de 1976 el General D. Fernando de Santiago Díaz Mendívil presenta su dimisión como vicepresidente del Gobierno por discrepar radicalmente de la reforma política del presidente del Gobierno, D. Adolfo Suárez González ante la decisión de este de iniciar el proceso de legalización de los sindicatos, la Unión General de Trabajadores (UGT) y Comisiones Obreras (CCOO).
Ese mismo día 22 el Sr. Suárez nombra al Teniente General Gutiérrez Mellado nuevo vicepresidente primer de su gobierno.
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LA CARTA DE INIESTA CANO.
El 27 de septiembre de 1976 el general D. Carlos Iniesta Cano, ex director de la Guardia Civil, publica un artículo en defensa del general D. Fernando de Santiago Díaz Mendívil. El Gobierno Suárez tratará de sancionar por indisciplina tanto al General Fernando de Santiago como al General Iniesta Cano, pero sus medidas serán anuladas por no considerarse la actitud de estos suficiente como para una sanción.
23 Septiembre 1976
Una medida de largo alcance
Cuando un vicepresidente del Gobierno es relevado de la noche a la mañana y cuando el relevo se hace de teniente general a teniente general cuando todo ello sucede después de la reciente consulta del señor Suárez con los altos mandos de las Fuerzas Armadas en torno a la reforma política, y cuando el que llega al poder es un militar de las características de Gutiérrez Mellado, el presidente del Gobierno debería explicar las razones de esta decisión. No es dramatizar decir que el nombramiento del nuevo viceprimer ministro tiene significados profundos e inalcanzables que se resumen en este solo hecho: sale un representante del generalato más conservador y entra un militar de gran prestigio en el Ejército con simpatías entre los civiles, de probado talante liberal y de conocida fidelidad personaI al Rey. Estas cosas, por eso, no se deberían seguir haciendo como en tiempos de Franco, con un decreto en el Boletín Oficial y una condecoración al ministro saliente. Estas cosas en momentos como los que vive el país, hay que razonarlas si se quiere lograr la participación del pueblo en las tareas de la nación. He ahí una sugerencia que hacemos al presidente y al nuevo vicepresidente, en la esperanza de que no caiga en el vacío.
Por lo demás, hay que decir que el valor de las acciones del Gobierno ha subido con el nombramiento del teniente general Gutiérrez Mellado. Primero, porque éste es un nombre que garantiza la sinceridad del proceso democrático emprendido por el Gobierno y que tantas y tan razonables dudas sigue creando, Segundo, porque Suárez revaloriza su propia imagen como político y adquiere credibilidad, aunque sea prestada, a los ojos de la opinión. Tercero, porque sí el Ejército es el garante institucional del proceso de cambio, el general Gutiérrez Mellado es un hombre que goza de respeto y admiración entre sus compañeros de armas.
Ha sido una buena noticia la de este nombramiento. Una noticia que pone, además, de relieve que los rumores y dimensiones gubernamentales, áventados por este periódico y apresuradamente, desmentidos por algunos ministros, no resultaban tan ilusorios. Decir que todos estaban unidos como una piña en torno al presidente, para que éste acabe relevando al propio vicepresidente primero a los diez días parece una exageración. Cabe la pregunta de si el nombramiento de hoy constituye el primero o el último de los remodelamientos que el presidente Suárez piensa hacer cara al referéndum y a las elecciones. Creemos que si sus dotes de político se corresponden con este paso, habrá que imaginar que el Gobierno que, presida el proceso electoral no puede ser exactamente éste.
Al general Guiiérrez Mellado se le considera de la escuela de Díez Alegría; fue un negociador temido por los americanos, en las discusiones sobre el tratado bilateral y se le tiene por hombre discreto, sin ambiciones personales y consciente del papel de un ejército moderrio en las democracias occidentales. Su trayectoria es así lo suficientemente estimulante para poder decir que su nombramiento ha sido todo un acierto y para suponer que en adelante va a jugar un papel primordial y de largo alcance en los asuntos del Estado.
23 Septiembre 1976
No ha sido un relevo
Si algún servicio importante a la comunidad podemos prestar hoy los comentaristas políticos será reconocer, por debajo de cualquier frase protocolaria, lo que España debe a hombres como Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil. La Gran Cruz de Carlos III, que se le ha concedido, suele ser condecoración políticamente póstuma, que casi nunca se impone porque hasta se identifica con los altos ceses por sorpresa. Para casos como el de este ilustre militar habría que arbitrar otro sistema más efectivo y generoso de agradecimiento.Precisamente por lo importante, por lo revelador, por lo decisivo de tal cese, que así, a vuelapluma, parece configurarse ya como larioticia más importante desde la muerte de Franco junto a la destitución de don Carlos Arias, y quizá todavía de mayor profundidad. Ni el menos arriesgado de los comentaristas podrá apelar hoy al vergonzante recurso del relevo. No, esto no ha sido un relevo, sino la demostración de un cambio de estrategia, y por eso, antes de intentar la delicadísima y necesaria profudización en la noticia, es de rigor despedir a lo que se va con el teniente general cesado. Lo que se va es todo esto: un modo de concebir las relaciones entre sociedad, política y Fuerzas Armadas, que sin asumir la teoría franquista de la columna vertebral militar la prolongaba en la praxis; un sentido generacional respetabilísimo, pero debilitado por simples razones biológicas de esas relaciones; un sistema de referencias intitucionales que parte, en lo jurídico, de La_ley de Jurisdicciones, en lo histórico de la guerra civil como factor constituyente y en lo político de la sucesión unívoca como puente desde el franquismo hacia un futuro sin asumir en toda su plenitud; un momento de inercia, político-militar que ya no se acompasaba a la mecánica nacional que los tiempos imponen.
Como todo ese conjunto ha fundamentado -en su larga etapa de validez, hoy agotada- la transformación histórica más importante de España y ha contribuido, pese a su anquilosa miento, a una transición relativamente ordenada con todas las posibilidades en permanente reserva, hay que descubrirse ante lo que hasta hoy ha representado para España, y para la difícil convivencia política española, la figura y el símbolo del general De Santiago.
Descubrirse también para la despedida. El cesado general era por su ideología el representante y, por su cargo, el vértice de lo que hemos venido llamando ala derecha del generalato. Se trata de un sector de los Ejércitos que un día fue unánime, después mayoritario, luego cada vez más desproporcionadamente influyente, hasta que hoy, por razones -insistamos- tan biológicas como políticas, puede considerarse desfasado. No es que sobre, ni mucho menos; pero no sería conveniente para el equilibrio del país real. su preponderancia excesiva. ¿Ha contado alguien el número de coroneles que han ascendido al generalato desde la muerte de Franco hasta hoy? Pasan seguramente del centenar. Y aunque ni el general De Santiago ni su sucesor son hombres de partido -sería insultarles-, la resultante suprapolítica de esos nuevos generales apunta, mas cerca del segundo que del primero. Sobre todo cuando se apoya en la base de la oficialidad.
Hace ahora un año y medio la celebración de un curso de conferencias en el ágora cívico-militar del Club Siglo XXI provocó la renuncia fulminante, como miembros, de media docena de generales. Ante la lista del nuevo curso publicada ayer por el Club -en la que se incluyen varios miembros de la oposición democrática- no se producirá, seguramente, dimisión alguna. Todo cambia, hasta para la gran institución militar, moderadora del cambio.
La sustitución del teniente general De Santiago por el teniente general Gutiérrez Mellado esconde categorías tan importantes que no merece la pena incidir, para explicarla, en la pequeña anécdota. Varios acontecimientos recientes pueden replantearse ahora con sentido de convergencia. La nota de prensa sobre interpretaciones políticas de lo sucedido en la reunión del presidente con los altos mandos militares, el encuentro a nivel oficial del Ejército español con la Junta Militar chilena en momentos de protesta universal generaliza da y no precisamente injustificada, contra el proceder de dicha Junta; los rumores sobre cierto posible destino para el también cesado jefe superior de policía de Madrid, coronel Quintero; la consabida relación, apócrifa y encima incompleta, sobre reuniones, contactos y Comentarios militares individuales con riesgo de convertirse, gracias a alguna indiscrección, en colectivos. Todo eso es ahora lo de menos. Lo que importa es el afianzamiento del presidente del Gobierno en el más delicado y resbaladizo de sus terrenos de acción y la serenidad nueva mente confirmada del capitán general del Ejército, don Juan Carlos de Borbón, para el análisis y el tratamiento de las crisis militares en un contexto que el Consejo de Europa acaba de describir como predemocrático. Porque, a medias entre lo biológico y lo político, aquí acaba de resolverse una importante crisis. Puede que hasta una crisis histórica. ¿Qué vamos a decir sobre lo que representa, en su nuevo destino, el teniente general Gutiérrez Mellado, si todos lo sabemos? Una larga mirada de gratitud y nostalgia parte hoy, desde la conmovida mesa del historiador hasta las orillas del Nilo. Nadie debería hablar hoy de victoria en una pugna política de indescifrables coordenadas. Porque no hemos conocido la noticia de una victoria, sino el sensato reconocimiento de una irreversible realidad.
23 Septiembre 1976
Cambio en la vicepresidencia del Gobierno
El nombramiento del teniente general Gutiérrez Mellado —nuevo vicepresidente primero del Gobierno para Asuntos de la Defensa y ministro sin cartera— no significa una crisis ministerial. Más probabilidades de acierto tiene la interpretación que entienda este cambio en la Vicepresidencia como un oportuno, bien que inesperado, reajuste destinado a reforzar la cohesión del Gobierno, decara a su tarea principal de reforma política.
No entendemos, pese a esta interpretación, que existiera incompatibilidad ni discrepancia fundamental alguna referida a la ilustre personalidad del teniente general De Santiago, que ahora ha cesado, en relación con la política gubernamental. Entendemos, al contrario, que siempre existe un hombre más adecuado para un determinado tiempo y una función también determinada. Y nadie como los militares comprenden mejor y aceptan con mayor patriotismo la conveniencia de estos cambios personales cuando las circunstancias los aconsejan.
El teniente general Gutiérrez Mellado, como su antecesor en el Gobierno, tiene un brillantísimo historial militar, enriquecido además por una resonancia de nombre castrense que se ha extendido desde los cuadros militares a la opinión pública. No es arriesgado pronosticarle aciertos rotundos, en bien de la nación, desde su importantísimo puesto en el Gobierno.
El cambio o reajuste se ha realizado, ejemplarmente, con muy discreta tramitación. Sin dramatismo, por emplear expresión que aplica frecuentemente el presidente Suárez a los modos .deseables para la política española. Sindramatismo y sin rumores públicos previos, que tantas veces sólo generan oscuridades, insidias y falseamientos. Como buen militar, como jefe distinguido, el teniente general Gutiérrez Mellado asumirá su cargo dispuesto, ante todo y sobre todo, a cumplir un servicio: un altísimo servicio a España y a la Corona; al país y a su forma política institucional. Y sabrá —estamos seguros— desempeñar la difícil misión que ahora le incumbe con pleno acierto; con inteligente entendimiento de la misma.
Las reacciones de sorpresa serán hoy inevitables en todo el país. Pero afortunadamente todo permite pensar que no encerrará nada negativo la sorpresa. Que será, al contrario, una reacción no sólo de conformidad, sino d« incremento de la confianza popular en el Gobierno. Incluso, para sectores que representan una opinión más cualificada, el reajuste ministerial aumentará las seguridad es de cara al ritmo de actuación política que se ha propuesto seguir el Gobierno.
24 Septiembre 1976
El Ejército en su unidad
Pocas veces escribo sobre el Ejército. Esta columna, por deseo del director de ABC, se viene llamando apunte político y el Ejército no es político. El ejército es constitucional. Su misión no es optar por soluciones concretas, sino la defensa del orden constitucional, donde caben todas aquellas.
Por eso me parece insensato – a la par que grauito – calificar al teniente General Gutiérrez Mellado como liberal. Como me parecería insensato calificarlo de conservador. Como militar no es ni lo uno ni lo otro. Es, sencillamente militar.
Y me parece deleznable – si no otra cosa peor – utilizar supuestas afinidades partidistas, sobre todo para enfrentar unas también supuestas ideologías políticas a otras, en el seno del Ejército. El Ejército es su unidad. Unidad entre sí jerarquizada bajo la Corona.
Yo aprendí desde muy chico que la garantía del orden, de la paz, está en la Milicia. Y que no es utilizable por nada ni por nadie, porque ya está y de por siempre utilizada por España, cuyo servicio es su único objetivo.
Y la prensa haría bien en medir sus palabras, porque con la unidad del Ejército no se juega
27 Septiembre 1976
Una lección de honradez y patriotismo
Carta abierta al teniente general don Fernando de Santiago y Díaz de Mendivil
Hace ya muchos años que te conozco; que sé de las virtudes que conforman tu recia fisonomía moral: hombría, lealtad, caballerosidad, probada españolia, patriotismo y un alto y firme concepto del deber.
Por todo ello, en nada podía extrañarnos tu firme decisión de renunciar al elevado cargo que ocupabas cuando llegó un momento en el que continuar hubiera sido incompatible con la seria promesa y el sagrado juramento que prestaste cuando accediste a él. Tu lección es impagable.
Una vez más has sabido demostrar que eres un militar desde los pies a la cabeza, de cuerpo entero. Querido Fernando: no necesitabas acreditar de nuevo lo que a lo largo de tu vida tenías bien probado; pero lo has hecho, y por ello mereces gratitud y admiración.
Tu limpia ejecutoria, tu brillante historial y tu profunda formación castrense, eran promesas indiscutibles para España, de este noble servicio que has sabido prestar sin titubeos, sin miras materiales, como hay que hacerlo cuando los intereses de la Patria marcan, de modo imperativo, la conducta a seguir para servirla con alegría, orgullo e íntima satisfacción.
No sé si tu renuncia implica sacrificio para ti. Pero si lo implicase jamás sería estéril, por ser sabia y limpia lección que han de seguir, sin duda, cuantos aspiren noblemente a servir a la Patria, a recibir sin vanidad alguna, pero con justa alegría, el entusiasta aplauso de tantos españoles y tantos compañeros entre los cuales, con enorme y sincero cariño, puedes estar seguro que me encuentro.
Con personal admiración, te abraza.
El Análisis
Tanto Fernando de Santiago como Gutiérrez Mellado habían luchado en la guerra civil en el bando nacional, al servicio de Francisco Franco y contra la legalidad de la II República. La diferencia es que, a ojos de Suárez, Fernando de Santiago, en 1976, seguía en una línea de pensamiento atrancada en la Guerra Civil. Adolfo Suárez necesitaba a su lado a un militar que tuviera la mirada puesto en 1977. Manuel Gutiérrez Mellado sería un mal ministro para grandes sectores del ejército, que le verían como un traidor, pero un buen ministro militar de cara a la opinión pública, que lo pudiera ver como ‘el militar majo’. El militar que supo evolucionar.
J. F. Lamata