23 marzo 1986

El General Fernando Yrayzoz Castejón presenta su dimisión por la negativa del ministro de Defensa, Narcís Serra, a ascenderle a Teniente General

Hechos

El 22 de marzo de 1986 se hizo pública la petición del pase a reserva a D. Fernando Yrayzoz Castejón.

Lecturas

El Sr. Serra ha nombrado al General Veguilla nuevo Teniente General, capitán general de Valladolid en lugar de al General Yrayzoz.

23 Marzo 1986

El general que no ascendió

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA DECISIÓN del general Fernando Yrayzoz Castejón de pedir su pase a la reserva porque el pasado viernes no fue ascendido a teniente general pone de relieve, de un lado, que el Gobierno continúa en su línea de llevar la iniciativa de la política militar -hasta hace poco en manos de los propios cuarteles generales- y, de otro, que la disciplina militar parece tener algunos límites, incluso entre quienes deben ser los primeros en defenderla, cuando las autoridades competentes toman decisiones amparadas por las leyes vigentes.La ley de ascensos, la ley orgánica de la Defensa y las normas relacionadas con esas leyes dejan bien claro que es al ministro de Defensa al que corresponde la competencia exclusiva de proponer al Consejo de Ministros los ascensos entre los generales. Los cuarteles generales son órganos operativos para materializar la política de defensa dictada por el Gobierno, y los consejos superiores de los ejércitos son órganos asesores del ministro que, en el caso de los ascensos, comunican al titular de Defensa las cualidades de los aspirantes para que éste puede seleccionar al mejor candidato. En este: contexto, pues, es el ministro de Defensa y, a través de él, el Gobierno quienes tienen la última palabra para designar a los integrantes de las más altas jerarquías militares.

En el caso de Yrayzoz, parece que el Consejo Superior del Ejército estimaba que era el general con mejores cualidades para haber ascendido el pasado viernes a teniente general. Este extremo honraba sobremanera a ese militar, cuya carrera profesional ha sido altamente valorada por sus compañeros. El hecho de que, sin embargo, el ministro considerara que, en las actuales circunstancias, resultaba más adecuado el ascenso del general Francisco Veguillas no significa desdoro ni ofensa alguna para el general Yrayzoz, que ocupa el cargo de inspector del arma de Infantería, cargo asimilable al de jefe del arma mayoritaria en el Ejército de Tierra.

Yrayzoz, a pesar de no haber ascendido el pasado viernes, aún disponía de oportunidades para haber alcanzado el empleo más elevado en la carrera militar. Su airada reacción, por tanto, y teniendo en cuenta el cargo que ocupaba y los destinos de responsabilidad que ha tenido, no parece que sea el mejor final para su historial. Su decisión no cabe sino interpretarla como la no aceptación de una orden tomada por la superioridad, y, en este sentido, por fatigoso que resulte, parece obligado recordar que el Gobierno es quien manda sobre las Fuerzas Armadas.

El hecho de que el mismo Yrayzoz, según personas de su entorno, enfatice sobre su historial profesional para exigir el ascenso que en su opinión le correspondía plantea además otra cuestión. Es lógico que, a la hora de designar al general que deberá mandar una brigada de carros de combate, el ministro valore si el candidato tiene o no experiencia en unidades similares. En el momento, en cambio, de elegir a un mando que haya de formar parte de la más alta jerarquía militar, es lógico que se estimen otras condiciones, máxime en un momento en que el Gobierno está desarrollando amplios programas de modernización material y humana en el Ejército. El reparto de los empleos más altos entre las cuatro armas del Ejército de Tierra o el factor de la antigüedad tampoco son criterios absolutos cuando se trata de elegir a los militares más apropiados. El único principio válido para seleccionar a la jerarquía militar no puede ser otro que el de elegir al hombre más cualificado para el destino que se le encomienda. Y el único comportamiento coherente con el espíritu de un militar que presuma de serlo es acatar con dignidad y disciplina las decisiones de quien legítimamente ejerce el mando

25 Marzo 1986

Nombramientos políticos militares

Lorenzo Contreras Benítez

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Tiene razón el teniente general Sáenz de Tejada cuando niega que un rumoreado malestar en el Ejército de Tierra encuentre fundamento en el nombramiento del General de división Francisco Veguillas como titular de la Capitanía de Valladolid. Entre otros motivos porque la Semana Santa ha interpuesto sus días apaciguadores con mucha oportunidad, y ya nadie sabe si el ministro Serra nombró a Veguillas pensando en el calendario o porque respondía a una mecánica cronologíca inexorable. El caso es que Veguillas, jefe del Gabinete del ministro de Defensa, ha sido preferido a su compañero Fernando Yrayzoz, porque Serra así lo ha querido, contra el parecer del Consejo Superior del Ejército y del propio jefe del Estado Mayor del Ejército, José María Sáenz de Tejada.

Veguillas es, comparado con Yrayzoz, un hombre de estudios, un intelectual, frente a la fibra más castrense del segundo. El hecho de que la famosa terna tradicional del Consejo Superior del Ejército no haya sido tenida en cuenta es noticia política que complica la situación o probablemente la aclara. Porque viene a demostrar que para el Gobierno actual, y en particular para el titular de Defensa, la carrera militar acaba técnicamente en el coronelato, quedando el generalato como su prolongación política. Una prolongación en la que el ministro correspondiente se reserva todo margen de actuación.

Acaso haya perjudicado a Yrayzoz una circunstancia olvidada o semi olvidada por una opinión que no tiene la memoria entre sus dones definitorios. El general que, en un acceso de indignación personal ha perdido el pase a la reserva transitoria, era jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil cuando, con ocasión de un atentado entonces reciente, un miembro de la Benemérita disparó contra un coche particular – cerca de Madrid – que no respondió a la orden de alto. En el suceso murió un niño. Yrayzoz compareció ante las cámaras de TVE y no tuvo una intervención precisamente feliz. Montó en cólera el ministro Barrionuevo, pero nada trascendió. Es posible que ahora, con motivo de la oportunidad de alcanzar la Capitanía General de Valladolid, se le haya girado una factura política.

En el ambiente ha podido enrarecerse, además, por el hecho de que el teniente general Veguillas pasa, dada su colaboración estrecha con Serra, por persona merecedora de la amistad ministerial. De ahí a las acusaciones o murmuraciones de ‘amiguismo’ ha debido mediar poco trecho. Ignorada la terna, Serra pudo acordarse de un Pardo de Santayana o de otro general de este estilo. Pero no. Echó mano de Veguillas, despreciando las irritaciones que el caso suscitaba.

Entre los nombramientos militares últimos ha destacado otro que, sin embargo no ha recibido comentarios especiales. Se trata de la designación de don Francisco López de Sepúlveda para la dirección de la Escuela de Estado Mayor del Ejército con ascenso simultáneo a general. El nuevo director de la Escuela lleva fama de hombre democrático y amante de las letras. Sus colaboraciones en la Prensa catalana han sido frecuentes y apreciadas. Hasta ahora era en el Principado segundo jefe del Estado Mayor de la Capitanía General. Y, para mayor acumulación de méritos, habla perfectamente el catalán.

El ministro catalán de Defensa ha buscado, con toda lógica por otra parte, personas bien engarzables a sus personales propensiones en la manera de dirigir la política de Defensa. Una de ellas es, por supuesto, Veguillas en el puesto de mando que se le otorga. Otra es López de Sepúlveda, que puede entenderse con el ministro en el idioma de Verdaguer. ¿Un nuevo caso de amiguismo? Probablemente. Pero con razones culturales y del todo comprensible por medio. A fin de cuentas los dos nombramientos han recaído en personas de innegable competencia.