12 septiembre 1973

El golpe de Estado en Chile desata una guerra mediática en España entre partidarios y detractores del golpe

Hechos

El Golpe de Estado de Chile genera una polémica en medios de comunicación.

Lecturas

El Golpe de Estado en Chile del general Augusto Pinochet es respaldado por las portadas del diario ABC de Torcuato Luca de Tena Brunet, con Luis María Anson Oliart como Subdirector, y las crónicas de Luis Calvo Andaluz, así como por el columnista de El Alcázar Rafael García Serrano. Esos apoyos son criticados desde el diario Pueblo de Emilio Romero Gómez por un editorialista que firma como ‘Ciudadano’. El ABC no responderá a Pueblo, sí lo hará Rafael García Serrano. El periódico de los socialistas exiliados en Francia, Le Nouveau Socialiste, vinculará la posición de ABC con intereses en empresas de plomo y cobre de Chile de Juan Ignacio Luca de Tena García de Torres, padre del director del periódico.

12 Septiembre 1973

Cae Allende

ABC (Director: Torcuato Luca de Tena)

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Contra el caos creciente, contra la vía al socialismo de Allende que ha arruinado al pueblo chileno, contra la amenaza de una dictadura marxista, contra el desastre absoluto social, económico y político del país; en defensa de la paz, del orden, de la ley, de la libertad, de las conquistas sociales de los trabajadores, del diálogo y la convivencia normales se ha alzado el Ejército de Chile, columna vertebral de la nación y única posibilidad de salvación hoy, para el entrañable país hermano, merecedor de mejor suerte. Ojalá que los militares, una vez cumplida su misión quirúrguica de urgencia, devuelvan a Chile al normal ejercicio de la democracia dentro de las líneas constitucionales de aquel Estado hispanoamericano.

13 Septiembre 1973

Caos y buena fe

Torcuato Luca de Tena

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No hace todavía tres años (y la brevedad del tiempo transcurrido desde entonces es alzamente significativa) el ministro de Obras Públicas español fue designado embajador extraordinario para la toma de posesión del presidente electo de Chile, don Salvador Allende Gossens.

Fuimos amablemente requeridos por el Sr. Fernández de la Mora para formar parte de aquella delegación el hoy embajador de España ante la UNESCO, señor Pérez Hernández y yo.

Con este motivo tuve ocasión de estrechar la mano del mandatario saliente, don Eduardo Frei, antiguo profesor mío de Derecho del Trabajo en la Universidad Católica de Santiago – cuyo papel en la futura política chilena es uno de los enigmas más interesantes que tiene hoy planteados ese país – y de cumplimentar al nuevo presidente, don Salvador Allende Gossens, primer político marxista de la Historia que alcanzó el mando supremo por las vías electorales de una democracia parlamentaria.

Bajo el título genérico de ‘Chile, entre el pánico y la esperanza’ publiqué al regresar a España, tres artículos. EL primero ‘Tendeum en la catedral’, mereció la atención del nuevo jefe del Estado, quien me escribió la carta cuya fotocopia incluyo a continuación.

He leído su artículo sobre el TE Deum que se ofició en la Catedral el día en que asumí el mando supremo. Sentí entre sus líneas la emoción con que Ud. Había vuleto a esta tierra donde pasó su adolescencia y creí encontrar en ellas la misma sincera objetividad con que su ilustre padre, como representante de España, supo vivir y comprender otra etapa crucial de nuestra historia: la del Presidente Aguirre Cerda.

Nos dice Ud. Que seguirá escribiendo sobre nuestro procedimiento político, que Ud. Ubica “entre el pánico y la esperanza”. Quiero que Ud. Sepa que, si observó entre nosotros la exteorización de ambos sentimientos, el único real es el segundo. Es el que prevalece en las grandes mayorías y el que inspirará mi acción de gobernante. Es el que nos anuncia un futuro mejor.

Agradeciéndole la preocupación que le merecen las cosas de Chile, reciba Ud. El muy cordial saludo de su afectísimo.

Salvador Allende.

Leída a la luz de los últimos acontecimientos – destrozado el cráneo del autor de esta carta por un pistoletazo; no apagados todavía los incendios producidos por el bombardeo del Palacio de la moneda, la joya chilena más pura de la arquitectura colonial – o puede uno menos que sentirse estremecido.

Salvador Allende: he aquí un hombre de buena fe al servicio del caos.

El fracaso de su política es uno de los más espectaculares que se hayan producido en país alguno en tiempos de paz. Y, no obstante, era un hombre bueno, instruido y profundamente respetado, incluso por sus rivales políticos, cuando alcanzó la más alta magistratura de la nación. ¿Cómo pudo ser eso?

Apenas cristalizó el triunfo del equipo polícico que encabezaba Allende, el comunista Luis Flores Boyarzún, dirigente de los Sindicatos mineros de Concepción, exclamó: “¡Hemos conquistado el Poder, y no vamos a soltarlo nunca!”

La copa no estaba tan clara como predecía el jefe minero. El periodo presidencial de Allende debía concluir en septiembre de 1976. Mas apenas hubo tomado posesión de su mando, yo escribí en estas mismas columnas (ABC, 14-9-1970): “El único, el inquietante, el terrible dilema es éste: ¿Habrá elecciones presidenciales en Chile en septiembre de 1976?”.

No. La cosa no estaba clara. La opinión antimarxista había obtenido en Chile el 62,7% e lo votos electorales.

La opinión marxista obtuvo el 36,3, Allende, representante de un tercio escaso del país ha gobernado en contra de los dos tercios del mismo. Antes que hombre de Gobierno, se comportó como hombre de partido. Bartolomé Mostaza cita esa frase espectacular de Allende en el YA de ayer: “Soy marxista antes que presidente”.

Los ocho años de Gobierno de la coalición denominada Unidad Popular que él presidió han conducido al país en menos de tres años – entre huelgas, atentados, nacionalizaciones y ocupaciones ilegales de propiedades – a la ruina económica, a la inflación más delirante y a la desesperación. Al tiempo que se derrumbaba la moneda se desplomaba también la autoridad. Enfrentado con el Parlamento, el presidente Allende tuvo que sufrir la humillación de que por tres veces – y en sólo un año – la Cámara privase de sus funciones a otros tantos de sus ministros: a José Toha, titular de la Carterade Interior en enero de 1972; a Hernán del Canto, jefe de idéntico departamento en julio, a Orlando Millas, ministro de Hacienda, en diciembre. Sólo con el primero se permitió Allende en un rasgo de autoritarismo, ya no de autoridad. Al ser depuesto del Departamento del Interior, Allende designó a José Toha ministro de Defensa. No pudo el presidente mantener su criterio. Reunido el Senado, en sesión extraordinaria, y en uso de sus facultades, declaró anticonstitucional la medida del presidente de la República. Nueva humillación: el supremo mandatario del país hubo de firmar el cese del recién nombrado ministro de Defensa.

Para entender la tensión política que suponían estas batallas entre el Ejecutivo y el Legislativo (en las que las Cámaras salieron siempre vencedoras contra la Jefatura del Estado) conviene recordar el por qué de estas destituciones. No se trataba de argucias políticas de la oposición contra el equpo gobernante, por el hecho de entorpecer su labor, sino que tenían una más honda y grave trascendencia. Masas de gentes, aparentemente incontroladas, se habían dedicado a  la ocupación ilegal y violenta de los fundos agríiculos, desplazando a sus poropietarios y a cuantos les fueran leales. Una de las causas de la vertiginosa escasez a que se vio sometido el país fue esta: los ocupantes de las tierras no se dedicaron a cultivarlas racionalmente para obtener un rentidimiento sino que simplemente las usurparon a sus dueños evitando que estas las explotaran. Existe en Chile una ‘Ley contra la ocupación de tierras e industrias’ que el Gobierno no aplocaba. ¿Cómo iba a aplicarla, si aquellas masas estaban en realidad dirigidas por activistas políticos que procedían de las mismas filas de los partidos que gobernaban? Las destituciones realizadas por el Parlamento no fueron por excesos de poder de los ministros del Interior al frente de sus departamentos, sino por defecto en el ejercicio de sus funciones: por lenidad en hacer cumplir una disposición de tierras ajenas. (Ocupación, de otra parte, inspirada, alentada, ofrecida por el equipo gobernante durante la campaña electoral que precedió a su acceso al poder).

Salvador Allende, incapaz de reducir a la legalidad a las fuerzas de izquierda que le dieron el triunfo; impotente para imponerse a la oposición del centro y la derecha, que dominaba el Parlamento; burgués por nacimiento y modo y medio de vida, demagogo hasta el paroxismo en el uso de una oratoria muy particular (malévola y elegante, culta y mordaz); cortés y educado con las personas; tribuno de la plebe con las masas, sin hombres de talla a su lado de los que echar mano, imbuido por utopías marxistas, frenando por candores demoliberales, jamás gobernó.. No le ha dejado la oposición, habilísima en su labor obstructora, no le han dejado sus corregionarios, torpísimos y zafios en las responsabilidades del mando. Antes bien, ha sido víctima de un hado cruel que le ha utilizado como juguete en el momento justo y el lugar propicio para acabar con su vida.

¡Triste sino para un hombre honesto que amaba fervientemente a su patria y equivocó el camino para servirla!

Torcuato Luca de Tena y Brunet

13 Septiembre 1973

Ha muerto una Esperanza

Ciudadano (Director: Emilio Romero)

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Se puede estar a favor o en contra de una realidad política determinada; lo que no debe hacerse jamás es desfigurar esa realidad según unos deseos que por fin se ven satisfechos. En su edición de ayer, el diario ABC lanzaba al vuelo las campanadas, incapaz de disimular su gozo por el derrocamiento del presidente legítimo y constitucional de Chile, Salvador Allende. En el breve pie de foto que presidía su portada, ABC contemplaba el golpe de Estado de los militares chilenos como una cirugía necesaria ‘contra el caos creciente… en defensa de la paz, del orden, de la ley, de la libertad, de las conquistas sociales de los trabajadores, del diálogo y la convivencia normales…”. Más adelante añadía – paradójicamente – que ‘ojalá los militares, una vez cumplida su misión quirúrgica de urgencia, devuelvan a Chile al normal ejercicio de la democracia dentro de las líneas constitucionales de aquel Estado hispanoamericano”. Pensamos que conviene ejercer una actitud de objetividad respecto al caso chileno y respecto a la figura personal de Allende, que se ha ganado el derecho irreversible a ser respetado a un precio muy alto.

El Gobierno de Salvador Allende ha cometido errores, de eso no hay duda alguna. La mejor prueba es su derrocamiento, suceso último, que ni la política ni la Historia perdonan ni disculpan. Pero de lo que no cabe hacerse cuestión es de que Allende encarnó hasta su último minuto la legalidad constitucional, el respeto a la libertad y a las instituciones, y a la ley. Otros han sido los que han quebrado este respeto, no Allende, que lo llevó hasta sus últimas consecuencias biográficas y políticas. La legitimidad democrática no ha de ser ‘devuelta’ a nadie, sino que sencillamente ha sido rota por un golpe de fuerza. Y esto, que ABC parece ignorar, es un acontecimiento histórico realmente grave, del que cabe esperar se desprendan en un futuro inmediato muy serias consecuencias. Una de ellas, y no es la primera vez que lo decimos en estas páginas, la de que tras el fracaso político de Allende no está sino la posibilidad de la guerrilla, cargada ahora de razones morales y avalada por la dificultad manifiesta de una solución pacífica y dialogante.

Hay cosas que ABC no dice, y que son, sin embargos, la clave de los hechos. Por ejemplo, la de que nadie puede acusar a Allende de vulnerar la Constitución chilena. Tanto es así que precisamente ese juego de respetos y aceptaciones ha determinado decisivamente su caída. Allende no armó al pueblo, y no dio ni un solo paso que condujese a la guerra civil en su país. Son otros quienes lo han dado. Tuvo dificultades intensas por el contrario, con las alas extremistas de la Unidad Popular, que le instaban a la violencia, y jugó su propia vida como envite definitivo en pro de una moral política, que debe ser respetada por toda persona que crea (o diga creer) en la libertad y en el derecho.

¿Está la personalidad de Allende libre de culpa histórica? Es pronto para determinarlo, a la vista de la escasez en las informaciones de lo que está todavía ocurriendo. Pero pensamos que no, en absoluto. Salvador Allende pasará a la historia de Chile cargado de muchas razones a favor. Lo que está por ver, sin embargo, es si esas razones son suficientes para conducir a un pueblo al protagonismo. Pueda ser que no, y que la imagen digna y entera de Allende merezca el reproche de las gentes que en él creyeron y vieron en la vía chilena al socialismo un remedio pacífico de justicia y libertad. Allende quiso transformar las estructuras burguesas desde la moral jurídica burguesa. La Historia le ha demostrado palpablemente que no es posible. El camino de la revolución tiene sus exigencias y si se opta por él hay que atenerse a los métodos y dejar a un lado ciertas consideraciones que no operan, de otro lado, en el frente de los adversarios. Esto es triste reconocerlo y decirlo.

Dicen que utilizaba con frecuencia una de las palabras más hermosas que la Humanidad ha intentado ‘compañero’. Le faltó tal vez tiempo para comprender que esa palabra no se puede prodigar indiscriminadamente, y que si se quiere hacer un cambio social en profundidad es menester la localización exacta de los que acompañan y de los que obstaculizan. Sin embargo, y pese a ese error que le ha costado la vida, el ejemplo de Allende reivindica para mucha gente el respeto a la ley, la fe en la palabra dada, el cumplimiento hasta el final de los compromisos adquiridos con quienes le llevaron al Poder. Y alecciona, por supuesto, a quienes no hayan perdido la esperanza en que América Latina merece (y, desde luego, necesita) una revolución en paz social. Porque falta saber, y esto es decisivo, cuál será el abanico de consecuencias a desprender del golpe chileno. Allende ha muerto, y con él la esperanza de una avenencia pacífica que sustituya a las revoluciones. En cualquier caso, los enemigos de Allende han reivindicado para sí la iniciativa de la violencia.

Hemos seguido desde este periódico la vicisitud y la experiencia chilena de un socialismo en libertad a la europea. Por el momento, en América no ha salido, y lo deploramos. En América solamente ha sido posible el socialismo comunista de La Habana. Aquellos que han cerrado este camino de la libertad al socialismo, podrían abrirle el otro.

Independientemente de que nos parezca reprobable la violencia, no debemos descartar la esperanzadora posibilidad de que el fracaso sistemático de la democracia liberal (un poder acosado, y una oposición obstaculizadora) haya producido una desembocadura inevitable. En este caso, sería de desear que las Fuerzas Armadas de Chile pudiesen organizar un sistema político que garantizara la imagen de la América nueva, y que, en ningún caso, fuera una regresión a quienes, por la defensa de sus intereses, han provocado la muerte de Allende.

Ciudadano

13 Septiembre 1973

Lo de Chile

Rafael García Serrano

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Lo de Chile estaba más que cantado. En cuanto ‘el gran mudo’ ha comenzado a hablar, se ha caído todo el montaje frentepopulista. Si la guerra civil es un hecho o no, dependerá tanto de la unanimidad con que el Ejército haya apoyado el alzamiento, como de la estructura interna de la famosa Unidad Popular, tan parecida al Frente Popular que conoció España. En todo caso, es imposible, por el momento, establecer ni siguiera un mediano pronóstico mientras las noticias sean tan confusas como hasta ahora. No cabe más que desear al pueblo chileno suerte para sortear la máxima desventura, que está al acecho.

Entretanto, es curioso observar el despliegue periodístico nacional en torno al acontecimiento. Algún diario acentúa, conmovedoramente la legitimidad del régimen de Allende, sin ni siquiera pasarse a considerar que su propia cabecera nace de un acto de rebelión militar y civil contra un Gobierno seguramente tan legítimo como el de Chile, contra un presidente llamado don Manuel Azaña, y un jefe de Gobierno llamado don Santiago Casares Quiroga. Los militares chilenos – a los que no sé si apoya alguna organización civil – se han constituido en junta, al estilo hispánico, para alzarse frente a la invasión marxista y la anarquía política. EL marxismo es siempre una invasión; la anarquía es como el cólera. Nada hace presumir que el acto de echarse a la calle no haya estado precedido de abundante paciencia. El  Ejército chileno tiene una larga tradición de silencio, tanta o más que el francés, pero hay encrucijadas históricas en que se le suelta la lengua a cualquiera. ‘La grande muette’ francesa habló largo y tendido en 1940, cuando De Gaulle no aceptó la derrota, volvió a largar desde Argelia para favorecer el regreso del jefe de la Francia Libre al poder, y de nuevo se dividió en 1961, igual que en 1940, a consecuencia de la facilidad con que se inclinó el gran solitario al abandono de Argelia. En mayo de 1968 hizo que su voz, esta vez desde Alemania, resonase en las calles de Paris. Y cito al Ejército francés porque siempre se le ha considerado el arquetipo de subordinación a las urnas y los poderes civiles.

Llorar sobre la legitimidad de Allende o evocar los fastos de Sierra Maestra en el réquiem político del ex presidente chileno es poco oportuno. Del mismo modo lo es menear el incensario en apoyo de los militares chilenos para pedirles que una vez sacadas las castañas del fuego en beneficio de los caballeros de la derecha, de las clases privilegiadas, vuelvan a sus cuarteles para que retorne la normalidad. ¿Qué normalidad? ¿La normalidad de injusticias que hizo posible la existencia de Allende? ¿La normalidad de abusos por parte del conglomerado de la Unidad Popular? Utilizar a los militares como bomberos no me parece justo. Claro que esto es un juicio personal y derivado de mi experiencia española que no considero fácilmente transferible ni siquiera a un país tan fraterno como Chile. Para mí tan malo es Allende como Frei, y puesto a elegir, siempre estaría más cerca del presidente caído que del demócrata cristiano ese, discípulo favorito a lo que se dice, del señor Gil Robles, cuya política fue tan catastrófica en su tiempo que, con esa tenacidad que los españoles ponemos en nuestra autodestrucción, algunos compatriotas reclaman llenos de nostalgia liberal y económica. La derecha y la izquierda españolas muestran sus dientes aperturistas a través del encuadre con que nos presentan el dramatismo acontecer chileno.

Es curioso recordar que el nombre de un presidente chileno jugó mucho en la dialéctida de los primeros días de nuestra guerra. Don Miguel de Unamuno le dijo en Salamanca al periodista Nickerbocker: “La guerra civil española no es una guerra entre liberalismo y fascismo, sino entre la, sino entre la liberalización y la anarquía… Madrid se ha vuelto loco, la anarquía es una enfermedad y Madrid la tiene. Azaña debía suicidarse como el acto patriótico, imitando el ejemplo del presidente de la República de Chile, Balmaceda”

 Balmaceda se pegó un tiro a finales del pasado siglo en la ficción extraterritorial de la legación argentina en Santiago, donde se había refugiado. La verdad es que no sé por qué salvo que había sido derrotado políticamente. ¿Se ha suicidado Allende? Tampoco lo sabemos nadie, por lo menos a la hora de escribir estas líneas, pero si es así lo ha hecho, ha reforzado con patetismo una actitud que no deseamos que se convierta en tradición para Chile, porque sería más síntoma. Azaña, a pesar de la invitación de don Miguel, que repitió dijo que nones. Don Miguel, según recuerda Iribarren, le aconsejó a Mola que no se metiese más con Azaña en sus discursos. Le encomendó a su colega y amigo González Oliveros: “Dïagale usted que se lo digo yo, que he invitado a Azaña a que se suicide” Me dan la impresión  de que nuestro gran don Miguel consideraba que Azaña debía haberle obedecido, pero este no estaba por la labor, ya se vio.

Allende era o es – muerto o vivo, es y será siempre porque ya su nombre está en la crónica histórica – un hombre valeroso. Ni me extrañaría que se hubiese suicidado, ni tampoco que hubiese muerto con las armas en la mano, o fusilado o bien que nade por ahí organizando la resisentencia. Cualquier cosa es posible dado su entero carácter, que le hizo anunciar que no saldría de la Casa de la Moneda más que con los pies p´alante”.

En Chile tiran con plomo y aquí también se tira con plomo, aunque desde las linotipias. Momentáneamente es más contundente y peligroso un balazo, pero a la largo el plomo periodístico puede resultar más daíno. Está claro que las dos posiciones adoptadas por dos periódicos frente a la rebelión del Ejército chileno, traslucen dos conceptos políticos y dos talantes vitales opuestos entre sí y ambos fuera de la actitud histórica del 18 de Julio.

Entonces nos rebelamos contra un Gobierno legal, pero traidor y ante la postura de muchos periódicos y muchos intelectuales, la juventud universitaria reaccionó cantando: “Rebeldes nos han llamado, rebeldes queremos ser…”.

Descendientes del 18 de julio y algunos de sus protagonistas, se sitúan ante el caso chileno con un dengue comodón y reaccionario o con un tío intelectualoide y neoliberal. Y a mí me da risa constatarlo.

Rafael García Serrano

14 Septiembre 1973

Sin Paralelismo

Ciudadano (Director: Emilio Romero)

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Ayer en el diario EL ALCÁZAR, nuestro colega Rafael García Serrano publicaba un artículo difícilmente superable. Decimos que difícilmente superable, porque para cualquier comentarista político suele ser norma principal la claridad y la congruencia y García Serrano en su artículo, parecía renunciar previamente a ambas, para apuntarse a una divagación confusa, conducente nada más que a una semejanza irrecomendable con el juego de los despropósitos. Decía: “Para mí tan malo es Allende como Frei, y puestos a elegir, siempre estaría más cerca del presidente caído que del demócrata cristiano éste, discípulo favorito, a lo que se dice, del señor Gil Robles, cuya política fue tan catastrófica en su tiempo, que, con esa tenacidad que los españoles ponemos en nuestra autodestrucción, algunos compatriotas reclaman llenos de nostalgia liberal y económica”. Está claro que la derecha ha hecho imposible la presidencia de Allende. Allende era la antiderecha. Por eso García Serrano está más cerca de Allende. Entonces ¿por qué se alegra de que haya caído?

Ahora bien: lo que rechazamos enérgicamente, desde la raíz, es el presunto paralelismo de los acontecimientos de Chile con los de la España de 1936. Y, mucho más, la comparación entre el Ejército español del 18 de julio con los Ejércitos sudamericanos, sin mengua alguna, por supuesto del respeto que estos merecen, pero con la debida conciencia de las diferencias de tiempo, naturaleza, actitud, circunstancias y lugar. El Ejército español de 1936 era una entidad profundamente nacional, que se levantó entre otras cosas, contra la descomposición nacional producida por las querellas profundas y antiguas entre la derecha y la izquierda, convertidas en provocadoras de caos. El juego de los intereses económicos europeos poco tenía que ver con la guerra de España, mientras que los intereses económicos continentales de América está probado que tenían bastante relación con los asuntos internos en Chile. Solamente la comparación de los asuntos de Europa con los asuntos de América es puro disparate. Y establecer una similitud entre Azaña y Allende es política y personalmente imposible. Como es sabido, los Ejércitos sudamericanos son, en su mayoría, liberales y abundan en ellos los masones. ¿Pueden homologarse nuestros generales con los sudamericanos? En absoluto. Los militares hispanoamericanos se corresponden con nuestros militares del siglo XIX. De toro lado, el 18 de julio fue un levantamiento en el que participaron, junto al Ejército, fuerzas populares de signo nacional. ¿Es comparable la situación, por ejemplo, a la del Ejército argentino, cuando el derrocamiento del general Juan Domingo Perón, en el que los generales liberales y masones se aliaron con los socialistas de extrema izquierda y con el partido comunista argentino contra el pueblo, y zahirieron a España todo lo que pudieron? Todo el amor de García Serrano por el ejército español, que nosotros compartimos, no le da el menor derecho a establecer analogías inexistentes. Si le tiene simpatía o antipatía a la figura política de Allende, que lo diga por lo derecho, pero sin ampararse en irrealidades. ¡Menudo flaco servicio para nuestro Ejército, con la mejor buena fe, cuando el mundo entero está condenado la sublevación de Chile!

Por otra parte ¿es posible, es licito, tratar de emparentar el comportamiento del Ejército del 18 de julio con los intereses económicos de las oligarquías sudamericanas, propiciados por las maniobras de la I. T. T. (por ejemplo, de los intereses imperialistas y del predominio del gran capitalismo? Pensamos precisamente por respeto al Ejército, que las cosas no son así. Y que no se puede despachar con cuatro imágenes desafortunadas el riguroso análisis que los sucesos de Latinoamérica están necesitando. El Ejército del 18 de julio de 1936 era un Ejército propio del siglo XX, con el deber de replantearse, de arriba abajo, , las bases mismas de la convivencia nacional y de su destino futuro. Y con la aspiración de canalizar las demandas sociales. Los Ejércitos sudamericanos, generalmente, son propios y características del siglo XIX, con sus dosis de liberalismo y de progresismo anticuado, de masonería y de vinculación indiscutible con los predominios económicos.

Por último, convendría decirle a García Serrano que el paralelismo que él trata de establecer es inviable, entre otras razones, pro el siguiente motivo: en la España de 1936, el levantamiento popular y militar se produjo, fundamentalmente, porque desde el Poder se había roto la legitimidad al asesinar al jefe de la oposición, José Calvo Sotelo. En Chile, por el contrario, el Poder no ha asesinado a nadie, antes al contrario, el que ha muerto ha sido Allende. Sin desviarse ni un solo punto de la ley y del respeto a la Constitución. Ha sido este hecho el que ha dejado al golpismo sin razones: sin otras razones, al menos que las nacidas de la voluntad de acabar con el socialismo en la libertad. Por otra parte, y en estricta justicia, hay que decir que el Gobierno del presidente Allende mantuvo, en todo momento, excelentes relaciones con España. Y que Allende, durante su visita a la ONU fue el primer dirigente socialista que tuvo públicamente elogios calurosos para nuestro país. Así como su embajador en Madrid, Oscar Agüero Corvalán, gran amigo de España y conocedor y simpatizante de nuestras realidades y problemas. Todo esto es algo que hay que reconocer con nobleza. Sin establecer, por supuesto, falsos y peligrosos paralelismos con situaciones distintas, pertenecientes a tiempos pasados.

Ciudadano

17 Septiembre 1973

Noticia Fresca

Rafael García Serrano

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El día 13 de septiembre fue un día negro para mí. Nunca se me ha dado bien el 13 y este último 13 – o Toledo, como sustituye precavidamente cierto amigo mío – cometí la imperdonable ligereza de publicar una crónica al vuelo titulada ‘Lo de Chile’, que no ha gustado ni un pelo a Ciudadano, amanuense a sueldo del diario PUEBLO.

Estoy desolado.

Ciudadano pertenece a la flor y nata de los mozos del órgano sindical que utilizan el sued´nimo como una careta, y algunos muy brillantemente, sin duda, que por modestia: son los Catones, los Erasmos, los Copérnicos, los Procuradores, los Danieles, los Suetonios – Tácito, no; Tácito trabaja en otro club… – e, incluso los Máximos. Porque es el caso que con esta inflación de seudónimos rimbombantes una llega ya en su extravío a pesar que Máximo también lo es, e incluso Emilio Romero. ¿De quién podría ser seudónimo Emilio Romero? Ahí tenemos otro gran bonito juego de misterio, como él de Diego Ramírez. De todos modos, y aun conociendo las limitaciones que me imponen la vulgaridad de mis apellidos, no me decido a renunciar a ellos, porque, eso sí, me vinene llenos de honestidad y limpieza. Comprendo que luchar contra Ciudadano nada menos, siendo un García ‘pelao’ y un Serrano de tres al cuarto, constituye una temeridad por mi parte, pero hay que pechar con el mal fario del 13 hasta sus últimas consecuencias.

Ciudadano – a quien supongo un hombre o un equipo de pensamiento como se dice ahora, la mar de culto – no sabe leer, o andaba sondormido cuando deletreó ‘Lo de Chile’, o yo escribo en griego, posibilidad que Manuel Fernández Galiana, mi viejo compañeor de banco de Filosofía y Letras reputará descabellada. Porque en medio de la obscuridad, la incongruencia, la confusión, la falsedad, lo irrecomendable, el despropósito y el peligro de Ciudadano señala como características principales de mi trabajito en EL ALCÁZAR, aparece una cosa clara: que yo no he dicho ni media palabra de aquello que me cuelga Ciudadano y que pudiera ocurrir que mi discreto colega se refiriese a otro artículo de otro señor cualquiera y que, con esas distracciones tan naturales entre los que soportan sobre sus hombros el peso del pensamiento moderno y contemporáneo, me atribuya a mí los frutos de la minerva de un tercer caballero. De no ser así, quien leyere mi artículo y la posterior catilinaria de Ciudadano comprenderá que éste último hace turismo por los cerros de Ubeda.

Porque yo no he dicho que me alegre por la caída de Allende, entre otras razones porque soy una persona bastante decente y no me he engañado jamás ni con caídos, ni con enemigos, ni con derrotados, ni con simples ministros cesantes – tic nervioso más atribuible al repertorio social de PUEBLO – aunque tendría tanto derecho al júbilo, si los acontecimientos de Chile responden, y así lo espero, a mi entendimiento de la política sus lágrimas corriendo por el despeñamiento del ‘socialismo en la libertad’, si bien no precisamente en el órgano de lo sindicatos españoles. Porque yo no he trazado un ‘presunto paralelismo de los acontecimientos de Chile con los de la España de 1936”. Incluso subrayaba que mis palabras eran ‘un juicio personal y derivado de mi experiencia española que no considero – decía – fácilmente transferible ni siquiera a un país tan fraterno como Chile”.

Ni comparé al Ejército español con el chileno, aunque, como conozco bien a éste, sé que es digno heredero de aquél. Ni cometí el ‘puro disparate’ de comparar los asuntos de Europa con los asuntos de América, ni en mi artículo aparecen para nada los nombres de Europa o América, salvo para la particular conveniencia de Ciudadano a fines de lucimiento con ese maniqueo que tiene citado de siete a nueve, en lugar de citarse con una buena rapaza, si es que está en tan feliz edad y condición. NI aludí a ningún Ejército sudamericano que no fuese el de Chile, ni al argentino, ni a Perón, ni homologué a nuestros generales con los sudamericanos, ni emparenté ‘el comportamiento del Ejército del 18 de julio (por cierto, este julio yo suelo escribirlo con mayúscula) con los intereses económicos de las oligarquías sudamericanas’, ni intenté, y por lo tanto sobra el calificativo de desafortunado, ‘el riguroso análisis que los sucesos de Latinoamérica (por cierto, yo suele escribir Hispanoamérica) es´tan necesitando”, ni nada de lo que suelta por su pluma el enloquecido Ciudadano tiene que ver con lo que yo escribí ¡ay!, el pasado 13, lagarto, lagarto… Al Ciudadano de marras le concedo el beneficio de la droga. Sin duda estaba ‘de viaje’ cuando soñó que yo había largado la serie de majaderías que me atribuye. ¡Es terrible eso de escribir mirándose al espejo!

Por supuesto, no traté de ‘establecer una similitud entre Azaña y Allende’, sino que me limité a contar una anécdota de don Miguel de Unamuno referida a Azaña y al presidente chileno Balmaceda, y por estar de acuerdo en algo con el amanuense popular, aclaré que, en efecto, ‘establecer una similitud entre Azaña y Allende es política y personalmente imposible”. Azaña no era marxista, como Allende, ni tuvo el valor de suicidarse, como pretendió don Miguel de Unamuno que hiciese y parece que ha hecho Allende sin ningún requerimiento. Su única semejanza consistía en que ambos tenían de estadista lo que yo de teatino y en que los dos llevaron a sus pueblos a la catástrofe, la sangre y la ruina. Ni se me ocurre afirmar – como hace Ciudadano – la mentecatez de que en la España de 1936, el levantamiento popular y militar se produjo fundamentalemnte, porque desde el Poder se hbaía roto la legitimidad al asesinar al jefe de la oposición José Calvo Sotelo”, porque aunque Ciudadano no lo sepa, cualquier español medianamente informado sabe que el Ejército comenzó a preparar el Alzamiento mucho antes de esa fecha y personalmente puedo asegurarle que estuve movilizado para la rebelión nada menos que dos veces antes del 13 de julio de 1936. Ni se me pasa por la imaginación asegurar – como asegura Ciudadano, sin duda con las escalillas sobre su mesa – que los Ejércitos hispanoamericanos ‘son, en su mayoría, liberales, y abundan en ellos los masones’, ni comparó con menosprecio de ambos a los Ejércitos sudamericanos de hoy con los españoles del siglo XIX, porque, entre otras cosas, el Ejército español del XIX fue la institución más sólida, estable y progresiva que produjo la sociedad de aquel tiempo se desdicha. Y como ni el Ejército español necesita halagos, ni yo acostumbro a halagar a nadie y menos al Ejército porque creo conocerlo mejor que Ciudadano y sé que el halago le repugna, puedo decir que en el Ejército del 18 de Julio había muchos marxistas y bastantes masones y que incluso hubo masones del lado de la rebelión aunque abundaron más en el rojo encabezados por el famoso tontiloco (adjetivación de Azaña) de Mangada, que además de masón era esperantista y vegetariano, lo cual cuento a título de precisión y no por otra causa. Sí dije, y lo sostengo, que la Unidad Popular y el Frente Popular se parecen. Y aún me atrevo a jurar que la Unidad Popular chilena no es más que un plagio del Frente Popular español, adobado con la poética del señor Neruda, tan nostálgico del Madrid de los ‘paseos’.

Ciudadano no sabe nada del 18 de Julio, ni creo que tampoco de Chile, ni de América, y no digo que está en la Luna porque allí no le dejarían aparcar ni la CIA, ni el gran capitalismo. Por no saber, Ciudadano no sabe ni siquiera que el diario PUEBLO es la consecuencia de una rebelión del Ejército, la Falange y el Requeté contra el gobierno legítimo de la República, y que el director de PUEBLO fue falangista y es consejero nacional del Movimiento, y aún encargado en el Consejo de alguna tarea relacionada con la Prensa. ¡Y ahí le duele a Ciudadano, que tampoco sabe que los miembros de hoy condenan al Ejército chileno son los que entonces condenaron al Ejército español y todavía detienen a nuestro pueblo en las puertas del Mercado Común, pongo por ejemplo, en virtud de sucios rencores acumulados desde nuestra guerra victoriosa.

Ciudadano se escurrió y se colocó en orsai, y si pretende sacar la pata que tan candorosamente metió hasta el corvejón – y que fue advertida a su tiempo por YA – no será a mis costillas. Y el camelo ese del ‘socialismo en la libertad’, que le produce el dulce escalofrío de adolescente que descubre la entrepierna, se lo puede meter donde le quepa. Yo conozco bien el ‘socialismo en libertad’ en España, en 1931, en 1934 y en los asesinatos de 1936-1939. Personalmente me repugna el socialismo, por necesario y justo que fuera su nacimiento y hasta supervivencia, porque lo encuentro reaccionario, arqueológico y más cursi que Rodolfo Valentino, y para mi avío revolucionario me contentaría con el nacionalsindicalismo ¿Recuerda Ciudadano qué es el nacionalsindicalismo? ¿Recuerda que el señor Allende, en viaje por Europa, evitó exquisitamente manchar su toga con el lodo de España? Y no vaya tanto por las embajadas, ni aluda tan indiscretamente a embajadores – puede hacerles un mal tercio, créame – porque al final los alegres tragos y los ricos canapés hay que amortizarlos como sea. ¿Sabe que Alberti escribe poemas de llanto por el régimen derrocado en Chile? ¡Y ése sí que sabe del 18 de Julio! ¿Y sabe Ciudadano que Tito ha dicho más o menos que Allende será la bandera del marxismo en Hispanoamérica? ¡Y ese también sabe algo sobre el 18 de Julio! ¿Y no escucha las jeremiadas del payaso de Nenni, el afamado ladrón de tapices de Guadalajara? ¿Y se da cuenta Ciudadano de que ha acusado al Ejército chileno de estar vendido a los intereses económicos de tal y cual y a las oligarquías de esto y lo otro? Considere, alma cristiana que se expone a quedarse sin invitación a la Embajada. Y no me aconseje por favor, que me exprese ‘por lo derecho’ porque quien me lee – cosa que Ciudadano no hace – sabe que justamente es lo que hago desde pequeñito. ¡Y así me va!

Sin embargo, felicito a Ciudadano y a PUEBLO porque al fin los he visto escalonarse en la defensa de alguien que perdió el cargo. Y eso es noticia.

Rafael García Serrano