El líder de Podemos, Pablo Iglesias y su cabeza de lista por Barcelona, Xavier Domenech, se dan un beso morreo en el hemiciclo del Congreso

Como Podemos es una fábrica de amor (Juan Carlos Monedero) que lleva ‘el corazón en la mano’ (Pablo Iglesias), sus besos son la expresión natural de ese caudal de pasiones que les distingue del resto. El que se dieron Pablo Iglesias y Xavier Doménech carece del fervor doliente del beso de Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, porque este le abría el lagrimal de par en par y el de ayer es más frío que el iceberg contnra el que se estrelló el Titanic. Tampoco se parece al de Patrick Swayze y Demi Moore en ‘Ghost’, conmovedor beso entre la vida y la muerte que unió para siempre la carne y el espíritu. No llega, ni de lejos al beso de Kristen Stwart y Robert Pattison en ‘Crepúsculo’, acaso la más hermosa demostración de amor entre una humana y un vampiro. Ni siquiera recuerda al beso candoroso de Dama y Golfo – amores perros – en ‘La Dama y el Vagabundo’.

Es de Pablo Iglesias y Xavier Domenech es pura impostura, como si en la ‘fábrica de amor’ de Podemos los besos brotaran de una fría cadena de montaje para venderlos al peso.

«En un beso sabrás todo lo que he callado», escribió Pablo Neruda. Sin embargo, en el beso de Iglesias y Doménech sabemos todo lo que han hablado. No es un beso, sino un vulgar pico propagandístico, un posado en toda regla. La sobreactuación de Podemos provoca repelus. TIenen ensayada hasta la sombra de la coleta del líder. Tras su aparente naturalidad, todo está medido hasta el último detalle. Los besos, el niño de pecho de Carolina Bescansa, las camisas remangadas por encima del codo de Pablo Iglesias, sus zapatillas negras… hasta el smoking que lució en la ceremonia de los premios Goya.

Podemos es tan artificial que su ‘fábrica de amor’ es en realidad una máquina programada para alcanzar el poder. Todo lo manipulan, salvo sus deseos de venganza. Eso sí que les brota de forma natural.