13 septiembre 2006

Ekaizer asegura que el reo se jactaba en prisión diciendo 'Mientras EL MUNDO pague, les cuento la guerra civil"

EL MUNDO publica una entrevista al encarcelado Suárez Trashorras que vincula a ETA con el 11-M, EL PAÍS insinúa que le pagaron

Hechos

En su edición del 13.09.2006 el diario EL PAÍS desveló que Suárez Trashorras, uno de los principales procesados por el 11-M se había jactado en prisión de que, por dinero, contaría lo que hiciera falta al diario EL MUNDO en sus entrevistas.

Lecturas

suarez_trashorrasEl minero José Emilio Suárez Trashorras detenido por su vinculación con la masacre del 11-M (la fiscal le acusa de ser quien suministró los explosivos. El 4.09.2006 el diario EL MUNDO publicó una entrevista firmada por D. Fernando Múgica Goñi en la que el minero aseguraba que Jamal Ahmidan tenía vínculos con ETA. (la línea editorial del diario EL MUNDO y de los programas ‘La Mañana’, ‘La Linterna’ y ‘La Palestra’ de la COPE era cuestionar todo indicio de que el 11-M fuera obra de los islámicos y sobredimensionar todo indicio que pudiera apuntar a ETA).

El día 13.09.2006 el diario EL PAÍS publicó en portada unas declaraciones recogidas por los periodistas D. José Manuel Romero y D. Ernesto Ekaizer, según las cuales Suárez Trashorras había asegurado en marzo de 2005 que él estaba dispuesto a decir lo que fuera mientras le pagaran: «Mientras EL MUNDO pague, yo les cuento la Guerra Civil».

zapTitular_titular_trashorras2 El diario EL MUNDO publicó una entrevista a Suárez Trashorras, encarcelado como uno de los responsables de la masacre del 11-M, en la que este aseguraba que en realidad el 11-M había sido un golpe de Estado contra el Gobierno del PP ‘encubierto tras un grupo de musulmanes’, apuntando por tanto la teoría de que la autoría islámica del atentado era en verdad una farsa para ocultar a los enigmáticos ‘verdaderos’ responsables de la matanza.

zapTitular_titular_trashorras En la segunda entrega de la entrevista de EL MUNDO a Suárez Trashorras, el detenido asegura que la Policía Nacional había intentado ‘comprarle’ para que dijera que los responsables del 11-M eran los islámicos, dando a entender que el verdadero culpable era otro, que permanecía en secreto.

zapTitular_titular_trashorras3 El diario EL PAÍS, en una información de D. Ernesto Ekaizer y D. José Manuel Romero, publicó unas declaraciones de Suárez Trashorras en las que este se jactaba de que mientras EL MUNDO pagara, «les contaría la Guerra Civil», en una aparente maniobra para deslegitimar todas las declaraciones del imputado.

ECOS EN ‘DIARIO DE LA NOCHE’ EN TELEMADRID

zapTitular_yanke_sebastián En el programa ‘Diario de la Noche’ de TELEMADRID, D. Germán Yanke y D. Pablo Sebastián [editor del digital ESTRELLA DIGITAL] comentaron el cruce de portadas entre EL MUNDO y EL PAÍS augurando una nueva guerra entre los dos periódicos.

03 Septiembre 2006

¿Dreyfus o Landru?

Pedro J. Ramírez

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Vencido este verano de incendios y piscina, de colapso aeroportuario y de cayucos, de bochorno agosteño en julio y borrascas del Cantábrico en agosto, de decepción futbolera y eclosión baloncestística, de carné de conducir por lonchas y presuntos locales sin tabaco, de baile de las víctimas y tambores de hojalata -¡ay, la memoria histórica!-, he aquí al hombre.

Zanjadas estas vacaciones en las que ETA sólo cubrió las apariencias de la protesta callejera mientras negociaba con el Gobierno profundamente y en secreto; en las que Fernández de la Vega recorrió dos continentes, desde Bolivia hasta Finlandia, en esforzada defensa de los intereses nacionales; en las que la mujer de Maragall se dio de baja del futuro ex partido de Maragall ; y en las que ZP sintió el halago del taconazo de Touriño en los humeantes bosques de Galicia y el agravio del desdén de Jaume Matas que no acudió a recibirle al pie de la escalerilla del avión y le esperó sin corbata -¡ni calcetines!- en justa correspondencia a la negativa presidencial a reunirse en otro sitio que no fuera el aeropuerto de Palma, he aquí al hombre.

Rodeado en la portada de nuestras nuevas secciones y fichajes -qué orgullo poder sumar el de Anson a otros talentos tan dispares-, de las expectativas de la gloria deportiva para hoy, del lanzamiento de las dos mejores colecciones jamás editadas por un medio escrito -vean, vean con toda la familia el tráiler de Los Años del NO-DO-, y del más enorme esfuerzo de investigación y encuesta sobre un solo hecho nunca realizado, en suma, por un periódico, he aquí al hombre.

Con su cara de buen chico, con su mirada a la vez enigmática y serena, con el pelo y la corbata en su sitio, con sus labios finos como una cicatriz o la hendidura de una hucha, con ese aire de cordero degollado que sube al altar con la misma impasibilidad con que se escala un cadalso sobre el que reposa el hacha de una condena a 3.000 años de cárcel, tan distinto del tarado patibulario y asocial que nos han presentado las fotos y versiones policiales, he aquí al hombre.

José Emilio Suárez Trashorras no es una atracción de feria, pero fíjense bien en él porque en su memoria y en su conciencia están guardadas claves esenciales para desentrañar la cadena de acontecimientos que sacudieron a España entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Y porque de lo que argumenten, establezcan y decidan los jueces sobre cuál fue su conducta y cuáles sus móviles dependerán en gran medida las referencias morales por las que transcurrirá nuestro futuro y el grado de confianza que los ciudadanos podrán sentir hacia el sistema.

Al cabo de más de dos años de intentarlo, Fernando Múgica ha logrado que le conceda una extensa entrevista. Hoy publicamos la desnuda síntesis de su tremenda interpretación de lo sucedido y situamos al personaje en su circunstancia. A partir de mañana divulgaremos sus revelaciones y alegaciones, con tanto detalle como él mismo las ha expresado. Junto a ellas incluiremos también un minucioso resumen de los testimonios que le señalan en el sumario instruido por el juez Del Olmo como responsable directo de los asesinatos de 192 personas.

No faltarán los bellotaris que vociferen acusándonos de hacer el juego al peor de los delincuentes. Ya ocurrió cuando entrevistamos a Amedo y Domínguez o al fugitivo Roldán. Pero lo esencial no es quién sea el narrador, sino cuál es la trascendencia y fiabilidad del relato. Además en el caso de los ex policías se trataba, es cierto, de dos personas que ya habían sido condenadas a más de 100 años de cárcel por varios asesinatos frustrados y bien podía alegarse que la decisión del Director General de la Guardia Civil de poner pies en polvorosa era toda una declaración de culpabilidad anticipada. Trashorras -que ni siquiera tiene antecedentes penales- es sólo un procesado en prisión preventiva. Nada menos, pero tampoco nada más. Su presunción de inocencia está en entredicho, pero de ninguna manera destruida.

Trashorras tiene derecho a ser escuchado y no sólo por el juez, sino por el conjunto de una opinión pública a la que desde el día de su detención se le dio por hecho que, de forma deliberada y consciente, él había suministrado a los islamistas los más de 200 kilos de Goma 2 necesarios para volar los trenes del 11-M, el AVE a su paso por Mocejón y el piso de Leganés en el que ellos mismos murieron. Anhelaba poder hacerlo ante la Comisión del 11-M, pero no le dieron ni la oportunidad de declarar en directo, ni siquiera la de testificar por escrito. Ahora ha decidido contar su versión a través de nuestro periódico y yo les pido que la lean con atención y la pongan en contraste con las acusaciones que pesan contra él y con los demás elementos de juicio que EL MUNDO ha venido desvelando.

Escribo con la ventaja de haber leído ya lo que publicaremos mañana y pasado. Trashorras no es ningún mentecato. Su enfermedad podrá haberle hecho perder el equilibrio en momentos críticos, pero su relato revela una mente lógica y una capacidad especialmente articulada para contestar al detalle con el detalle. Sus opiniones tienen un valor relativo, pero los hechos y conversaciones que reconstruye componen el único testimonio conocido de alguien de nacionalidad española, ajeno a su círculo familiar, ideológico y religioso que durante las semanas anteriores al 11-M mantuvo reiterados contactos con Jamal Ahmidan, a quien hemos venido apodando El Chino y atribuyendo la condición de jefe operativo del comando que perpetró y ejecutó la masacre.

¿Cuál era el origen y finalidad de esa relación? Tres cosas parecen fuera de duda a propósito de Trashorras: 1) que trapicheaba con droga, 2) que era confidente habitual de la Policía, 3) que desde casi tres años antes del 11-M el tráfico de explosivos -consumado o no, a una escala u otra- se mezcló con los otros dos ingredientes. Agítese todo ello en la coctelera y llegaremos a las reuniones con el también confidente Zouhier en las que supuestamente comenzó la negociación del trato que, según la Policía, la Fiscalía y el juez, desembocó en el suministro de la dinamita del 11-M. ¿Pero eran un marroquí y un ex minero los que se miraban a los ojos, o la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil y la Policía de Asturias las que lo hacían?

Desde que en julio de 2001 Lavandera le cuenta al agente Campillo que Trashorras y su cuñado Antonio Toro «buscan a alguien que sepa montar bombas con móviles» hasta la extraña detención de quien cree estar ayudando a investigar el 11-M y se encuentra de repente entrullado y sin medicación contra la esquizofrenia, suceden suficientes episodios extraños a su alrededor -incluido el constatado merodeo de ETA que culmina en el robo del vehículo del callejón de Avilés- y va quedando una estela lo suficientemente espesa de las actividades del tándem, como para que sólo su control y supervisión policial expliquen que ambos no permanecieran todo ese tiempo entre rejas.

A los testimonios de Lavandera y de Zouhier hay que unir los de dos de sus jóvenes compinches de ocasión, Iván Granados y el llamado El Gitanillo, que también involucran a Trashorras en la entrega de explosivos mediante viajes en autobuses de línea. De los cuatro sólo el último le implica concretamente en la puesta a disposición de los islamistas del gran cargamento de Goma 2 ECO que supuestamente salió de Mina Conchita durante aquella tenebrosa madrugada del 28 de febrero con destino a Morata de Tajuña. El problema es que El Gitanillo llegó a un pacto con la Fiscalía, mediante el que su autodeclarada participación activa en el mismo presunto tráfico criminal por el que a Trashorras le piden más de 3.000 años de cárcel quedó sospechosamente zanjada con seis de reformatorio.

Es, de hecho, el testimonio de este menor, poniendo en boca de su jefe comentarios casuales del tipo de «¡menuda la que armó Mowgly!», lo que permite al juez Del Olmo llegar en su auto de conclusión del sumario a la implacable tesis de que Trashorras «tenía conocimiento del radicalismo islamista de Jamal Ahmidan y su grupo así como del destino que podían dar a los explosivos», lo que es tanto como decir que no le importaba contribuir al asesinato de decenas y decenas de personas con tal de obtener un beneficio en forma de dinero o droga. Es una lástima que la inferencia sobre tamaña insensibilidad no quede, sin embargo, complementada por el instructor con mención alguna del cuánto, cómo y cuándo debía cobrar Trashorras, ni por supuesto con datos bancarios o indicios de otra naturaleza que revelen entregas en metálico o en hachís inmediatamente antes, durante o después del viaje de los islamistas a Asturias.

La tendencia de los investigadores a tirar por elevación en todo lo concerniente a Trashorras queda aún más patente en el documento con las conclusiones policiales cuyo punto 27 desenterró anteayer Casimiro García-Abadillo para poner definitivamente en entredicho la consistencia como prueba de la mochila de Vallecas. Dos apartados más adelante, concretamente en el número 29, se afirma literalmente: «Teniendo en cuenta que algunas personas acusaron a José Emilio Suárez Trashorras de conocer el procedimiento para activar explosivos con teléfonos móviles, años antes de este atentado terrorista, no resulta descartable que éste asesorara en este aspecto a los terroristas del 11-M».

¿Desde cuándo «buscar a alguien que sepa montar bombas con móviles» equivale a «conocer el procedimiento para activar explosivos con móviles», en vez de constituir un claro indicio de lo contrario? A no ser, claro está, que a la Policía le conste que las pesquisas de Trashorras y Toro en 2001 obtuvieron los frutos deseados y sirvieron a los fines perseguidos.

También produce similar perplejidad leer que la sucesión de contactos telefónicos de Trashorras con los islamistas en los días posteriores a su viaje a Asturias «hacen sospechar que pudiera haberlos asesorado en la manipulación del explosivo» y, en cambio, comprobar cómo los mismos investigadores desdeñan de plano que las llamadas simultáneas a su controlador, el policía Manolón, guarden relación alguna con los hechos. Extraña manera de sumar y de restar.

Con los ya mencionados testimonios en su contra, algunos elementos indiciarios nada despreciables y su propia autoinculpación inicial -cuando dijo haber visto el explosivo en el maletero del coche de los islamistas- sólo cabría tachar de imprudente a aquél que se precipitara a proclamar la inocencia de Trashorras. Pero, por otra parte, resultaría mucho más sencillo creer en su culpabilidad -concediendo incluso que no calibró las consecuencias de sus actos- si al menos existiera una explicación de cómo pudo sustraer una cantidad tan enorme de Goma 2 ECO de Mina Conchita, si al menos existiera una sola prueba fehaciente de que la Goma 2 ECO hallada en Leganés procedía realmente de Mina Conchita o si al menos existiera una sola prueba fehaciente de que la dinamita que estalló en los trenes, viniera de Mina Conchita o no, era realmente Goma 2 ECO.

El problema de la versión oficial del 11-M es el de cualquier castillo de naipes: la caída de una sola pieza arrastra encadenadamente a todas las demás. Si no es verosímil que en 12 explosiones no quedaran rastros suficientes como para detectar los componentes del tipo de dinamita empleada -y menos aún que los resultados de los análisis no se pusieran por escrito-, ¿por qué vamos a sentirnos cómodos con la mera deducción de que, puesto que Trashorras hablaba de vender explosivos y tenía contactos en una mina, Trashorras pasó de manera tan abundante de las palabras a los hechos y Trashorras fue quien posibilitó que se desencadenara la matanza del 11-M?

Tres cuartos de lo mismo podemos decir de la mochila de Vallecas. Si ahora resulta que la conclusión policial es que «pudo ser manipulada en el Ifema», eso significa que alguien ajeno a los islamistas pudo colocar allí el teléfono con la tarjeta que, además de propiciar la detención de Zougam, permitió rastrear las llamadas de Ahmidan, Mowgly, El Chino o como quiera que realmente se llamara, con el propósito de acreditar sus contactos con Trashorras y proporcionar así soporte documental a una complicidad precocinada.

Piensa mal y acertarás, pero in dubio pro reo. Yo a este Trashorras no le daría mi confianza ni como vocal suplente de la junta de mi comunidad de vecinos, pero como el escéptico apóstol Tomás, tendría de verdad que ser capaz de meter mullidamente la mano en el costado de su culpabilidad para poder condenarle por 192 asesinatos. Ni antes ni mucho menos después de haber repasado con lupa sus respuestas me ha ocurrido eso.

¿Culpable o inocente? ¿Chivo propiciatorio camino de la Isla del Diablo de una sentencia injusta como el capitán Alfred Dreyfus o frío y calculador criminal sin entrañas como su contemporáneo Henri Desiré Landru que fue guillotinado negando cínicamente su acreditada trayectoria como asesino contumaz? Mi veredicto dista mucho de ser aún definitivo. Mírenle a la cara, léanlo todo y díganme después qué opinan.

13 Septiembre 2006

El ex minero procesado por el 11-M: "Mientras 'El Mundo' pague, yo les cuento la Guerra Civil"

Ernesto Ekaizer

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«Mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española». El ex minero José Emilio Su árez Trashorras, acusado de facilitar el explosivo con el que los terroristas del 11-M perpetraron el atentado más grave en la historia de España, se desahogaba así en la cárcel, en marzo de 2005, en una conversación con sus padres, a cuya transcripción ha tenido acceso EL PAÍS.

Unos días antes, en febrero, el diario El Mundo había entrevistado a un delincuente habitual, José Ignacio Fernández Díaz, apodado Nayo, antiguo secuaz de Trashorras en negocios de narcotráfico. En la entrevista, aparentemente realizada en la República Dominicana, Nayo se despachaba contra el ex minero, al que acusaba de traficar con explosivos y colaborar con ETA.

Trashorras llevaba casi 12 meses en prisión. Sus conversaciones se grababan, como se realiza normalmente al tratarse de un recluso por delitos de terrorismo. Desde el atentado, el ex minero había prestado cuatro declaraciones ante el juez Juan del Olmo. Y había cambiado su versión de los hechos otras tantas veces. Pero su situación procesal seguía siendo la misma.

Así que en la cárcel, hablando con su padre, Trashorras dejó traslucir lo que parecía un cambio de táctica: pasar a la ofensiva. Para ello, eligió un periódico determinado. La conversación se desarrolló así:

Trashorras. Mientras el periódico El Mundo pague, si yo estoy fuera, les cuento la Guerra Civil española. Desde que nací. Desde la Guerra Civil hasta ahora. Si te vienen con un chequecito cada… ¿Por qué piensas que lo hizo Nayo?

Padre. Por dinero, si ya se sabe.

Madre. Yo no sé por qué la justicia no le cierra la boca a El Mundo…

Trashorras. Porque tienen más dinero que todos ellos juntos, no te jode. Son unos mercenarios. Te pagan a ti para que cuentes cuentos.

Trashorras maduró su plan. Unos días después pidió a sus padres que le consiguieran el teléfono de Fernando Múgica, el periodista de El Mundo que, según dijo en sus conversaciones telefónicas, más le había gustado, siempre según la transcripción.

En las semanas siguientes, se preparó a fondo. Reclamó recortes de lo publicado en el diario Libertad Digital sobre el tema, y que en esencia, se limita a servir de altavoz a las teorías de El Mundo. Libertad Digital es una página web cuyo editor es Federico Jiménez Losantos, el periodista de la cadena de radio de la Conferencia Episcopal que cada día alimenta la teoría de que en torno al 11-M hubo una conspiración contra el PP en la que pudo participar el PSOE.

El Mundo publicó la semana pasada la entrevista a Trashorras. Su autor es Fernando Múgica.

Y de inmediato, en una pauta que se repite desde hace dos años, el PP prestó su apoyo político. Las respuestas del ex minero, que reconoció sus simpatías con este partido político, calcan palabra por palabra editoriales e informaciones de El Mundo, e incluso alguna de las frases más repetidas por dirigentes del PP en relación con el 11-M.

«Tienen que aclararnos el tema de los explosivos, la furgoneta Kangoo, la mochila de Vallecas y el Skoda Fabia».

– «El PSOE y sus aliados políticos han hecho que se cerrase la comisión de investigación en falso. No quieren saber lo que ocurrió porque les puede acabar salpicando, como ocurrió con los GAL».

– «No nos olvidemos que determinados mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad son de la misma ideología que el PSOE, que es el gran beneficiado de los atentados del 11-M. Tampoco olvidemos que algún que otro mando policial ha estado involucrado en los GAL. Por ejemplo, el coronel Hernando, jefe de la UCO».

Suárez Trashorras remataba la faena: «Soy una víctima de un golpe de Estado que se ha tratado de encubrir detrás de las responsabilidades de un grupo de musulmanes…».

Mariano Rajoy, líder del PP, ordenó la semana pasada a su grupo parlamentario, tras la publicación de la entrevista, que insistiese con más preguntas sobre lo ocurrido, e investigase las denuncias de Trashorras, procesado por el asesinato de 191 personas en el 11-M.

Como culminación, el PP pregunta hoy al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, por este asunto. Es la primera vez que este partido político lleva una interpelación sobre este tema al Congreso desde que ocurrió la matanza.

Suárez Trashorras ha hecho hasta ahora cuatro declaraciones al juez Del Olmo, donde corrige su versión de los hechos. De reconocer que vio en el maletero del coche de sus amigos «moritos» bolsas verdes con cables de explosivos pasó a negar que fuesen de explosivos, y señaló que se trataba de material de obras. En su primera declaración confesó que El Chino (suicida de Leganés al que se considera uno de los jefes del comando, y al que supuestamente facilitó el robo de la Goma 2 en la mina donde había trabajado) era partidario de Osama Bin Laden. Después dijo que nunca sospechó que El Chino fuese un islamista radical.

En ninguna de esas cuatro declaraciones al juez (17 de marzo de 2004, 4 de junio de 2004, 17 de junio de 2004, y 16 de noviembre de 2004) Trashorras declaró que, como confidente del jefe de Estupefacientes de la comisaría de Avilés, Manuel Rodríguez, informase previamente sobre el tráfico de explosivos en Asturias ni del interés por esa dinamita de una célula islamista. Todo lo contrario: «Yo no sabía que iban a entregar sustancias explosivas porque si no, se lo hubiese dicho a Manolo (Manuel Rodríguez), al igual que le había dicho cuando trabajaban con hachís».

Pese a que no sabía nada de explosivos y a que nunca creyó que El Chino fuera un islamista radical, cuando se produjo el atentado pensó de inmediato que habían sido «los moritos», así les llamaba.

En la entrevista de El Mundo, dos años y medio después de los hechos, Trashorras cambia su cuarta versión y cuenta que sí avisó al policía del que era confidente de la actividad delictiva de El Chino. Aunque tampoco precisó si le habló del tráfico de explosivos: «Manolón (el policía al que le hacía las confidencias) sabía desde el día 27 de febrero, que el 28 de febrero se iba a producir un transporte de sustancias ilícitas», declaró a El Mundo.

Una vez más, el PP da por buena la versión de un imputado, frente a la versión de las autoridades judiciales. «El policía Manolón conoció las relaciones de Suárez Trashorras y El Chino. Conoció la venta de explosivos a El Chino», declaró hace unos días Jaime Ignacio del Burgo, diputado e investigador del PP.

El policía lo ha negado; Suárez Trashorras no lo ha dicho e incluso ha rechazado en sus últimas declaraciones que conociera que los terroristas se abastecieron de explosivos en Asturias. Pero el PP insiste.

El caso Trashorras constituye sólo el último episodio de un historial más largo que responde siempre a las mismas pautas. Dos años y medio después del atentado, el partido político que gobernaba entonces (PP), y bajo cuya dirección se llevó a cabo la parte fundamental de la investigación de aquel crimen masivo, mantiene sospechas y dudas sobre lo ocurrido y respecto a la gestión del actual Gobierno socialista en relación con la matanza. Para sostener su permanente exigencia de que se sigan investigando aquellos hechos, el PP se aferra a teorías conspirativas que sugieren desde la participación de ETA en el ataque hasta el apoyo indirecto del PSOE a la preparación del atentado. Ni los jueces que han analizado los hechos, ni los fiscales que han trabajado en el caso, ni los policías que han investigado el atentado ahora, ni los mandos policiales que lo investigaron durante el primer mes y medio bajo las órdenes del PP han dado el más mínimo crédito a esas teorías.

Los populares basan sus sospechas en informaciones que airean medios de comunicación afines (básicamente El Mundo y la Cope) para reclamar que se reabra la Comisión de Investigación en el Congreso. El PP insiste, pese a que esas informaciones a las que dan tanto valor han sido mayoritariamente desmentidas por el juez, el fiscal, las fuerzas de seguridad del Estado y por los propios hechos.

Gracias a esa estrategia de hacer más caso y dar más cobertura política a los delincuentes acusados del crimen que a los policías y jueces que han investigado el atentado, el PP trata de mantener vivo el caso. Diversos dirigentes de ese partido (los diputados Jaime Ignacio del Burgo, Alicia Castro, Vicente Martínez Pujalte, Eduardo Zaplana…), apoyados por Mariano Rajoy y Ángel Acebes, han cuestionado el trabajo de los jueces que han analizado lo ocurrido. Hay una sentencia firme dictada por el magistrado José María Vázquez Honrubia, de 17 de noviembre de 2004, contra un menor que participó en los hechos como colaborador de los terroristas, donde se determina cómo se robó la dinamita y se implica a Trashorras.

El PP no cree esa versión. Hay un auto de procesamiento escrito por Juan Del Olmo, el juez que investiga los hechos desde el mismo 11 de marzo de 2004, que identifica a los autores de la matanza, todos ellos islamistas radicales, con bastante precisión. Para sustentar ese auto hay decenas de informes periciales en los que han participado decenas de policías y guardias civiles, pruebas de ADN, seguimientos telefónicos que firman compañías privadas e independientes, declaraciones de testigos protegidos que estuvieron muy cerca de los criminales.

La última iniciativa del PP es una interpelación al Gobierno que se debatirá hoy en el pleno del Congreso, donde denunciará la supuesta manipulación de pruebas y ocultación de datos de los cargos públicos socialistas en relación con el 11-M.

En los dos últimos años, el PP ha alimentado las dudas respecto a lo ocurrido en el atentado de Madrid en base a informaciones que han resultado falsas. Son las que siguen:

– La inexistente tarjeta del Grupo Mondragón. Ángel Acebes, ex ministro del Interior, se quejó amargamente de que la policía (bajo su mando cuando ocurrió el atentado) le había ocultado que, entre los descubrimientos hechos en los escenarios de la matanza estaba una tarjeta del Grupo Mondragón encontrada en el salpicadero de la furgoneta robada por los terroristas para trasladar sus bombas hasta la estación de Alcalá de Henares. Acebes, que repitió durante las 48 horas que siguieron al 11-M que la hipótesis principal en la que trabajaba su ministerio era ETA, pese a que toda la policía trabajaba casi desde las primeras horas en la hipótesis del islamismo radical, se apoyaba para su lamento en una información exclusiva de El Mundo: «En la tarjeta podía leerse con claridad las palabras Grupo Mondragón. Tenía un número de teléfono fijo cuyo prefijo también llevaba al norte (…) Sin embargo, la información de esa tarjeta no volvió a mencionarla ninguno de los inspectores de la Brigada de Información ni de la Policía Científica que acudieron al lugar (…) Hay que dejar además bien claro que, para los policías que habían trabajado en la lucha contra ETA, gentes cercanas a empresas del Grupo Mondragón estaban situadas en el entorno del mundo abertzale (…). Alguien ocultó a la opinión pública y al Gobierno ese dato que, en algún momento, caminaba en dirección contraria a la cinta coránica encontrada en el interior del vehículo. Es evidente que alguien primó un objeto sobre otro para condicionar la investigación».

El jefe policial que habría ocultado al ministro esta pista fundamental era Jesús de la Morena, comisario general de Información, jefe de la lucha antiterrorista, mano derecha del ministro del Interior. Eso, si la ocultación para «condicionar la investigación» hubiera sido verdad.

Pero todo (el dato y su interpretación) era mentira. La única referencia a Mondragón encontrada en la furgoneta era una cinta de la Orquesta Mondragón. La tarjeta hallada en el salpicadero correspondía a una empresa, radicada desde siempre en Madrid y llamada Gráficas Bilbaínas y en su reverso, un mensaje irrelevante para la investigación, pero importante para el dueño de la furgoneta, que la utilizaba para informar cuando aparcaba de forma indebida: «Estoy en la calle Aranjuez, 15». El PP siguió con su apoyo a la tesis de la conspiración, porque en el informe que daba cuenta del descubrimiento figuraba la palabra Gráficas… en lugar de Gráficas Bilbaínas.

– La custodia de la mochila. La teoría de que la mochila bomba encontrada en la comisaría de Vallecas nunca estuvo en los trenes y fue colocada por alguien para dirigir la investigación hacia los islamistas surgió en El Mundo unos meses después del 11-M.

El contenido de esa mochila, entre otras pruebas, llevó hasta unos radicales islamistas que, como se descubrió al final, disponían de Goma 2 robada en la mina Conchita de Asturias, y que se suicidaron tras intentar un nuevo atentado en las vías del Ave Madrid-Sevilla y ser acorralados por la policía en Leganés.

Apenas unos meses después del atentado, el agujero negro de El Mundo sobre la mochila con patas barajó una curiosa teoría, según la cual, nadie había vigilado los objetos recogidos de la estación de El Pozo y, por tanto, la mochila que llegó en la madrugada del 11 al 12 de marzo a Vallecas podría haber sido puesta por alguien en ese lugar para implicar a los islamistas.

De nada sirvió que todos los policías interrogados por el juez ratificaran que no habían perdido de vista los objetos encontrados en El Pozo y que, por tanto, la mochila que llegó a la comisaría de Vallecas era la misma que alguien había retirado de la estación donde explotó uno de los trenes.

Lo hallado en esa mochila era similar a lo que distintos policías habían visto en otras dos bolsas cargadas con bombas que tampoco hicieron explosión en los trenes y que fueron explosionadas en el lugar de los hechos por los Tedax para evitar males mayores. En esas mochilas, según el testimonio de los policías, había una pasta blanquecina (similar a la de la Goma 2) y en ningún caso rojiza (similar a la Titadyne, utilizado por ETA).

Más de una decena de policías han declarado ante el juez que no hubo ninguna irregularidad en torno a la mochila. Pero el PP, basándose en las repetitivas informaciones de El Mundo y la Cope, lo considera una anomalía en la investigación e incluso duda de que pueda servir en el juicio del 11-M.

– La composición de la dinamita. El PP insistió con su teoría de la conspiración hace sólo dos meses al recuperar la declaración de un policía ante la Comisión de Investigación del 11-M que, en su día, pasó inadvertida para todos, incluido el PP, y que nadie consideró relevante.

Se trataba del jefe de los Tedax, experto en desactivar explosivos, pero no en el contenido de los mismos, según aclaró en la comisión. El policía declaró que el explosivo encontrado en los focos de las explosiones contenía nitroglicerina, componente habitual de las dinamitas. Sin embargo, la Goma 2 no lleva nitroglicerina, mientras que sí incluye este componente la dinamita Titadyne, habitual de ETA. Hasta aquí, la errónea declaración del tedax Jesús Sánchez Manzano, que luego rectificó por escrito. En los informes oficiales, elaborados por la policía científica en base a análisis de laboratorio, no sólo no aparece la nitroglicerina por ningún lado sino que, además, no figura ni uno sólo de los elementos que componen la Titadyne en los explosivos encontrados en la furgoneta de Alcalá de Henares, la mochila de Vallecas, el piso de Leganés o las vías del AVE Madrid-Sevilla.

Aquí, el PP vuelve a sembrar de dudas la actuación de agentes asignados a la Comisaría de Policía Científica, e incluso, cuestiona la actuación de la jefa policial, química de formación, que está al frente de ese equipo. Para apuntalar esa sospecha, El Mundo sacó a una supuesta experta en la materia, sin mencionar que se trataba de la diputada del PP María Teresa de Lara.

– La furgoneta Renault Kangoo. El Mundo llenó de objetos una furgoneta parecida a la empleada por los terroristas para trasladar las bombas y fabricó la teoría de que alguien rellenó el vehículo con distintos objetos, entre ellos detonadores y restos de explosivos. Ningún mando policial de la etapa en que el PP controlaba la policía ha validado esa teoría, basada en la implicación de algún agente en la manipulación de pruebas relacionadas con la matanza de 191 personas.

El diputado del PP Jaime Ignacio del Burgo consideró que a los periodistas de El Mundo que han investigado el 11-M había que hacerles un monumento.

16 Septiembre 2006

Compraventa de una "conspiración"

ABC (Director: José Antonio Zarzalejos)

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EMILIO Suárez Trashorras está procesado como autor de la matanza del 11-M, el crimen terrorista más brutal cometido en España. Pesa sobre él la imputación judicial de dirigir la trama de explosivos que fueron a parar a la célula terrorista que preparó y ejecutó los atentados contra los trenes de Cercanías en las estaciones de Atocha, El Pozo y Santa Eugenia. Según los autos judiciales, Suárez Trashorras, en tratamiento psiquiátrico a causa de su esquizofrenia, sabía que dichos explosivos iban a ser empleados en un atentado terrorista y por eso responde de sus consecuencias.
Este personaje ha merecido durante tres días consecutivos la portada y un despliegue interior en las páginas de EL MUNDO, bajo el marchamo de periodismo de investigación y con la supuesta finalidad de buscar la verdad en la autoría de la matanza. Por supuesto, las revelaciones del procesado se atuvieron estrictamente a la teoría de que el 11-M fue una conspiración urdida en el seno de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, por aquel entonces bajo la autoridad política del Partido Popular. Tal conspiración, a juicio de sus propaladores -quienes, según les da, unas veces se la atribuyen a la Policía y al Centro Nacional de Inteligencia, y otras veces, a ETA-, estaba orientada a desalojar al PP del poder y facilitar la victoria del PSOE.
Sin embargo, las conversaciones telefónicas conocidas ayer, a raíz de desvelarse una grabación de Suárez Trashorras con sus familares en la cárcel, ponen en boca del procesado una confesión de parte: «Mientras EL MUNDO pague, les cuento la Guerra Civil». En el mejor de los casos para este medio de comunicación – es decir, que realmente Suárez Trashorras no haya cobrado un céntimo por lo que dijo-, su disposición a contar lo que sea a cambio de dinero desacredita su testimonio. Simplemente, Suárez Trashorras estaba en venta.
Hemos asistido a un nuevo episodio de la retroalimentación de intereses entre el diario EL MUNDO y Federico Jiménez, director del programa de la cadena COPE «La mañana», para ganar cuota de mercado a golpe de teorías conspiratorias, alentadas por sectores muy concretos y extremos del PP que están causando un grave daño a los intereses generales del centro derecha. Sin entrar a considerar en profundidad lo que estas supuestas informaciones periodísticas pudieran tener de agresión a la deontología profesional, resulta evidente que se ha puesto en marcha una campaña contra las instituciones del Estado de la que no es ajeno el portavoz del Grupo Parlamentario Popular, convertido en satélite de aquellos medios y amplificador de supuestas exclusivas que consisten, ni más ni menos, en dar portadas y páginas centrales al presunto terrorista sobre el que pesa la más grave acusación jamás formulada en los tribunales de Justicia españoles.
A pesar de todo, lo más preocupante no es que determinados medios y periodistas se recreen, con el consentimiento de sus editores, en la difamación de las instituciones y en la calumnia sistemática de quienes no siguen sus anatemas. Lo peor son las tensiones a las que se somete a la derecha de este país, forzándola a confundir la legítima oposición al Gobierno socialista y su justa demanda de saber toda la verdad sobre el 11-M con una actitud que niegue la legitimidad del sistema democrático, que repudie a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, por tanto, acabe sumiendo al PP en contradicciones insoportables. Una derecha que entregue al 11-M el protagonismo de su oposición al PSOE está abocada al fracaso electoral, pero también al fracaso ideológico, porque las convicciones democráticas no son compatibles con actitudes propias de extremistas antisistema.
Es justo precisar que Mariano Rajoy ha situado el 11-M en el plano sensato del ciudadano que pregunta y quiere respuestas, como bien demostró en su discurso ante la Junta Directiva Nacional. Como todo atentado terrorista, el del 11-M está en manos de la Justicia. Habrá un juicio con vista oral y pública, en la que acusadores y defensores podrán poner sobre la mesa todas las incidencias de una instrucción sumarial que, desde estas mismas páginas, ha sido criticada en cuestiones de gran trascendencia para asegurar una sentencia justa y reconfortante para las víctimas. Por eso, la dirección del Partido Popular debe implantar un criterio coherente sobre el 11-M, basado en la superación política de este acontecimiento, en la exigencia de la verdad judicial y en la liberación de servidumbres mediáticas que actúan en contra de su principal interés estratégico: ganar al PSOE en las próximas elecciones generales.

14 Septiembre 2006

De la indecencia de EL PAÍS, a la regla de tres de Rubalcaba

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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No es fácil encontrar en los anales del periodismo español una manipulación tan zafia, grosera y deontológicamente repugnante como la tergiversación de ayer de El País de una conversación de Suárez Trashorras para hacer creer a sus lectores que EL MUNDO había pagado al ex minero asturiano por sus declaraciones a este periódico. Ello es rotundamente falso. Y, después de tal ejercicio de sensacionalismo barato, el periódico de Polanco se permitía además el lujo de tacharnos de «amarillismo».

Esa es precisamente la práctica en la que ha incurrido El País al presentar como una confesión de Trashorras sobre la entrevista realizada hace pocos días lo que era una conversación con sus padres, grabada en marzo de 2005, en la que suponía -en tono indignado- que este periódico había pagado a Nayo por unas declaraciones en las que repetía lo que ya había dicho con anterioridad.

Presentar una simple suposición sobre otra persona, formulada hace año y medio, como la prueba de que Trashorras ha cobrado ahora dinero de EL MUNDO pone de relieve la absoluta quiebra de las normas periodísticas y éticas con las que opera El País, al que retamos para que pruebe sus falsas afirmaciones.

No vamos a caer en la trampa de debatir la relación de este periódico con sus fuentes porque ello es muy secundario y nos apartaría de lo esencial, que tampoco está en la conducta del diario de Polanco ni en el necio seguidismo de algún colega en patética decadencia. Lo esencial es que la filtración de esa conversación demuestra el interés del Ministerio del Interior -que es de donde ha salido- por enturbiar los trabajos de investigación de EL MUNDO sobre el 11-M y el encomiable empeño del PP en exigir respuestas en el Parlamento.

Enfangar el campo

Dicho con un símil futbolístico, Rubalcaba pretendió enfangar el campo de juego, horas antes de tener que responder a la interpelación parlamentaria presentada por el PP sobre las incógnitas que persisten en torno a la masacre. Es la misma táctica empleada por los Gobiernos de González, cuando la propaganda oficial intentaba contrarrestar las averiguaciones de este periódico con contraprogramaciones, manipulaciones o falsedades como las cartas portuguesas, las declaraciones de Sancristóbal en TVE -con alusiones al director de EL MUNDO idénticas a las que hizo ayer Rubalcaba-, las fotos de Perote y Mario Conde o las distintas variantes de «la teoría de la conspiración».

Hay que insistir en que EL MUNDO no ha pagado ni un sólo céntimo a Trashorras, pero lo sustancial no es esto sino si el ex minero ha dicho la verdad al margen de sus motivaciones, sobre las que siempre cabría especular.

Lo que importa no son los móviles de Trashorras ni de cualquier otra persona que tenga algo que aportar sobre el 11-M. Lo que importa es el contraste de su versión de los hechos con los testimonios, informes policiales y datos que obran en el sumario. Ahora mismo pagaríamos cualquier suma a nuestro alcance si ello contribuyera decisivamente a averiguar de forma lícita la verdad sobre aspectos sustanciales de lo ocurrido que el propio juez instructor dice desconocer.

En su respuesta a la comedida interpelación presentada por Eduardo Zaplana, que fundamentalmente se limitó a recordar las principales incógnitas sobre los atentados, el ministro del Interior reaccionó con una catarata de descalificaciones sobre la labor de la oposición, a la que acusó de carecer de ética y de sentido común, de actuar de forma «inmoral», de caer en «el delirio», de practicar «el todo vale» y casi cualquier otro exceso.

Rubalcaba llegó a comparar la estrategia política del PP sobre el 11-M con los afanes de un grupo de iluminados que acusan a Bush de haber montado los atentados de las Torres Gemelas. Pero eludió responder a las preguntas formuladas por Zaplana con el argumento de que el PP está intentando sembrar la duda sobre las actuaciones de las Fuerzas de Seguridad y del juez.

El ministro del Interior acusó el golpe cuando Zaplana en una réplica vibrante y cargada de dignidad le reprochó que su actual conducta le recordaba mucho su actuación como ministro en el último Gobierno de González, cuando intentaba tapar la responsabilidad de la cúpula de Interior en los GAL.

¿Cuál es ahora la ‘X’?

Y eso es lo que Rubalcaba hizo ayer en el Parlamento: en lugar de responder a las preguntas formuladas por Zaplana sobre los explosivos, las contradicciones de Sánchez Manzano, la mochila de Vallecas, la furgoneta Kangoo y otras cuestiones, el ministro se lanzó a un temerario juicio de intenciones sobre el PP, al que acusó de no aceptar los resultados electorales y de alentar la teoría de la conspiración.

Plantear preguntas que carecen de respuesta tan elementales como dónde están los análisis de los restos hallados en los focos de las explosiones no es fabular sobre una conspiración universal, como afirmó Rubalcaba, sino cumplir con una obligación hacia la ciudadanía y las víctimas.

Ayer, Rubalcaba se puso en evidencia al intentar ridiculizar con una mezcla de ocurrencias y tontos chascarrillos a una oposición que se había limitado a ejercer ese deber. La desmesura de sus ataques y la bajeza de sus reproches pone en evidencia que el Gobierno se ha puesto nervioso con las revelaciones de este periódico. Flaco favor le ha hecho este ministro a Zapatero.

Rubalcaba dijo ayer sobre Zouhier, Lavandera y Trashorras lo mismo que decía hace 12 años sobre Amedo, Domínguez y Perote, a los que intentó presentar también como los instrumentos de una conspiración para desacreditar al Gobierno. El tiempo puso las cosas en su lugar y demostró quién decía la verdad.

Si aplicamos una regla de tres sobre las reacciones gubernamentales de entonces y de ahora y sobre lo que sucedió con los GAL y los atentados del 11-M, cabría preguntarse cuál es la «X» que pretende encubrir Rubalcaba.

16 Septiembre 2006

EL TALONARIO DE PEDRO J.

Juan Carlos Escudier

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La hilarante serie de EL MUNDO sobre el 14-M y las estrambóticas revelaciones con la que los Trashorras, Nayos, Toros y Lavanderas de turno –saga ésta última de escritores de prestigio- deleitan asiduamente a la concurrencia, han dado paso estos días a una apasionante guerra de medios que nos tiene sobrecogidos. El motivo no es otro que la reproducción en el diario EL PAÍS de una conversación grabada en la cárcel al tal Trashorras en las que éste sugería abiertamente que con el dinero de Pedro J. estaba dispuesto a cantar la marimorena en vasco y dando goras a ETA, que es lo más cotizado. Con escaso margen de error, nos hallamos de nuevo antes esa singular forma de hacer periodismo que tiene el de Logroño, que algunos llaman de investigación cuando en realidad quieren decir de talonario.

De las andanzas del personaje –Ramírez, no Trashorras- tiene el que suscribe algo más que vagas ideas, después de quince años de trabajar en sus inmediaciones. Si algo sorprende es su desfachatez para asumir el papel de virgen ultrajada y acusar a los demás de falta de ética. “No es fácil encontrar en los anales del periodismo español una manipulación tan zafia, grosera y deontológicamente repugnante como la tergiversación de ayer de EL PAÍS…” dice en su editorial quien puede exhibir tanta deontología junta como la mosca del vinagre. Asegura EL MUNDO que no ha pagado un solo céntimo a Trashorras para apuntar después que “ahora mismo pagaríamos cualquier suma a nuestro alcance si ello contribuyera decisivamente a averiguar de forma lícita la verdad…”. De lo primero caben dudas; de lo segundo, ya fuera lícita o ilícita la forma, ninguna. Me permitiré poner algunos ejemplos, empezando por los pagos a Amedo -que el ex policía ha cifrado en 30 millones de pesetas- para obtener un testimonio ante el juez Garzón que condujera al encarcelamiento de la cúpula de Interior y, obviamente, una entrevista ‘en exclusiva’ con el periódico.

Ha sido Amedo el que ha relatado reuniones con Álvarez Cascos y Ramírez en el despacho de éste último en las que se le prometió indulto si el PP ganaba las elecciones. De las visitas de ambos –al menos, por separado- podría dar fe la mitad de la redacción de EL MUNDO. Cascos, que confiaba ciegamente en ese ser deontológicamente puro que es Pedro José, llegó un día para confiarle que estaba enamorado y pedirle que fuera discreto. Un minuto después de irse, Ramírez se acercaba entre risas a la sección de Nacional: “Ha venido Cascos para decirme que deja a su mujer. Este tío es tonto”. El ‘caso GAL’ encierra varias lecciones de ética de Ramírez. Una de ellas tiene que ver con la sentencia del Tribunal Supremo, adelantada en su día por EL PAÍS. El apóstol de la libertad de expresión y de la ética no se arredró ante la exclusiva y la fusiló convenientemente en la edición de Madrid como si ambos periódicos hubieran tenido acceso a la sentencia. “A mi no me priva nadie de apuntarme este tanto” bramó con nocturnidad. La apropiación indebida de la noticia fue objeto de debate en el consejo de redacción del periódico –cuando existía- con el resultado esperado: ninguno. Otro día les cuento algunas cosas divertidas de la denominada acta fundacional de los GAL que interesarán a los estudiosos.

En el asunto de las informaciones compradas, EL MUNDO siempre ha estado en vanguardia. Se abonaron algo más de dos millones al narcotraficante arrepentido Ricardo Portabales por una entrevista en primicia, un hecho del que tengo alguna referencia porque el firmante de la entrevista era este juntaletras, con Ramírez como improvisado fotógrafo. Se doró el riñón del contable chileno Carlos Alberto van Schouwen para que EL MUNDO destapara el ‘caso Filesa’. A la fuente del ‘caso Ibercorp’ se le buscó el trabajo que reclamaba. Ni que decir tiene que todos estos grandes trabajos periodísticos pudieron ser publicados después de “meses de investigaciones”. La cima de la ética pudo alcanzarse quizás con un caso menos renombrado, el denominado ‘caso Ferraz’, que tenía que ver con una presunta financiación ilegal del PSOE en la que se implicaba al secretario personal de Alfonso Guerra, Fali Delgado. En aquella ocasión se adquirió el dossier y se guardó en un cajón para ser publicado en plena campaña electoral de las generales de 1993. ¿Para influir en el resultado electoral? Seguro que no. Tiempo habrá para recordar otros episodios porque Ramírez es un campeón de la deontología y del periodismo de investigación y se merece nuevos capítulos.

Por el momento, resulta desconcertante que alguien semejante pueda gozar de tanto predicamento entre la clase política, de no ser por el pavor que nuestros prohombres manifiestan a sus azotes tipográficos. ¿Se imaginan al director de The Independent telefoneando al líder de los conservadores en el receso de una sesión de los Comunes para sugerirle cuál debía ser su réplica al primer ministro? Quizás Aznar y Anguita los señores de la pinza en la etapa felipista, pudieran contestar a la pregunta de quién les adoctrinaba en sus prédicas parlamentarias. Uno comprende que el PP participe de sus desvaríos, si entiende, tal y como parece, que puede hacerle ganar las elecciones porque ya lo hizo en el 96.

Pero lo del PSOE resulta inaudito. Aún se recuerda su primera entrevista con Zapatero en Moncloa y sus fotografías con el presidente del Gobierno, idénticas a las que se había hecho tiempo atrás con su gran amigo Aznar. El mensaje, dirigido muy posiblemente a sus accionistas italianos, no dejaba lugar a dudas: si estáis pensando en cambiar de director, podéis olvidarlo porque mando tanto como antes. Volviendo a la Trashorras connection, me permito afirmar que el interés del periodista más grande que vieron los tiempos por conocer la verdad del 11-M tiende a cero. Lo que persigue Ramírez es vender periódicos, que eso sí que lo borda. Algunos compañeros de EL MUNDO recuerdan su abatimiento el 14-M a medida que se iban conociendo los datos que avanzaban la victoria del PSOE. Finalmente salió del marasmo: “Bueno, estar en la oposición se nos da muy bien”. A eso juega.

Juan Carlos Escudier