1 abril 2013

Hace 18 años compartieron unas vacaciones; ya en 2003 Feijoo planteó dimitir por ese pasado

EL PAÍS difunde unas fotos que prueban la relación del presidente de Galicia Núñez Feijóo con el contrabandista y presunto narco Marcial Dorado en el año 1995

Hechos

El 31 de marzo de 2013 el periódico EL PAÍS publica en su portada una foto de unas vacaciones en un barco de D. Alberto Núñez Feijoo y D. Marcial Dorado en el año 1995.

01 Abril 2013

Más que unas fotos

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer
Núñez Feijóo debe dar explicaciones más consistentes sobre su relación con un narco

Las fotografías del presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, en un yate con Marcial Dorado, un conocido contrabandista que cumple condena de cárcel por narcotráfico, no son una anécdota. Tampoco es un asunto que se pueda despachar apuntándose al victimismo frente a un misterioso dedo acusador que solo busca el desprestigio de un político en ascenso. ¿A quién se refiere Feijóo cuando dice que quieren amedrentarle? ¿A la oposición en Galicia? ¿A sectores de su partido con los que se ha enfrentado?

A Feijóo le honran dos cosas: haber dado la cara sin demora, algo inaudito en el PP actual, y su mea culpa público de ayer por no haber investigado en profundidad las actividades de su viejo amigo. Pero sus argumentos son muy endebles. Porque es inverosímil que el presidente de la Xunta desconociera a mediados de los años noventa, época de la que datan las fotografías en las que aparecen juntos, que Dorado era un conocido delincuente que atesoraba ya un amplio historial de encontronazos con la ley. En las dos grandes operaciones contra el contrabando y el blanqueo de capitales realizadas en Galicia hasta aquel momento, Dorado estuvo imputado y fue detenido. La primera causa se archivó por prescripción de los delitos y en la segunda fue puesto en libertad por falta de pruebas. De todo ello ya había dado cumplida cuenta la prensa local, nacional e incluso internacional.

También es frágil el afán de Feijóo por minimizar el grado de amistad que le unía a Marcial Dorado. Una mera “relación de ocio”, como la calificó ayer el presidente de la Xunta, de encuentros esporádicos, no suele ir acompañada de paseos en yate, visitas a la mansión del otro y viajes conjuntos en familia. Ni siquiera la manera de entablar esta amistad queda fuera de sospecha, toda vez que fue un chófer de la Xunta el que actuaba como testaferro de Dorado y el que, según Feijóo, le presentó al narcotraficante. Sus explicaciones sobre la naturaleza de la relación han sido hasta ahora confusas e insuficientes.

Feijóo, uno de los barones del PP de mayor proyección nacional, tiene un problema grave. Su antigua relación con uno de los señores del narcotráfico gallego, cuando era un alto cargo político, no le convierte en cómplice de ninguna actividad ilícita mientras no se demuestre lo contrario, pero extiende sobre él una mancha difícil de aceptar en un cargo público. Más aún en quien, como Feijóo, ha hecho bandera de la necesidad de que los partidos políticos actúen con contundencia frente a la corrupción, propia y ajena. El propio Núñez Feijóo, preso ahora de sus palabras, convirtió en escándalo las fotos del vicepresidente de la Xunta, Anxo Quintana, del BNG, junto al empresario Jacinto Rey, contratista de la Xunta, en el barco de este. “El Gobierno no se puede fotografiar con malas compañías”, dijo entonces el líder del PP respecto a aquellas instantáneas, tomadas también antes de que Quintana accediera a su cargo. Feijóo ha depositado buena parte de sus aspiraciones de futuro en su autoproclamada capacidad de gestión y en un discurso de regeneración política. Lo primero no es objeto de este editorial. Lo segundo está, de momento, en entredicho.

02 Abril 2013

Amistades

Manuel Jabois

Leer

¿PUEDE un presidente de la Xunta ser íntimo de un capo? Naturalmente. Si son amigos de la infancia, el capo no le dirá al presidente nada que pueda comprometer a su amigo y el presidente se cuidará de evitar detalles de su gestión que conviertan al capo en cómplice, yo qué sé, del copago. El de la amistad no es un asunto que se pueda arreglar en términos de honorabilidad de puertas afuera ni la política es como la monarquía, que debes renunciar a la corona para casarte con una americana celosa de Marilyn Monroe. Un amigo no se deja nunca salvo que te robe el dinero o la mujer, y eso depende de la mujer. La comparecencia de Feijóo de ayer fue un desastre por muchos motivos, el mayor de todos abjurar de Dorado. Efectivamente no es un amigo de la infancia y cuando lo conoció sabía a qué se dedicaba (Feijóo es demasiado inteligente para alegar ingenuidad), pero ya pillado pudo haber dicho que más allá de sus sospechas él su vida privada la gestiona como le parece; quizá Dorado sea un tío seductor, desprendido y un pedazo de pan. Tener un amigo delincuente a veces sólo depende del delito. Y en España, del Rey para abajo, todo el mundo tiene uno; la cosa es no exhibirlo. Feijóo pudo haber aprovechado la ocasión para buscar una coartada que se pareciese a la verdad: le cayó bien y estaba cómodo con él, se gustaron rápidamente y el político prefirió pasar por alto sus miedos públicos; no dudo de que le atrajesen también sus millones, pues no veo a Feijóo yendo a esquiar con un camarero. Tampoco lo dejó cuando se enteró, porque Dorado llevaba en los periódicos desde el 90, sino cuando se oficializó su reputación, lo cual dice mucho del político y poco del amigo. ¿Rompió Quintana su amistad con el empresario Jacinto Rey cuando unas fotos sirvieron a Feijóo para pedir su dimisión? No. Porque las fotos son sólo eso, fotos. Eso sí: perdió las elecciones.

02 Abril 2013

El medroso amedrentado

Arcadi Espada

Leer

UNA FOTOS, antiguas de hace casi 20 años, del presidente del Gobierno gallego con un hombre que cumple condena por narcotraficante y que era sospechoso entonces de dedicarse al contrabando de tabaco. Las fotos llegan a un periódico. El indicio de una buena historia, seguro. Si abres el angular de la toma, qué aparece; eso es lo que habrá que averiguar. ¡Pero quia! Ahí van las fotos ocupando la portada del domingo. Y por todo angular dos míseros parrafitos que sitúan la escena en el verano de 1995 y que el yate se llamaba Oratus. Lo que se pregunta cualquier persona: ¿y bien? ¿Las fotos fueron fruto de la amistad? ¿De la vida social? ¿Qué logró el entonces presunto contrabandista de su relación con aquel joven alto cargo del Ministerio de Sanidad? ¿Qué logró Feijóo? Pero no hay nada. Las fotos aparecen flotando, sin pie, en el puro limbo. Se hartan de pontificar día, noche y madrugá sobre la necesidad del make sense, del contexto; y cuando llega la hora cumbre ni siquiera distinguen un hecho de un desecho. Leo que el Guardian acaba de poner a la venta unas gafas para protegerse de las opiniones nocivas del Daily Mail. Por desgracia nuestros Santos Inocentes no caen en abril.

Dicho lo cual.

El presidente del Gobierno gallego declara en el curso de este carrusel informativo que puso en marcha el domingo: «Se me ha intentado amedrentar en todo este tiempo y no lo han conseguido. Seguiré diciendo lo que pienso». Es una afirmación sorprendente. Porque no es que trataran de amedrentarlo con esas fotos. Es que, quienquiera que fuese, lo consiguió plenamente. El presidente gallego sabe desde hace 10 años que esas fotos circulan de aquí para allá. No solo eso: declara, de una forma cohibida, que intentaron chantajearle con ellas. No sé a qué espera a dar los detalles. A lo mejor a él, y a las decenas de periodistas que lo escucharon ayer por la mañana, les hace falta otra rueda de prensa. Convóquese. Con esta pregunta única. Bueno, quizá con otra más. Por qué sabiendo que esas fotos existían, y tal vez habiéndolas visto, y en cualquier caso escamado ante la posibilidad de que se usaran de modo comprometedor, por qué no se adelantó y puso la historia encima de la mesa para desactivar su posible manipulación futura.

Pero, en fin, se sabe por qué medrar es propio de medrosos.

06 Abril 2013

Ni comparables ni equiparables

Anxo Quintana

Leer
El PP conocía las fotos de Feijóo cuando me atacó por dar un paseo en barco con un empresario

La aparición de las fotos en las que se puede ver al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, acompañado de un conocido contrabandista a bordo de un barco vuelve a traer a la palestra —muy a mi pesar— una foto que el PP y sus amigos mediáticos hicieron famosa en la campaña electoral de las autonómicas gallegas de 2009 y en la que aparece quien esto escribe disfrutando de una tarde en barco con un conocido empresario gallego.

La campaña electoral del 2009 fue la primera celebrada en el Estado español durante la época de crisis económica y —sin querer poner en cuestión el resultado democrático e inapelable a favor del PP— también fue la primera en la que una fuerza política, en este caso el Partido Popular, utilizó sistemáticamente la mentira sobre la vida de los candidatos rivales como parte de su estrategia de campaña sucia. Yo tengo el convencimiento de que buena parte del lodazal en el que se ha convertido la política española en estos momentos viene de allí. Entre otras cosas, porque aquello le salió bien al PP. Y gratis.

La pretensión del PP con la exhibición descontextualizada de aquella foto fue siempre la de presentarla como prueba falsa de una negociación oscura entre el vicepresidente de la Xunta y el empresario con motivo del concurso eólico convocado por el Gobierno bipartito a finales de 2008.

Lo primero que todo el mundo debe saber es que la famosa foto fue tomada casi cuatro años antes de que se convocara el concurso eólico, e incluso antes de que a mí me hubiera dado tiempo siquiera de ejercer como vicepresidente. Así lo recoge el suplemento de sociedad del periódico El Correo Gallego, que en el verano del 2005 ya se hacía eco de aquel encuentro. Difícilmente, pues, el empresario y el político podrían estar tratando adjudicación alguna de un concurso que por aquellas fechas ni estaba previsto convocar. Un concurso que, por otra parte, se celebró años después dentro de la más estricta legalidad, como se encargó de confirmar en su momento la correspondiente sentencia del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia a petición de parte.

Lo segundo a tener en cuenta es que antes, durante y después de aquel concurso eólico —como es lógico—, tanto yo mismo como otros miembros del Gobierno gallego de entonces hablamos personalmente con muchos empresarios que se presentaban a ese concurso, así como con otros muchos que no lo hicieron. Era mi obligación como vicepresidente y será siempre la obligación de cualquier gobernante.

Lo tercero que es necesario aclarar es que, en cumplimiento de esa obligación, tanto el conselleiro de Economía e Industria del primer Gobierno de Feijóo, Javier Guerra, como el propio presidente Feijóo se entrevistaron antes, durante y después del concurso eólico convocado por el actual Gobierno de la Xunta con numerosos concursantes. Lo han hecho en lugares oficiales y en reservados de restaurantes. Poner en duda la honestidad de esas reuniones —o de las anteriores— por el simple hecho de que haya o no una foto es un ejercicio de cinismo al que el PP nos tiene ya muy acostumbrados.

Para finalizar: yo abandoné la actividad política, renuncié a mi plaza en el Servicio Gallego de Salud y he creado ahora, en tiempos de crisis, mi propia empresa, con sede en A Coruña y dedicada a la internacionalización de empresas en Argelia, Marruecos, Uruguay y Brasil. Entre estas empresas no tengo la fortuna de que figure la del empresario con el que estuve en el barco, firma con la que no he tenido ni tengo vínculo alguno laboral ni comercial. Afirmar lo contrario es mentir deliberadamente para intentar dar verosimilitud al montaje de aquella foto.

Es bien cierto que, en política, una mentira repetida mil veces puede acabar por convertirse en una verdad para miles de personas. Sobre todo si el muñidor de tal mentira es el Partido Popular y utiliza para su divulgación sus potentes altavoces mediáticos.

Causa estupor comprobar en estos días cómo afamados y renombrados periodistas —alguno incluso director de un periódico de tirada nacional—, así como cargos públicos del PP —entre ellos el actual vicepresidente de la Xunta de Galicia, Alfonso Rueda— se empecinan en la mentira, manipulando fechas y acontecimientos o llegando incluso a colocarme en Brasil como supuesto delegado del empresario que me acompañaba en la foto. Semejante estrategia tal vez pueda servir para tratar de desprestigiarme e intentar tapar la foto de Feijóo. Pero, sobre todo, a mí lo que me produce es náusea además de pena al comprobar cómo algunos quieren convertir la política en un “todo vale” que acabará por no interesar a cualquiera que sea mínimamente sensato.

El presidente de la Xunta ha dado explicación sobre sus fotos con Marcial Dorado. Yo no tengo por qué no creer al presidente. Quiero creer que él —al contrario que muchos gallegos— ni conocía al personaje ni sabía a qué se dedicaba. Yo también creo —porque él lo ha dicho— que esa relación no fue más de lo que se ve: sin ninguna vinculación política, económica o comercial. Pero de todo lo dicho por el presidente hay algo que me ha llamado especialmente la atención: ha aclarado que informó de todo esto en su momento a la dirección de su partido. Y de sus palabras se desprende que la dirección de campaña del PP en 2009, presidida por el señor Rueda, conocía la existencia de esas fotos, cuando menos incómodas, en las que su candidato estaba a bordo de un barco con un narcotraficante. ¿De qué pasta puede estar hecha la dirección de un partido que, guardando en su armario un cadáver de semejante magnitud, es capaz de dirigir una campaña sucia y mentirosa contra el candidato rival manipulando una foto de este en un barco con un empresario sin causa judicial alguna? ¿De qué clase de impunidad mediática se sentían investidos?

Las fotos no son comparables ni equiparables. Y si en esto se ha convertido la política española, yo me alegro mucho de no estar ya en ella.

Anxo Quintana

07 Abril 2013

Memoria de la nieve

Juan Cruz

Leer
Las fotos son metáforas, de un momento, de una relación, de un suspiro

La nieve es inolvidable, no se la puede negar. Entra en tu cerebro como un cuchillo de Borges, como un poema de Llamazares, y ahí se queda, nadie la puede mover. Y si has visto la nieve ya nunca te olvidas del lugar en que la tocaste. En Estocolmo, en el Teide, en Andorra o en los Picos de Europa. Te perseguirá la nieve, no la puedes negar. Y si la niegas algún día sentirás el aire implacable de su venganza.

 Julio Llamazares, el escritor leonés, tiene unos hermosos versos sobre ese espacio blanco y gélido que, una vez conocido, ya es parte indivisible de lo que soñamos, de lo que somos, de lo que recordamos; la nieve es el primer juguete verdaderamente blanco de nuestras vidas. No lo tacha nada, ni otro juguete.

Dice Llamazares, en su libro Memoria de la nieve: “Mi memoria es la memoria de la nieve. Mi corazón está blanco como un campo de urces/ En labios amarillos la negación florece, pero existe un nogal donde habita el invierno”.

Lo que pasa con la poesía es que revela el alma del que escribe, y uno ha de subir esa cuesta hasta que hace los versos suyos; el poeta, en este caso, nació con la nieve de marzo, acaso la última nieve del invierno leonés, donde siempre hay un nogal que es igual que el invierno.

En la vida real (o irreal), es decir, en la vida en prosa, es mucho más directo todo, menos sustancial acaso, pero sirve como manera de conocer de qué materia está hecha el alma de los hombres. Aunque la prosa es urgente, siempre hay algo en su titubeo que denota quién dice y por qué. Y si desdice también afirma quién es. Ojo: la nieve lo delata todo.

Pensé en esto al escuchar, el lunes a mediodía, cómo el político gallego Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta, explicó que no sabía muy bien dónde había visto la nieve en un viaje que hizo con malas compañías. Primero les dijo a unos periodistas de EL PAÍS que había estado en Andorra, y como quiera que, “tras consultar a algunos de los acompañantes”, verificó que su viaje no fue a ese paraíso (para algunos fiscal, para otros dorado), se sintió en la obligación de explicar ante la prensa nacional que en realidad se había desplazado a los Picos de Europa… “Lo que sé es que había nieve”.

La prueba de la nieve es imprescindible para saber del paradero de las conciencias, si dicen la verdad, si dudan o mienten. En esas segundas declaraciones, Núñez Feijóo dijo que no tenía duda de que esas fotografías que han dado tanto que hablar iban a ser “estiradas” al máximo, y él imaginaba que en su perjuicio. Es probable: las fotos están para ser estiradas; como dirían los fotógrafos, y con razón, las fotos no son únicamente fotos. Como la nieve, las fotos son metáforas, de un momento, de una relación, de un suspiro. Claro que se estiran: se hacen para ser estiradas. Por decirlo así, se tiran para ser estiradas. Y qué metáfora es la nieve, sobre todo en manos de un hombre de negocios como los de Dorado.

Fue a la vez ofensivo el señor presidente con la nieve, con Andorra y con los Picos de Europa, aparte de resultar despectivo ante el hecho fotográfico en sí mismo. Introdujo lo que el poeta adivinó en aquellos versos, “la negación florece” en los labios que dicen una cosa y la contraria a la vez. Para defenderse, es curioso, Feijóo eligió tales armas que incluso alcanzó a ofender a la nieve.

10 Abril 2013

Imprudente Feijóo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

Leer
El presidente gallego reconoce el error de haberse relacionado con un contrabandista y narco

El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, reconoció ayer haber errado al entablar una relación con el narco Marcial Dorado, cuando este era uno de los jefes del contrabando en Galicia y Feijóo tenía un alto cargo en la Xunta. “Me equivoqué. No fui prudente”, dijo en el Parlamento, además de admitir que la Xunta ha mantenido contratos con las empresas de Marcial Dorado. Asegura que él no adjudicó contratos, pero las empresas del contrabandista sí recibieron “ayudas y subvenciones” públicas, sobre todo durante el Gobierno bipartito de socialistas y nacionalistas (2005-2009), afirmaciones para lo que no aportó más datos y que urge clarificar.

La falta de prudencia es una cualidad poco recomendable en las personas, menos aún en un político que se mostró muy exigente con los signos externos de la honorabilidad, a propósito de las fotos de un adversario, Anxo Quintana, del BNG, con un empresario que luego recibió parte de un concurso de energía eólica de la Consellería de Industria. Quien se escandalizó con esas fotos debe estar en condiciones de demostrar la práctica de una moral política intachable. Las fotos de Feijóo con Dorado lo desmienten. Asegura el presidente de la Xunta que no sabía quién era cuando entabló relación con él, pero solo en este periódico se publicaron decenas de informaciones y reportajes sobre Dorado hasta mediados de los noventa, la época en que dice haber iniciado la relación con él. Es posible que Feijóo no leyera este periódico, pero resulta inverosímil que no prestara atención a otros medios y se declare un completo ignorante al respecto. El tacto de codos entre autoridades locales del PP y los contrabandistas gallegos de los años ochenta y noventa no era ningún secreto, aunque entonces se desconocían los viajes de Dorado con Feijóo (Portugal, Tenerife, Baleares, Picos de Europa) y la amistad mantenida hasta fecha indeterminada. Feijóo se remite a un fallecido (Manuel Fraga) como fuente de autoridad de que la cúpula de su partido estaba al corriente.

Al presidente gallego le honra haber dado la cara en el Parlamento de su comunidad, en vez de esconderse o aplazar sine die las explicaciones por conductas sospechosas, como hacen otros dirigentes del PP. Pero su futuro político continúa en entredicho, porque la sociedad, ya escaldada por malos ejemplos dados desde la clase política, no necesita confiarse a quien demuestra poca prudencia.