RESULTADOS DE LA VOTACIÓN:
- D. Cayo Lara – 92 votos (55%)
- D. Joan Josep Nuet – 29 votos (17%)
- Voto en blanco – 46 votos (27%)
HOME » Piezas » Política » 9ª Asamblea de IU – Cayo Lara es elegido nuevo Coordinador General que Izquierda Unida consolidando que el PCE recupere el control de la marca
RESULTADOS DE LA VOTACIÓN:
El 14 de diciembre de 2008 se celebra la Asamblea de Izquierda Unida encargada de escoger al nuevo coordinador general de Izquierda Unida en sustitución de D. Gaspar Llamazares Trigo, dimitido el pasado 25 de octubre de 2008 tras los malos resultados electorales en las últimas elecciones generales, evitando así tener que presentar el informe de gestión y su asistencia a la Asamblea, poniendo fin a una etapa de liderazgo llamazarista que comenzó en la VI Asamblea, y se mantuvo en las VII Asamblea y en la VIII Asamblea.
En la Asamblea se distinguen tres sectores, el del Partido Comunista de España (PCE, único partido dentro de IU) que presentaba como candidato a D. Cayo Lara Moya, el sector ‘llamazarista’ que proponía a D. Eberhard Grosske Fiol y el sector llamado N-II (Nacional-2 o ‘Tercera Vía’) que proponía a D. Joan Josep Nuet Pujals. El mismo día de la Asamblea el Sr. Grosske Fiol retira su candidatura.
El resultado es el siguiente:
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El 27% de los votos de abstención parece provenir de los ‘llamazaristas’.
De esta manera D. Cayo Lara Moya es el nuevo coordinador general de IU. Como secretario de Organización el Sr. Lara ha designado a D. Miguel Ángel Reneses González-Solares (proveniente de IU-CM), mientras que la alcaldesa de Córdoba, Dña. Rosa Aguilar, llevará el ‘area institucional’. El alcalde de Marinaleda, el radical D. Juan Manuel Sánchez Gordillo (líder del partido local Candidatura Unitaria de Trabajadores) será el responsable de Vivienda.
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D. Joan Josep Nuet, candidato a Coordinador de IU por el sector N-II (Tercera Vía) derrotado
D. Eberhard Grosske, candidato a Coordinador de IU por el sector del Sr. Llamazares, optó por retirarse.
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PRIMERA VOTACIÓN FALLIDA
La IX Asamblea de Izquierda Unida celebrada el 16 de noviembre de 2008 se cerró en falso, pues entonces no hubo consenso para elegir a un nuevo coordinador general. Se presentaron cinco listas y ganó la del PCE, encabezada por D. Cayo Lara, pero con un respaldo de votos (43,3%) que no le permitía gobernar sin alianzas. La candidatura de Dña. Inés Sabanés (llamazarista) obtuvo el 27,7% de apoyo, y N-II (sector desgajado del llamazarismo) un 18,8%. Hace cuatro años, los dos grupos juntos sumaron el 49,5% y auparon en precario a Llamazares; ahora, por separado, tres puntos menos. Pero lo que los delegados votaban era la composición de la mitad del Consejo Político: 90 miembros que decidieron, tras una tensa reunión a puerta cerrada, no elegir coordinador. El Consejo se completará, previsiblemente en diciembre o enero, con los representantes de las federaciones territoriales. Y esas 180 personas volverán a plantearse si eligen a una cabeza visible para IU. Mientras, el rostro seguirá siendo, en la práctica, el Sr. Llamazares: desde su escaño de diputado.
Se convocó un nueva Asamblea el 15 de diciembre para realizar la elección del nuevo coordinador.
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REPARTO ENTRE FAMILIAS
El Sr. Cayo Lara intentó integrar a todas las familias en la dirección de Izquierda Unida. En la dirección figurara la alcaldesa de Córdoba, Dña. Rosa Aguilar Rivero (alineada con el Sr. Llamazares) y el ultraizquierdista D. José Manuel Sánchez Gordillo, líder de la Candidatura Untiaria de Trabajadores (CUT).
La ‘Tercera Vía’, el sector N-II, tenía en el ‘hombre fuerte’ de Madrid, D. Ángel Pérez, el principal apoyo para el Sr. Nuet. Pero en el último momento el Sr. Pérez optó por apoyar al Sr. Lara, dejando tirado al Sr. Nuet, que rechazó la oferta para unir sus votos a Grosske. Para recompensar el apoyo, un hombre del Sr. Pérez como es D. Miguel Ángel Reneses será el nuevo Secretario de Organización de Izquierda Unida.
Izquierda Unida ha celebrado su IX Congreso en un clima de crisis profunda, tanto por los adversos resultados en las últimas elecciones, que privaron a la coalición de grupo parlamentario propio, como por un clima de división interna que, con altibajos, arrastra casi desde su creación. El IX Congreso no ha sido un instrumento para alcanzar un acuerdo mínimo sobre el programa y los dirigentes de la tercera fuerza de ámbito nacional, sino una escenificación de las dificultades que tendrá para seguir siéndolo en el futuro.
La aprobación del programa político para la legislatura ha exigido una ardua negociación, lastrada además por la falta de un liderazgo capaz de obtener el respaldo mayoritario. Las dificultades máximas se han dado en la tarea frustrada de elegir al sustituto de Gaspar Llamazares para el puesto de coordinador general. Ha sido tan evidente la incapacidad para llegar a acuerdos que el nuevo Consejo ha optado por la solución, que más parece un suicidio político aplazado, de demorar la elección de un coordinador hasta el próximo Consejo Político Federal.
Es verdad que IU ha sido víctima de la polarización política durante la anterior legislatura. Pero esta explicación no basta para dar cuenta de una constante pérdida de influencia tras cada cita electoral. En los últimos años, IU ha buscado su espacio político en las posiciones que dejaba libres el obligado pragmatismo de un PSOE de nuevo en el Gobierno. Esta última estrategia no sólo se vio obstaculizada por el voto útil que acabó desencadenando el tipo de oposición desarrollada por el PP; los dirigentes de IU no supieron elaborar un proyecto autónomo ni transmitir un mensaje coherente. En cuestiones controvertidas para la izquierda, IU ha aparecido en demasiadas ocasiones como un ariete del Gobierno socialista. Y la participación de Javier Madrazo en el tripartito vasco, avalando decisiones contrarias a los intereses de la dirección federal, ha supuesto un talón de Aquiles para las opciones electorales de la coalición.
Existía escaso margen para que este congreso representara un punto de inflexión en el imparable descenso de IU a los infiernos. Pero la lucha entre facciones, tanto para definir el proyecto político como para elegir coordinador, ha impedido aprovecharlo. Si ninguna circunstancia imprevista viene a desmentirlo, IU ha consolidado el rumbo hacia la irrelevancia política.
La IX Asamblea Federal de Izquierda Unida (IU) cerró sus sesiones el pasado fin de semana sin que los 790 delegados llegaran a un acuerdo para sustituir a Gaspar Llamazares -dimitido del cargo con anterioridad- como coordinador general. Las cinco corrientes representadas en el congreso -el Partido Comunista de España (PCE), la Izquierda Abierta de Llamazares y la Tercera Vía (o N-II) son las principales- se limitaron a elegir a los 90 miembros del Consejo Político (la mitad del total) reservados a la Asamblea. Habrá que aguardar, así pues, a que las federaciones territoriales cubran los otros 90 puestos del máximo órgano de IU para que la sede vacante del coordinador sea ocupada. Entre tanto, una comisión colegiada de 14 personas presidida por el comunista Cayo Lara se hará cargo provisionalmente de la marcha de la asendereada formación cuya voz en el Parlamento seguirá siendo paradójicamente el dimitido Llamazares.
Fundada en 1986 en la estela del no al referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, y estructurada inicialmente como una coalición de partidos y personalidades hegemonizada por el PCE, el posterior colapso de la Unión Soviética aconsejó a los dirigentes comunistas continuar manteniendo en un segundo plano sus siglas para las comparecencias electorales y apostando por un frente unitario dirigido a desplazar a los socialistas hacia el centro del espectro. En la década de los noventa, la astucia táctica de Aznar, consciente de que el PP sólo podría ganar las elecciones si el PSOE perdía votos a la vez por la derecha y por la izquierda, y la oscura complicidad de Anguita, para quien socialistas y populares eran el anverso y el reverso de la misma moneda política, crearon un juego de espejos propio del valleinclanesco Callejón del Gato. En este baile de máscaras, Aznar reconoció solemnemente a IU como único representante de la verdadera izquierda mientras Anguita acuñaba la parábola neoevangélica de las dos orillas, contraponiendo la ribera habitada en orgulloso aislamiento por IU y la margen ocupada de manera promiscua por el PP y el PSOE. La contribución de Anguita a la imaginería política era una versión cursi de la estrategia de clase contra clase con que la III Internacional equiparó socialdemocracia y socialfascismo abriendo el camino a la toma del poder por Hitler.
La estrategia de la pinza construida por el PP e IU para desgastar a los socialistas por ambos flancos rindió excelentes resultados a los populares: rompió las alianzas municipales y autonómicas entre PSOE e IU tras las elecciones de 1995 y le permitió conquistar el Gobierno al año siguiente con un apurado margen de 300.000 votos. En cambio, el ensueño italiano del sorpasso de los comunistas en su carrera electoral con los socialistas albergado por Anguita no resistió el contraste con la realidad: sus mejores resultados en las urnas de 1996 ni siquiera llegaron a superar el máximo alcanzado por el PCE en 1979 (10,8% de votos y 23 escaños). Por el contrario, durante el mandato del PP las cifras electorales de IU -con Anguita ya dimitido- cayeron casi a la mitad; en la convocatoria de 2008 la candidatura de Llamazares sólo obtuvo el 3,8% de los votos y 2 diputados.
A la vista de esos hechos, parece evidente que IU no dispone de un claro espacio propio en el escenario político. Parafraseando la letra de una conocida copla, cabría concluir que ni con los socialistas ni sin ellos tienen remedio las penas de IU: como aliado, porque pierde independencia, y como adversario, porque favorece a la derecha. De añadidura, el sistema electoral beneficia a los dos grandes partidos de ámbito estatal, que se reparten el 80% de los votos y el 90% de los escaños en las Cortes Generales. Por lo demás, la autonomía de las ramas territoriales sobrepasa en algunos casos los límites de flexibilidad permisible incluso a una organización confederal: la presencia de IU en el Gobierno de Vitoria, por ejemplo, no tiene fácil explicación.
La hoja de ruta aprobada por una desahogada mayoría de la Asamblea Federal para proceder a la refundación de IU -tal vez con nuevas siglas- en 2010 no presenta novedades de carácter organizativo ni de contenido ideológico. La ratificación de sus señas de identidad anticapitalistas, republicanas y alternativas o los llamamientos a la integración en sus filas de comunistas, socialdemócratas de izquierda, ecologistas, feministas y pacifistas no servirán en sí mismos para solucionar la crisis.
La sensación de gallinero revuelto transmitida por la IX Asamblea Federal de Izquierda Unida, incapaz siquiera de ofrecer al público un relato comprensible de las cuestiones debatidas y de los argumentos y de las soluciones propuestos por las tendencias enfrentadas, deja la desoladora impresión de que la supuesta batalla ideológica no es sino un disfraz de luchas por el poder movidas por ambiciones y rencillas personales libradas entre sus dirigentes que responden a una lógica muy alejada de los intereses y las reivindicaciones de sus votantes reales o potenciales.
La elección de Cayo Lara como nuevo coordinador general de Izquierda Unida por parte del Consejo Político pone fin, al menos desde el punto de vista orgánico, a la crisis interna en la que se sumió la coalición debido a su estrepitoso fracaso electoral del 14-M, cuando su representación parlamentaria quedó reducida a dos diputados. Sin embargo, tanto las vicisitudes de su elección como la debilidad política de IU componen un panorama que dista de ser halagüeño para las posibilidades de recuperación electoral de esta fuerza política. Cayo Lara era el candidato del PCE y se impuso porque los otros dos sectores -el de los partidarios de Llamazares, que retiraron al balear Groske en el último minuto, y el de la llamada N-2 que presentó al senador Nuet- fueron incapaces de llegar a un acuerdo. Lara salió elegido con los votos en blanco del 27% de la formación, que corresponden a los llamazaristas.
El dato pone de manifiesto el primer problema al que se enfrenta el nuevo líder: la bicefalia en la dirección. El altavoz más potente, y casi el único, del que dispone IU a nivel nacional para hacer política es el escaño en el Congreso, que seguirá ocupando Gaspar Llamazares. Poco podrá hacer Cayo Lara fuera del Parlamento, si además sus posiciones no coinciden exactamente con las del ex coordinador general. En sus primeras manifestaciones, ya ha subrayado que IU ha estado «excesivamente escorada» hacia el PSOE. Sólo el tiempo podrá testar si su voluntariosa afirmación de que las luchas internas se han acabado es una realidad o la expresión de un deseo.
Aunque hasta los que no le votaron han subrayado el buen talante personal del nuevo coordinador general, la vuelta del PCE al puesto de mando resulta un anacronismo, puesto que IU nació precisamente para que el partido por antonomasia se disolviera progresivamente en una formación abierta a otros sectores más dinámicos y más entroncados con las nuevas realidades sociales. Hace ya tiempo que el PCE dejó de representar a las clases populares e incluso a los trabajadores. De hecho, la idea con la que se estrenó Cayo Lara de que podría ser necesaria la convocatoria de una huelga general fue rechazada ayer por los sindicatos UGT y CCOO.
No cabe duda de que la actual crisis financiera y económica -con el número de parados creciendo exponencialmente- es una oportunidad de oro para un partido a la izquierda del PSOE que gobierna. Cayo Lara se enfrenta a un gigantesco reto. La única fórmula para sintonizar de nuevo con la calle es renunciar a la defensa de los postulados tradicionales del PCE y proceder a una refundación radical de IU.
El Consejo Político de Izquierda Unida (IU) eligió el domingo a Cayo Lara, candidato del sector identificado con el partido comunista dentro de la formación, como nuevo coordinador general en sustitución de Gaspar Llamazares. Éste había anunciado su marcha tras los malos resultados electorales de marzo, pero la Asamblea Federal celebrada en noviembre fue incapaz de elegir un sustituto con suficiente apoyo como para encabezar la refundación acordada en ese cónclave. Se decidió trasladar la decisión al Consejo Político, la mitad de cuyos miembros se eligieron en la propia asamblea y la otra mitad en las federaciones territoriales.
Ciertamente, se necesita un plano para seguir el rastro de las cinco tendencias, con sus propias subtendencias, que han competido. Esa división paraliza la intervención política, ya debilitada por la escasa presencia institucional, por lo que la refundación organizativa era la prioridad. En esas condiciones, quizá tenga lógica el repliegue hacia la identidad originaria, la comunista, como núcleo más sólido del que partir. Con la dificultad, sin embargo, del lastre que hoy supone la identificación con esa ideología, refutada por la práctica allí donde triunfó en el pasado.
Pero ha venido la crisis económica, de carácter global y con consecuencias muy rápidas sobre el empleo, lo que ha dado aliento a la expectativa de movilización social. El nuevo coordinador ha tenido interés en deslizar como primer mensaje la posibilidad de preparar, frente a la política económica del Gobierno, una huelga general como la de hace 20 años contra el Gobierno de Felipe González.
No parece realista suponer que los parados o en peligro de serlo consideren, al estilo de Anguita en su momento, que el PP y el PSOE son dos caras de la misma política neoliberal, como también dejó caer Lara. Si la huelga general en la que piensa se planteara como alternativa a la concertación social por el empleo, que ha sido la seña de identidad de José María Fidalgo en CC OO y de Cándido Méndez en UGT, podría chocar con los sindicatos.
La pugna abierta en el seno de CC OO entre Fidalgo y el número dos del sindicato, Fernández Toxo, que aspira a sustituirle, deja abierta, sin embargo, la incógnita de si también en este terreno se producirá un repliegue hacia el pasado. En todo caso, es dudoso que ayude a IU a resolver sus problemas de identidad.
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