1 junio 1977

Sorprende que el encargado de replicar sea alguien que, pese a su popularidad, no es miembro del Comité Ejecutivo Federal del PSOE

El político del PSOE, Gregorio Peces-Barba, replica al diario EL PAÍS por acusar a su partido de ‘crisis de identidad’ en un editorial

Hechos

El 1.06.1977 el diario EL PAÍS publicó el editorial ‘La Crisis de Identidad del PSOE’.

11 Junio 1977

La crisis de identidad del PSOE

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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Los sondeos de opinión coinciden en predecir un considerable porcentaje de votos para los candidatos del PSOE en los comicios del próximo día 15.Esta indicación confirma las previsiones de los observadores, que han vaticinado durante los últimos meses que el socialismo va a ocupar un destacado lugar en las preferencias de los electores, y que el partido de Felipe González será el más evidente -aunque no el único beneficiario del voto de este signo.

Si se confirman las previsiones, el PSOE se verá, pues, ante la grave responsabilidad de administrar un resultado electoral que no es seguro sea capaz de digerir. Pues hoy está todavía enfrentado con las consecuencias de su ruptura interna de 1972 entre la dirección del exilio y la nueva generación de líderes surgida en el interior del país, que la sustituyó en sus tareas. Si bien este corte hace que los jóvenes dirigentes estén menos marcados,como es lógico por el pasado, ha obligado a improvisar aceleradamente los cuadros del partido, con todas las consecuencias negativas del hecho.

En efecto, la militancia socialista, tan activa a lo largo de la historia, y hasta en la primera etapa del franquismo, se paralizó en gran medida en los últimos años. Y el PSOE padece hoy una verdadera crisis de identidad motivada fundamentalmente por dos factores: su combatividad disminuida en la última etapa de la dictadura, y la pérdida de su primogenitura como principal partido de la clase obrera industrial. No es de extrañar, por tanto, la obsesión de parte de los militantes socialistas por disputar a los comunistas su campo de influencia, y hasta por desbordarlos por la izquierda. El conflicto se hace más confuso todavía a causa del «corrimiento» del PCE hacia posiciones tradicionalmente socialistas, tras su distanciamiento de la U RSS y el abandono parcial de ciertas tesis del leninismo.

El espectáculo es insólito: los socialistas tratan de invadir el terreno de los comunistas, se definen ocasionalmente como partido marxista, de clase y revolucionario, adoptan en la práctica fórmulas organizativas de la mejor estirpe del «centralismo democrático» y subrayan con frecuencia la parte maximalista de su programa sobre la forma del Estado y su organización económica y social.

Mientras tanto, los comunistas acentúan su programa mínimo, aceptan la Monarquía y la bandera bicolor, predican la prudencia y la moderación y se proclaman a sí mismos como una variante del socialismo.

Este radicalismo verbal de amplios sectores del partido de Felipe González se halla en contradicción con importantes aspectos de su práctica. El PSOE no sólo ha excluido de su estrategia electoral los pactos unitarios con la izquierda, sino que, en las candidaturas conjuntas para el Senado, ha sacrificado la presencia de los comunistas para no perder la alianza con los demócratas cristianos, que así se lo exigían. Por otra parte, la retórica obrerista no se compagina muy bien con el importante peso de sectores burgueses en la composición. tanto de su militancia como de su electorado.

¿Y qué decir de las conexiones internacionales del socialismo español? La ayuda económica de partidos extranjeros a sus homólogos españoles parece haberse convertido en materia reservada y secreto oficial, tal vez por la prohibición incluida en la ley Fraga de Asociaciones, que, como la Ley Seca, todo el mundo acata formalmente, pero nadie cumple. Dígase lo que se diga, existe una ayuda material y moral de otros partidos de la Internacional Socialista al PSOE, como también existe entre los liberales, los demócratas cristianos y los partidos de la derecha autoritaria. No nos parecen criticables estas ayudas. Y sobre todo no creemos que nadie esté en situación de lanzar la piedra. Pero el problema es otro: el problema radica en los peajes futuros que un partido socialista en el Gobierno tendría que pagar a Gobiernos extranjeros que le hubieran financiado su victoria.

Es, finalmente, el hecho de que los socialistas acudan divididos a las elecciones el que más críticas y más razonablemente expuestas levanta y el que justifica los últimos motivos de esa crisis de identidad del partido. El PSOE lleva una parte no pequeña de responsabilidad en todo ello. Es indudable que España necesita un socialismo unificado, y que este socialismo tiene que pasar necesariamente por el PSOE, que es el partido socialista más fuerte, mientras las urnas no demuestren lo contrario, cosa que no parece probable. Pero no tiene por que pasar necesariamente por las horcas caudinas del PSOE, que en esta ocasión parece haber pecado de arrogancia y exclusivismo. No es cuestión de discutir si se ha hecho o no todo lo preciso para llegar a un pacto. Los resultados son, en cualquier caso, lamentables.

En última instancia, sin embargo, este problema está ligado con la propia estructura de la organización. El miedo a la fusión con otras organizaciones socialistas es paralelo al que provoca, al parecer, en la dirección del partido, el permitir o no la existencia en su seno de tendencias organizadas, como existen en la mayoría de los grandes partidos socialistas occidentales. Si las tendencias dentro de un partido que ha crecido tanto y tan rápidamente como el PSOE no son claramente reconocibles, si se priva de libertad de expresión hacia afuera a sus portavoces, el resultado será un confuso revoltijo del que los espectadores sólo percibirán momentos aislados y contradictorios. Y, en ese mare magnum, siempre resultarán más visibles los gestos radicales e izquierdistas. A menos que el PSOE ordene las tensiones en su seno de manera comprensible, seguirá siendo un carrusel de verbalismo revolucionario y de hechos moderados, de imágenes caballeristas y comportamientos prietistas, de banderas republicanas y visitas a La Zarzuela, de marxismo teórico y socialdemocracia práctica. Por lo demás, en una perspectiva amplia, el socialismo debería renunciar -al igual que el PCE- a los proyectos de abarcar todo, o casi todo, el espacio electoral de la izquierda. De otra forma el resultado será la lucha sin cuartel de ambas organizaciones y la perpetuación de la confusión en el seno de cada partido, desgarrado entre su vocación hegemónica y el pluralismo electoral que pretende cubrir.

11 Junio 1977

La identidad del PSOE

Gregorio Peces-Barba

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El Partido Socialista Obrero Español, en los cien años de su historia, ha recibido críticas a su línea estratégica, a su programa y a su praxis. En ocasiones estas críticas, hay que reconocerlo, han sido justificadas, otras veces, quizá la mayoría, han derivado de prejuicios, de incomprensiones, o, simplemente, de oportunismo partidista. En todo caso, la crítica es necesaria para no caer en el dogmatismo y no encerrarse en una optimista torre de marfil. Por eso mi primera reacción como socialista ante el editorial de EL PAIS «La crisis de identidad del PSOE» es de gratitud por su interés por los problemas del socialismo. En otra situación, pese a sus errores y valoraciones insuficientes o inexactas, porque tiene también aspectos de razón, hubiera podido ser un punto de partida para una reflexión pública, con luz y taquígrafos, sobre el PSOE, para que todos los interesados pudieran aportar sus ideas a la común tarea de reforzar al partido político del socialismo democrático. Pero su publicación a quince días de las elecciones puede tener objetivamente un impacto desorientador y una influencia que no va a contribuir precisamente a aclarar el confuso panorama electoral y, aunque subjetivamente, sé que no es la intención de los magníficos periodistas e indubitados liberales que hacen ese periódico, podría también incidir en la campaña que, desde todos los sectores, impulsa el Poder para rebajar los porcentajes que las encuestas atribuyen al PSOE.

Desde una colaboración constructiva quisiera salir al paso de la tesis central del editorial con las siguientes perspectivas:

Primera: El análisis de la situación del PSOE no se puede realizar sin conectarlo con la represión del franquismo ni con la situación de los demás partidos políticos. Desconocer la incidencia que sobre la problemática de los partidos y sobre su crisis ha producido la represión y la ilegalidad es falsear el problema. También es falsearlo analizar la crisis de identidad del PSOE sin referencia a la situación de los demás partidos y sólo con una alusión marginal a la situación del Partido Comunista. Quizá, lleguemos a la conclusión de que el PSOE es donde menos crisis de identidad existe. ¿Por qué entonces un análisis aislado sobre la crisis de identidad del PSOE? Si las encuestas dan un porcentaje elevado de preferencia al PSOE, en algunas provincias el primer puesto y, en todo caso, el segundo, pienso que la coherencia de la política del PSOE, frente a los movimientos, cambios de táctica y de estrategia, escisiones, uniones y nuevas escisiones de los demás grupos, puede ser la explicación de ese movimiento de opinión.

Segunda: La argumentación sobre las conexiones internacionales y los peajes futuros que tendríamos que pagar los socialistas por la ayuda extranjera me recuerdan los más rancios tiempos del franquismo, cuando se acusaba a los de Munich de traidores por reunirse en el extranjero para hablar de España. Pienso que, objetivamente, esta argumentación puede excitar las más «chauvinistas» vetas del nacionalismo español, explicables desde los lemas de Alianza Popular, pero no desde un editorial de EL PAIS.

La solidaridad y el internacionalismo socialista no van a condicionar a la política del PSOE. Si la victoria se produce, no será por la financiación extranjera, expresión que produce recuerdos «camp» de lo mejor del lenguaje de la RTVE franquista, sino por el esfuerzo y el trabajo de los socialistas españoles y por la confianza y la credibilidad que produzcan en los ciudadanos. No somos precisamente los socialistas los que compramos votos con dinero en este país.

Tercera: En relación con la unidad socialista no se puede hablar de ella olvidando los importantes pasos dados con sectores, de la Federación de Partidos Socialistas como en Madrid y en Murcia y del acuerdo con el Partido Socialista de Cataluña, con lo que la acusación de arrogancia y de exclusivismo y de intentar hacer pasar a los otros «por las horcas caudinas del PSOE», carece de fundamento. Si se analiza el fenómeno de la unidad, hay que hacerlo en toda su profundidad, observando, por ejemplo, la constante de otros grupos socialistas, que se afirman siempre en referencia a su oposición al PSOE, fundando su identidad en el anti PSOE. También hubiera sido necesario explicar por qué algunos grupos socialistas han presentado candidaturas en las zonas en las que no tenían existencia real, como en Valladolid, en Burgos o en León, con lo que no van a hacer sino disminuir el porcentaje del PSOE, sin obtener ningún beneficio propio. ¿Qué juicio tiene que merecer esa postura política desde la perspectiva de la unidad socialista? ¿No parece que el enfoque del editorial es insuficiente y parcial si se tienen en cuenta, al menos, y junto a otras, esas perspectivas?

En el PSOE hay una corriente de unidad muy fuerte que estoy seguro acabará con los obstáculos internos y externos a la misma, pero, precisamente por ser tema muy serio y de gran transcendencia, no puede ser utilizado sólo como ariete electoral.

Cuarta: En todo partido político existen, dice Duverger, estructuras oligárquicas y burocracias que tienden a perpetuarse en el Poder. Esta ley que podemos formular con la misma exactitud de las leyes físicas y naturales es común a todos los partidos políticos y no puede ser utilizada como si fuese una característica específica del PSOE y de su dirección. Precisamente en el PSOE, por sus reglas de juego internas, es mucho más fácil atajar esa característica de todo partido político, porque tiene una democracia que permite que las minorías se conviertan en mayorías si los militantes así lo deciden. Me ha parecido oportuno, como vinculado a la minoría dentro del partido, calificado incluso por algún periódico como gran perdedor del XXVII Congreso, salir al paso de esta afirmación del editorial. No estoy privado de libertad de expresión y, además, EL PAIS es testigo de excepción de esta realidad porque publicó mi artículo «El PSOE de Madrid ante el futuro», después del XXVII Congreso, constructivamente discrepante con la comisión ejecutiva recién elegida. Las minorías del PSOE tienen libertad de expresión.

Hay algo, sin embargo, que el editorial de EL PAIS describe certeramente, aunque también lo desenfoca en su valoración. Es cierto que hay un desfase entre ciertas actitudes radicales de tipo verbal y una política socialista y democrática, que es la única posible en el ámbito europeo, donde la aceptación de la democracia política es cauce para la construcción de la sociedad socialista. Pero esta construcción no puede ser utilizada tampoco como una crítica importante al PSOE, pues es fruto de la clandestinidad y de cuarenta años de régimen autoritario. El debate de los próximos años en el PSOE va a ser sobre los dos modelos posibles de desarrollo de este socialismo democrático: el modelo de la socialdemocracia alemana y el modelo del socialismo francés. Ciertamente, cualquier otro debate será retórica verbalista imposible. La reflexión constructiva que se debe propiciar, a mi juicio, es, por consiguiente, ésta. No existe crisis de identidad en el PSOE, sino debate de profundización sobre esas dos opciones que van a determinar la identidad del PSOE en el futuro. Los que pensamos que, el modelo del socialismo francés, con su adaptación a la situación española, es el más adecuado, y. en esto no estoy con la minoría, sino con la mayoría, lucharemos porque la identidad de nuestro partido vaya por esa línea, pero afirmamos que no hay crisis de identidad, sino profundización de una que arranca de hace casi cien años.

Gregorio Peces Barba