4 enero 1967

Embestida del diario privado de Prensa Española contra los periódicos públicos

El presidente de la Junta de Fundadores de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena, reprocha el trato a la monarquía que dan los diarios falangistas ARRIBA y PUEBLO

Hechos

  • El 4 de enero de 1967 D. Juan Ignacio Luca de Tena publica una ‘Tercera’ sobre el trato a la monarquía de los diarios públicos PUEBLO y ARRIBA.

Lecturas

El presidente de la Junta de Fundadores de ABC, Juan Ignacio Luca de Tena García de Torres publica una ‘Tercera’ valorando críticamente el trato a la Monarquía que están dando los periódicos públicos Pueblo de Emilio Romero Gómez y Arriba de Manuel Blanco Tobío.

31 Diciembre 1966

Príncipes

PUEBLO (Director: Emilio Romero)

Leer

Recientemente hemos publicado en estas páginas dos conversaciones sostenidas por Tico Medina con los Príncipes Juan Carlos de Borbón y Alfonso de Borbón. Advertirían en seguida nuestros lectores que hemos tenido muy en cuenta el cuadro en que podían tener lugar las entrevistas. No decíamos ‘Los Príncipes’ porque hubiera sido como manifestar nuestra creencia de que no había más de dos en las posibilidades sucesorias, y esto limitaría el horizonte de la Ley Orgánica en esta materia: las conversaciones tenían el título más abierto de ‘Príncipes’. Un poco ocurrió con mi libro “Cartas a un Príncipe”. Muchos se preguntaban: “¿Quién es ese Príncipe?”. La respuesta era bien fácil para un hombre del pueblo como yo, y sin ninguna adscripción a las formas de gobierno por razón de equipajes ideológicos, o de otra índole. Hace tiempo que desmitificado en mi conciencia las formas de gobierno, ya que la polémica Monarquía-República ha producido grandes conflictos nacionales y su supervivencia en el presente, aunque residual, es un molesto anacronismo. Ese Príncipe de mi libro será aquel que logre alcanzar el Trono. Cualquier otro no necesitaría un libro de advertencias o de avisos, o de consejos, sino un manual de los cien oficios que un Príncipe sin aspiraciones puede tener, y sin merma de su decoro social.

Después he recibido algunas cartas señalando que hay más Príncipes, y pidiéndome que aparezcan en estas páginas. Estoy seguro que hay más, y eso es lo malo. Recientemente he recibido una felicitación de don Jesús de Trastamara Fernández-Núñez, Fernandez de Telo, etc, etc. Nada menos que como ‘Alfonsus X Del gratia in Romanorum…‘ Seguramente es un extravagante ciudadano, pero esto es muy serio – y mucho más desde el 14 de diciembre – y por eso hay que andar con pies de plomo. La intención no era otra que asomarnos aunque sea a distancia a la cuestión sucesoria, para mostrar a los españoles como viven y que dicen unas personas que pueden ser llamadas a altos destinos históricos, a quienes todos conocemos, pero que de ahora en adelante recibirán una mañor atención y curiosidad de análisis. Los dos fueron tan discretos y prudentes ante el periodista que no dieron ocasión a que se les definiera. Eso es oficio de Príncipes, no traslucirse de tejas abajo, donde están las filiaciones política, y su lenguaje tiene que ser parecido al que utilizaron nuestros obispos en las vísperas del referéndum, que no hemos leído otra cosa en los últimos años más común de todos y menos particular de cada uno. Un prodigio de circunvalación por el centro. Solamente pusieron de manifiesto los Príncipes el carácter. Don Juan Carlos es expansivo, llano y con actitudes de candor. Don Alfonso es taciturno, sencillo y avisado. Algunas diferencias en sus carácteres pueden atribuirse a su diferente situación. Mientras don Juan Carlos – en la legitimidad de la última familia real – tiene preferencia de sucesión y por ello ha sido cuidado para ese fin, don Alfonso no tiene otras posibilidades que las que pudiera otorgarle el pueblo español en el mecanismo de la Ley Orgánica, y en estos momentos solamente un ciudadano de sangre real que ha hecho uss estudios como uno más trabaja en una empresa y vive en una calle cualquiera. Sin perjuicio de esto, don Juan Carlos es por su carácter ‘muy Borbón’ refiriéndose a los últimos cuatro reyes. ¿Pero sólo por su campechanía y su efusividad? Seguramente también por cierta perspicacia para darse cuenta de la realidad. Dice que su mujer, doña Sofía, reputada de inteligente, le apunta alguna cosa y esto es natural, todas las mujeres apuntan a sus maridos en esas materias donde hay que estar con los ojos abiertos. Pero además es razonable pensar que don Juan Carlos tiene la óptica de Madrid y sus referencias son directas. Estoril, sin embargo, no se ha acomodado en esa realidad; la Zarzuela sí. Esto es un secreto a voces. Y las manifestaciones recientes de Pemán sobre cierto ‘montaje genial’ no es otra cosa que el montaje teatral de una comedia que el gran dramaturgo hubiera querido hacer, porque en último caso el sueño del escritor es llevar siempre la política al teatro, no así el político nato, que lleva el teatro a la política. A mí el artículo de ABC – que ha producido tanto resquemor – me ha parecido una fábula con un último acto ingenioso y sorprendente, que busca los aplausos y las glorias. ARRIBA se enfadó y Conrado Blanco y yo nos sonreímos. Algunos españoles todavía piensan que Pemán es un político y a mí lo que me irrita es el sectarismo sueco para no darle el Nobel de Literatura. He créido siempre que la Monarquía no tendría otro acomodo que en el Régimen y no podrá conseguirse jamás una ‘tercera posición’ entre el Régimen y el antirrégimen. Los dos grandes errores de Estoril han sido suponer que podría ser esa tercera posición desde Potsdam, y estoy seguro que lo ha intentado con buena fe. Luego ha sostenido que era posible una restauración en vida útil de Franco. El poder vitalicio de Franco nace principalmente de su tremenda responsabilidad histórica en orden a impedir por todos los medios que la tragedia de 1936 pudiera repetirse. Veintisiete años de paz le dan la razón. Lo que representaba la legitmidad monárquica no daba estas garantías. Por otro lado, el sistmea de autoridad que habría de nacer de una guerra civil para hacer los cambios profundos en el Estado y en la sociedad española no podría ser mantenido por un rey que no gobernase, sino por un gobierno que reinara, que es diferente; ahora mismo, que nos democratizamos, hay que hacer lo que dijo Madariaga: una democracia gobernante, porque no se atreve a decir una democracia con un poder fuerte. Por las razones que sean, lo monárquico de Estoril ha sido presentado siempre en España como una facción de monárquicos con deseos de instalar en seguida en el trono a don Juan de Borbón. El correo Estoril-Madrid ha estado siempre lleno de pequeñas maquinaciones, de reticencias pol´tiicas, de artículos sedicentes, de tejemanejes cortesanos y de rumores para la tertulia, y contra todo esto no han podido muchos monárquicos realistas o prácticos. Es probable que a don Juan de Borbón no sea correcto o exacto centrarlo en todo esto; pero le ha faltado energía para jubilar ‘viejas guardias’ monárquicas y para pedir credenciales en forma a los recién llegados. ¿Cómo no ha visto Estoril que el único camino de la Monarquía era el transitado por el Régimen y que después en ese camino habría de esperar pacientemente su turno? Pocas cosas se saben de las conversaciones sostenidas por el general Franco y don Juan de Borbón, pero sospecho que fueron conversaciones para llevar a don Juan el testimonio de las dificultades del estadista, la noticia de la tarea, y para sosegarle de impaciencias. En medio de un país absolutamente desinteresado por la cuestión monárquica, Franco tenía dos colosales atenciones con los descendientes de don Alfonso XIII. Celebrar periódicamente entrevistas con don Juan y poner en circulación a don Juan Carlos por la vida española; darle casi un trato de Príncipe ejerciente.

04 Enero 1967

La Tercera Posición

Juan Ignacio Luca de Tena

Leer

Es curioso. Los diarios que más se distinguen por su fobia contra las esencias de la Monarquía Tradicional, que es el régimen legal del Estado, nos tildan a nosotros de desafectos al Régimen, cuando, a nuestro juicio, son ellos los más duros discrepantes en sus ataques furibundos a los principios establecidos en la Ley Orgánica que acaban de aprobar los españoles. Comentando un admirable artículo de José María Pemán sobre la sucesión, coinciden en los mismos reproches un editorial de ARRIBA, publicado hace días y un artículo reciente de Emilio Romero en PUEBLO, si bien difieren en la forma: la de ARRIBA de malos modos y la de Romero, con buenos, cual corresponde a uno de los pocos liberales que aún quedan en España, entendiendo en este caso por liberal el que respeta las ideas ajenas y las comprende, aunque no se solidarice con ellas, y las contradiga y ataque con educación. En este aspecto, José Antonio Primo de Rivera era otro liberal del que debieran tomar ejemplo algunos de los que se dicen sus seguidores. Como también lo era el republicano don Alejandro Lerroux, en cuyo campo tampoco abundaban los liberales, si bien fuera el liberalismo uno de los señuelos hipócritas con que los republicanos engañaron al país en sus campañas de los años 1930 y primeros meses del 31. Hoy, los mismos  que para atacarnos, durante nuestra guerra y después de ella nos llamaban demócratas y liberales, se nos presentan demócratas y liberales que nadie – aunque, a decir verdad, mejor parecen lo primero que lo segundo – y lo hacen de una manera tan desaforada, que sus frases nos recuerdan por demagógicas a las que en su tiempo fueron tan lugar común en LA LIBERTAD, SOLIDARIDAD OBRERA, EL SOCIALISTA y sus secuaces: “El Pueblo”, “La Voluntad del Pueblo”, “La Soberanía Popular”, “A este régimen le sucederá un único Soberano: el Pueblo”. Por favor… han sucedido en España demasiadas cosas – la guerra de Liberación entre ellas – para que al cabo de treinta y seis años volvamos a leer las mismas palabras que nos llevaron a la catástrofe. El Pueblo, el verdadero pueblo, que es el ocnjunto de todos los españoles, acaba de dar su opinión de una manera explícita y tajante, y la primera interpretación que se desprende de su voto es que está harto de demagogias o actitudes que se le parezcan y que ansía para el futuro el bien estar, la paz y los avances sociales que tan pródigamente nos ha proporcionado el Gobierno del Generalísimo Franco durante los cinco últimos lustros.

Yo sigo pensando ahora lo mismo que cuando para denigrarme en 1938 me llamaba Dionisio Ridruejo señorito liberal y demócrata desde las páginas de un periódico falangista de Valladolid. Pero mi democracia – la de entonces y la de ahora – es, precisamente, la establecida en esta Ley Orgánica del Estado que Franco acaba de someter a un referéndum y que los ciudadanos han aprobado clamorosamente. Es probable que a mi antagonista de entonces le parezca hoy insuficiente. A mí, no. La futura democracia se apoyará en los puntales de un sufragio auténtico, en una gran parte directo de todos los españoles e indirecto a través de sus órganos representativos. He dicho ya en estas páginas que las fórmulas democráticas establecidas en la nueva Constitución son las que más se ajustan a nuestras circunstancias actuales, a nuestro modo de ser propio y a los anhelos de paz, orden y prosperidad que todos sentimos para el futuro que, en este aspecto democrático y representativo, ha dejado de ser incierto. Nada de lo que yo he propugnado y defendido en otros aspectos, a lo largo de mi vida, está excluido en la ley. Ni excluido ni definido de una manera clara, eso es verdad. Me refiero, naturalmente, a la sucesión. Emilio Romero, en su reciente artículo titulado ‘Príncipes’ se refiere a ella.

El gran periodista y habilísimo polemista que es Romero trata en él a las personas reales con un profundo respeto aparente. Y desliza a través de sus líneas ciertas afirmaciones que reputo de erróneas y que voy a permitirme comentar. El primer error está en el título ‘Príncipes’ así, en plural. El Estado español es no sólo sindicalista y social – lo que a mí me parece admirable: cuantos avances se realicen para mejorar el nivel de vida de las clases humildes los encontraré perfectos – sino que es, además, y desde su instauración, un Estado jerárquico. Cuando España adquirió la categoría de Reino en el anterior referéndum fueron reconocidas oficialmente las jerarquías monárquicas: Grandezas y títulos de de Castilla, Infantes de España a los que lo eran y la denominación de Reina Viuda con tratamiento de Majestad a Doña Victoria Eugenia. Emilio Romero que, según dice, “no está adscrito a las formas de Gobierno por razón de equipajes ideológicos o de otra índole” ha respetado siempre en las informaciones de su periódico y en sus artículos firmados los títulos antedichos, y lo ha hecho seguramente por dos razones: la primera, por impulsos de su buena educación; la segunda, porque es un periodista del Régimen, como yo lo soy, y no puede desconocer lo que el Régimen oficialmente reconoce. Pero existe el caso de un título que el actual Estado no ha reconocido nunca oficialmente y este título es el de Príncipe. Porque en España, a través de su Historia y desde hace siglos, no había más que un Príncipe de estirpe regia: el de Asturias, que era el primogénito del Rey y Heredero de la Corona. No existe, pues, legalmente, en España la jerarquía de príncipe. De haberla, correspondería a una sola persona y nunca se podría pluralizar el título. Cierto es que a Don Juan Carlos, desde que se instaló en Madrid para seguir sus estudios hace dieciocho años, todo el mundo – particulares o no – le llamamos el Príncipe. Y que los periódicos, en tiempos de la censura, no se nos prohibió jamás denominarle así. Por algo será. Acaso porque como dice el mismo Romero en su comentado artículo “Don Juan Carlos, en la legitimidad de la última Familia Real, tiene preferencia de sucesión” (sobre Don Alfonso de Borbón Dampierre). Y la legitimidad en las Monarquías es una cosa muy seria; tan esencial como lo es el sistema de elección de presidente en las Repúblicas.

Otra afirmación de Romero dicha con distintas palabras, es que Estoril no se ha acomodado nunca a la realidad madrileña y española: afirmación totalmente errónea y gratuita, sea o no en la redacción de PUEBLO un secreto a voces. Si Emilio Romero hubiera tenido ocasión de escuchar con algún detenimiento al Exiliado de Estoril, estoy seguro de que desmentiría enérgicamente ese ‘secreto a voces’. Yo, y muchos otros que, como yo, tienen la honra de frecuentar Estoril, sabemos con cuánto acierto, con qué plausible ponderación y asombrosa clarividencia se trata allí de la realidad de España. Alguna vez me he permitido decir que voy para que se me cuente lo que pasa en Madrid. Acaso Emilio Romero de quien creo que me quiere mucho, me achaque a mí también actitudes de candor, pero pregunte a quienes por su inteligencia y carencia de pasión le merezcan mayor crédito: ellos le dirán lo mismo. Dudo yo que en toda la Historia de España haya existido una personalidad tan deformada por el desconocimiento y el fanatismo como la de Don Juan de Borbón.

En cuanto a que la posición táctica adoptada por Don Juan a raíz de terminar la guerra europea y su explicación dada por Pemán no es más que el montaje teatral de una comedia pemaniana, yo me permito afirmar a Emilio Romero que no se trata de teatro, sino de Historia. Porque – y me sorprende que un periodista que tan buena información suele tener lo ignore – aquella posición táctica fue comprendida y justificada posteriormente por las más altas jerarquías del Estado, la sigue justificando aquel momento histórico – el de Postdam precisamente – y hace falta estar cegado por la pasión o por la amnesia para no comprender ahora el servicio inmenso que Don Juan hubiera podido prestar a su Patria en el trágico caso de que hubiesen prosperado las perversas y archisabidas amenazas, públicamente expresada por los vencedores aliados. Se recordó entonces al mundo que en España había otra opción nacional muy distinta de la del Gobierno rojo establecido en París si aquellos vencedores mundiales – Rusia, Francia, Inglaterra y Estados Unidos – hubieran logrado su propósito de derribar a Franco.

Pero, además, ¿es que vamos a seguir rasgándonos las vestiduras por unas declaraciones hechas hace más de veinte años y que ya están superadas por el propio Régimen con palabras y hasta con hechos que todos hemos elogiado en el transcurso de los últimos tiempos? ¿Acaso es la aspiración a ser Rey de todos los españoles sin tener en cuenta sus ideas y antecedentes, lo que se reprocha todavía, en pleno 1967? Claro es que entonces cuando esa aspiración fue declarada, aún no se había pronunciado en España una frase que nosotros aplaudimos de todo corazón, no sólo por el supremo respeto que nos merece quien la dijo, sino por el patriotismo y la generosidad que revela: “Ya no hay vencedores ni vencidos”.

“¿Qué ahora la Monarquía no tendría otro acomodo que en el Régimen y no podrá conseguirse jamás una tercera posición entre el Régimen y el antirrégimen?”. En eso estamos absolutamente de acuerdo; totalmente conformes tanto en la calle de Serrano y en la de las Huertas, como en la Zarzuela y en Estoril. Porque eso de la ‘tercera posición’ si que es una fantasía teatral mucho más superrealista que la atribuida a Pemán por Emilio Romero. No olvidemos que éste también hace teatro, y del bueno. Sería una lástima que se dejara tentar por el prurito de urdir argumentos falsos. La única vez que se enfrentó, durante pocos minutos con el vecino de Estoril, este le preguntó: “¿Y qué, Romero, usted dedicado ya casi enteramente al teatro, no?”. A lo que respondió Romero con mucha gracia: “Señor, es para hacerle la competencia a Pemán”. ¿No pretenderá en este caso seguir haciéndole la competencia a Pemán en lo que equivocadamente le atribuye?

Pero veamos qué es eso de la ‘tercera posición’. Para desmentirlo rotundamente basta con reproducir las siguientes palabras pronunciadas hace muy pocos meses en Estoril:

“No comparto yo los temores de agoreros pesimistas ante el futuro inmediato de nuestra Patria. España es hoy, según la legalidad vigente, un Reino, y creo que la Monarquía ha de venir a España para continuar y asegurar la evolución progresiva que, en todos los órdenes, podemos contemplar en la vida española. La dolorosa prueba del a guerra, las tremendas dificultades de la paz hasta llegar al presente resurgimiento económico, los años de orden y sosiego han forjado una sociedad más disciplinada, madura en suma, para recibir una más amplia estructura de la vida política, continuándose la evolución en este sentido anunciada por el Régimen y que, de hecho se ha iniciado ya”.

¿Es justo atribuir una tercera posición frente al Régimen a Quien pronunció estas palabras? A mí juicio, no. Se puede discrepar de ellas y ser honradamente republicano, monárquico y comunista. Lo que no puede hacerse es desconocer la verdad. Seguramente que si Emilio Romero hubiera conocido esas palabras, pronunciadas en la primavera última, no habría inventado ese truco teatral tan espectacular de la tercera posición.

Juan Ignacio Luca de Tena

06 Enero 1967

Modos y razones

ARRIBA (Director: Manuel Blanco Tobío)

Leer

Desde ABC el marqués de Luca de Tena nos ha reprochado los malos modos de cierta editorial de ARRIBA. Como deseamos que los malos modos estén tan lejos de nuestra pluma como lo están de nuestro propósito, hemos repasado con la más gruesa lupa de la más exigen urbanidad las expresiones en que se concretaba la discrepancia de ARRIBA, con las tesis sostenidas por don José María Pemán en su artículo ‘La Sucesión’, y con un posterior editorial de ABC sobre el mismo tema, ya que a esta discrepancia alude don Juan Ignacio Luca de Tena.

En nuestros editoriales (‘La dinastía del pueblo’ y ‘Sucesión sin monopolios’) hay razones y argumentos enhebrados con rigor lógico, ordenados con notorio y sincero afán de esclarecer cuestiones de fondo, expuestas con la firmeza de quien defiende el precioso tesoro de los Principios comunes y fundamentales, pero también con todo respeto a las personas y con una corrección y afabilidad que son muestras de buena disposición al diálogo.

Por el contrario, no hemos encontrado en aquellas palabras nuestras ni sombra de exabrupto, ni asomo de ira, ni gota de acritud. Invitamos, con la sonrisa tranquila de un noble y caballeresco desafío a que se nos señale en dónde, en qué párrafo o en qué línea hemos escrito una frase o una palabra no ya falsa o injuriosa; ni siquiera malsonante o erizada. Esperamos que ABC recoja este pequeño guante blanco, que no le arrojamos, sino que le ofrecemos.

De otra manera tendremos que interpretar esa inmerecida acusación como un mono (ni bueno ni malo, sino todo lo contrario) de eludir, por desaparecimiento de razones, un diálogo sereno sobre asuntos graves; como una manera de volver la espalda; como una forma infecunda de resbalar sobre los argumentos y de prácticas la socorrida costumbre de salirse del tema por la tangente de las cuestiones accidentales.

ARRIBA si podría dolerse de algunos modos de ABC, modos que no inventamos ahora para aludirlos indeterminadamente como pretextos, sino que en nuestros editoriales quedaron señalados y entrecomillados; sobre ellos pasamos entonces y volvemos a pasar ahora con benevolencia y con afán de encontrar entre las expresiones inclementes algunas razones atendibles. ARRIBA podría dolerse también de que le comparen con EL SOCIALISTA, con SOLIDARIDAD OBRERA y con LA LIBERTAD, en frase que el contexto convierte casi en una declaración bélica o en una denuncia de triunfalismo político. Si esta comparación se fundamenta exclusivamente en que nosotros proclamamos y defendemos la soberanía del pueblo y respetamos su libertad y voluntad no nos molestaríamos en rechazar la comparación: igualmente podríamos haber sido comparados, por eso mismo, con cualquier periódico serio y moderno de cualquier país civilizado, monárquico o republicano. Eso es lo que jamás, al parecer ha querido aceptar ABC, ni antes, cuando lo afirmaba LA LIBERTAD, ni ahora cuando lo afirma ARRIBA; y, sobre todo, cuando está ya establecido en nuestras leyes Constitucionales.

Ahí es donde podemos atisbar la razón oculta de que algunos vean ‘malos modos’ en nuestras palabras. Tal vez ABC y tal vez el marqués de Luca de Tena, consideren como ‘malos’ todos los modos de afirmar la soberanía popular, aunque esa afirmación se exprese con la más exquisita corrección, con la más cordial y amable de las sonrisas, con la cintura casi quebrada en el saludo y con las plumas del chambergo barriendo la calle de Serrano, a la antigua usanza española. Ya que no podemos pedir perdón por ‘malos modos’ que nunca tuvimos, lo pedimos muy cortésmente para repetir a ABC y al señor Marqués de Luca de Tena que ‘a este Régimen le sucederá un solo Soberano: El Pueblo’. AL menos éste es nuestro parecer y nuestro deseo, eso ha afirmado Franco y eso establece la Ley que hemos aprobado los españoles en el Referéndum. No obstante, escucharemos los argumentos que nieguen la legalidad justicia o conveniencia de esa afirmación; los analizaremos con paciencia e intentaremos rebatirlos sin ni siquiera exclamar: ¡Caramba!