10 abril 1993

Uno de los principales representantes del 'guerrismo' había estado en la Ejecutiva del PSOE desde el histórico Congreso de Suresnes de 1974

El Secretario de Administración y Finanzas del PSOE, Guillermo Galeote forzado a dimitir como responsable del ‘caso Filesa’

Hechos

  • El 10.04.1993 el Comité Ejecutivo del PSOE anunció la dimisión de todos sus cargos de D. Guillermo Galeote (Secretario de Administración y Finanzas) y D. Carlos Navarro (Coordinador financiero del Grupo Parlamentario Socialista)

Lecturas

El 10 de abril de 1993 se celebra una reunión de la Comisión Ejecutiva del PSOE para dirimir responsabilidades por el caso Filesa, la investigación del Tribunal Supremo sobre una posible financiación ilegal del PSOE. La Comisión Ejecutiva ha resuelto destituir a D. Guillermo Galeote como responsable de Finanzas del PSOE y como miembro de la Ejecutiva del PSOE así como la destitución de D. Carlos Navarro Gómez como responsable de finanzas del grupo parlamentario socialista.

El Comité Ejecutivo del PSOE reconoce ‘fallos de contabilidad y financiación’ en el PSOE pero rechaza la dimisión de D. José María Benegas Haddad que, como secretario de Organización era el máximo responsable de la coordinación del partido por debajo de D. Felipe González Márquez y D. Alfonso Guerra González. También, por sorpresa, se rechaza la dimisión de D. José María Sala Griso aunque está siendo investigado por el caso Filesa gracias al apoyo del ‘aparato’ del PSC al Sr. Sala Griso.

UNA DEPURACIÓN DE RESPONSABILIDADES ESCASA

Benegas_Guerra_Rubial_1993 La prensa informó de que D. Felipe González quería que en el Comité se produjera una depuración de responsabilidades por la financiación ilegal del PSOE a través d Filesa y estaba dispuesto a que cayeran ‘peces gordos’, en clara referencia al Secretario de Organización del PSOE, el Sr. ‘Txiki’ Benegas o incluso el Vicesecretario D. Alfonso Guerra.  Pero la resistencia del ‘aparato’ guerrista a salvado la cabeza del Sr. Benegas y el único que ha caído es el Sr. Galeote que ya estaba políticamente muerto desde hacía un año.

Filesa_CarlosNavarro D. Carlos Navarro, imputado por el caso Filesa, ha dimitido como responsable de finanzas del Grupo Parlamentario del PSOE (cargo del que ya había dimitido en la práctica desde hacía dos años) y también dimitido como diputado, lo cuál tiene escaso valor dado que la legislatura está a punto de terminar.

11 Abril 1993

Filesa y la unidad del PSOE

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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Hace dos años, cuando estalló el caso Filesa, las dimisiones de Guillermo Galeote y Carlos Navarro, responsables de finanzas del PSOE y de su grupo parlamentario, respectivamente, habrían sido un gesto demostrativo de la voluntad de la dirección socialista de luchar contra la corrupción política. Tales dimisiones tienen hoy poco valor. Llegan a destiempo y producen una inevitable sensación de búsqueda de equilibrios internos no explicada suficientemente a la opinión pública. En lo que se refiere a la crisis abierta por el escándalo Filesa, la ejecutiva del PSOE ha seguido la ley del mínimo daño, atendiendo a la paz interna más que a las exigencias sociales de clarificación. El plan presentado por González a favor de la transparencia en la financiación del PSOE es enormemente válido para el futuro, pero no cumple las expectativas despertadas por él mismo en los días precedentes en relación a Filesa. Las responsabilidades políticas que según el propio González debía asumir el partido por este escándalo han quedado reducidas a un nivel tan mínimo por el momento -a la espera de la decisión judicial- que difícilmente pueden cerrar la crisis. Para ese viaje no se necesitaba una reunión extraordinaria de la cúpula del PSOE, que ha mantenido en vilo a la opinión pública a lo largo de la Semana Santa. Otra cosa es el efecto que tal reunión haya tenido para fortalecer la autoridad de González en el PSOE.Los dirigentes socialistas, han presentado estas dirnisiones como una muestra de su cohesión interna y como la respuesta esperada por la sociedad ante el caso Filesa. Pero es dudoso que sean lo uno y lo otro. ¿En qué tesis encajan tales dimisiones: en la defendida por González en la Universidad Autónoma de Madrid, favorable a la asunción de responsabilidades políticas, al margen de las penales que puedan derivarse del asunto, o en la mantenida el mismo mismo día en León por Guerra, contraria a la admisión de cualquier responsabilidad en el partido? Las dimisiones aceptadas ayer no cuestionan en lo más fundamental la tesis guerrista sobre Filesa: se trata de dos responsables quemados y que ya habían sido discretamente apartados. Cerrar en Galeote la paternidad del tinglado económico de Filesa y sus derivados resulta a estas alturas dificil de aceptar para todos.

Admitiendo la dificultad de trazar la línea divisoria entre culpables e inocentes en el montaje de un negocio para financiar el partido, es lógico deducir que la establecida ayer por la ejecutiva del PSOE no responde a los planteamientos públicos que ha hecho el propio González en los últimos 15 días. Animados por las declaraciones de su propio secretario general, han sido muchos los dirigentes socialistas que en estas dos semanas han pedido una depuración a fondo de responsabilidades. Es difícil, que la paz lograda ayer por González borre unas heridas que la insólita carta de renuncia de Benegas exponía con crudeza. Parece claro que respecto al precio político que debía pagar la dirección del PSOE por Filesa se han impuesto las tesis más conservadoras: toda la ejecutiva es responsable; esto es, nadie lo es.

La interpretación más verosímil es que González ha tenido que ceder terreno en el caso Filesa -en el que ha vuelto a imponerse la conocida tesis de esperar la decisión de los jueces- para recuperar de una vez el control del PSOE. De ahí la asunción directa por su parte de responsabilidades organizativas celosamente reservadas hasta ahora al aparato guerrista: la estrategia electoral y la elaboración de las listas de candidatos. En este sentido, los efectos que pueda tener el caso Filesaen la batalla de poder planteada en el seno del PSOE se van a ver inmediatamente. Parece evidente que el presidente del Gobierno le ha quitado a Guerra los poderes excepcionales de los que éste gozaba por delegación en el partido, pero a cambio ha tenido que renunciar en parte a la limpieza prometida. Es decir, ha tenido que perder una batalla para ganar la guerra.

Pero el reflejo interno de estas escaramuzas interesa menos a la sociedad, necesitada de una respuesta límpida al caso Filesa. Esta respuesta fue ayer insuficiente, quizá porque los dirigentes socialistas carecen de jurisprudencia, y hasta de usos y costumbres, sobre cómo resolver situaciones en las que el uno y el dos no están de acuerdo. La pregunta a la que los atónitos espectadores que pronto serán llamados a votar esperaban respuesta era sencilla en su formulación y complicada en su ejecución: si los líderes del PSOE asumen o no la responsabilidad política por la utilización de medios irregulares (los jueces dirán si además delictivos) de financiación del partido. La respuesta ha sido «vuelva usted mañana». Los ciudadanos pueden llegar a perdonar irregularidades, pero no que les engañen. La, ejecutiva de ayer ha puesto de manifiesto la autoridad de su secretario general para salvar la unidad interna del partido y para trabajar de aquí en adelante; pero permanece la hipoteca sobre las responsabilidades políticas de Filesa.

11 Abril 1993

Golpe de mano de González

Raúl Heras

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Las largas reuniones del fin de semana en Moncloa sólo le han servido al secretario general del PSOE para resolver la crisis de Filesa con un golpe de mano en su partido. Felipe González, en una huida hacia adelante, concentra aún más poder en su persona. Presidirá el Comité de Estrategia Político-electoral y la Comisión de listas, dos organismos que antes controlaba Alfonso Guerra, y que ahora pasan a depender del secretario general. Tan sólo ha cortado una vieja cabeza, la de Guillermo Galeote, su compañero en las filas socialistas desde los lejanos años 60, que ya se la había cortado a sí mismo, cansado de la soledad y abandono en la que vivía desde hace dos años. Galeote es el máximo responsable del nivel «técnico» del PSOE en la cuestión de Finanzas, pero no responde para nada al perfil de responsabilidad política que el propio González había elaborado a partir de su intervención en la Universidad Autónoma de Madrid. La otra cabeza cortada, la de Carlos Navarro, es de cuarta división. El diputado catalán es el más directamente relacionado con el escándalo Filesa, y paga con su salida del Parlamento las chapuzas cometidas. El resto de la Ejecutiva -incluidos José María Benegas y Josep María Sala- permanecen en sus puestos, por mucho que el secretario general confiese sus dudas al respecto y su tentación de encabezar una dimisión colectiva. Las razones esgrimidas para no efectuar esta última son más lógicas en el nivel de confrontación interna del partido, que en el nivel institucional del Estado. Lo mismo, que la renuncia a poner en marcha una Comisión de investigación en el Congreso sobre la financiación de los partidos políticos, aunque aquí los argumentos incluyan a banqueros, empresarios y jueces. La crisis abierta en el PSOE sigue en el mismo estado. Y con las mismas dudas. La renuncia a un Congreso Federal extraordinario, antes de las elecciones generales, es la renuncia a clarificar de forma inmediata la relación de fuerzas de cada uno de los clanes o familias que componen el socialismo español. Por otra parte, la nueva llamada al silencio a los renovadores no servirá para otra cosa más que para despertar todos los recelos e incredulidades dentro del guerrismo. Las espadas siguen en alto, dado que las posturas y objetivos de unos y otros son difícilmente reconciliables. Habrá que esperar a ver la composición del nuevo Comité y de la Comisión para ver hasta qué punto Felipe González mantiene el equilibrio de fuerzas interno y los resultados del 32 Congreso. El golpe de mano, como siempre, sólo sirve durante pequeños espacios de tiempo, lo cual llevaría a pensar en un adelanto efectivo de las elecciones. Si así fuera pocos cambios podrán efectuarse en las listas.

12 Abril 1993

El búnker

Francisco Umbral

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Lo que ha salido de la Semana de Pasión del PSOE no es una remodelación ni una reconversión ni una reconsideración. Es un búnker. El partido más ancho, popular, querido, extenso y eficaz de la vida española, ha dejado de ser un partido para convertirse en un búnker de hormigón doctrinal y dentro de ese búnker, tiempo al tiempo, tendrán su duelo al sol o a la sombra, un día, Felipe González y Alfonso Guerra, matándose a muerte el uno al otro. De momento, González ha bunkerizado Ferraz con su presencia, con sus palabras, con su autoridad, con su arbitrariedad. El PSOE ha dejado de ser un partido abierto a todos los españoles, el de los diez millones de votos, para convertirse en la sinagoga fanática (fanática del dinero) de un grupo sabio, astuto y fuerte. Para convertirse en la mezquita del moro amigo que es Felipe González. Para convertirse en la ermita hermética de los castellanos viejos frente a los renovadores internacionalistas y dioríssimos. El gentío ya no puede sentir al PSOE como su partido, pues tal que ayer cerraron las contraventanas y los cuarterones, sellaron las puertas, corrieron los cerrojos, dieron la capa de hormigón armado Porland El Cangrejo y se quedaron todos dentro. Ahora son una formidable y espantosa máquina de poder y gobierno, y no cierran filas por patriotismo, como antes, sino por egoísmo. González ha apelado a lo que tenía que apelar el interés de todos ellos en que el partido no sea una nueva UCD. Esto no quiere decir que se haya consolidado nada, pero sí que, a efectos de las inmediatas elecciones (por algo las adelantan), van a seguir actuando como un solo hombre, como un solo socialista, cuando ya no lo es ninguno de los que están dentro. Antes les unían unos ideales y ahora les unen unos intereses. Eso, nada menos que eso, es lo que cambió el secretario general el sábado de gloria. Pero encerrarse en un búnker ya sabemos lo que supone: hacerse invulnerable a los de fuera y vivir «a puerta cerrada» (ahora reponen con éxito y buena mano la famosa obra de Sartre). Vivir a puerta cerrada es lo que era en la postguerra vivir realquilados: que acabarán matándose a patadas en el paladar y mordiscos en el epigastrio unos a otros. De hecho, Ferraz tiene hoy los armarios llenos de cadáveres. Acaban de meter otro, calentito, para que anime un poco a los antiguos, Galeote, o sea. Felipe González ha decidido que de aquí no sale nadie y van a vivir entre los muertos colgados de perchas, los bombones que reparte Guerra, naturalmente envenenados, las motorolas de Benegas, el tendedero de bragas de Aída Alvarez, el humo de las pipas de Martín Toval, el marujeo de la Conde y la Matilde, la historia interminable de Felipe González, el piano de Serra, que sólo toca marchas militares, y en este plan. Han decidido hacerse fuertes en Ferraz. Nada de Filesa, nada de corrupción, nada de corrientes internas, nada de socialismo histórico, nada del Tribunal de Cuentas, nada de nada. Unicamente un rancho cuartelero de la cafetería más cercana para el ociso Galeote, que sigue con la inercia del apetito, como si estuviera vivo. Ya han mandado trasladar al búnker el billar de la Moncloa. Carmen Romero le ha hecho a su santo un envoltorio con las cuatro cosas más necesarias, unos pijamas, un maquillaje para las ojeras y los frascos que toma. Se lo ha enviado todo por un motorista. Sólo podrá entrar en el búnker José Luis Coll, si se sabe la contraseña, para jugar al billar con el señorito. Tan, tan, aquí José Luis Coll. Tan, tan, aquí cien años de honradez. La consigna es correcta y mi admirado amigo pasa. Hay otra que va a pasar. Tan, tan, aquí los cien años de honradez. Tan, tan, aquí Caperucita Roja. Y entra Julia Navarro. A hacerle al presidente una entrevista para EL MUNDO, claro, yes. De la Moncloa al búnker: ésta es toda la trayectoria política de FG. A Corcuera le han designado para que les organice un bingo.

30 Noviembre 1994

Querido Guillermo

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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FELIPE GONZÁLEZ es el presidente del Gobierno, y no un particular que puede poner tranquilamente su firma en un escrito en el que se cuestiona nada veladamente una actuación judicial. La idea de la carta de solidaridad de los parlamentarios socialistas con Guillermo Galeote, inculpado en el caso Filesa, es en sí misma disparatada. Pero que, entre los firmantes figure casi todo el Gobierno, encabezado por su presidente, revela algo más grave: un serio despiste respecto a los usos propios del Estado de derecho y a los equilibrios en que éste se fundamenta.Lo que más llama la atención es que ni González ni ninguna persona sensata de su entorno hayan reparado en la inconveniencia de la iniciativa. Como si fuera un detalle sin importancia que el presidente del Gobierno descalifique el proceso en que Galeote está inculpado tachándolo de «juicio político». El argumento del escrito -encabezado con la invocación: «Querido Guillermo»- es que todo lo que le está ocurriendo al ex secretario de finanzas de la ejecutiva socialista, incluyendo el verse «sometido a juicio político», es consecuencia de su vinculación y entrega al PSOE», tanto en los buenos como en los malos tiempos, etcétera. El tono insustancial del razonamiento permite admitir que tal vez los redactores del escrito no quisieron ir tan lejos: que su intención no era presionar o interferir en las decisiones de los jueces. Pero alguien debió advertirles que era una perfecta metedura de pata. Y agravada considerablemente por la firma del presidente del Gobierno al pie del texto.

El escrito resulta además sintomático de la confusión con que la dirección socialista está abordando este problema desde el comienzo. Ya a fines de 1992, su presidente, Ramón Rubial, se dirigió al Consejo General del Poder Judicial (encargado precisamente de velar por la independencia de los jueces frente a injerencias exteriores) solicitando su amparo ante lo que consideraba situación de indefensión frente a las pretensiones indagatorias del juez Barbero sobre las interioridades del PSOE. Se esbozaba. entonces una insólita teoría, cuya lógica última era la de considerar a los partidos políticos exentos, por su peculiar naturaleza, de responder ante los jueces de hipotéticas actuaciones irregulares.

En fin, la carta abierta al ex diputado Galeote es sintomática también del deterioro en otros terrenos. Los firmantes hacen llegar a Galeote su «agradecimiento y solidaridad». Sin duda, por haberse responsabilizado personalmente y en exclusiva del asunto, exculpando a sus compañeros de dirección. Pero si se admite eso, constituye una muestra insuperable de hipocresía fingir indignación ante el «juicio paralelo» de quienes «ya han juzgado y condenado» a Galeote. Son ellos quienes lo condenan al admitir que cargue con toda la responsabilidad, por mucho que le doren la píldora a propósito del «ejemplo de dignidad, solidaridad, convicciones ‘profundas y coherencia» que supuestamente ha dado. Antes había mejores redactores de comunicados, incluso para negar la evidencia.

Y eso es lo que hizo Galeote en su comparecencia ante la comisión parlamentaria sobre financiación irregular de los partidos. Dijo haberse enterado de la existencia de Filesa poco antes de que estallara el escándalo, que es falso que esa empresa pagara facturas del PSOE y el alquiler de la sede electoral, etcétera. Y ello, pese a admitir que era responsable personal de todo lo relativo a las finanzas. No parece que sea ése el camino para favorecer la transparencia prometida. Ni de fortalecer la credibilidad a la hora de refutar acusaciones realmente falsas.