30 octubre 2007

Quejas oficiales en Andalucía donde declaran non grato al eurodiputado del PP

El tertuliano Aleix Vidal Quadras (eurodiputado del PP) insulta a Sabino Arana y a Blas Infante en RADIO INTERECONOMÍA

Hechos

  • El 30.10.2007 D. Aleix Vidal-Quadras participó en una tertulia de RADIO INTERECONOMÍA en la que se habló de D. Blas Infante (declarado ‘padre de la autonomía andaluza en la comunidad) y D. Sabino Arana (fundador del PNV).

Lecturas

En una tertulia radiofónica (RADIO INTERECONOMÍA), el eurodiputado del PP, D. Aleix Vidal-Quadras descalificó a D. Blas Infante llamándole «subnormal profundo», mientras que se refería a Sabino Arana, fundador del PNV, como «un psicópata peligroso». Otro contertulio sentenció que Infante «hubiera quedado segundo en un concurso de bobos».“Blas Infante era un cretino integral y, además, nunca consiguió sacar un escaño, algo que por lo menos sí hizo Pablo Iglesias”. Era un payaso, un subnormal profundo. San Isidoro, Fernando III el Santo o los Reyes Católicos»

Desde su propio partido D. Antonio Sanz, del PP andaluz  se desmarcó de él  “No aceptamos que nadie pueda manchar ni dañar la imagen del padre de la Patria Andaluza” (Diario de Cádiz, 31-10-2007)

CATARATA DE INSULTOS DE LA PRENSA ANDALUZA A VIDAL QUADRAS

Diario Córdoba (9-11-2007)

El cretino de Cuadras.

La verdad es que con las sandeces que dicen algunos políticos del Partido Popular (véanse sus reacciones a la sentencia del 11-M, que deja en evidencia las mentiras del Gobierno de Aznar) se podrían llenar varias columnas. Pero hoy quiero dedicarle este espacio a ese eurodiputado popular que se ha cubierto de gloria insultando al padre de la patria andaluza. Blas Infante. El tipo en cuestión se llama Alejo Vidal-Quadras

Infante merece un respeto como jurista, historiador, antropólogo, musicólogo, escritor y periodista.

Y ese eurodiputado de cuyo nombre no quiero acordarme más se permite el lujo de insultar y despreciar a quien lucho por su tierra y por su pueblo y fue fusilado por ello por una pandilla de falangistas. Claro, imagino que el eurodiputado malhablado y xenófobo prefiere a Blas Piñar en vez de a Blas Infante. Si es que, por mucho que se vistan de demócratas, a algunos se les ve el plumero.

Ana Romero

La Opinión de Málaga (SLU)

“El tonto del pueblo” (2.11.2007)

El último en asomarse a esta galería de tontos ilustres ha sido el eurodiputado del PP, Alejo Vidal QUadras, que ha venido a llamar cretino integral a Blas Infante.

De Blas Infante se pueden discutir muchas cosas, pero no hay duda posible sobre su inteligencia.

Pero claro, de estas cosas no sabe nada Vidal-Quadras (que por cierto tampoco es un campeón de las urnas) a quien seguramente se le han venido encima todos sus rencores hacia el charnego y se le ha llenado la boca (que en este tipo de tontos es siempre más grande que el cerebro de sapos y culebras)

Juan Gaitán

12 Noviembre 2007

Andalucía, ni folclore ni insultos

Luis García Montero

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Andalucía jugó y sufrió un papel contradictorio durante los años de la dictadura franquista. La cultura popular española, promovida por el régimen en películas y tablados, se llenó de elementos folclóricos andaluces, hasta el punto de que el Sur pareció situarse en el centro de la fiesta patriótica. Sin embargo, la realidad económica de la España nacida con la Guerra Civil impuso a Andalucía unas condiciones de extrema dureza, mucho más represivas y angustiosas que las de otros territorios de cultura perseguida.

El paisaje andaluz llegó a la democracia mecido en el aire por el pañuelo de los emigrantes que partían en sobrecargados vagones de tercera, y se cuarteaba bajo el sol como la piel de los campesinos que vivían humillados bajo una lentitud histórica marcada por el óxido. Quizá por eso los andaluces de mi edad se sienten incómodos ante las exaltaciones folclóricas de la tierra nativa y sonríen cuando otras comunidades del Estado, animadas por la industria y los altos hornos, se quejan de su mala suerte y exigen contraprestaciones en nombre de su identidad histórica perseguida por Franco.

El tradicional senequismo andaluz se parecía mucho a la prudencia de los pobres, obligados a medir sus actos y sus palabras en un mundo amenazante y siempre inclinado a empeorar. Las cosas han cambiado de manera notable. Andalucía ejemplifica de forma llamativa la transformación de la sociedad española, más visible en el Sur porque su situación de partida era precaria en extremo. Las crónicas de los escritores sociales de los años sesenta pueden leerse hoy como relatos de ciencia-ficción si se comparan sus historias sedientas con la actualidad de ciudades y pueblos que se acomodan al consumo desatado y reciben inmigrantes de los confines más heridos del mundo. Las injusticias económicas ya no son exponentes de una sociedad subdesarrollada, sino de las contradicciones propias de cualquier democracia capitalista avanzada.

Pero los sentimientos pasados regresan a veces con las salidas de tono y las ocurrencias del día. Durante los años de mi formación como poeta en Granada, por miedo al folclore franquista, repetí con frecuencia que el único libro de Federico García Lorca que me interesaba era Poeta en Nueva York. Tardé en disfrutar la belleza neopopular y gongorina del Romancero gitano, e incluso me defendí de la depurada melancolía árabe del Diván del Tamarit. El tablado de la España patriótica hacía sospechoso cualquier diálogo con una tradición manipulada, que ocultaba con gracia, palmas y salero las condiciones de vida de los andaluces.

El mismo miedo ante las demagogias del folclore sentí hace unos días al enterarme de una proposición no de ley que pretende consensuar el PP. Quiere que se acepte como himno oficial de Andalucía la versión cantada por Rocío Jurado, un arreglo por tarantos de Jesús Bola, en la película La Lola se va a los puertos. Rocío Jurado no tiene la culpa de mi perplejidad, cuenta con muchos seguidores respetables. Se ha creado incluso una plataforma probeatificación de la cantante de Chipiona, en la creencia de que su expresión artística responde a formas de devoción más espiritual. Todo puede suceder, porque los beatos españoles se han puesto de moda en el Vaticano. Pero al margen de los posibles acontecimientos futuros, yo sentí una vieja vergüenza de andaluz que ha padecido la confusión interesada de sus formas políticas con el folclore.

Existen demasiada crispación y falta de respeto en los debates territoriales como para que un político sensato tenga la ocurrencia de devolverle a Andalucía su vieja fama de hambre, sacristía y pandereta. A la luz de las opiniones de Alejo Vidal-Quadras sobre Blas Infante, precisamente el autor del himno de Andalucía, conviene andarse con precaución. El eurodiputado del PP, acompañado en una tertulia de Radio Intereconomía por Alberto de la Hera, antiguo director general de Asuntos Religiosos en el Gobierno de Aznar, se despachó contra Blas Infante, presentado de forma simpática y distendida como un cretino integral y uno de los tontos más grandes de Europa. Se le llamó incluso Mohamed Infante, para confundir la personalidad de este nacionalista andaluz, fusilado en 1936, con el islamismo. A la hora de discutir la organización territorial de España, basta con que te dejen un micrófono para perder la educación. La convivencia se cultiva aquí con rencores, desprecios e insultos. No parece buena idea asistir a los debates nacionales vestidos con un traje de faralaes.

El joven Ortega y Gasset admiraba a Unamuno. Pero al reseñar en 1908 un discurso del maestro, La conciencia liberal y española de Bilbao, en el que se despachaba contra Madrid, no tuvo más remedio que protestar: «Decir que Madrid es más frívolo lugarón que los demás de España, sobre equivocado e indemostrable, parece una falta de educación». Muchos ciudadanos no nacionalistas, poco partidarios de considerar a Blas Infante «padre de la patria andaluza», pueden sentirse ofendidos por la actitud agresiva de Alberto de la Hera y Alejo Vidal-Quadras a la hora de ridiculizar al político de Casares, máximo exponente histórico del andalucismo federalista. No se trata ya de que esté fuera de lugar el intolerable tono despectivo, sino de que los apasionamientos y el desprecio que flotan en las opiniones revelan una peligrosa incapacidad para pensar en España, Cataluña o Andalucía, más allá de los códigos de la caricatura. Acostumbrarse a la mala educación y a los chistes sobre catalanes, andaluces, gallegos y vascos supone un camino hostil que asegura el desconocimiento de la realidad y la falta de interpretaciones eficaces.

El Estatuto de Andalucía es mucho más significativo por su defensa de los espacios públicos y de la democracia social que por sus alusiones a la identidad nacional. Una clara voluntad de construir el Estado desde la realidad autonómica marca el corazón de los capítulos que abordan el medio ambiente, la sanidad, la educación laica, los amparos cívicos, los derechos laborales y las políticas de integración. La Andalucía moderna no necesita descifrar el pasado insondable de su ser nacional, sino responder a las demandas de una democracia europea definida por las exigencias del siglo XXI y por la unificación tecnológica y económica del mundo. Su voluntad a la hora de concebirse como territorio, igual que en ocasiones anteriores, ha consistido en una apuesta clara por el equilibrio del Estado, aceptando las demandas de algunas comunidades con vocación de singularidad histórica, pero asegurándose al mismo tiempo de que esas demandas no se traduzcan en privilegios y desigualdades inadmisibles en una sociedad democrática. Ésa era la intención del concepto de realidad nacional, poco orgulloso en los articulados del Estatuto si lo comparamos con las apuestas medioambientales o con las políticas de integración. La Andalucía de hoy tiene demasiado reciente la historia de sus emigrantes.

El verdadero reto de la Andalucía es seguir progresando sin caer en la prepotencia del lujo y en la mala educación. No debe olvidar la solidaridad, ni la prudencia nacida en antiguas situaciones de pobreza. Las próximas elecciones autonómicas han sido convocadas para el 9 de marzo, coincidiendo con las elecciones generales. Es posible que la crispación nacional, la confusión mediática y las tensiones bipartidistas mezclen todos los votos y hagan inviable un debate particular andaluz. Parece lo más seguro. Pero también es posible que se produzca un doble voto, un mecanismo lúcido que permita la matización del bipartidismo. Como en el Sur no hay peligro de una victoria del PP, aunque se vista con traje de faralaes, los votantes tienen la oportunidad de procurar una renovación del Gobierno socialista, que lleva demasiado tiempo en la soledad del poder. Aquí no se trata de que los socialistas pierdan el Gobierno, sino de evitar una nueva mayoría absoluta. La necesidad de diálogo, sin chantajes independentistas, supondría un cambio saludable de personas y la oportunidad de profundizar en los caminos sociales y democráticos abiertos por el Estatuto.

16 Noviembre 2007

Percance identitario

Joan B. Culla

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Desde que, allá por 1988, hizo su entrada en el proscenio de la política catalana, don Alejo Vidal-Quadras Roca se ha ganado a pulso la fama de provocador, de envenenador de la convivencia, de fabricante de crispación, ya fuese para extraer de ella réditos electorales, o por el mero gusto de hacer daño, de menospreciar y herir los sentimientos de quienes no piensan como él. En tanto que líder del PP en Cataluña, tuvo un papel relevantísimo en la instigación y el aprovechamiento político de la llamada guerra de la lengua de 1993-1996, escarneció la figura histórica de Prat de la Riba o desdeñó, por ejemplo, pedir la revisión del consejo de guerra contra el presidente Lluís Companys. Luego, ya instalado en el dorado exilio del Parlamento Europeo, ha maniobrado reiteradamente contra el reconocimiento del idioma catalán por parte de esa institución, mientras daba pábulo y aval a quienes denunciaban una imaginaria persecución de la lengua castellana en Cataluña. En fin, diversas fundaciones inspiradas por él acaban de lanzar un proyecto de reforma constitucional que supondría el apartheid político para los partidos nacionalistas periféricos y sus votantes.

Adornadas al principio con cierta dosis de ingenio dialéctico, las arrogantes provocaciones del señor Vidal-Quadras han acabado degenerando -es lo que suele suceder cuando una idea deviene obsesión enfermiza- en caricaturescas groserías. Así sucedió el domingo 28 de octubre, durante una tertulia semanal titulada Más se perdió en Cuba, en la emisora madrileña RADIO INTERECONOMÍA. Conviene aclarar que el presidente de dicho medio es don Julio Ariza Irigoyen, compinche político de Vidal-Quadras en los últimos años barceloneses de éste; y que la línea ideológico-informativa del Grupo Intereconomía es tal, que a su lado la COPE parece no la emisora de los obispos, sino la de un noviciado de ursulinas.

Bien, el caso es que, ante unos micrófonos tan propicios y -según sus propias palabras- «en el calor de una reunión desenfadada, espontánea, humorística y un punto iconoclasta», don Alejo y demás compadres llevaron su habitual crítica antiseparatista al terreno del insulto tabernario: el fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, era «un psicópata peligroso», y el padre doctrinal del andalucismo, Blas Infante, un «cretino integral», un «subnormal profundo»; «ése, si se llega a presentar a un concurso de bobos, hubiera quedado segundo», dijeron entre risotadas.

Naturalmente, los exabruptos contra el vasco pasaron desapercibidos, porque hace tiempo que Sabino Arana es para el españolismo como un monigote de feria al que atizar venga o no a cuento. ¡Ah, pero lo de Blas Infante es distinto! Infante simboliza la identidad andaluza, y ésta goza en la política y en el imaginario colectivo español de un papel tan crucial como universalmente celebrado. Por añadidura, y lejos de corregir con prontitud aquellos epítetos injuriosos, Vidal-Quadras se limitó a matizar que lo dicho se refería a «las actuaciones e ideas políticas de un personaje histórico», el cual, «como todo hombre público, está sujeto a la controversia» y al juicio de la posteridad. «Como persona y ser humano -aclaró- Blas Infante merece mi respeto». Pero en la tertulia del domingo siguiente, 4 de noviembre, volvió a la carga: el autor de El ideal andaluz (1915) era alguien «un poco grotesco», «un personaje un poco estrafalario que nunca consiguió ser elegido diputado»; y quienes habían salido en su defensa representaban «particularismos etnicistas que imponen una ley del terror absolutamente asfixiante».

A estas alturas, el escándalo en Andalucía ya era mayúsculo. El Partido Andalucista (PA) impulsó, en todos los ayuntamientos donde tiene presencia, mociones para expresar una «desautorización nítida de los insultos» de don Alejo. Los consistorios de la villa natal de Infante, la malagueña Casares, y de la sevillana Coria del Río (donde vivió) se adelantaron, declarando al político catalán persona non grata incluso con los votos del PP local, mientras la cúpula popular andaluza, con la vista puesta en la doble cita electoral del 9 de marzo, rechazaba «de la A a la Z» las palabras de Vidal-Quadras. El presidente Chaves exigió explicaciones a Mariano Rajoy, la indignada Fundación Blas Infante sugirió una querella contra el lenguaraz europarlamentario, y hasta el diario ABC de Sevilla -al que es difícil tachar de poco español- hizo pública en un editorial su condena de las descalificaciones. En ese contexto el PSOE, IU y PA presentaron en el Parlamento de Sevilla una proposición no de ley conjunta, que debía votarse ayer, para que la cámara exprese su «repulsa total» ante los insultos contra Infante y reclame de Vidal-Quadras la renuncia a su escaño europeo.

Frente a la magnitud de las reacciones, la arrogancia de don Alejo se ha disuelto como un azucarillo. El domingo en la radio, y el pasado martes en las páginas del diario LA RAZÓN, nuestro héroe cantó la palinodia, rectificó y retiró las expresiones a su propio juicio «injuriosas, insultantes y ofensivas» que había proferido contra Blas Infante. Más vale así. Pero es bien llamativo que el gran martillo de nacionalistas catalanes y vascos haya visto en peligro su carrera política no por un choque contra éstos, sino por una ofensa al difuso sentimiento andalucista. Incluso en materia de identidades agraviadas hay categorías y clases…

Resulta casi innecesario añadir que los juicios y calificaciones vertidos en este artículo sobre el señor Vidal-Quadras, mi impresión de que es un sembrador de cizaña civil con el juicio político cada vez más extraviado, se refieren exclusivamente a su dimensión de hombre público sujeto a la crítica. Como persona, el catedrático excedente de mi misma Universidad me merece el mismo respeto que a él las personas de Blas Infante, Prat de la Riba o Companys.

13 Noviembre 2007

Padre de la patria

Aleix Vidal Quadras

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Hace un par de semanas, en el transcurso de los ágiles vaivenes de una tertulia radiofónica, me referí a Blas Infante con algunos epítetos poco amables. A partir de este episodio banal, se ha desatado una fuerte tormenta que ha incluido un intercambio de cartas entre el presidente del Partido Popular y el de la Junta de Andalucía, la pública desautorización de mi desordenada conducta por parte del máximo responsable del PP en aquella cálida, extensa y bulliciosa Comunidad, y la declaración de mi humilde persona como non grata a cargo del consistorio de la localidad natal del personaje agraviado. Durante los días transcurridos desde mi ácido pronunciamiento sobre el llamado Padre de la Patria Andaluza en el Estatuto de Autonomía correspondiente, he tenido ocasión de reflexionar sobre el asunto y sus inesperadas y agitadas consecuencias. Paso a exponer el resultado de mis cogitaciones. En primer lugar, tal como atinadamente señaló Mariano Rajoy en su intercambio epistolar con un sobreindignado Manuel Chaves, los mencionados exabruptos fueron proferidos a título individual bajo mi única y exclusiva responsabilidad porque en los diversos foros audiovisuales en los que me llaman a colaborar comparezco como persona presuntamente mayor de edad, libre e independiente, no como representante de formación alguna. Dicho de otra forma, en la España democrática de nuestros días, la dimensión civil de un ciudadano no se agota por su militancia en unas siglas, sino que su condición de miembro de una sociedad abierta es permanente con sus derechos, libertades, entre ellas las de opinión y expresión, y, por supuesto, deberes. La única limitación objetiva al ejercicio de albedrío de cada uno es, obviamente, la ley. En cuanto a la subjetiva, todos tenemos días más acertados que otros. Por tanto, la inmediata y furibunda relación establecida por los agraviados hijos espirituales del Padre en cuestión entre su ofensor y la pertenencia del mismo a un partido revela una concepción algo estrecha del alcance de la adscripción a una organización política, lo que por otra parte denota una actitud muy propia de profesionales de la cosa. Segundo, no es cierto que al arremeter contra Blas Infante se le esté faltando a todos los andaluces. Esta es una idea totalitaria bastante peligrosa, por cierto. Hay muchos andaluces que tienen una opinión de las ideas de Blas Infante coincidente con la mía o incluso más extrema. He recibido desde el incidente numerosos corres de adhesión que incluían consideraciones sobre el que fue, además de notario, historiador, antropólogo, musicólogo y escritor amateur, que dejaban pálidas a las que originaron esta polémica. Tercero, dicho sea sin ánimo de molestar, padres de sus patrias fueron Pericles, Julio César, Washington, Iván el Terrible, los Reyes Católicos, Ghandi y Nelson Mandela, porque las forjaron. Otro asunto es la invención de naciones sin que, además, casi nadie te haga caso, que es el que nos ocupa. El inconveniente de elevar a los altares patrióticos a voluntarios aficionados es que te expones a que tal exaltación no sea tomada demasiado en serio. Cuarto, resulta sorprendente a la vez que preocupante la especial sensibilidad que se supone que todos estamos obligados a mostrar en temas relacionados con las variopintas identidades fabricadas por los nacionalistas, como si el carácter de ‘nacional’ de este símbolo o de aquella figura los hiciese automáticamente inmunes a la crítica y les otorgarse una extraña sacralidad. Pues miren, no, en un contexto democrático y occidental se puede aceptar, rechazar, ridiculizar e incluso despellejar a placer con la única frontera que marquen los tribunales y el ordenamiento vigente. En este sentido no deja de ser asombroso que un hombre público que se caracterizó por propugnar el Estado libre andaluz, que consideraba que Andalucía fue verdaderamente libre bajo dominación musulmana, que afirmó ‘Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos jamás a ser europeos’, que simpatizó abiertamente con el anarquismo, que era partidario de prescindir de los derechos de propiedad y que se solidarizó con Companys tras el golpe violento del 34, sea dócilmente adoptado por el PP como referente colectivo andaluz. Algo está fallando y no estaría de más un examen de conciencia serio al respecto.

Enunciado todo lo anterior he de reconocer que las discrepancias ideológicas y políticas han de ser compatibles con el respeto y la buena educación y que yo, en el calor de una reunión desenfadada, espontánea, humorística y un punto iconoclasta, lo olvidé por un momento. Por ello, rectifico, retiro las palabras crudamente descalificadoras que pronuncié sobre Blas Infante, que comprendo fuesen consideradas insultantes por determinadas personas y grupos, reconozco que fui más allá de lo aconsejable en este tipo de valoraciones y ruego se tengan por no dichas. Nadie es perfecto, y yo el que menos, y cuando uno se equivoca hay que admitir el error. Admitido queda.

Aleix Vidal Quadras