19 enero 2018

Dedéu colabora en diversos medios de comunicación, como El Nacional, TV-3, Catalunya Ràdio, Rac1, Antena 3, La Sexta o BTV

El tertuliano Bernat Dedéu condenado por insultar al periodista de EL PAÍS, Lluís Bassets

Hechos

El 18 de enero de 2018 se hizo pública la condena  Bernat Dedéu por dos artículos en su blog insultando a Lluís Bassets.

20 Octubre 2015

Insultar Lluís Bassets

Bermat Dedeu

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Una tribu normalitzada hauria d’exercitar els seus infants en l’art de l’insult creatiu i –com passa en qualsevulla disciplina– caldria que hom iniciés l’aprenentatge des de la presa més assequible, la ballaruca d’Iceta o els articles del Cristian Segura, per destinar el florir d’adolescència a formes més abarrocades de vexamenta verbal en éssers com ara Lluís Bassets. Amb el Cristian l’humor sempre ens brolla xaró, com s’insulta la coixesa o el geperut, mentre el Bassets requereix escalfament, una prèvia cardiovascular i molts d ‘anys d’excursionisme. Ahir en Lluís reia content perquè un esplèndid Pau Gasol va fer guanyar Espanya contra França i, ja se sap, al pobre gamarús aquest tipus d’esdeveniments sempre li recorden la vigència de la Tercera Via. Quan t’emociones amb una cosa tan bruta com el bàsquet, pobre caganiu, comences a veure els debats del Cuní o a lloar l’Espadaler al Twitter i tenir ereccions amb la lloctinenta del Rivera. Total, que el glandllèpol d’en Bassets –pobret infant– va rebre un recital de plantofades importants a la xarxa, una colònia verbal a la que responia apel·lant a la dignitat democràtica i el fair play.

Us explicaré una història molt il·lustrativa. Des que és director de la sucursal catalana d’EL PAÍS, el nostre sabatot Bassets no només censura els seus articulistes (cosa habitual en tots els capatassos de la premsa), sinó que ha ordit un sistema de control dels seus escriptors notòriament pervers. Des del seu despatx, l’animaló Bassets gaudeix d’un sistema informàtic que li permet veure com alguns dels seus col·laboradors escriuen en temps real. Mentre els redactors piquen esforçats l’article, el censor Bassets, el cacic mental d’en Bassets, esmena als seus subordinats des de la seva Capella Sixtina. Imagineu la sorpresa inicial d’alguns articulistes honestos (sic) d’EL PAÍS en entrar al diari quan, sense solta ni volta, veien com alguns dels mots que han tramat pel seu text desapareixen com per art de màgia i eren ràpidament substituïts pels missatges del doctrinari. Cal ser molt misèrrim, cal tenir una indigència moral fora mida per plorar a les xarxes quan algú gosa esmenar-te, per molt grollerament que sigui, mentre et dediques a ser un Big Brother i suplantar allò que escriuen els periodistes a qui hauries de defensar. Se n’ha de ser, de malànima.

Insultar Lluís Bassets hauria d’ésser molt més important, conciutadans estimats, que no pas la classe de gimnàs, que qualsevol exercici espiritual, que anar a ioga al centre cívic més proper o fins i tot que practicar el coit amb el cos que s’escaigui. Mai no perdem el temps, adorats lectors, quan recordem quisvulla que Lluís Bassets és un gàngster, quan recalquem que Lluís Bassets és tan o més sabatot que el Cuyàs, quan cridem a ple pulmó que Lluís Bassets és més nociu que el fricandó, més poc digne que menjar patates xips, més malèfic que la tinya. Quan hom insulta Lluís Bassets, el Gran Germà censor, sempre aprofita el temps, tothora s’exercita en l’excel·lència. Quan hom demana virilment a Lluís Bassets procedeixi a agenollar-se per acaronar-li el gland, un cor d’àngels sobrevolen la Moreneta. Quan estiguis trist o el quotidià t’avorreixi, fes-me cas, insulta Lluís Bassets. Rucot, tros de venuda, filiprima, estanquer franquista, plomaire sense talent, capsigrany pensatifes, mitjamerda a sou, mercader de la lletra, captaire de la derrota, pet de monja, capullàmetre, llimac, malgirbat, organista de fira.

Joves del món, tornem a l’Acròpoli i fundem-hi un nou gimnàs. Us ho ordena el guardià de La Torre de les Hores. Exerciteu-vos!

19 Enero 2018

La burla de la razón produce monstruos

Juan Cruz

A propósito de los insultos de Bernat Dedéu a Lluís Bassets

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Con la razón se pueden hacer muchas cosas. Una, aplicarla, y da buenos frutos. Otra, desdeñarla, y entonces se vuelve contra ti. Cuando desdeñas a otro, la razón opta por lo más bajo de la conversación: la burla, el desprecio, la altanería, la pedantería, el goloso placer de destruir al otro lanzando carcajadas huecas que solo actúan como autorretrato. Hay en esa zona peligrosa y resbaladiza un subproducto de la razón desdeñada, que es farfullar chascarrillos para que te aplaudan los tuyos, los convencidos.

En todos estos supuestos de la razón desdeñada para ganar aplausos (o retuits) cae como una mosca en un azucarero el filósofo catalán, aspirante a héroe popular, Bernat Dedéu, nacido en 1979, y sin duda representante de lo peor que ahora mismo producen las redes sociales. Es profesor y tuitero, y si ves atentamente su perfil de Twitter, su currículo, e incluso su escritura, pensarías que estás ante una personalidad dispuesta a romperle las costuras a la historia reciente del pensamiento. Pero se ha entregado a la zascandilería tuitera, a insultar para hacer gracia. A veces le he preguntado en Twitter si es verdaderamente él quien propende a esas barbaridades no solo irrespetuosas sino dañinas para cualquier pituitaria ennoblecida por la duda. Su militancia independentista, sin duda respetable, ha sido utilizada por él para burlarse de todo aquel que no ejerce su credo, y esa carcajada en la que cada día moja su pluma alcanza a almas nobles, de los que no son de su lado e incluso de los que parecen también de su lado.

Y no es que sea ecuánime, es que parece que escribe tan solo para dañar, y que cuando se cansa de dañar a un lado arremete contra el otro seguramente para exhibir orgulloso víctimas de todos los colores.

Ha llegado, en su persecución alevosa de enemigos que son simplemente personas que no son de su modo de pensar, a atacar a ciudadanos cuya única voluntad (en el caso catalán que tanta pasión como denuestos desata) es la de expresar lo que sienten, como catalanes y como ciudadanos, lo que les parece, lo que ocurre.

Entre esos ciudadanos zaheridos está Lluís Bassets, director adjunto de EL PAÍS en Catalunya y una de las personas más admirables entre los periodistas (y los catalanistas) que he conocido. Bassets le acaba de ganar a Dedéu un pleito para que el filósofo se desdiga de sus insultos al periodista.

Bassets es compañero mío en EL PAÍS desde 1982, cuando nuestro periódico apareció en Barcelona, al mando de otro periodista admirable, Antonio Franco. Aparte de filósofo, periodista, y gran escritor, Bassets era el más catalanista de todos aquellos compañeros que engrosaron y dieron calidad a nuestra redacción común. Él me ayudó a entender y a amar y a respetar a Cataluña, y sobre todo a sentir cómo se puede amar a una tierra, divulgando sus saberes, su poesía, su historia y su cultura. Me hice catalán, sobre todo, por Raimon, por Serrat y por Salvador Espriu, y me hice más catalán por todos aquellos compañeros, como Bassets y Franco, que me dieron lecciones de cultura democrática desde un nacionalismo cultural que se basaba en la razón y en la historia.

Los insultos que Dedéu le ha dedicado, a él y a otros que no opinan como él, han sido dardos y heridas que he sentido como propias, como ciudadano y como periodista, y como lector y amigo de Bassets, tan respetuoso siempre con la opinión ajena, tan delicado ser humano. La grosería del filósofo que le ha insultado no merecería ni una línea después de la sentencia judicial, porque esa pieza de justicia es la mejor crónica pública de los desmanes del joven Bernat. La alegría que me ha producido la lectura de esa sentencia se proclama aquí porque avisa a quienes tienen por costumbre usar el desdén y la burla para referirse a aquellos con los que están en desacuerdo.

La burla de la razón produce monstruos. El burlón en este caso es Bernat Dedéu, quien ha de revisar su perfil de Twitter para añadir ese concepto, el burlón, para que la gente no lo asocie, de primeras, con un filósofo. Filósofo es el que duda. Dedéu no duda, lanza sus certezas con la parte de la boca a la que no le llega la razón de la duda.

23 Enero 2018

Nuestro héroe Bernat Dedéu

Enric Vila

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Bernat Dedéu ha sido condenado a pagar 18.000 euros a Lluís Bassets por un par de artículos inspiradísimos sobre el sectarismo y el arte del insulto, que publicó en su bloc el verano de 2015. En cuanto salió la sentencia, el director adjunto de El País colgó la noticia en Twitter como quien cuelga la cabeza de su enemigo en la puerta de la ciudad. Al día siguiente un acólito del diario, Juan Cruz, publicó un artículo espeso y flatulento que parecía escrito para intentar rematar la venganza.

Dedéu reaccionó como se tiene que reaccionar cuando alguien te intenta vejar o doblegar injustamente. Hizo un tuit diciendo que no callaría y volvió a colgar en su Twitter de más 40.0000 seguidores los artículos que le han costado la multa. El primero explicaba que Bassets ordenó liquidar las colaboraciones de Anna Punsoda en El Quadern por el simple hecho de haber publicado, en un medio gratuito, un artículo que criticaba un libro de Valentí Puig. El segundo era una invitación a cultivar el insulto creativo contra los encargados que practican el sectarismo ideológico o de amiguitos.

Tiene gracia que la condena haya sido dictada por una jueza que no se ha tomado la molestia de transcribir bien el nombre de Anna Punsoda, que en los papeles de la sentencia aparece como «doña Anna Punsó». Es difícil creer en la imparcialidad de una justicia que trata los apellidos del país con esta sordidez de bar Pepe, y más en un caso relacionado con la letra. Para entender las palabras de Dedéu, la jueza quizás habría tenido que ser capaz de hacerse el cargo de los amores que protegían los artículos. Pero siempre es más fácil interpretar aquello que no entendemos como una muestra de odio.

Yo no sé si Bassets llegará a cobrar los 18.000 euros, pero me da la impresión que la sentencia ayudará a convertirlo en un símbolo de la censura y el sectarismo. Si el periodismo ejercido bajo el franquismo nos hace pensar en Galinsoga, seguro que el periodismo de la etapa autonómica y del 155 nos recordará a Lluís Bassets. Tampoco me extrañaría de que algunos de los insultos proferidos en los artículos prohibidos acabaran estampados en camisetas o en las paredes de la ciudad. Hay un grupo de actitudes tóxicas ante la libertad y el talento que en este país no tenían un calificativo lo bastante preciso y pintoresco hasta que Dedéu no vino a tipificarlas.

Cuando los trabajadores de El Periódico se pregunten cómo han llegado a la situación de sufrir un ERE del 43 por ciento que piensen en los dos artículos de Dedéu prohibidos por la jueza y repasen los insultos. Los de El País también pueden ir repasándolos. Probablemente tardarán poco tiempo hasta acabar igual. La prensa española siempre ha hecho de policía. Pero mientras la cultura catalana se recuperaba de las heridas infringidas por el franquismo no se notaba tanto y era fácil colocar el producto sin resistencias y asfixiar las almas libres del país.

A medida que la lengua ha recuperado flexibilidad y que las generaciones de catalanes educados en democracia van dejando en evidencia la falta de talento de los mamporreros del Estado, los diarios de papel van perdiendo lectores y la justicia española va ganando protagonismo. Llevar a un bloguero a los tribunales por dos artículos tan bien escritos no deja de ser el resumen del trabajo de destrucción intelectual que figuras como Bassets han llevado a cabo en Catalunya. Si yo fuera Dedéu abriría un Verkami y utilizaría el dinero para escribir un libro sobre la censura y sus matices, como hizo el escritor sudafricano J.M. Coetzee.

Con cuatro anécdotas y un poco de bibliografía todo el mundo podría entender por qué Pompeu Gener escribió que si Galileo o Edison hubieran nacido en Barcelona habrían acabado con un embudo en la cabeza. Ahora que la represión es tan evidente seguro que el libro sería un éxito y, Dedéu, Guardián de la Torre de las Horas, podría utilizar los derechos de autor para pagar la multa y fumar cuatro puros a la salud de los hombres libres.