22 septiembre 2014

El candidato perdedor, que llegó a denunciar fraude electoral, retira sus protestas al ser designado primer ministro

Elecciones Afganistán 2014: Ashraf Gani asume la presidencia por negocia un reparto de poder con su rival Abdulah Abdulah

Hechos

El 21.09.2014 se firmó públicamente el pacto de Gobierno de Afganistán entre Abdulah Abdulah (designado jefe de Gobierno) y Ashraf Gani (designado jefe del Estado).

05 Abril 2014

Encrucijada afgana

Editorial (Director: Antonio Caño)

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Las elecciones de hoy en Afganistán para relevar al presidente Karzai después de 12 años —que requerirán segunda vuelta si ninguno de los aspirantes supera el 50% de los votos— suscitan entre los afganos la esperanza de que algo sustancial pueda mejorar. Y anticipan el temor a que la anunciada retirada a finales de año de los 50.000 soldados de la OTAN desemboque en una guerra civil. Los comicios, incluso si no son desfigurados por el terrorismo talibán o el fraude —como el orquestado por el corrupto Karzai en su reelección de 2009— serán solo un paso para un país acostumbrado a ser peón del gran juego geopolítico.

Occidente no ha sido capaz de aportar una solución política o militar en Afganistán tras muchos años de sangre (miles de soldados y civiles muertos) y gastos exorbitantes. El intento de imponer una Constitución democrática a un país multiétnico y visceralmente tribal no ha funcionado. Y se ha ignorado que no se puede derrotar a un enemigo que dispone de un santuario fronterizo, en este caso el poderoso y decisivo Pakistán. Lo que comenzó en 2001 con Washington decidido a hacer un escarmiento histórico por el 11-S acaba con EE UU y sus aliados debilitados y divididos. Nadie puede asegurar que el país centroasiático no vuelva a convertirse en paraíso del terrorismo islamista.

Las realidades de este escenario se imponen a las figuras de los aspirantes a la presidencia. Las diferencias entre Abdullah, candidato opositor y teórico favorito, Ashraf Ghani y Zalmay Rassoul (el preferido por Karzai para cuidar sus intereses), todos antiguos altos cargos gubernamentales, están relativizadas por los hechos. En Afganistán persisten rivalidades políticas inmanejables; la presión talibán es mayor que nunca; y la dependencia de la ayuda económica exterior, que se reducirá drásticamente con la salida de la OTAN, es decisiva para evitar el colapso de Kabul.

El país que dejarán las tropas lideradas por EE UU —en una retirada que no es culminación de un objetivo, sino certificación de un fracaso— es un Estado tambaleante, donde los logros de la intervención no han sido ni remotamente proporcionales al esfuerzo. Incluso si el nuevo presidente firma con Obama el acuerdo que Karzai ha rehusado para mantener la presencia de unos miles de soldados de la OTAN, es más que improbable que el Ejército afgano, que pierde por deserción más hombres de los que recluta, sea capaz de frenar la explosiva insurgencia fundamentalista.

22 Septiembre 2014

Ghani es declarado ganador de las presidenciales afganas de junio

Ángeles Espinosa

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El economista Ashraf Ghani ha sido proclamado finalmente hoy domingo ganador de las elecciones presidenciales en Afganistán. El anuncio se ha producido poco después de que Ghani alcanzara un acuerdo de reparto del poder con su rival Abdullah Abdullah, quien desde hace tres meses cuestionaba el resultado electoral. Sus acusaciones de fraude no sólo ensombrecieron los comicios, sino que han dado alas a los insurgentes talibanes en víspera de la retirada de las tropas extranjeras.

“La Comisión Electoral Independiente de Afganistán declara al doctor Ashraf Ghani Ahmad como presidente de Afganistán”, ha notificado el presidente de ese organismo, Ahmad Yusuf Nuristani.

Era una mera formalidad. Horas antes, Ghani había aparecido en la televisión nacional abrazando a Abdullah en el palacio presidencial y en presencia del jefe del Estado saliente, Hamid Karzai, tras haber firmado un pacto para formar un Gobierno de unidad. El gesto ponía fin a la enconada disputa desatada por Abdullah tras la segunda vuelta electoral el pasado 14 de junio.

“Esperamos que puedan continuar lo que el actual Gobierno ha empezado”, declaró Karzai, quien ha presidido Afganistán desde la intervención estadounidense que derribó al régimen talibán a finales de 2001.

El recuento preliminar daba el 56% de los votos a Ghani, un exministro de Finanzas de Karzai y antiguo ejecutivo del Banco Mundial. Pero las quejas de Abdullah, que fue titular de Exteriores también con Karzai y ya perdió las anteriores elecciones frente a éste en 2009, llevaron a la ONU a organizar una auditoría de los ocho millones de papeletas depositadas en las urnas.

El presidente de la Comisión Electoral admitió que se habían producido fallos graves en el proceso electoral y que no todos ellos habían sido detectados en la revisión de la ONU. Significativamente, Nuristani no dio porcentajes de voto ni acepto preguntas.

El acuerdo, fruto de la mediación del secretario de Estado norteamericano John Kerry, estipula que el ganador tendrá que compartir el poder con un jefe ejecutivo propuesto por el finalista, y que los dos consensuarán el nombramiento de los cargos clave como el jefe del Ejército y otras decisiones de envergadura.

“Estos dos hombres han puesto al pueblo afgano primero, y han asegurado que la primera transición democrática y pacífica en la historia de su país se inicie con unidad nacional”, declaró Kerry. La ONU, la Casa Blanca, la OTAN, Irán y la UE también emitieron sendos comunicados de apoyo.

Ghani, perteneciente a la mayoritaria etnia pastún, y Abdullah, cuya principal base está entre los tayicos, el segundo grupo étnico, afrontan una ardua tarea en un país desgarrado por las rivalidades étnicas y tribales. Su compromiso se ha producido in extremis cuando se temía que las acusaciones de fraude podían reavivar la violencia y con las fuerzas extranjeras replegándose para dejar el país a finales de año.

Más allá de los retos de seguridad que eso plantea, en especial con los talibanes envalentonados por la incertidumbre política de los últimos meses, la salida de las tropas también supone un significativo recorte de los ingresos. Por un lado, desaparecen los contratos con los integrantes de la coalición internacional. Por otro, y de forma paralela, también se reduce la ayuda de esos países. Afganistán aún no tiene un sistema fiscal lo bastante sólido como para financiar sus gastos.

Se espera que uno de los primeros actos de Ghani, cuando jure su cargo en los próximos días, sea la firma con EEUU del Convenio de Seguridad Bilateral (BSA, en sus siglas inglesas), que Karzai se negó a rubricar. Durante la campaña electoral, tanto el nuevo presidente como Abdullah respaldaron ese pacto que permitirá la permanencia de pequeño contingente de soldados estadounidenses a partir del 1 de enero de 2015.

El BSA, que fue aprobado por una Loya Jirga (Gran Asamblea) el año pasado, debe fijar el número de tropas que permanecerán en Afganistán y cuál será su misión. La OTAN ha condicionado a su firma, la permanencia de su misión encargada de entrenar a las fuerzas afganas y los 4.000 millones de dólares anuales prometidos para equiparlas y financiarlas.