20 febrero 1980

El derrumbe del gobierno conservador de Clark ha significado el retorno al poder del líder liberal

Elecciones Canadá 1980 – Pierre Trudeau recupera el poder

Hechos

  • Partido Liberal – 148 diputados
  • Partido Conservador – 101 diputados
  • Nuevos Demócratas – 32 diputados

Lecturas

clark_cnda El líder del Partido Conservador, Clark no ha durado ni un año como primer ministro de Canadá.

20 Febrero 1980

Los liberales de Trudeau ganan la mayoría absoluta en Canadá

Ramón Vilaro

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El líder liberal Pierre Elliott Trudeau, sesenta años, vuelve a la presidencia de un Gobierno liberal mayoritario en Canadá, tras el plebiscito de los electores que votaron por el regreso al poder del Partido Liberal, después de un corto periodo de nueve meses de Gobierno minoritario conservador, que presidió Joe Clark.

Una vez más, la provincia de Ontario, en el centro de Canadá, fue la que basculó el poder entre los liberales y los conservadores. Los liberales obtienen 146 escaños, lo que supone un avance de 32 puestos parlamentarios en relación con las últimas elecciones de mayo de 1979. Por el contrario, los conservadores pagan los platos rotos de una gestión que naufragó en diciembre último, al rechazar el Parlamento el presupuesto de austeridad económica. Quedan con 103 escaños, perdiendo 33 puestos. El tercer partido político del Canadá, el Social Demócrata, avanza ligeramente pasando de 26 a 32 sillones en el Parlamento nacional, con sede en Ottawa. Desaparece de la Asamblea el Partido Populista Minoritario del Crédito Social y tampoco salen de la sombra los pequeños partidos marginales del Canadá, los comunistas entre ellos.«Bienvenida a los años ochenta», exclamó Trudeau ante una masa de seguidores agrupados en una de las salas del Chateau Laurier en Ottawa, al conocer la victoria final en la madrugada del martes. Trudeau, eufórico pero con cara de gran cansancio, confirmaba una de las proezas más dificiles de todo hombre político. Volver al poder incluso después de haber dimitido oficialmente como jefe de fila de los liberales en noviembre último. Con talla de líder acostumbrado a los ajetreos del poder -que desempeñó como primer ministro liberal durante once años consecutivos, desde 1968 hasta primavera de 1979-, Trudeau insistió, mitad en inglés mitad en francés, en el respeto de las alianzas tradicionales del Canadá: la perteneciencia a la Commonwealth anglófona, la francofonía, la ONU, la OTAN y Estados Unidos, «el amigo más grande de Canadá». Pequeña frase que disipó, por si hubiera dudas, que Trudeau no piensa alejarse mucho del protectorado de Washington, a pesar de ciertas críticas pre electorales contra el primer ministro saliente, Clark, a quien calificó en varias ocasiones de demasiado «pro estadounidense en estos momentos de ambiente deguerra fría».

Trudeau señaló, sin embargó, «que Canadá está situado entre dos grandes superpotencias, Estados Unidos y la Unión Soviética», marcando un poco la línea del deseo del nuevo Gobierno liberal de no ser una simple repetición de la política exterior del presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter.

Problemas económicos

Pasada la euforia de una victoria electoral casi sin precedentes en la historia de Canadá, Trudeau formará Gobierno durante las próximas dos semanas. Se enfrentará entonces a la dura realidad de intentar resolver dos problemas que conmueven a los canadienses. La crisis socioeconómica y el futuro de la provincia de expresión fracófona de Quebec. Para el primer capítulo -la economía- en Ottawa se denomina ya al Gabinete de Pierre Trudeau como «el gobierno de los dieciocho cents». Clara alusión al impuesto de dieciocho céntimos (unas doce, pesetas) al galón de gasolina, que proclamó el ex Gobierno conservador, originando una ola de antipopularidad entre los consumidores canadienses que se resisten a pagar más de un dólar (65 pesetas) el galón de gasolina, lo que equivale a unas dieciocho pesetas el litro de super.Trudeau criticó duramente la política económica de los conservadores, pero se guardó todo tipo de promesa electoral. Parece evidente que, ante la crisis económica que también afecta a Canadá, a pesar de ser uno de los países más ricos del mundo y contar con enormes reservas naturales, los liberales apretarán los tornillos al consumidor, apoyados en su cómoda mayoría parlamentaria.

«Hay que mantener la unidad de Canadá», dijo Trudeau en su alocución por la victoria electora. Unidad que los liberales esperan conservar ganando con un «no» la consulta popular que se presentará el próximo referéndum en Quebec, en junio de este año. El Partido Nacionalista de Quebec, que preside René Levésque, pide todo lo contrario y solicitará un «sí» de los habitantes de Quebec, para alcanzar un «estado independiente asociado a Canadá». Los liberales barrieron literalmente en Quebec, donde consiguieron 74 escaños, dejando sólo uno para los conservadores. Mayoría abrumadora que no tiene por qué reproducirse necesariamente a nivel de elecciones o referéndum regional, donde el Partido Nacionalista de Quebec parece poder aglutinar a los electores, por encima de. creencias ideológicas. Quebec, dentro de cuatro meses, será la nueva prueba de fuego para el veterano Pierre Elliot Trudeau quien recuperó ayer en Ottawa su sillón de primer ministro. «Puesto en el que no permaneceré más de una legislatura», prometió Trudeau a sus seguidores que votaron a la figura histórica del partido por falta de nuevos líderes que puedan sustituirle. La batalla a la sucesión en el interior del Partido Liberal canadiense continúa abierta…, excepto si Trudeau reconsidera, una vez más, su postura y le coge gusto otra vez al poder.

20 Febrero 1980

i Canadá: los liberales regresan al poder

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera Cortázar)

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HACE NUEVE meses -el 22 de mayo del año pasado-, las elecciones generales de Canadá se inscribían, como un dato más y muy significativo, en la oleada del turno conservador del mundo occidental. En tiempo tan corto se ha desgastado el poder de Joe Clark y las esperanzas de que una mano austera y derechista restaurase un país erizado de problemas -los peores, congénitos-, y el balance de las -nuevas elecciones -anticipadas porque el poder se le fue a Clark dentro de «su» Cámara de los Comunes- muestra unos resultados prácticamente inversos. Vuelve el jovial Trudeau, el Partido Liberal, y con un número de escaños en los Comunes suficiente como para gobernar cuatro años.¿Qué ha pasado en este tiempo para que cambie de opinión el electorado tan rápidamente? No ha pasado nada, y eso es lo peor que puede suceder en un país donde se está esperando, se está necesitando, que pase algo. Trudeau, móvil y combativo, daba una sensación de movimiento, de combate. Al conservador Clark se le haamontonado la dificultad de la vida sin que hiciera más que encastillarse en un inmovilismo y una fatalidad que daban sensación de desgobierno. Le han crecido los precios entre las manos y no ha encontrado más solución que cerrar los salarios; se ha endurecido el tema autonomista y sólo ha respondido con discursos. Dependía de los cinco votos en el parlamento que le prestaba el Crédito Social, y estos votos, de extrema derecha, teñían aún más el conservadurismo propio. La opinión pública se le ha vuelto en contra, hasta el punto de que, según resultados aún provisionales, el Crédito Social ha perdido absolutamente, todos sus escaños, lo cual dificulta aún más la situación de los conservadores en la oposición, puesto que, en cambio, ha crecido la socialdemocracia. Sin perder de vista los problemas peculiares de Canadá, la personalidad de Trudeau y la falta de personalidad de Clark, una manera muy realista de considerar estas elecciones es una inclinación a la izquierda y una desviación de la derecha.

En este aspecto, es importante señalar la importancia de la situación política internacional. Clark ha querido utilizarla; ha querido repetir la jugada electoral de Carter y ha abrazado con entusiasmo la guerra fría. En toda su campaña ha empleado continuamente -como su maestra, Margaret Thatcher- el tema de «Rusia es culpable»; ha manejado la cuestión de Afganistán, se ha alineado con Estados Unidos. El tema de Estados Unidos tiene una sensibilidad especial en Canadá, donde todo el mundo es consciente de la influencia del gigante vecino y de la imposibilidad de zafarse de ella, pero donde, también, toda acentuación de esa influencia es de mal gusto. Sobre todo cuando se puede distinguir que una cosa es alinearse con Estados Unidos y otra con el presidente Carter. Clark ha llegado a la aventura novelesca de utilizar su embajada en Teherán para el rescate de diplomáticos de Estados Unidos escondidos en ella, dándoles documentación falsa.

Aparte del carácter exaltante de una actuación de Pimpinela Escarlata, hay cuestiones de petróleo y de relaciones exteriores que han inquietado a la población. Como ha inquietado la clara definición en favor del boicot a los Juegos Olímpicos, precisamente en un país de espíritu olímpico neutral, con su olimpiada reciente y sus juegos de invierno en marcha. La oferta de que Montreal aprovechara sus instalaciones para quitárselas a Moscú ha terminado por parecer de mal gusto a los propios canadienses. En suma, Clark ha sabido unir lo inútil a lo desagradable; ha perdido, primero, su votación de confianza, y, después, las elecciones generales.

No hay que pensar, de todas maneras, que Trudeau vaya a cambiar de ninguna forma los compromisos del país con Estados Unidos; pero sí puede ser importante que en las reuniones internacionales, en las que ahora figura Canadá como una de las cabezas de Occidente -tiene puesto en la Conferencia de Seguridad y Cooperación que se celebrará en Madrid, y estaba citada en Bonn junto a Japón, Francia, Gran Bretaña y Alemania Federal, en la reunión que ha deshecho Giscard-, la voz de Trudeau y el Partido Liberal es apaciguadora y muy distinta de la voz guerrera de Clark.

Esta es una manera de ver el resultado de las elecciones del lunes. Quizá no sea la manera canadiense de verla, la de un país donde los problemas internos determinan, sobre todo, un resultado; pero la manera de considerarlas desde un punto de vista internacional, donde las defecciones de los aliados de los «grandes» a la hora de la hostilidad se van acentuando -Polonia, Francia- es la de una pequeña contribución más a la disminución de las tensiones: una tendencia que se va haciendo importante.