6 enero 2000
El candidato derrotado Lavín fue un destacado seguidor de la dictadura de Pinochet
Elecciones Chile 2000: El socialista Ricardo Lagos (de la ‘Concertación’) gana al derechista Joaquín Lavín en segunda vuelta
Hechos
El 16.01.2000 se celebró la segunda vuelta de las elecciones a la presidencia de Chile.
14 Diciembre 1999
Chile, dividido
LA PRIMERA vuelta de las elecciones presidenciales ha dejado un Chile dividido en dos. El candidato de la Concertación para la Democracia, Ricardo Lagos, le ha sacado 30.000 votos al derechista Joaquín Lavín, menos de un 1%. La carrera entre ambos para la segunda vuelta, el 16 de enero, va a ser ardua. Los resultados del domingo indican ya que Chile tendrá serias dificultades para recorrer el camino que le queda para completar la transición hacia la plena democracia y eliminar las rémoras del pinochetismo.Son las terceras presidenciales desde 1990, pero las primeras que necesitan de segunda vuelta. Hasta ahora siempre había ganado el candidato de la Concertación, aunque en las dos ediciones anteriores la había encabezado un democristiano. Una parte del electorado de esta corriente parece haber votado por un Lavín que ha sacado más votos que Pinochet en el plebiscito de 1988.
El convidado de piedra en estas elecciones ha sido el ex dictador, cuya detención en Londres y demanda de extradición a España ha perjudicado a Lagos, aunque formalmente la figura de Pinochet no se haya prácticamente mentado en la campaña. La celebración de una segunda vuelta, sin embargo, puede dificultar que el Gobierno laborista británico utilice la discrecionalidad de que dispone para repatriar a Pinochet por motivos de salud -si los hubiere-, pues interferiría en la campaña electoral de una forma difícil de prever. Sin embargo, el principal factor en contra del candidato de la Concertación es la crisis económica tras una década de espectacular crecimiento. Lavín, que se ha revelado como un candidato fuerte y ágil, ha sabido aprovechar esta coyuntura. Aunque ha contado con la ventaja de que su contrincante no ha podido contar con el millón y medio de chilenos adultos exiliados, a los que no se reconoce derecho de voto: otra impresentable hipoteca de la dictadura.
18 Enero 2000
Treinta años después
Treinta años después de Salvador Allende, otro socialista, Ricardo Lagos, regresará al palacio de la Moneda, sede emblemática de la presidencia en Chile. Ésta no es una revancha de la historia, sino el reflejo de la transformación del país. Lagos no es sólo un socialista, es el candidato que ha ganado las elecciones presidenciales en nombre de la Concertación de partidos de centro-izquierda que gobierna Chile desde 1990. Y haciendo honor al nombre de esa alianza ha dirigido su primer mensaje como presidente electo a la oposición derechista para que se sume a la tarea de culminar la reconciliación nacional.Han sido las terceras elecciones a la jefatura del Estado desde que Chile retomara el camino a la democracia, pero las primeras en las que ha estado ausente Pinochet, el general que desalojó violentamente del poder a Allende en 1973. El otrora temido ex dictador sigue detenido aún en Londres, aunque todo hace prever que el ministro Straw dictará su libertad en los próximos días en razón de su deterioro físico y mental.
La victoria de Lagos ha sido clara. La mínima ventaja de 31.000 votos que le separó del candidato derechista, Joaquín Lavín, en la primera vuelta se abrió el domingo por encima de las 200.000 papeletas, una diferencia que habría sido mayor si la Ley Electoral no impidiera votar a los residentes en el extranjero. Pese a todo, el 48% de votos alcanzado por su oponente Joaquín Lavín convierte a este joven político en la nueva referencia política de la derecha y cabe esperar de él que la distancia que ha marcado respecto a Pinochet sea algo más que un señuelo de campaña.
Lagos ha tratado en la recta final de atraer a los votantes centristas sin desmovilizar a la izquierda. Ha demostrado comprender la dura realidad de un Chile deseoso de relegar a Pinochet al olvido, pero en el que prácticamente la mitad de la población es aún, en cierto modo, pinochetista o, en todo caso, derechista. Lagos sabe que, de no lograr en las próximas legislativas una mayoría suficiente para reformar la Constitución y eliminar los últimos vestigios de la dictadura, necesitará de la colaboración de esa derecha que representa Lavín para completar la transición. Por ello, el primer llamamiento del vencedor tras la victoria ha sido a la unidad y la cooperación. La buena disposición demostrada por Lavín no debería caer en saco roto. Pues si reconciliación es lo que pide Lagos, reconciliación es lo que necesita Chile.
Ambos candidatos se habían mostrado en los últimos días de campaña partidarios de que Pinochet fuera juzgado en Chile. Si se concreta la predisposición anunciada por el ministro del Interior británico, Jack Straw, a poner en libertad a Pinochet dado su supuestamente deteriorado estado de salud, sería justo que el dictador tuviera que afrontar a los jueces en su propio país para dar cuenta de sus crímenes, aunque cabe dudar de la viabilidad de este empeño.
En cualquier caso, las alegaciones que han hecho las partes, y en concreto el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón, origen de la demanda de extradición, resultan sensatas en tanto en cuanto solicitan el informe de los médicos británicos independientes que examinaron a Pinochet el pasado 5 de enero. Una decisión del calado de la de Straw no puede tomarse escondiendo tales conclusiones a las partes personadas, pues crearía una zona oscura de arbitrariedad y duda. Una cosa es que pueda discutirse su derecho a pedir un contrainforme médico en esta fase del procedimiento y otra que ni siquiera tengan acceso a los informes médicos que Straw ha convertido en prueba inequívoca de que Pinochet no está en condiciones de someterse a juicio.
Sensatamente, el Ejecutivo español ha decidido hacer llegar a las autoridades británicas las alegaciones del juez Garzón. Tampoco deben quedar zonas oscuras en la actuación del Gobierno de Aznar, que siempre ha buscado ante este caso la cuadratura del círculo: complacer a la opinión pública española en nombre de la justicia internacional, y a la vez contentar a las autoridades chilenas, que consideran el sumario de la Audiencia Nacional como una intromisión. Pero anunciar de antemano a Straw que no piensa recurrir cualquier decisión que adopte es una forma nada velada de lavarse las manos ante la inminente puesta en libertad de Pinochet.
En todo caso, lo que hoy importa es Chile y los chilenos. La detención de Pinochet habrá servido al menos para que la democracia de ese país se desembarace de su mala sombra. La elección del moderado Lagos debería abrir el último tramo de la transición chilena, una página en la que ya no aparezca el general Pinochet.
18 Enero 2000
Luis María Anson
Hace poco más de un año conocí a Ricardo Lagos en una cena en casa de Juan Agustín Figueroa en Santiago. La Fundación Neruda me invitó a presentar el gran libro que, preparado por Jaime QUezada, ha editado sobre la relación, corta pero intensísima, entre Pablo y García Lorca. Obra definitiva por su voraz trabajo de investigación y su temperatura literaria, a la que puse un prólogo extenso. Dos millares de personas asistieron a la presentación del libro, que contiene, entre muchos textos, el ‘Caballo verde para la poesía’ y, sobre todo, ‘Paloma por dentro o sea la mano de vidrio’, librito ejemplar único que Pablo y Federico escribieron y dibujaron para Sara Tronú, la Rubia. Fueron días de nostalgia y viejas melancolías. Almorcé con los amigos de Neruda en Isla NEgra, también en La Chascona, en el comedor que Pablo había hecho, desbastando viejas maderas desesperadas.
Pues en casa de del Chucho Figueroa en una cena con diez altas personalidades chilenas, estaba Ricardo Lagos. Me gustó mucho más que ALlende, al que conocí, en septiembre de 1964, en casa de Neruda en Isla Negra, tras su mitin en el parque Cousiño ante medio millón de chilenos, derrotado luego por Frei padre.
Lagos me pareció un hombre moderado y prudente, sagaz observador, las ideas contenidas y solidas. Habló con precisión sobre la política chilena, también sobre el idioma español. No advertí en él ni rencores viscerales ni actitudes de venganza. Su voz caminaba segura sobre el polvorín chileno.
Todos le felicitaban como futuro presidente. Significaba la vuelta de los socialistas desde que, en 1973, el Ejército encontró al pretexto o el motivo de la incapacidad de Allende para contener un golpe marxista. Hubiera sido la dictadura del proletariado, es decir, el comunismo. El Ejército impuso antes la dictadura de la clase media, es decir, el fascismo.
Al terminar la cena me dijo Lagos: «No se vaya usted con la idea, querido Anson, de que ganaré fácilmente las elecciones. Chile está dividido en dos, partido por la mitad». Pero el pueblo chileno sale siempre adelante. Como Pablo Neruda, «cuando va a castigar y levanta la espalda, se encuentra de pronto con una paloma herida entre los dedos».
Algunos lectores recordarán las palabras de esta canela fina. La victoria de Ricardo Lagos me ha inclinado a reproducirla, por una vez. Pienso que este testimonio personal sobre el neuvo presidente. moderado y prudente, tranquilizará a algunos.