10 diciembre 1990

Derrota humillante del primer ministro Mazowiecki

Elecciones Polonia 1990 – Lech Walesa es elegido primer presidente democrático del país tras la dictadura comunista

Hechos

Lech Walesa ganó las elecciones presidenciales de diciembre de 1990.

Lecturas

TYMINSKI, EL ‘DESCONOCIDO’ QUE HUNDIÓ A MAZOWIECKI

El que fuera primer ministro Tadeus Mazowiecki y símbolo de la lucha contra la dictadura comunista al igual que Walesa, era el que aparecía en las encuestas como su principal rival. Por sorpresa Mazowiecki no llegó ni siquiera a la segunda vuelta al quedar por detrás del empresario Tyminski que a pesar de ser escasamente conocido legró convencer con su defensa del liberalismo económico.

Primera vuelta:

Walesa_lech1990 Lech Walesa – 39,3%

Tyminski Stanislaw Tyminski – 23,2%

Mazowiecki Tadeus Mazowiecki – 19,9%

Segunda vuelta:

Walesa_lech1990 Lech Walesa – 74,7%

Tyminski Stanislaw Tyminski – 25,3%

FIN DEFINITIVO AL COMUNISMO EN POLONIA

Jaruzelski Con estas elecciones el General Jaruzelski deja de ser Jefe del Estado de Polonia y con ello se pone fin definitivamente a cualquier vestigio del comunismo en ese país. Su retirada política abre la posibilidad a que se investigue su posible responsabilidad en crímenes: como la matanza de obreros de Gdansk de 1970.

08 Diciembre 1990

La 'fujimorización' de Polonia

Luis Esteban González Manrique

(Periodista de Perú)

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Para el autor, el programa de Stanislaw Tyminski quiere implantar en Polonia es una traslación con calco de los programas personalistas de gobierno que tanto han abundado en los países latinoamericanos y cuya última representación es el actual presidente de Perú, Alberto Fujimori.

La figura de un hombre solo enfrentando a fuerzas inmensamente más poderosas que él ha sido una recurrente fuente de inspiración política en los países latinoamericanos. Una realidad signada por la legalidad esquizofrénica que garantiza a todos iguales derechos pero distintas oportunidades a la hora de acceder a ellos provoca una volatilidad social permanente. Hoy un nuevo fantasma recorre las clases políticas del continente y la pretendida omnipotencia de sus aparatos partidarios: la fujimorización.Desde que un oscuro ingeniero agrónomo de origen japonés se hiciera con la presidencia de Perú, pasando por encima de un mito de la literatura latinoamericana y movimientos políticos con medio siglo de historia, un factor de incertidumbre ha ingresado abruptamente en la racionalidad de las teorías políticas y los análisis sociológicos.

Mirado con desdén por doctos comentaristas que lo identifican sin paliativos en la esfera de más burdo populismo propio del subdesarrollo y la incultura democrática, el fenómeno ha demostrado, sin embargo, que en la era de la posideología se puede reproducir sin distinciones de continente.

En América Latina, el desprestigio de los partidos políticos, desgastados por la corrupción y las ambiciones de sus dirigentes, ya había hecho posible que personajes marginales al núcleo de los aparatos como Carlos Menem y Fernando Collor llegaran al poder. En Perú, la tendencia llegó a sus últimas consecuencias: fue el candidato menos considerado por los políticos serios quien alcanzó el triunfo final.

El caso peruano demostraba en los hechos que el poder económico y publicitario y una estructura organizada nacionalmente no eran garantía para mantener el monopolio del establishment partidario. Un análisis desprejuiciado y alguien con la astucia suficiente para percibir los secretos de la fórmula y ponerla en práctica podían hacer el resto.

En Colombia, el reciclado M-19, aceptando y convirtiéndose en defensor de las reglas del juego democrático, lanzó su campaña a las elecciones de la Asamblea Constituyente de 1991 bajo una consigna simple pero efectiva. Los ex guerrilleros no tendrían enemigos en los poderes económicos, sociales y religiosos establecidos: su objetivo era romper con la hegemonía de una clase política, liberal y conservadora, que se había turnado en el poder gracias a un pacto antidemocrático y excluyente. Hoy los sondeos otorgan al M- 19 una intención de voto cercana al 40%, más que suficiente para quebrar el bipartidismo.

Lo desconcertante del germen es la rapidez con la que se puede transmitir. No ha transcurrido ni medio año desde que finalizó la campaña electoral peruana y poco más de 15 meses desde que Polonia accedió a la democracia cuando los síntomas del contagio comenzaron a reproducirse paso a paso, con el mismo ritmo vertiginoso, en el único país enteramente católico de la Europa eslava. No por casualidad Stanislaw Tyminski, el Fujimori polaco, hizo parte de su fortuna en Perú, país del cual tiene pasaporte, y presenció el curioso ascenso del candidato nisei a la presidencia, sacando sus conclusiones pertinentes.

Búsqueda de referencias

Sin extremar los paralelismos, Tyminski sin duda encontró referentes similares entre su país natal y su país adoptivo, donde descendientes de inmigrantes polacos como Schlydowsky, Kuszinszky, Rostworowsky o Hnylicza pertenecen a las élites tecnocrática e intelectual. Ambas naciones, de temperamento pasional, parecían compartir una profunda decepción con respecto a la capacidad de los políticos profesionales para resolver sus problemas reales e inmediatos. La división de plataformas políticas de base popular -Izquierda Unida en Perú y Solidaridad en Polonia- por dirigentes con excesivos deseos de protagonismo personal y ninguna intención de limitar sus ambiciones conducía inexorablemente al hundimiento de su imagen moral. La rivalidad sin base ideológica entre Lech Walesa y Tadeusz Mazowiecki, el gran derrotado por su responsabilidad en un Gobierno sin éxitos económicos, creaba las condiciones propicias para el surgimiento de una tercera fuerza. En ese punto, el proceso peruano volvió a demostrar una ley física y política: los vacíos son efímeros y las fuerzas que los llenan se movilizan automáticamente, y si no existen, se inventan.

En teoría, y la práctica lo corrobora, cualquiera puede llenarlo por desconcertante que sea su origen, un peruano de primera generación de origen japonés o un emigrante enriquecido en las Américas: ambos ejemplos del mito romántico del self-made-man, un ideal compartido en una sociedad que busca igualdad de oportunidades.

Toda esta trama de hechos sociales, de actitudes colectivas, no acostumbra a formar parte de la visión racional de la realidad política. El portavoz de la coalición política de Mario Vargas Llosa declaró tras la primera vuelta que, entre un médico profesional y un curandero, Perú parecía haberse inclinado por un curandero japonés. Y que Perú había votado con el hígado más que con el cerebro. Curiosa coincidencia con Walesa, que en uno de los últimos mítines de su campaña dijo que consideraría «un insulto para Polonia» tener que enfrentarse a Tyminski. Vistas las cosas con más ecuanimidad, en un país creyente en milagros y con graves carencias sanitarias, el curanderismo es una de las formas más socorridas para tratar las enfermedades. Hay quienes llaman a esto incultura. Cartesianamente se debería votar con el cerebro. Realistamente los electores en un país pobre votan con las vísceras, incluido naturalmente el hígado; un hecho que debería confortar a los demócratas, ya que demuestra que la política es una actividad que compromete en cuerpo y alma.

Simples frases

La sistemática utilización de frases simples como «honestidad, trabajo y tecnología» por Fujimori y «quiero que la gente gane dinero» por Tyminski es otro de los ingredientes claves del neopopulismo. Atribuir a la ignorancia el atractivo de estos lemas es un grave error de apreciación. Peruanos y polacos parecían cansados de las ideas claras, porque por muchos años, con programas precisos, donde todo encajaba perfectamente, se condujo a los pueblos a rincones oscuros. Por lo demás, siempre hay quienes detestan a los que siempre creen tener la razón. Las verdades claras, en el tiempo de la muerte de las ideologías, son fuente de toda sospecha.

La lógica visceral exige más creer en personas que en palabras. Y en la hora del caos y la incertidumbre, las palabras y los políticos que viven de su administración han perdido credibilidad. Esta vez se cree más en personas concretas, aunque tengan sólo un mensaje simple y no muchas promesas: un programa de gobierno puede ser sólo una coartada para encubrir el deseo de poder. La desconfianza ante los medios de comunicación y los grandes despliegues propagandísticos es otro factor fundamental para un buen desarrollo de la fujimorización: la comunicación boca a boca es el medio más efectivo para transmitir la verdad verdadera, en lugar de las verdades oficiales.

Fujimori no participó en ninguno de los grandes programas políticos de televisión previos a las elecciones, salvo en uno, en el que su conductor se esmeró en vapulearlo implacablemente. Walesa, llamando a Tyminski «bajado de los árboles» o poco serio», desde sus alturas de premio Nobel, y la campaña que lo vinculaba al tráfico de armas, imitó a los derechistas peruanos en su desdén por el advenedizo rival, activando el sentimiento de solidaridad con el agredido, con el que tiene menos recursos para defenderse.

El hoy presidente Fujimori gusta decir que su poder radica en una habilidad personal: usar la fuerza del contrario en provecho propio. Tyminski ha demostrado ser un discípulo aventajado. Lo sorprendente es que sus resultados han sido casi idénticos a los de su predecesor: quedar segundo en la primera vuelta a una distancia no necesariamente insalvable de su triunfalista contendiente. En ese marco, el periodo entre ambos comicios es crucial. Fujimori contó con la ventaja de un Vargas Llosa profundamente desalentado, consciente de que su candidatura no sumaría ningún voto de la izquierda o del aprismo gobernante, con quienes se había mostrado inmisericorde. Walesa, que condujo una campafia igualmente agresiva, declaró después de conocer los resultados del domingo 25 que dudaba sobre partícipar en la segunda ronda.

En la segunda vuelta, Fujimori sumó fácilmente a su tercio original y sin condiciones previas el otro 30% de aquellos que el escritor había polarizado en su contra. Sin pactos, podía pactar con todos. Sin programa de gobierno, podría gobernar en consenso: un hombre solo se vería rescatado por las multitudes.

Si Tymlnski es capaz de sumar a su 23% los votos de la izquierda poscomunista (9,3%), del Partido Campesino (7,6%) y parte del 18% de Mazowiecki, podrá superar el 39% de Walesa y redondear la faena: la fujimorización se habrá reproducido matemáticamente.

Luis Esteban González Manrique

09 Diciembre 1990

Demagogos y populistas

Hermann Tertsch / Piotr Adamski

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Polonia fue pionera en la liquidación del régimen comunista. Ahora, con la aparición y el éxito de Stanislaw Tyminski en la naciente democracia es también el primer país del Este que revela los gravísimos peligros que acechan a estas transiciones, mucho más difíciles de lo nunca imaginado. Sociedades formadas en el autoritarismo y el oscurantismo comunista se hunden en situaciones económicas dramáticas con niveles de vida en continua baja acelerada por las necesarias reformas económicas. La población reconoce como falsa su Ilusión de que la democracia política trae consigo el bienestar occidental y da la espalda a las élites políticas que dirigieron la lucha contra la dictadura. Demagogos y populistas tienen en el Este un terreno abonado. Tyminski es la señal de alarma de un fenómeno que puede expandirse en la región.Un empresario desconocido, exonerado del servicio militar por problemas psíquicos, que emigró en 1969 con un visado avalado por el contraespionaje militar y que viajó siete veces a Polonia en la pasada década -siempre a través de Libia-, consiguió 140.000 firmas para ser candidato y 3,8 millones de votos el día 25.

Llama a los polacos a la «guerra comercial» contra Occidente y pide construir misiles nucleares. Su libroPerros sagrados es como El libro gordo de Petete con soluciones fáciles para todo y planteamientos parafascistas.

10 Diciembre 1990

La amargura de una victoria

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LECH WALESA llega a la presidencia de la República de Polonia en unas condiciones completamente distintas de las que él había previsto cuando, hace ya varios meses, se lanzó de manera irresponsable, rodeado por un equipo de políticos derechistas y nacionalistas, a una campaña populista contra el Gobierno de Mazowiecki. Su objetivo no era otro que imponer unas elecciones precipitadas en las que estaba seguro de obtener una mayoría aplastante y ocupar así, con renovado prestigio, la primera magistratura del país.Pero frente al populismo de Walesa surgió, con Stanislaw Tyminski, un populismo aún mucho más demagógico y aventurero que se colocaba en segundo lugar en la primera vuelta de las elecciones. En la segunda vuelta, y para evitar la victoria de Tyminski, lo que hubiese sido un verdadero suicidio político para Polonia, Walesa ha contado con apoyos amplísimos, empezando por el del jefe del Gobierno, Mazowiecki; el del cardenal Glemp, cabeza visible de la Iglesia católica, y el del sector de Solidaridad que se había opuesto a él en la primera vuelta electoral.

Sería erróneo confiar en que el fenómeno Tyminski va a desaparecer con rapidez. En su raíz están las extraordinarias dificultades inherentes a la transición a la democracia de los regímenes ex comunistas. Los largos años de opresión, con un partido único y una ideología oficial alimentada de constantes mentiras, han dejado en los pueblos una tendencia a desconfiar de todo lo que viene del poder. En el caso polaco, Solidaridad ha sido la encarnación de la esperanza de libertad de la nación. Si en algo podían confiar los polacos al iniciar su vida democrática era, precisamente, en ella. Al dividirla antes de las elecciones, Walesa ha cometido un tremendo error, porque dejaba así el camino libre para la irrupción de la irracionalidad y el populismo.

Por otro lado, el pueblo polaco ha luchado por la democracia convencido de que ello significaría, a la vez, una mejora sustancial de su nivel de vida. La realidad resulta completamente distinta. Para recuperar una economía hundida, la reforma acarrea una política de austeridad de altos costes sociales. El desencanto en amplias capas es inevitable; y en ciertas zonas, la desesperación es un terreno propicio para reacciones políticas imprevisibles. Así han podido tener eco los lemas simplistas y nacionalistas de un Tyminski que se presentó como el hombre salvador, que. ha sabido ganar dinero y que prometía a todos que lo ganarían como él.

Los lemas de su campaña son significativos: ataque a fondo contra los políticos, acusando de traición primero a Mazowiecki y luego a Walesa. Exaltación de un nacionalismo antioccidental, con propuestas tan descabelladas como la de crear el arma nuclear polaca. Desprecio a los intelectuales. En resumen, los ingredientes típicos de un fenómeno parafascista. Un serio peligro para Polonia.

Frente a esa amenaza, Walesa ha tenido que cambiar radicalmente su campaña electoral en la segunda vuelta. Después de haber anatematizado la política económica del Gobierno de Mazowiecki, ha pedido a éste que retire su dimisión y que permanezca al frente del Ejecutivo hasta las elecciones parlamentarias, que seguramente tendrán lugar en la próxima primavera. Mazowiecki no se inclina a aceptarlo, pero parece probable que no se interrumpirá la reforma que él ha puesto en marcha, y que el mi3nio equipo, con el ministro Balcerowicz, seguirá al frente de la política económica. Sin embargo, incluso admitiendo que Walesa logre reducir la influencia del grupo nacionalista y derechista que le ha rodeado en su campaña electoral -cosa ni fácil ni probable-, los efectos de la campaña electoral van a ser muy negativos.

Si se mantiene la política de austeridad -sin lo cual, por otra parte, la situación económica polaca podría llegar al colapso-, Walesa tendrá que responder a las promesas de mejoras inmediatas que ha lanzado durante su campaña. Sin embargo, el alto porcentaje que ha obtenido en la segunda vuelta debería facilitar que su presidencia se coloque por encima de los enfrentamientos propios de la contienda electoral.

Una vez que el peligro representado por Tyminski ha quedado descartado es importante tener en cuenta la amplia alianza que lo ha hecho posible. Ello debería permitir, para evitar nuevas laceraciones, la concertación de un pacto entre las fuerzas que ayer formaban Solidaridad -los partidarios de Walesa y los de Mazowiecki- para hacer frente a una situación grave, empeorada por las recaídas de una campaña presidencial en tantos sentidos desastrosa.

10 Diciembre 1990

Walesa en el paraíso

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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En medio de una fuerte indiferencia ciudadana, tangible en el alto grado de abstención electoral, Lech Walesa, ha vencido en la segunda vuelta. El pintoresco candidato Tyminski no ha podido con el carisma histórico del sindicalista. Tampoco con la condena como «herético», lanzada sobre él por la jerarquía católica. Lech Walesa culmina así su carrera de cuento de hadas: de electricista en los astilleros de Gdansk a líder sindical indiscutido, enemigo público del viejo régimen, Premio Nobel de la paz luego, enterrador de la dictadura socialista y, a renglón seguido, opositor a sus antiguos compañeros de Solidarnosc Mazowiecki y Michnik… Presidente de Polonia, ahora. De una Polonia -todo hay que decirlo- desgarrada por una crisis económica profundísima. El sindicalista de ayer habrá de propiciar hoy una reconversión privatizadora implacable. Es el final del sueño. Y el inicio de tiempos muy difíciles.

10 Diciembre 1990

Walesa, primer presidente polaco elegido en las urnas

Hermann Tertsch / Piotr Adamski

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Lech Walesa, premio Nobel de la Paz y líder del sindicato Solidaridad que afrontó ya en 1980 la lucha contra la dictadura comunista, se convirtió ayer en el primer jefe de Estado democráticamente electo de Polonia. Según los primeros sondeos realizados ante los colegios electorales, con el 75% de los votos en la segunda ronda de las elecciones presidenciales, Walesa se impuso claramente a Stanislaw Tyminski, un empresario polaco-canadiense-peruano que había logrado el segundo puesto en la primera ronda. Este candidato -con un pasado oscuro y con claros vínculos con el aparato comunista del antiguo régimen polaco- logró el 25% en esta segunda vuelta.

Este resultado es casi el mismo que Tyminski obtuvo en la anterior consulta del 25 de noviembre, en la que el gran derrotado fue el jefe del Gobierno, Tadeusz Mazowiecki, que quedó eliminado con un tercer puesto y tan sólo el 18% de los sufragios.

Walesa promete ser un presidente decidido de Polonia. El líder obrero de Gdansk fue elegido ayer presidente de Polonia en el primer sufragio general, directo y plenamente democrático jamás celebrado en ese país, al sumar el 75% de los votos emitidos. El inesperado rival de Walesa, Sianislaw Tyminski, fue apoyado por un 25% de los votantes, según datos no oficiales facilitados anoche por el instituto alemán especializado INFAS.

53% de participación

La participación electoral alcanzó un 53%, 10 puntos menos que en la primera ronda, celebrada el pasado 25 de noviembre, en que quedó derrotado el primer ministro Tadeusz Mazowiecki.

En la conferencia de prensa celebrada ayer inmediatamente después de conocerse los primeros resultados de los comicios, MIalesa manifestó su deseo de ser un presidente «decidido». «Pienso actuar de una forma decidida», declaró Walesa, «y también pasar la cuenta de una forma decidida», en alusión a los funcionarios del régimen comunista. Walesa afirmó que actuará como llun comisario» de película del Oeste, «buena gente», «fuerte y eficaz».

Walesa resaltó su deseo de ser presidente de todos los polacos y stibrayó su deseo de entregar el país también en el sentido económico directo a los ciudadanos. Preguntado sobre el primer ministro dimisionario, Tadeusz Mazowiecki, Walesa dio a entender que no le incluía en sus planes políticos, a pesar de que «seguramente encontrará un sitio en el que poder servir a Polonia, tal como contribuyó al éxito de Solidaridad». El presidente electo no desveló ayer a quién designará como futuro primer ministro, señalando que en juego entraban por lo menos siete candidaturas, de las cuales, sin embrago, según fuentes fidedignas, la más probable es la del abogado Jan Olszewski. Los colaboradores de Walesa en estudios de televisión polaca expresaron ayer la esperanza de que Walesa base su Gobierno en esta fracción de Solidaridad.

Interrogado sobre su flamante rival, el empresario polaco-peruano-canadiense, Walesa senaló que su desaparición del escenario político será tan fulminante como fue su aparición. Aludiendo a sus anteriores amenazas a Tyminski en las que anunciaba que no le dejaría salir del país hasta que no desmienta las insinuaciones sobre la supuesta colaboración de Walesa con la policía secreta, éste dijo esperar que «los servicios apropiados» esclarezcan el caso.

Tyminski, por su parte, declaró no creer en la magnitud de su derrota y anunció que continuará la lucha por la democracia, «incluso desde la cárcel». Tyminski, a quien votaron ayer 3,6 millones de polacos, no descartó la creación de un partido político, a pesar de que no le gusta, dijo, esta labor. Las declaraciones de Tymiriski fueron muy poco congruentes. La comparación de su programa económico con la privatización realizada por el rey polaco Casimiro el Grande en el siglo XIV, así como algunas citas del libro Ivanhoe, de Walter Scott, resultó embarazosamente ridícula.

El presidente electo, Lech Walesa, fue vitoreado anoche por 4.000 personas que se habían congregado en las inmediaciones de la sede de Solidaridad, en Gdansk. En medio del griterío, vivas y fuegos artificiales, Walesa habló a los reunidos desde una ventana pidiendo calma. Al entrar en el edificio Akwen, en Gdansk, Walesa y su mujer, Danuta, fueron recibidos con el canto tradicional polaco Viva cien años. En una declaración improvisada, Walesa dijo esperar que «tal como hemos vencido al sistema totalitario, sin un solo disparo, construyamos uno nuevo». En la segunda ronda electoral, Walesa obtuvo los sufragios de casi 11 millones de los 27,5 millones de polacos.

Casi dos millones de votos a favor de Lech Walesa fueron emitidos ayer por los seguidores de Tadeusz, Mazowiecki. Éste llamó el pasado domingo a apoyar la candidatura del líder obrero para contrarrestar la ofensiva de las fuerzas del antiguo régimen, seguidoras de Tyminski.

Eventual impugnación

La investidura de Walesa como presidente no podrá producirse antes de que se cumpla el plazo de seis días, previsto para la eventual impugnación del resultado electoral. Esta no está del todo descartada, dado que Tyminski mencionó ayer supuestos casos de intimidación «de los niños» de personas que apoyaban su candidatura. Ya días antes, Tyminski protestó ante la junta central electoral por el sistema de marcar el nombre del candidato en la papeleta con una equis que, según él, hacía posible un fraude electoral, dado que poniendo dos cruces se invalidaba el voto.

Un policía que controlaba ayer el tráfico en la carretera de Varsovia a Lublín no tuvo reparo en afirmar que había emitido su voto a favor de Stanislaw Tyminski. Lo mismo, según dijo, había hecho la mayoría del cuerpo, «y no porque crea que Stanislaw Tyminski valga como presidente». «Se trata de impedir», manifestó, «que «Walesa saque una ventaja demasiado amplia. Se le subirían aún más los humos».

El electricista ‘infalible’ por la gracia de Dios

Lech Walesa, nacido en la aldea de Popowo, hijo de campesinos, padre de ocho hijos, electricista, católico fervoroso y premio Nobel de la Paz, consigulo ayer su gran sueno de convertirse en jefe del Estado desu patria, Polonia. En la primera ronda de las elecciones presidenciales venció al representante de la intelectualidad y las élites occidentalistas. Ayer, gracias a su popularidad y al hecho de enfrentarse a un personaje tan oscuro como otencialmente peligroso, con apoyo masivo de la Iglesia y de los partidarios de su reciente enemigo, el primer ministro Tadeusz Mazowiecki, derrotó a la irracionalidad radical. Ya es el hombre de Estado que recibirá honores en las capitales de todo el mundo. Ya ha liquidado el agravio comparativo que sentía frente al presidente checoslovaco, Vaclav Havel.En 1980 fue el gran líder de las protestas obreras contra el régimen comunista. A partir de diciembre de 1981, tras la declaración de la ley marcial, se pasó 11 meses en régimen de internamiento. En 1983 consiguió el Premio Nobel de la Paz y el reconocimiento internacional a una lucha tan valerosa en sus métodos de lucha contra la dictadura como, según demostró más tarde, falto de estrategias concretas de construcción de una sociedad pluralista occidental. Tras las huelgas de 1988 logró imponer al régimen negociaciones políticas que desembocaron en la derrota electoral de los comunistas en junio de 1989. Él fue quien obligó al jefe del Estado, Wojciech Jaruzelski, a aceptar un Gobierno con Tadeusz Mazowiecki.

Su mayor defecto es, según Adam Michnik, «que no aprende de sus errores porque cree no cometer ninguno La venganza de Walesa fue una virulenta campaña contra el Gobierno, recurriendo a una demagogia que hoy se extiende por toda Polonia. Su regreso a la racionalidad en esta segunda vuelta parece tan coyuntural como su incursión populista. El presidente Walesa debe ahora controlar los fantasmas que ha desatado.

10 Diciembre 1990

Walesa, presidente por la gracia de Dios

Alfonso Rojo

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Walesa arrasó a Tyminski en todas las regiones y entre todas las clases sociales. El ex sindicalista obtuvo el mayor apoyo entre los empleados de «cuello blanco» que le concedieron un 82,5% de los votos ante un 17,5% para su adversario. El menor apoyo lo encontró entre los ancianos y pensionistas que sólo le votaron en un 69,5%. La participación total fue de un 53%. Pese a que Tyminski mejoró algo el 23% de los votos que había conseguido en la primera vuelta, al final, las presiones de la Iglesia, la prensa y los intelectuales, inclinaron la balanza en favor del líder de Solidaridad. Cuando a la salida del colegio electoral, los periodistas preguntaron al cardenal Glemp por quién había votado, el primado respondió con una sonrisa: «He votado por el que va a ganar. Walesa evidentemente». No pudo ser más explícito. El cardenal, que nunca ha ocultado su simpatía por el antiguo electricista de Gdansk, lleva una semana respaldando abiertamente a Walesa, al igual que han hecho decenas de miles de sacerdotes en todos los rincones de Polonia. Hace una semana, durante una visita a Roma, Glemp ya hizo apología del ex sindicalista. «La Iglesia polaca estará al lado de Walesa en su batalla contra el millonario», dijo el primado polaco refiriéndose a Tyminski.

Mientras el primer ministro Tadeusz Mazowiecki, amigo personal del Papa Juan Pablo II, estuvo en liza, la jeraquía católica mantuvo una estricta «neutralidad». Su derrota en la primera ronda de las elecciones presidenciales y la posibilidad de que alguien como Tyminski, un millonario divorciado, casado en segundas nupcias con una mestiza peruana aficionada al ocultismo, pudiera alcanzar la Presidencia, ha actuado como un revulsivo en el clero polaco. Ayer, prácticamente la totalidad de los párrocos polacos subieron al púlpito y «sugirieron» a sus feligreses la «conveniencia» de votar en favor de Walesa. Algunos pidieron el voto para el ex sindicalista de forma abierta, mientras otros prefirieron métodos subliminales. «Es necesario recuperar la solidaridad» o «debemos terminar el trabajo iniciado» fueron las fórmulas más utilizadas. Lo mismo ha ocurrido con los periodistas y con los «intelectuales». Los mismos que vituperaban al sindicalista tildándole de «ambicioso» e «incompetente» se han empleado a fondo los últimos días para evitar que Tyminski pudiera triunfar en las urnas. Las escasas ruedas de prensa del millonario se han convertido en un verdadero «pim-pam-pum», en el que los reporteros en lugar de plantear preguntas se han dedicado a atacarle sin piedad, acusándole de «complicidad con los comunistas» y de todos los crímenes imaginables. Este acoso, sumado a la influencia que los sacerdotes tienen sobre todo en las pequeñas poblaciones, ha terminado por hacer zozobrar las escasas esperanzas que tenía el confuso Tyminski. Todos los sondeos reflejaban una aplastante ventaja para el premio Nobel de la Paz, que oscilaba entre 40 y 60 puntos, frente al millonario de triple nacionalidad canadiense, polaca y peruana. Ayer, tras conocer los primeros resultados, el comando electoral de Walesa en Varsovia estaba repleto de simpatizantes eufóricos que esperaban que, tras el escrutinio oficial, su candidato consiguiera casi el 86% de los votos. Además de la Iglesia, el interés también se concentraba en saber a quién votaría el Presidente saliente de Polonia, el general Jaruzelski. Acompañado de su esposa Bárbara, el hombre de las gafas oscuras acudió a votar en el Palacio de Krolikarnia y manifestó que deseaba «buena suerte» a su sucesor y que lo más importante es «aunar el esfuerzo de toda la nación». Jaruzelski se negó a revelar su voto, aunque resultaría ciertamente irónico que hubiera contribuido con él a hacer de Lech Walesa, quien fue su gran rival durante gran parte de los años 80, su sucesor. El general alegó que decir por quien había votado habría constituido una clara «parcialidad» y, en el momento de subir a su vehículo oficial, manifestó patrióticamente que «había votado por Polonia».

Hacia las dos de la tarde, el gran derrotado de estas elecciones, el primer ministro, Tadeusz Mazowiecki, acudió a un colegio electoral del centro de la capital para, tragándose su orgullo v olvidando momentáneamente su enemistad, votar por Walesa. La aparición de Tyminski ha conseguido lo que durante años Walesa no ha podido evitar: la dispersión del movimiento sindical y las rencillas internas. El electricista que encabezó la primera revuelta contra un régimen comunista que ha culminado con éxito, que convirtió el nombre de Solidaridad en sinónimo de libertad en todo el mundo, permaneció ayer refugiado en su casa de Gdansk. Poco después de votar y sin hacer alarde de modestia, Walesa confesó a los periodistas que había votado «por el mejor de los candidatos». En un discurso ofrecido anoche por la televisión polaca, Walesa manifestó que Polonia ha cumplido su sueño de libertad e instó al pueblo a trabajar para mejorar y fortalecer la economía del país.