2 octubre 1982

Los dos Coroneles serían condenados en Consejo de Guerra a 12 años de prisión

‘Golpe de los Coroneles’: Encarcelados el Coronel Luis Muñoz y el Coronel Jesús Crespo Cuspinera por planificar un nuevo intento de Golpe de Estado

Hechos

El 2.10.1982 fueron detenidos los coroneles Luis Muñoz y Jesús Crespo Cuspineda acusados de planificar un nuevo intento de Golpe de Estado.

Lecturas

El 3 de octubre de 1982 los servicios de seguridad del Estado encabezados por el CESID del coronel Alonso Manglano desarticularon un nuevo intento de Golpe de Estado previsto para el día 3 de octubre de 1982. Son arrestados como supuestos organizadores del golpe el coronel D. Luis Muñoz Gutiérrez, el coronel D. Jesús Crespo Cuspinera, el teniente coronel D. José Enrique Crespo Cuspinera y el teniente coronel D. Juan Fernández Hidalgo.

La prensa especula con una posible implicación del encarcelado general golpista D. Jaime Miláns del Bosch Ussía. La prensa bautiza la intentona como ‘el golpe de los coroneles’, que parecía contar con el visto bueno del encarcelado general Jaime Milans del Bosch, cabecilla del 23-F.

coroneles3 Iban a aprovechar la Jornada de Reflexión para tomar el Palacio de la Zarzuela, la Moncloa y el resto de puntos vitales, incluyendo las Capitanías Generales Militares. El plan incluía los detalles de horario, en la que tomarían todos los puntos vitales de Madrid. Los comandos golpistas estaban dispuestos a utilizar las armas y, al contrario que el 23-F, estaban dispuestos a matar si era necesario.

EL GOBIERNO UCD TRASLADA A MILANS DEL BOSCH DE SU PRISIÓN MILITAR AL SABER QUE ESTABA AL TANTO

MilansdelBoschcoroneles El General Jaime Milans del Bosch es trasladado del Cuartel Militar en el que estaba arrestado y será trasladado a un castillo militar donde no pueda mantener contactos con otros golpistas.

Así iba ser el golpe

Pedro Rodríguez

1982

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El golpe del 27-O es, un poco, el juego de las muñecas rusas: vas abriendo una y hay otra, dentro y así. Nunca he sido, ni seré, un periodista amarillo y jamás escribiré una línea que mortifique al Ejército constitucional de mi patria, pero todo indica que el director del golpe era el coronel Muñoz, que, en las investigaciones, podría salir el nombre de algún general y que hay trama civil: financiación y financieros. El 27-O conecta con el 23-F a través de la extrema derecha más derecha y tenía una finalidad subsidiaria: liberar a Milans. Lo sabíamos todos: Milans es un mito profesional. Nadie quería ver como acabababa sus días en cautiverio. Queramos o no, los prisioneros del 23-F son una bombra en nuestro futuro.

El PSOE: Aterriza como puedas

Estremece, pero es así: el 27-O se monta, básicamente para impedir el poder socialista. Los conjurados manejan, en todo momento, un documento, interno del PSOE: es su proyecto de reorganización de las fuerzas armadas Los golpistas se llaman Proyecto socialista de depuración del Ejército. Yo no sé si el documento es verdad o no, pero si yo fuera Felipe, me preocuparía comprobar como tiene de minado, en filtraciones, su partido.

04 Octubre 1982

Aventurerismo golpista

EL PAÍS (Editorialista: Javier Pradera)

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LA NOTICIA de la detención de tres jefes militares acusados de conspirar contra la seguridad del Estado pone una vez más de relieve la actividad de los grupos involucionistas en el seno de las Fuerzas Armadas. Aunque las informaciones son aún pocas y la discreción excesiva, es seguro que los dos coroneles y el teniente coronel arrestados el sábado mantuvieron contactos con algunos de los condenados por el delito de rebelión militar en el sumario del 23-F. La incomunicación subsiguiente del general Milans y otros cabecillas de aquella sublevación así lo hace suponer; y este es un buen motivo para preguntarse por cuál ha sido el régimen de encarcelamiento de unos individuos que en su día atentaron tan alevosamente contra la patria. La facilidad de movimientos y comunicación que los culpables de la intentona frustrada del pasado año han disfrutado en sus celdas de lujo ha sorprendido siempre a los observadores y ha sido objeto de numerosas críticas de los medios de opinión.Es preciso reconocer la capacidad de reacción del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) frente a lo que parece por ahora sólo la punta del iceberg de una complicada trama. La renovación que en los últimos meses se viene realizando en el seno de la inteligencia militar -renovación sin duda no agotada aún- contribuirá a dar solidez a las estructuras del Estado democrático. Al mismo tiempo es necesario señalar la urgente necesidad de ampliación informativa que la opinión pública siente. Tres militares solos no suelen pactar pata poner en peligro la seguridad de un Estado, y sería lamentable que se repitiera la experiencia de la operación Galaxia cuando se quiso concretar en Tejero e Inestrillas todas las culpas del caso. Los ciudadanos tienen derecho a conocer el contenido de la documentación incautada a los detenidos, el número y calidad de los posibles implicados, la concreción de los planes de los que se les acusa y, nuevamente, la eventual ligazón con tramas o sectores civiles que pudieran apoyarles.

Respecto a la oportunidad del momento de las detenciones, poco se puede decir con tan escasa información en torno a ellas. La interrogante esencial es: ¿se ha abortado un intento de golpe a punto de cuajar o se ha desarticulado, el plan en sus albores? Nos parece, sin embargo, que no tienen fundamento las especulaciones que otorgán matices electoralistas a una decisión tan grave como la tomada el sábado. La existencia del golpismo en el seno de las Fuerzas Armadas no es ninguna novedad, y si el llamado voto del miedo puede acarrear algún electorado a partidos conservadores, por el temor de que una victoria socialista aliente aún más los fantasmas del golpe también es verdad que noticias como ésta contribuirán al voto útil de la izquierda -incluso de la tradicionalmente abstencionista- en torno al PSOE.

Cabe señalar el desprestigio continuo que sucesos como estos vuelcan sobre el aprecio de las Fuerzas Armadas por parte de la sociedad civil. Es necesario, al margen las lógicas y obligadas actividades de investigación, disciplinarias y judiciales, que desde el propio Ejército se desautorice una vez más al aventurerismo golpista. El honor de los militares y la dignidad del uniforme que visten están en juego.

Y finalmente, una reflexión sobre la inutilidad. histórica de estas conspiraciones criminales. Aun en el caso improbable de que se produjera un acuerdo de numerosos jefes del, Ejército con el objeto de promover una rebelión, en absoluto parece posible que un golpe militar tuviera éxito en España. Frente a la insensatez de los que imaginan lo contrario, cabe mostrar la realidad de una sociedad civil moderna y articulada, dispuesta a resistir; la absoluta e inquebrantable decisión del Rey de enfrentarse a todo intento de ese género, y la difícil complicidad exterior de alguna potencia en las actuales circunstancias internacionales. Una nueva intentona de golpe sólo sería siembra de terror y de nuevas divisiones de españoles, pero, al margen del daño inicial y cruento que sobre la vida y los bienes de algunos de ellos pudiera ocasionar, estaría, a corto plazo, condenada al más absoluto de los fracasos.

08 Octubre 1982

Un golpe en la maleta

José Luis Gutiérrez

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Desde luego, lectores, si a esto del problema militar le aplicáramos un poco de imaginación, podría decirse que hay una fórmula para solucionarlo de un plumazo, definitivamente. Se trata de que todos los españoles nos nacionalicemos ingleses o, en última instancia, gibraltareño, que están ahí al lado.

Porque, lectores, bromas aparte, el espinoso asunto del golpe de Estado, previsto para el 27 de octubre – menuda jornada de reflexión – está alcanzando perfiles preocupantes, a medida que avanzan las investigaciones.

El famoso dossier de los quinientos folios es hoy unas de las piezas periodísticas más apetecibles. Todos los lebreles de la canallesca olfatean por despachos y pasillos, algunos de ellos con el zurrón repleto de millones.

Los quinientos folios formaban el golpe que el coronel Muñoz Gutiérrez llevaba en la maleta y su captura, a pesar de los desmentidos, se realizó como contó este columnista hace ya días.

Es decir, el servicio secreto siguió al coronel hasta el acuartelamiento – prisión del teniente general Milans del Bosch – donde entró con el maletín. Allí estuvo despachando durante cuatro horas y media con Milans, y esto nos da una prueba más de que seguimos siendo, en algunas cosas, un país totalmente katangueño. O sea, que a un señor le condenan a treinta años por intentar dar un golpe, y pocos meses después recibe en su celda a los colaboradores, que desde fuera le ayudarán a preparar el siguiente.

Pues bien; sale el coronel Muñoz, se va a almorzar con Blas Piñar y, mientras lo hace se deja el famoso maletín en el coche. Los agentes que le siguen abren la portezuela, abren el maleín, descubren el contenido, la fotografían, y lo vuelven a dejar todo en su sitio y acto seguido, ponen un invisible detrás de los talones del citado coronel, para que no pierda de vista el maletín, que contiene, por fin, el cuerpo del delito, la prueba exigida para proceder a la detención. Se produce ésta en el domicilio de Muñoz Gutiérrez, y de ahí salen ya los nuevos implicados con nuevos documentos que se suman a los de la maleta, y que se guardaban, como ya se ha dicho, en la caja fuerte de un banco.

La famosa lista de personajes que en los documentos aparecen, se está investigando a fondo, con numerosos careos ordenados por el juez especial, coronel auditor Muñoz Sánchez. El Gobierno sostiene que muchos de los nombres aparecen sin que, específicamente se sepa si son víctimas o verdugos, esto es, si estaban allí para ser conectados o ya lo habían sido, o bien para ser neutralizados.

Por ejemplo, uno de los nombres que aparecen es el del señor Oriol y Urquijo, que fuera ministro de Justicia con Franco. Naturalmente no sabemos en calidad de qué figura en las citadas listas…

José Luis Gutiérrez

09 Octubre 1982

Réplica de Antonio María de Oriol

Antonio María de Oriol Urquijo

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Con fecha de hoy, 8 de octubre de 1982, en el periódico DIARIO16, en el que usted figura como director, se ha publicado en la página 9, en la columna correspondiente a don José Luis Gutiérrez ‘Un golpe en la maleta’: “…uno de los nombres que aparece es el del señor Oriol y Urquijo que fuera ministro de Justicia con Franco”.

En uso de las facultades que me confiere el derecho de réplica, exijo que en el mismo lugar en el que aparece la falsa insinuación que antes indico y con los mismos caracteres, se haga constar la radical falsedad de la afirmación citada.

Sin perjuicio de lo que antes indico, me reservo las acciones legales que en derehco me correspondan contra quienes hayan publicado y contra quienes hayan facilitado la falsa información mencionada que sirve de base para la insidiosa atribución a mi nombre de lo que en la columna se indica.

Antonio María de Oriol Urquijo

09 Octubre 1982

Nota de Redacción.

DIARIO16 (Director: Pedro J. Ramírez)

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En la citada columna tan sólo se recoge una información – contrastada en fuentes de toda solvencia – que señala la presencia del nombre del señor Oriol en el famoso dossier de los coroneles, sin que en ningún momento José Luis Gutiérrez especifique la razón que acredita su presencia en los citados documentos. La carta del señor Oriol, asegurando, la ‘falsedad’ de dicha información, suscita una nueva pregunta: ¿Cómo sabe el señor Oriol que su nombre no figura en algún lugar de los quinientos folios que componen el archicitado dossier?

24 Octubre 1982

El golpe anunciado

Juan Luis Cebrián

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La fatalidad es una palabra demasiado irracional para inscribirse sin más entre quienes la veneran. A mí me sigue pareciendo todavía que la historia la hacen los hombres y que el fatum de la tragedia clásica viene al final, más determinado por las maldades humanas que por la voluntad de los dioses.La Crónica de una muerte anunciada, el último libro del reciente Nobel de Literatura, nuestro entrañable García Márquez, es, sin embargo, un texto para disentir de estas tesis. Todo el mundo en la novela, menos la víctima, sabe que Santiago Nasar va a ser asesinado. Nadie quiere quizá verdaderamente matarlo, pero nadie hace, desde luego, nada que lo evite. El desarrollo reciente de la política española me ha refrescado hasta la irritación la memoria de este episodio. Sabemos que se está preparando un crimen, conocemos casi los protagonistas de la historia, el lugar y la hora, pero ¿qué se está haciendo?

Más se acerca el día de las elecciones, más se crispa el ambiente de quienes tienen la premonición de su derrota. Para luego habrá que dejar los análisis sobre la destruccíón acelerada del partido del Gobierno o los proyectos efectivos de gobernación de los socialistas. De ahora mismo es, en cambio, la preocupación múltiple que envuelve a la calle ante la oleada de rumores, el aluvión de promesas y la confusión de noticias en torno a una eventual intervención militar que bien podría denominarse a estas alturas «el golpe anunciado».

La trama de la conspiración violenta que se preparaba para evitar las elecciones no ha sido descubierta -según fuentes oficiales- sino en una pequeña parte. El Gobierno sigue perplejo lo mismo ante la identidad de la dirección militar que ante la complicidad de destacados personajes civiles.

La blandura de la represión -tres detenidos y un puñado de urgentes cambios de destino- sólo se explica en la voluntad de no generar solidaridades añadidas en el Ejército bajo el pretexto del compañerismo. Sobre la ausencia de informaciones solventes se extiende además un piélago de rumores inventados y sabiamente difundidos. Desde que este verano una revista publicara las listas de fusilables del 23-F, elaboradas mayormente con las candidaturas a Cortes en 1977, no han cesado de ver la luz misteriosos documentos y excitantes revelaciones en la Prensa, sometida a toda clase de filtraciones interesadas. Los teléfonos suenan en los periódicos, en las oficinas públicas, en los ministerios, hasta en la centralita de palacio: el golpe -dice la voz anónima- será el próximo lunes.

Creo no traicionar ninguna confidencia si narro la equivocación que Regis Debray cometiera en Chile y que él mismo me contaba en su reciente y fugaz paso por Madrid. «Estuve en Santiago hasta el 2 de septiembre de 1973. Todo el mundo hablaba del golpe, en las calles, en los restaurantes, en las casas». Se marchó Debray un poco harto de tanta rumorología y convencido de que no habría de pasar nada. Una semana después, Pinochet se levantaba en armas contra la Constitución que hacía poco había jurado defender. ¿Dónde situar entonces nuestro índice de probabilidad de error? Resulta que hablar del golpe, denunciar los desfallecimientos en su persecución, especular con tramas e implicaciones de terceros, contribuye de un modo u otro lo mismo a alimentar el ambiente que los conspiradores necesitan que a cubrir de amenazas el cielo electoral. Y alguien, sin duda, se beneficiará de las urnas del miedo. Pero no decir nada de estas cosas sería como dejar a los españoles sentados a la intemperie de una peligrosa ignorancia. La que desconoce que el nivel de pánico de la derecha reaccionaria es tan grande ante la eventual victoria de los socialistas que están dispuestos a evitarla por todos los medios legales e ilegales a su alcance. Medios legales apenas les quedan. Sólo les restaría tratar de impedir las votaciones.

El pesimismo es mayor para después de los comicios. Concretamente, cara al mes de interregno constitucional que ha de transcurrir desde que se conozca el vencedor hasta que se constituyan las Cámaras y éstas elijan nuevo presidente del Gobierno. ¿Qué credibilidad tendrá el actual Gabinete, qué autoridad si es, como parece, aplastado en las urnas, y su partido se convierte en algo evanescente y huero? Si los pronósticos electorales se cumplen, será necesario, dicen algunos, montar una especie de Gobierno paralelo o de Gabinete fantasma y gobernar de un modo u otro con los socialistas desde el día inmediato a las elecciones. Eso, claro está, en tanto en cuanto el PSOE obtenga mayoría absoluta y no quepa error ni margen de duda sobre la necesidad de una coalición. De todas formas, este noviembre resultará crucial en nuestra historia: los socialistas van a ser puestos a prueba aún antes de sentarse en el banco azul.

Como una sombra ambigua y repleta de interrogantes se cierne en torno a este panorama la actitud del Ejército y la de aquellos sectores civiles dispuestos a ampliar el círculo de quienes, como Fraga, entenderían un golpe. Todas las hipótesis se manejan: desde un atentado contra el Papa en su próxima visita, hasta una retirada masiva de depósitos de los bancos, bien orquestada como es lógico. Los expertos aseguran que el mercado de cambios puede venirse abajo en el plazo de quince días. El dinero ha comenzado a huir a través de las fronteras y hacia el forro de los colchones. La demagogia fraguista ha hecho su mella en capas de la baja y media burguesía: «Ahora vendrán los rojos y nos quitarán la finquita», se dicen. El pánico financiero necesita menos complicidades y organización que un golpe militar. Pero, ¿cuál es la divisoria que pasa entre la necesaria precaución y la alarma injustificada; entre el miedo paralizador y la prudencia en cada movimiento? Las gentes piensan que si la guardia del Rey tiene motivos para ponerse alerta, otras personas e instituciones deben tenerlos también. Y otra vez se perfila como única referencia de poder seguro la Corona.

No existe, sin embargo, una sola de las condiciones que se dicen objetivas y necesarias para dar golpe de Estado. Claro que esas condiciones se pueden crear. No se vislumbra ningún apoyo exterior, ni una base civil entre la población dispuesta, según parece, a depositar sus esperanzas en el cambio vendido por el PSOE. No es entonces éste un argumento para tranquilizar a los atribulados ni para llamar al optimismo ciego. Las condiciones ésas se pueden crear, y se van a intentar crear. Es solamente una reflexión que nos habla de la utilidad de hacer algo para evitar que se lleve a cabo la atrocidad de la conspiración en marcha. Un nivel elevado de abstención facilitaría la demagogia de los agitadores. Movilizar al pueblo es siempre la única respuesta válida frente a los que le provocan, y en una democracia, las elecciones son la movilización más real, efectiva y pacífica que puede darse. Un desequilibrio electoral tan abultado como el que anuncian los sondeos es también peligroso. La bipolarización que se prevé es la de un partido de izquierda moderado y otro de derecha ultramontana. El mantenimiento de un grupo parlamentario de centro, suficientemente sólido parece indispensable para garantizar algunas dosis de sensatez en la vida política, lo mismo que la existencia de un partido comunista no anecdótico. Las dudas sobre si será bueno o malo para el conjunto de los demócratas que los socialistas obtengan la mayoría absoluta en el Congreso pueden ser inicialmente despejadas por las noticias que cotidianamente nos distribuye el Ministerio de Defensa. Vamos a necesitar un Gobierno fuerte en los próximos años, tanto más fuerte aún si es un Gabinete de dirección socialista. Vistas así las cosas, el juego de las coaliciones puede ofrecer, no pocas desventajas.

Me parece que éstas son unas reflexiones comunes a muchos ciudadanos de los que se dicen de a pie y que conocen a diario de los augurios lúgubres que unos y otros tratan de esparcer sobre el futuro del cambio. Es ridículo despreciar los signos del peligro cierto que nos acecha. Tanto como abandonar la búsqueda del camino que lo sortee. Pero, además de ridículo, sería también trágico que pudiera decirse de los españoles lo que García Márquez narra de quienes «pudieron hacer algo por impedir el crimen y, sin embargo, no lo hicieron». Se consolaron con el pretexto de que hay «asuntos que son estancos sagrados a los cuales sólo tienen acceso los dueños del drama». Esta vez el drama nos pertenece a todos.