14 septiembre 2003

Enfrentamiento entre Alfonso Guerra y José María Maravall sobre quién ‘asesoró’ a Felipe González en el debate presidencial que le ganó a Aznar en 1993

Hechos

El 14 de septiembre de 2003 el diario EL PAÍS adelantó unos fragmentos del libro de entrevistas ‘La Memoria Recuperada’.

14 Septiembre 2003

La memoria recuperada

Alfonso Guerra

Entrevista de María Antonia Iglesias

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En 1993 surgen otras diferencias en el partido con motivo de la campaña electoral. Felipe conformó un Comité de Estrategia para afrontar las elecciones. El comité lo dirigía, en principio, Ramón Jáuregui. Pero yo estaba también en él. Yo era el director de la campaña. Celebramos una reunión: cada uno de los miembros de ese comité no tenía mucha idea de estos temas, dice lo que cree conveniente y, después, hablé yo. Y, naturalmente, Ramón Jáuregui, que era el responsable, dijo: «Bueno, mira, esto se ha acabado: éste se encarga de la campaña y nosotros nos vamos». Pero es que era evidente que los demás no tenían conocimiento de estos temas y yo tenía todo el conocimiento y mucha experiencia. Y ahí se acabó la colaboración de Jáureguí en la campaña.

Luego llegaría a ese comité José María Maravall, pero la campaña la dirigí yo. Es verdad que Maravall estuvo asesorando a Fefipe en el primer debate televisivo con Aznar. Sí, estuvo asesorando, y fue un desastre rotundo. En el segundo lo asesoré yo, y salió bien, ésa es la verdad.

15 Septiembre 2003

Campaña del 93

José María Maravall

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En el suplemento Domingo del 14 de septiembre, su periódico recoge un extracto del libro de Maria Antonia Iglesias, La memoria recuperada. En dicho extracto figura una declaración de Alfonso Guerra referida a la campaña electoral de 1993. Esa declaración constituye una pura fantasía.

Alfonso Guerra no tuvo responsabilidad alguna en aquella campaña de Felipe González. No le asesoró ni participó de forma alguna en la preparación del famoso segundo debate en Tele-5, celebrado el 31 de mayo. Felipe González me pidió a primera hora de la mañana del martes 25 que preparara ese debate con él. Así lo hice a partir de ese momento, comenzando antes del mitin que pronunció en Cádiz esa tarde. La preparación, muy intensa, se prosiguió en un local situado fuera del palacio de la Moncloa hasta el mismo lunes 31 de mayo, combinándola con mítines en Burgos, Pamplona y Zaragoza. Terminamos el lunes a las 13.30, pero nos volvimos a reunir despues del almuerzo para revisar todo el trabajo debido a que el formato del debate había sido alterado a última hora.

Contamos con una ayuda decisiva por parte de dos expertos que trabajaban en el sector privado y que desde entonces han preferido mantenerse en el anonimato. La preparación fue absolutamente reservada y nadie más participó. Alfonso Guerra no tuvo responsabilidad alguna en ella, ni estuvo físicamente presente ni asesoró siquiera telefónicamente. Como es obvio, existe una abundante información, de muy diferente tipo, que permite comprobar de forma exhaustiva la exactitud de esta historia.

En sus Memorias políticas, Joaquín Almunia menciona una conversación suya con Juan Luis Cebrián un tiempo después, acerca de la falsificación de lo que verdaderamente sucedió en la campaña y los debates. Almunia concluye con las siguientes palabras: «Tomé nota, una vez más, de cómo se las gasta alguna gente con tal de apuntarse medallas que no les corresponden» (p. 269). En el propio libro de Maria Antonia Iglesias, Felipe González aclara en su entrevista las responsabilidades de cada cual en esa campaña electoral de 1993.

Su brillante debate en televisión el 31 de mayo incrementó en cerca de cuatro puntos el voto al PSOE. Y a su campaña personal se debió la victoria socialista del 6 de junio.

Creo que clarificar este episodio tiene interés desde el punto de vista de la historia política. Y pienso que arroja luz sobre Alfonso Guerra.

Una página difícil de arrancar

Alfonso Guerra

2013

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En el Comité Electoral comenzamos a preparar los debates para estudiarlos con Felipe. Nos dijo que estaba muy cansado, que no tenía ánimo para ponerse a preparar un debate y que prefería quedarse solo. Después supimos, nos contaron, que tal cual salíamos por una puerta, por otra entraba el quipo especial que le ayudaría a preparar el debate: Rosa Conde, José María Maravall y Miguel Barroso.

El primer debate se saldó con una derrota absoluta del candidato. ¿Cómo era posible que una persona con tanta capacidad de convicción, un mago de la palabra hubiese caído ante un tipo adusto, antipático?. Uno de aquellos expertos especiales que hicieron fracasar a Felipe en el debate anda ahora intentando que le contraten en los países hispanoamericanos para las campañas de los candidatos presidenciales. Algunos de estos candidatos me han consultado sobre la fiabilidad técnica del grupo formado alrededor de Miguel Barroso que se va ofreciendo. Es fácil adivinar cuál ha sido mi respuesta.

En cuanto terminó el debate hablé con Felipe. Le dije literalmente: «Felipe ¿qué has hecho?». Se excusó como pudo y le urgí a que preparásemos el segundo debate con esmero, pues nos jugábamos las elecciones. Felipe accedió. «Me vas mandando papeles y después los comentamos por teléfono».

En el segundo debate Felipe le pudo en todos los terrenos, apagó a Aznar y se proclamó claro vencedor.

Diez años después José María Maravall publicó una carta al director en un periódico en la que afirmaba, con cierta cólera, que Alfonso Guerra no tuvo responsabilidad alguna en aquella campaña de Felipe González». No, ninguna, sólo fui el director de la campaña, poca cosa, bien lo sé yo, pero aún lo sabía mejor José María Maravall, nombrado para una Comité de Estrategia Político-Electoral que naufragó en su primera reunión por reconocimiento de todos de su falta de idoneidad para el trabajo. Maravall aseguraba que «Alfonso Guerra no tuvo responsabilidad alguna en la preparación del debate, ni estuvo físicamente presente, ni asesoró siquiera telefónicamente» (¿acaso controlaba mi teléfono?).

La carta acaba con la justificación de su envío: «Creo que clarificar este episodio tiene interés desde el punto de vista de la historia política. Y pienso que arroja luz sobre Alfonso Guerra». Creo yo que la carta arroja sombras sobre José María Maravall.