25 enero 2011

Aumenta el malestar en redactores de Unidad Editorial por la presencia del polemista catalán

Enganchada entre Carmen Rigalt y Salvador Sostres, ambos de EL MUNDO, por Silvio Berlusconi

Hechos

El 25.01.2011 y el 29.01.2011 los columnistas D. Salvador Sostres y Dña. Carmen Rigalt se dedicaron artículos respectivos en EL MUNDO.es.

Lecturas

Los columnistas de El Mundo, Salvador Sostres Tarrida y Carmen Rigalt Tarragó polemizan en torno a la figura de Silvio Berlusconi. Ambos recurrirán a descalificaciones personales contra el otro. Sostres terminará disculpándose desde su blog.

23 Enero 2011

Silvio Berlusconi y sus fans

Carmen Rigalt

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Berlusconi, según sus 'velinas', supera incluso a Antonio David Flores: hasta ocho en una noche.Se debate entre la necesidad de esquivar a la Justicia y la satisfacción de saberse envidiado. Sostres se identifica con el presidente: «Silvio somos todos», dice. Mira, guapo: Silvio lo serás tú.

En el solar ibérico parece que no interesan (ni escandalizan) las noches azules de Berlusconi. Tiene su explicación. Aquí pocos hombres han salido escaldados de un lío de faldas, especialmente si es un lío por exceso. Nuestros hombres escandalizan por defecto, o sea, cuando no dan la talla. Acabo de leer en LOC que Álvaro Domecq ha recurrido a la Justicia para librarse de una señora de la alta sociedad que, al parecer, le acosa amenazándole con dejarle públicamente en ridículo: entre otras cosas le llama «impotente».

No es el caso de Berlusconi, que sonríe con jactancia ante las informaciones proporcionadas por una de sus velinas del amor, al asegurar que en una noche, il Cavaliere superaba el récord de Antonio David Flores (seis polvos, seis). El último mito erótico de la caverna, según definición de David Torres, ha llegado a siete, incluso a ocho. Mejor publicidad para la viagra, imposible.

El presidente se debate así entre la necesidad de esquivar a la Justicia y la satisfacción de saberse envidiado por sus proezas. Puede que esto acabe traicionándole. Si Al Capone cayó por evadir al fisco, Berlusconi puede caer por no reparar en la edad de las chicas con las que se acuesta.

Las noches azules de Berlusconi no tienen el morbo de otras epopeyas sexuales narradas en la literatura o el cine (pongan ustedes los ejemplos: ahora queda feo citar a Henry Miller y a Nabokov. A Genet, no, y tampoco a Rimbaud, autor del Soneto al ojo del culo. Todo lo que sucede entre hombres se da por bien sucedido y bien contado).

Berlusconi es un apunte cómico que no recuerda a Bocaccio, sino a una pornopelícula doméstica. En ella, el presidente aparece como un anciano rijosillo y colgón con ínfulas de emperador romano. Cabe imaginarlo recostado en el triclinium y acariciándose la barriga, mientras consuma la sobremesa con un postre de velinas. «Que pase la siguiente», afirman que decía, insaciable, el macho man de geriátrico.

La estampa es landismo para ricos. Me pregunto cómo un país como Italia puede fiarse de un presidente que hace el ridículo universal y pretende acomodar las leyes a su antojo. Aquí, la prensa ha sido unánime al calificarlo (de acuerdo: criticar al vecino siempre es más fácil, porque la distancia da perspectiva y libertad).

Entre los numerosos artículos publicados estos días hay uno que destaca por la indulgencia con que su autor trata a Berlusconi. Tómenlo como una excepción entre las numerosas críticas. Se trata de un artículo de Salvador Sostres, compañero de EL MUNDO. Realmente Sostres es también una excepción en sí mismo, así que no debería de extrañarnos. Respecto a las relaciones de Berlusconi con la prostituta marroquí, a quien il Cavaliere pagó 7.000 euros (según ella, a cambio de contarle su desgraciada vida y sin tocarle un dedo), escribe el columnista: «Yo sí creo a Berlusconi. Más allá del placer orgánico, el sexo para los hombres es una cuestión de vanidad y nada hay que nos excite tanto la vanidad como poder redimir a una mujer desgraciada». ¿Les suena?

Salvador Sostres trata de explicarlo: «Se tiene más sensación de poder salvando a una pobre chica desvalida que llevándotela por delante. Sobre todo, si es un poco puta». (Qué bonita, y qué nostálgica, resulta la expresión «un poco puta». Definitivamente, Sostres es un bombón).

La apoteosis viene a continuación, cuando el autor afirma: «Somos católicos, apostólicos y romanos. Nos atormenta la misma culpa y nos cura la misma compasión que hace 2.000 años». El hombre bíblico que hay en Sostres evoca a la Magdalena, sigue con Sabina y la mítica de los juegos preadolescentes, con médicos y enfermeras, para terminar diciendo: «Silvio somos todos».

Mira, guapo: Silvio lo serás tú. La porno novela de Berlusconi es facilona, cutre, propia de un nuevo rico (por la rapidez con que se mete la mano al bolsillo), pero ni siquiera tiene esa dosis de dureza que tanto gusta a los amantes de la literatura sórdida. Con todo, lo grave es que se trata de una porno novela presidencial, donde lo privado y lo público se amontonan sospechosamente. Y con eso, pocas bromas.

Carmen Rigalt

25 Enero 2011

Hombre pobre, mujer mayor

Salvador Sostres

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No hay nada tan divertido como ver a las señoras ya de una cierta edad -y de una cierta tendencia, claro- excitarse como auténticas quinceañeras cuando les mentas a Berlusconi. La comentarista Carmen Rigalt escribía el domingo un iracundo artículo en la contraportada de EL MUNDO quejándose de mi simpatía por el primer ministro italiano. Silvio funciona estupendamente como espejo, y es preciso el reflejo de las almas de los que en él van a mirarse.

Berlusconi molesta sobre todo a los hombres pobres y a las mujeres mayores. A los hombres pobres porque ni en el más delirante de sus cálculos podrían pagarse sus fiestas. A las mujeres mayores porque ya nunca serán invitadas a ellas. El derecho de admisión causa estragos. Silvio es un espejo quirúrgico del complejo y de la tara de todos los que en él van a mirarse.

 Ofende el éxito y la sonrisa irrita. La izquierda no puede con Silvio políticamente e intenta destruirle a través de su vida privada. Esa izquierda que cuando gobernó Italia fue la mayor vergüenza nacional que jamás conociera el país. Esa izquierda resentida, triste y fracasada que no puede soportar el éxito de Berlusconi, ni su éxito político ni su éxito empresarial, ni puede soportar -y tal vez sea esto lo que les irrite más- que encima se divierta vistiendo a algunas chicas de enfermeras y desnudándolas luego. Ciao, papi.

 El absurdo y falaz debate sobre aquella pobre chica de 17 años fue tan barato que yo diría que murió por falta de presupuesto, cautivo y desarmado.

A la izquierda y a las mujeres les falta saber perder con más elegancia. Les falta entender -aunque ya sé que esto es una utopía- que no son el centro del mundo ni la medida de todas las cosas. Hay vida más allá de ellos, y de ellas, y fiestas estupendas a las que nunca van a ser invitados o invitadas, bien sea por falta de relevancia o por falta de esa tensión carnal que se pierde con la edad, esa vejez femenina en que todo es derrumbarse.

 Hacemos el ridículo cada vez que, como la zorra que no puede haberlas, decimos que son verdes. Hacemos el ridículo que despreciamos lo que no comprendemos y lo que no podemos alcanzar. Hay que saber perder con más elegancia, con más dignidad. Póngase usted un vestido viejo, y de reojo en el espejo, haga marcha atrás señora. Es ley de vida que vayan cayendo los años, y con ellos lo que alguna vez, tan ufanamente, fuimos. Ya no volverá aquella euforia. Recuerde antes de maldecirme que tuvo usted la carne firme y un sueño en la piel, señora.

Salvador Sostres

29 Enero 2009

Qué previsible eres

Carmen Rigalt

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Chiquitín: te veía venir. Entraste al trapo como el torito que eres y ahora pretendes que me quede callada. Lo haría, porque a mi edad trabajar se va pareciendo cada vez más a un castigo bíblico, pero necesito puntualizar un par de cosas, no vaya a ser que tus fans den por buena la versión de que te dediqué un artículo iracundo. Para empezar, no era un artículo. Y para seguir, no iba dedicado a ti sino a ese personaje ‘mussoliniano’ al que tanto admiras llamado Silvio Berlusconi. En lo que respecta a ti, no se qué entiendes por iracundo. Déjalo en borde, que ya es suficiente. Me bastó con reproducir tus frases para sacarte los colores.

Te descubrí en una procaz columna del diario AVUI donde decías que hablar castellano era de chachas. Así, tal cual: ¿Recuerdas? No sé si lo dijiste porque realmente lo pensabas o porque querías agradar al periódico que entonces te echaba de comer. Puede que fueran las dos cosas. Un día lo comenté con tu abuela (doña María, la jefa de Semon: una santa) y la pobre no sabía dónde meterse. Con el tiempo me dí cuenta de que ibas de ‘enfant terrible’ (sin serlo), y utilizabas la procacidad para llamar la atención. Vive Dios que lo has conseguido (lo de llamar la atención) pero el pego de ‘enfant terrible’ no cuela. Eres, todo lo más, un monaguillo de El Bulli que se bebe el vino de misa.

Desde el artículo del castellano hasta hoy has mejorado tus dotes de buen contador de historias, pero se han multiplicado tus incoherencias. Con el tiempo, tus alardes independentistas se han convertido en aplausos a Aznar y a Esperanza Aguirre. Ya sólo te faltan un par de artículos para llegar a Agustina de Aragón. Qué previsible eres.

Aviso: lo malo de largar mucho es que al final termina uno comiéndose sus propias palabras. Ya puedes empezar con el artículo del castellano y las chachas. Tómate un almax, por si acaso. Esas cosas indigestan de por vida.

Carmen Rigalt