22 octubre 1990

Desde el PCE protestan por la amplia publicidad que se dio al fichaje en RTVE, cadena gestionada por el Gobierno

El exvicesecretario del PCE Enrique Curiel Alonso y su grupo de excomunistas se integran en el PSOE en un acto apadrinado por Txiki Benegas y Ramón Rubial

Hechos

El 22.10.1990 se hizo pública la afiliación de D. Enrique Curiel al Partido Socialista Obrero Español (PSOE)

Lecturas

La Fundación Europa fundada por el exvicesecretario general del PCE, D. Enrique Curiel Alonso (cofundador de Izquierda Unida) y de la que forman parte 200 antiguos militantes del PCE anuncia el 21 de octubre de 1990 su integración en el PSOE. El acuerdo es anunciado en la sede del PSOE con un apretón de manos del Sr. Curiel Alonso con el presidente del PSOE D. Ramón Rubial Cavia y el secretario de organización del PSOE, D. José María Benegas Haddad.

D. Enrique Curiel Alonso fue secretario general del PCE en Madrid y vicesecretario del PCE con D. Gerardo Iglesias Argüelles entre 1983 y 1987 hasta su ruptura y su dimisión en 1987. En el congreso del PCE de 1988 el Sr. Curiel Alonso apoyó a D. Julio Anguita González para que fuera secretario general pero, a los pocos meses de la elección de este comenzó a discrepar de su estrategia lo que le llevó a dimitir como diputado y a darse de baja del PCE. Desde entonces se especulaba con su inminente paso al PSOE.

IZQUIERDA UNIDA PROTESTA POR LA EXCESIVA DIFUSIÓN DEL ACTO

Carlos_Carnero D. Calros Carnero, portavoz del Partido Comunista (PCE) e Izquierda Unida protestó por la excesiva difusión que dio Televisión Española (TVE, cuyos informativos controlaba Dña. María Antonia Iglesias) al ingreso del grupo del Sr. Curiel al PSOE en lo que, a su entender, era casi un llamamiento a todos los comunistas para que se integraran en el PSOE.

23 Octubre 1990

Transfuguismo de lujo

ABC (Director: Luis María Anson)

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Como contrapunto de la versión rudimentaria y cutre de Piñeiro, ENrique Curiel acaba de culminar otro episodio de transfuguismo, refinado y primoroso, como corresponde a la fina sabiduría gallega de su protagonista. Dilecto protegido en el pasado de Santiago Carrillo; delfín del renqueante comunicado español, frustrado en sus aspiracione sucesorias por el triunfo de Gerardo Iglesias, y poco compatible con el fundamentalismo andalusí de Anguita, Curiel – con instinto fino de la brisa histórica e indesmentibles ambiciones personales – silenció hace años con oportunidad su militancia y convicciones comunistas. En su honor hay que recordar que, en razón de aquella ruptura, Curiel tuvo el decoro de abandonar el escaño parlamentario al que había accedido por Izquierda Unida; fino gesto que le hizo merecedor a generalizados elogios, pero que también cabe interpretar como una delicada precaución táctica con vistas al mayor esplendor del desenlace de la ‘operación’.

Con una reducida grey de desengañados de la utopía comunista, Curiel promovió una llamada ‘Fundación Europa’ que podría haber sido beneficiaria, según IU, de coiosas ayudas y subvenciones gubernamentales. Sea o no sea cierto, lo que es innegable es que Curiel lleva meses, o años, representando con convicción el papel de entusiasta propagandista gubernamental, supuestamente independiente, hasta convertirse en una especie de invitado de plantilla. Proceso que ha llegado hasta la apotesosis del escándalo con los más de diez minutos totalizados en los telediarios gubernamentales para dar noticia de la decisión mayoritaria d elos miembros de la ‘Fundación Europa’ de rendir sus armas en las prietas filas del PSOE.

Curiel ha echado mano del lenguaje de Gorbachov para expresar su deseo que el PSOE se convierta en la casa común de la izquierda española; casa por cierto, sobre cuya confortable habilidad los señores Semprún, Almunia, Solchaga, Leguina… parecen albergar algunas dudas en tanto Alfonso Guerra siga desempeñando las funciones de administrador de la comunidad de vecinos y cancerbero de la finca.

Pero ocurre que la integración de Curiel – demorada al parecer, algunos meses en la pretensión de que escampara el asunto Guerra – ha venido a coincidir en el tiempo con el singular pacto de vasallaje con el poder suscrito por el CDS. Con lo cual, más que de la ‘casa común de la izquierda’, habrá que empezar a hablar del PRI, sin ningún género de hipérbole.

O, quizá, tengamos los ejemplos mucho más a mano. Porque, por mucho que moleste a los socialistas, la comparación con nuestro pasado reciente – y si no, que se lo pregunten a Ricardo García Damborenea – la logomaquia de Benegas sobre las ‘distintas sensibilidades’ evoca, como una gota de agua a otra, al viejo ‘contraste de pareceres’ y la ‘concurrencia de criterios’.

Y la ‘casa común’ de González-Suárez-Curiel puede empezar a ser como aquel ‘movimiento-comunión’ con el que comulgar todos los españoles. A condición, claro está, de que en el ‘movimiento-organización’ siga mandando Alfonso Guerra.

24 Octubre 1990

Alfombra roja para Curiel

Pilar Urbano

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Cuando Enrique Curiel abandonó a Santiago Carrillo (matizo: no al PCE, sino a Carrillo), en aquella tremenda desbandada de todos (salvo Julián Ariza, Adolfo Piñedo, Belén Piniés y cuatro empeñados leales), me encontré un día con él en un pasillo del Congreso de los Diputados. Curiel, con su cazadora de ante legítimo y su sueter «shetland» rojo, «más bonito que un San Luis», me tendió la mano, muy risueño, sin poder imaginar cuál iba a ser mi saludo: «¿También tú, Bruto, hijo mío?». Sé que aquel reproche le dolió. En realidad, Carrillo tiene, junto a muchos números rojos en su libreta de contabilidad política, al menos cuatro renglones positivos en su haber. Uno: obedeciendo el consejo-directriz de Stalin, impulsó desde el exilio a los comunistas que trabajaban en España, para que se infiltrasen en el sindicalismo vertical de Franco, de Arrese, de Solís «imeteos en lo que hay, y operad desde dentro!». Así, al llegar los tiempos , propicios para la democracia, CCOO existía y tenía pujanza. A Marcelino Camacho le salieron las canas y las arrugas en esa soterrada lucha obrera. En cambio, a la UGT hubo de apadrinarla financieramente el Gobierno de Adolfo Suárez. Eso lo saben muy bien Fernando Abril Martorell, que era el vicepresidente; Francisco Fernández Ordóñez, que era el ministro de Hacienda; y Fermín Zelada, que presidía el Banco Exterior de España y aún conserva la carta en la que Ordóñez le ordena avalar unos multimillonarios créditos del banco sindical alemán, DGB, para los ugetistas de Nicolás Redondo. Dos: la condena expresa y pública de la invasión de Checoslovaquia (1968) por las tropas soviéticas. Y la subsiguiente ruptura, también financiera, con el PCUS. Tres: Santiago Carrillo, en buena sintonía ideológica con Marchais y con Berlinguer, fue el pionero de lo que ahora Gorbachov ofrece como novedosa «Perestroika»: Ahí está, escrito y publicado hace 15 años, su libro «Eurocomunismo y Estado». El gran drama político de Carrillo fue adelantarse a los tiempos. No pudo ser profeta en su tierra. Y los primeros en abandonarle fueron los intelectuales, los titulados universitarios, los «picos de oro» que a sí mismos se llamaban «eurorenovadores»: Manuel Azcárate,Pilar Brabo, Pilar Arroyo, Manuel Ballesteros, Jaime Sartorius, Julio Segura, Carlos Alonso. Zaldivar… Seguidos después, en cascada de expulsiones, por Luis Larroque, Martín Palacín, Eduardo Mangada, Cristina Almeida, Isabel Villalonga … Y marchas voluntarias, como las de Ramón Tamames, José María Mohedano, Mario Trinidad, Jordi Solé Tura, etc, etc, etc. Unos se atrincheraron en la resistencia, para reflotarse después en Izquierda Unida. Otros aguardaron tiempo, antes de fichar «con cargo» en el PSOE. Y otros, los menos, se fueron a su casa. En estos episodios, Nicolás Sartorius y Enrique Curiel siguieron bajo el maltrecho paraguas del PCE, contemplando impertérritos cómo Santiago «el Carrigam» enarbolaba su bandera testimonial de «la unidad comunista», en la intemperie inclemente de la marginación. Cuarto activo de Carrillo: haber facilitado -sin barricadas nostálgicas de rupturismos y de revanchismos- una democracia que, o era Monarquía parlamentaria, o era… volver al encanallamiento frentepopulista y a la guerra civil. Porque eso que Umbral llama el «tardofranquismo» existía iya lo creo! y tenía bien amarrados los machos del poder. Sí, señores: Tarradellas, A,juriaguerra, Fraga, Torcuato Fernández-Miranda… y Carrillo hicieron más por aquella «democracia-in-vitro» que el entonces fascinante muchacho de la camisa a cuadros, Felipe González, aprendiz de casi todo, menos de «correr chicas y jugar a la petanca». Todo esto viene a cuento del ingreso de Curiel en el PSOE, con recibimiento de «alfombra roja». En mi opinión -desde fuera y desde lejos- ese suceso se ha producido con una corrección exquisita. No cabe, sin faltar a la justicia, calificarlo de transfuguismo o de oportunismo. Por varias razones. La primera: Curiel se marchó, dejando su escaño en IU. La segunda: Entre su salida del PCE y su entrada en el PSOE ha transcurrido mucho tiempo. La tercera: Han ocurrido muchas cosas al Este del Edén, como para que esa reconversión de un eurocomunista al socialismo democrático no tenga porque ser un frívolo travestismo de ocasión. En cambio, yo no podría decir lo mismo si ese paso lo diera Santiago Carrillo. El se debe a su historia. Quiero creer que nunca lo hará.

24 Octubre 1990

El síndrome de Ferraz

Francisco Umbral

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NO es cierto que Villapalos/Almeida padecieran en ningún momento de su excursión el «síndrome de Estocolmo». Lo que sí anda por Madrid, en cambio, confundido con esa gripe que vamos a pasar cinco millones de españoles, según los papeles, es un nuevo síndrome, muy nacional, muy nuestro, muy castizo, como los términos «guerrilla» y «quinta columna», que hemos incorporado, entre otros, al argot bélico mundial. Me refiero al síndrome de Ferraz. Al que le ha cogido más fuerte es a Enrique Curiel. No confundir, en principio, el síndrome de Ferraz con el transfuguismo. Son dos movimientos distintos del ajedrez político: el transfuguismo es una enfermedad locomotora que lleva al paciente a recorrer todos los partidos, colores, banderas y cócteles del espectro ideológico, sin posar en ninguno y vuelta a empezar. El protomártir del síndrome de Ferraz o tendencia indomeñable y culpable de entregarse al enemigo, fue Verstrynge con su galgo. Y digo protomártir porque don Alfonso Guerra dijo que ni él ni el galgo. Curiel se lo ha montado mejor y ya está en la Casa Madre con doscientos afectados. En su día fueron Mohedano, Pilar Brabo (parece que no consiguió contagiar el síndrome a Michi Panero) y Manuel Azcárate. A Santiago Carrillo también dicen que le ha cogido la gripe/síndrome y, dada la edad, parece difícil que pueda superar el tirón. José María Aznar se pasea estos días por Madrid nada menos que con Azaña, a quien ha cogido como rehén. Tendrá que movilizarse otra vez Villapalos y comprar otro plato aljamiado en Toledo. ¿Es el tirón de la izquierda, ahora que Moscú está lleno de obispos y Gorbachov viene a vernos con el cura Cirilo Metropolita? Las páginas amarillas, o sea la Prensa, que somos todos, dice que es sencilla y crudamente el tirón del Poder y los diez años/Moncloa que le quedan a Felipe (en el XXI empieza a funcionar el Programa/2000, aunque Semprún diga que está rebasado, o sea que ponen el piloto automático y a reinar desde Doñana, como los reyes medievales y leoneses se iban a cazar a Babia). Yo, que no creo en las páginas amarillas, aunque vivo de ellas, rechazo tan obscena y fácil calumnia sobre la clase política y me remito a las más sutiles definiciones del «síndrome de Estocolmo», que es el origen de todo: fascinación del rehén por sus carceleros, hasta la total identificación humana e ideológica con los mismos que le torturan. Algo así como «La Historia de O», pero todos de corbata. Sin ese stradivarius de la mujer que es el culo, donde azotar dulcemente. Enrique Curiel es hoy 0 en más hombre, pero también con su tirón de ojos claros, serenos y Gutierre de Cetina. Todos ellos, como la chica del famoso pomo, se lo hacen hoy de sadomasocas que no sólo se entregan al macho vencedor por la lógica de la contienda, sino que además les gusta y les va la marcha. Confiesan, sin que nadie se lo pida, que vivían en el error, en la heterodoxia, en la frigidez (Curiel ha hablado textualmente de «frío») y que saliendo de la calle Ferraz sólo están las tinieblas exteriores, o sea el Parque del Oeste. Tranquilo puede estar Felipe González. Lo que hay en el Gobierno no es una crisis, sino una bronca, que ahora Jorge Semprún y José María Benegas se han dicho una palabra más alta que otra, y por una bronca de coleguillas no va a cambiar el presidente todo el banco azul. Aparte que, llegado el caso, ahí tiene las caravanas de tuaregs de izquierda/derecha que, desistiendo del pastoreo y el pillaje que era el comunismo, llegan todos los días al Partido Socialista pidiendo pluma, tintero y papel, «callados y a trabajar», que ésta ha sido la consigna del último tuareg rojo, Curiel. Y menos mal que no todos van paseando un muerto por Ferraz, como el señor Aznar, ahora que anda tanta gripe y los muertos lo cogen todo.