9 agosto 1997

Enrique de Aguinaga difunde por primera vez artículos del izquierdista Eduardo Haro Tecglen cuando elogiaba al franquismo

Hechos

El 27 de agosto de 1997 en una carta al director en EL PAÍS D. Enrique de Aguinaga citó unas líneas del artículo ‘Dies Irae’ escrito por D. Eduardo Haro Tecglen en INFORMACIONES en 1944.

Lecturas

En medio de una nueva polémica en las páginas de El País entre Eduardo Haro Tecglen y Enrique de Aguinaga López sobre la figura de Miguel Primo de Rivera y José Antonio Primo de Rivera, Aguinaga López recupera un artículo de Haro Tecglen publicado en Informaciones en 1944 elogiando al dictador Franco y a José Antonio Primo de Rivera. De la que se hace inmediatamente eco Jaime Campmany Díez de Revenga en su artículo de ABC el 8 de agosto de 1997. A ambos responderá Haro Tecglen calificando a Aguinaga López de ‘fascista’ (8 de agosto de 1997) y a Campmany de ‘coetanio facha’ (9 de agosto de 1997).

06 Enero 1997

Pospelotazo

Eduardo Haro Tecglen

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¿Que bien trae la nieve? Algunos muertos. «Afortunadamente, todos los muertos eran de tercera», dijo de un accidente de tren un realista titular de un periódico clásico. Para el rico, la nieve es una condecoración; el pelotazo de ahora es la bola lanzada por el niño a la cazadora del ilustre papá. En Baqueira, por supuesto. Mientras la clase media madrileña se agolpa para subir a Somosierra con sus utilitarios. Afortunadamente, todos los esquiadores de televisión son de primera.

08 Enero 1997

"De tercera"

Enrique de Aguinaga

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Contrariamente a lo que afirma Eduardo Haro Tecglen en su artículo Pospelotazo(EL PAS, 6 de enero), en periódico alguno ni, por supuesto, en título alguno se ha publicado el texto «Afortunadamente, todos los muertos eran de tercera».Aquel disparate pertenece al fabulario periodístico y, con su mostrenca tradición oral, ha confirmado el principio iletrado de la propagación de las patrañas.

El remoto origen del infundio es la noticia, que publicó Diario de Barcelona hace más de un siglo, en la que el periodista Cayetano Cornet y Mas (1825-1897) daba cuenta de un accidente ferroviario ocurrido en Calaf cuando una máquina, haciendo maniobras, chocó con unos vagones vacíos, sin que se produjeran desgracias personales. Y el cronista se felicitaba de que los daños no fueran mayores «por ser de tercera clase el material destruido».

Para más detalles de la deformación de aquella noticia, puede consultarse El Diario de Barcelona, Esteban Molist Pol, Editora Nacional, 1964.- Catedrático de Periodismo de la Universidad Complutense de Madrid.

09 Enero 1997

"Muertos de tercera"

Eduardo Haro Tecglen

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Me extraña el enfado del doctor Enrique de Aguinaga, buen y antiguo amigo, por mi uso de la frase acuñada de «Afortunadamente, todos los muertos eran de tercera». Es un tópico de esta profesión que oigo desde niño: entre otros. Ahora está acuñado en el Iribarren (El porqué de los dichos, última edición, Gobierno de Navarra, 1993) con la variante: «Afortunadamente, todos los vagones eran de tercera», que equivale a lo mismo. Lo explica: «Desdichada frase que comenzó a circular a raíz de la catástrofe ferroviaria ocurrida el 24 de junio de 1876 cerca de la estación de Tárrega (Lérida). Suele citarse», dice, «que apareció publicada en un periódico barcelonés, pero no se ha podido comprobar tal aserto». El doctor en periodismo, catedrático emérito, cree que fue en el DIARIO DE BARCELONA, y está convencido también de que sólo se trató de material «de tercera clase». Cuánto me alegro.-

06 Agosto 1997

PRECISIÓN AMABLE

Enrique de Aguinaga

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Eduardo Haro Tecglen cree que fue «el viejo Primo» (hay que suponer que se refiere al general Primo de Rivera y Orbaneja, presidente del Directorio Militar entre 1923 y 1930) el autor de la expresión «la funesta manía de pensar» (véase EL PAÍS del 21 de julio). Evidentemente Haro se equivoca, lo cual no tiene nada de particular, pero me permite recordarle amablemente que la expresión, tantas veces repetida, tiene un origen muy anterior: el memorial de la Universidad de Cervera al rey Fernando VII.

07 Agosto 1997

HISTORIAS DE ESPAÑA

Eduardo Haro Tecglen

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«Primo» fue el dictador Primo de Rivera. No Primo Carnera, campeón del mundo del peso pesado, que también fue un fraude. Primo, decían amigos y enemigos, y la aristocracia, y Alfonso XIII, que le hizo y le deshizo, y ni así se salvó, tampoco, de algunas cosas (léase el gran libro de Leguineche sobre el desastre de Annual; y sobre toda la intrepidez, el robo y la furia de la que se llamó «guerra de África», que no pasó del festón inmediato del continente).Tanta importancia tuvo que el hijo de Primo, conocido como «José Antonio», y los militares africanistas, y los monárquicos de Alfonso XIII se amotinaron, y su motín derivó en guerra civil, y en posguerra no bien extinguida, para restaurar. No va a ser fácil que me hagan tratar con protocolo a esos personajes: pero «el viejo Primo» no es despectivo, y lo prefiero a lo que me sugieren de «el general Primo de Rivera y Orbaneja, presidente del Directorio Militar». Lo hace Enrique de Aguinaga (Cartas al director de ayer, en este periódico). Como me cuesta trabajo llamar Generalísimo a Franco. De las tres o cuatro cosas que sé de Enrique de Aguinaga es que él era de los de «el joven Primo»: un falangista -nosotros decimos «fascista»- del diario ARRIBA, de los que luego recogió Anson en ABC: creo que ya no está (en cambio, ahora, está Cándido. Otra pluma). Es natural que a Enrique le parezca que hay que tratar con títulos, nombres y grados a aquellos personajes. Yo me crié en una casa donde se conspiraba contra su dictadura y se sufrió con la siguiente; y he estudiado, como he podido, historia de España; la he vivido. Por aquellas razones he sido autodidacto -no «autodidacta», que dicen ellos- y no como Aguinaga, que es de la Academia de Doctores.

Cuando él estudiaba, yo trabajaba de meritorio (no es lo mismo que emérito), en un periódico. Ah, él parece reprocharme, sobre todo, que atribuya la frase «la funesta manía de pensar» al viejo Primo, cuando es anterior: del memorial dirigido a Fernando VII por la Universidad de Cervera: la verdad es que Primo la dijo más de una vez dirigida a intelectuales. Ahora también sé que el doctor Aguinaga tiene más libros de citas que yo. Quizá él pudiera encontrar quién envió a Primo, cuando se alzó, un telegrama que decía: «¡Olé tus cojones!». O a quién se lo mandó Fernando VII, o Franco; o a Miláns. Todos iguales.

Eduardo Haro Tecglen

08 Agosto 1997

LAS FRASES

Jaime Campmany

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Líbreme Dios de mediar en ese minidebate o quasipolémica que han entablado mi amigo y compadre Enrique de Aguinaga y mi inhóspito y leído compañero Eduardo Haro Tecglen. La amable o no tan amable trifulca periodística viene a cuento de que Haro Tecglen afirmó en una de sus columnas dórico-rojelias que fue ‘el viejo Primo’ el autor de la muy repetida expresión ‘la funesta manía de pensar’.

A Eduardo Haro Tecglen, aquel niño republicano a quien la vida y la Historia ya le han rayado las arrancadas hasta dejárselas, supongo, como los huesos de los melocotones, le falla a veces la memoria, que es achaque corriente en quien se alimenta casi todo de recuerdos, y malos recuerdos, con demasiada gula y con escasa templanza. A veces, le falla incluso la memoria de sus poetas clásicos, más leídos por rojelios que por poetas, Rafael Alberti y Miguel Hernández, pongo por ejemplo. Pero es que además Haro tiene malas pulgas, y en cuanto llegas a echarle una mano, lo normal es que te administre un soplamocos. Así que, por mí, como si la hacen astillas. La columna, claro.

Pero en este caso, Aguinaga lleva razón. La frase ‘la funesta manía de pensar’ no es del ‘viejo Primo’ sino del claustro de la Universidad de Cervera en su memorial a Fernando VII, el rey felón, le llamaron, creo, y ahí ha perdido comba el niño republicano, porque podía haber recordado el mote de pasada y como el que no quiere la cosa. Lo que no tengo claro es si se cita correctamente la frase completa. “Desechemos de nuestras mentes la funesta manía de pensar”. Yo la conozco de segunda mano, leída en un libro, no recuerdo cuál, de Antonio Tovar, citaba con rigor, pero ni la copié ni la archivé textualmente en la memoria. “Desechemos de nuestras mentes la funesta manía de recordar”. La frase es tan golosa que viene rodando de terceras, cuartas y quintas columnas, y al final sucede como en aquel chiste de cuartel en el que el coronel manda formar al sol en traje de gimnasia. Aquí no tengo mis libros de citas, que por cierto me sirven de poco, más bien de nada, porque los conservo sin abrir. La utilidad mayor que les veo a los libros de citas en la de desechar de mi mente la funesta manía de citar.

Aguinaga hace otra precisión, y esa quizá sea innecesaria. Supone, echándole coña a la suposición, que el viejo Primo no es otro que el general Primo de Rivera y Orbaneja, presidente del Directrio Militar entre 1923 y 1930. Hace gracia del don Miguel. Coño, claro ¿quién iba a ser? Y esta vez Haro no pierde comba y trae a cuento a Primo Carnera, campeón del mundo del peso pesado, que también fue un fraude. Y al hilo de todo esto, sale también el joven Primo, y dice Haro que Aguinaga era de los del joven Primo, conocido como José Antonio, un falangista que ‘ellos’, Haro y los otros, Semprún será y alguna más, dicen ‘fascista’. O sea, que ahí es donde Haro administra el soplamocos.

Escribe el inhóspito la palabra autodicdacto, y añade: “No autodidacta, que dicen ellos”. Y ahí, en esos ellos estoy yo, que llamaba así a mi admirado Paco Umbral. Vaya, eso es que Haro se pone ahora a hacer méritos para entrar en la Academia, como Cebrián. Pues que escriba ‘clitorix’, así, terminado en equis, como Obelix y Asterix, y ya está. Autodidacto y autodidacta vienen, creo, del griego ‘autodidactos’, y puedo darle a Haro algunas docenas de palabras griegas terminadas en ‘os’ que pasan al castellano con la terminación en ‘a’. Pero no l hago por si me sacude un mamporro. El mamporro que se lo dé a Fernando VII.

Ah, y el telegrama del famoso ‘¡Ole tus cojones!’ tampoco se lo enviaron a Primo, ni al viejo ni al joven. Lo mandó Alfonso XIII al general Silvestre cuando lo de Alhucemas, otro fraude, por cierto. Fernando VII, Franco, Miláns, todos iguales, dice Haro. Claro, y aquello de ‘Su Señoría morirá con los zapatos puestos’ no se lo dijo a Calvo Sotelo la dulce Dolores Ibarruri, ‘Pasionaria’, sino el general Moscardó.

Jaime Campmany

27 Agosto 1997

Matizaciones

Enrique de Aguinaga

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El periódico me trae hoy la tristeza de la muerte de Robledano Piqueras y el sarpullido del varapalo de Haro Tecglen (EL PAÍS, 7 de agosto). Conviví con Robledano en el diario Arriba y allí mantuvimos una muy cordial relación personal, que continuó en la separación de nuestras respectivas ocupaciones, según el buen estilo de la casa. Del talento de Haro soy admirador veterano (alguna prueba escrita tiene de ello) y no me perdonaría que la simple advertencia del error de una cita (EL PAÍS, 6 de agosto) le hubiera causado el menor desasosiego.Por eso, por si acaso, quiero que conste que nada le reprocho. Escrito está que me he limitado a recordarle amablemente el verdadero origen de una frase mal atribuida. Lo que ocurre es que a partir de aquella pequeñez Haro introduce apreciaciones personales, que no le discutiré en modo alguno, y argumentos ad hominem, que necesitan alguna matización.

Dice Haro que yo era de los de «el joven Primo» (José Antonio). Falla el tiempo del verbo porque lo sigo siendo y no hace mucho lo expliqué públicamente en el salón de actos del Ateneo de Madrid, en la presentación del libro Sobre José Antonio. Juicios y referencias personales.

También expliqué que la del joseantoniano es una actitud ética e intelectual, antípoda de fascista, término que generalmente se utiliza como insulto y no como referencia histórica (de lo que tanto habría que hablar). Que ahora mismo yo me acuerde, en tinta de periódico han sido motejados de fascistas no sólo ETA, Francisco Umbral, el presidente del Barça, Felipe González y Adolfo Suárez, sino también la perfección, la naturaleza, el carril-bus, el verbo «trascender» y el antifascismo.

¡Inteligencia, dame el nombre exacto de las cosas! No es exacto, aunque lo diga Haro, que Anson me recogiera en Abc. Nunca he pertenecido a Abc, donde tengo excelentes amigos. De parte de la Universidad Complutense, como catedrático de la misma, he dirigido un master en convenio con Prensa Española, SA, editora de Abc.

Dice Haro que yo tengo más libros de citas que él. No lo sé. Sé que tengo una cita que yo nunca hubiera escrito. Dice así: «Se nos murió un capitán, pero el Dios misericordioso nos dejó otro. Y hoy, ante la tumba de José Antonio, la figura egregia del Caudillo Franco. El mensaje recto de destino y enderezador de historia que José Antonio traía es fecundo y genial en el cerebro y en la mano del Generalísimo… Una alegría tenemos: la de ver que a José Antonio sucede un hombre tan firme y sereno como el que lleva a España por los senderos que él marcó».

Y hablando de citas, no quisiera provocar un nuevo desasosiego; pero, aunque sólo fuera por cortesía, tengo que corresponder al amable reto que Haro me hace; el telegrama (por supuesto, de Alfonso XIII) con la frase «¡Ole tus cojones!» tuvo por destinatario, no al general Primo de Rivera, sino al general Fernández Silvestre.

Espero que este apunte de aclaración sea suficiente. Si hubiera de continuar, sugiero, como compensación del desequilibrio dialéctico, que Haro lo haga en Cartas al director, y yo, en una columna fija-