4 octubre 1965
Según declaraciones del dictador de Cuba, Fidel Castro, su ex ministro de Industria ya no se encuentra en el país
Ernesto ‘Che’ Guevara abandona el Gobierno de Cuba, el partido y la ciudadanía para ‘volver al campo de batalla’
Hechos
El 4.10.1965 el jefe del Gobierno cubano Fidel Castro, declaró que Ernesto ‘Che’ Guevara, había dimitido como miembro del Partido Comunista de Cuba, renunciando también a su ciudadanía en Cuba.
El Análisis
El 3 de octubre de 1965, Fidel Castro anunció en La Habana que Ernesto “Che” Guevara, figura icónica de la Revolución Cubana, había renunciado a su membresía en el Partido Comunista de Cuba, a su ciudadanía cubana y a todos sus cargos oficiales, con la intención de volver al “campo de batalla” para extender la revolución. La lectura de una carta atribuida al Che, en la que expresa su deseo de llevar la lucha armada a otros pueblos oprimidos, marcó un momento de conmoción para Cuba y el mundo. Guevara, el guerrillero argentino que ayudó a derrocar a Fulgencio Batista en 1959, se despide de la isla para perseguir su visión de una revolución global, dejando tras de sí un legado de heroísmo para unos y de violencia para otros.
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El Che fue una pieza clave en la Revolución Cubana, no solo como estratega militar, sino como símbolo de la resistencia antiimperialista. Desde su llegada a Cuba en 1956 con los hermanos Castro, Guevara se destacó en la Sierra Maestra, liderando columnas guerrilleras y ejecutando la toma de Santa Clara en 1958, un golpe decisivo contra Batista. Como ministro de Industria y presidente del Banco Nacional, intentó transformar la economía cubana con un socialismo radical, aunque sus políticas, como la industrialización forzada, a menudo fracasaron por falta de pragmatismo. Su amistad con Castro, forjada en la convicción de que la revolución solo podía triunfar por las armas, lo convirtió en un ícono para los movimientos de izquierda en América Latina, Europa y África. Sin embargo, su visión de exportar la revolución—evidente en sus escritos como La guerra de guerrillas—lo puso en conflicto con la burocracia cubana, más pragmática y alineada con la URSS, y con Castro, quien navegaba las tensiones de la Guerra Fría.
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La figura del Che es un mosaico de admiración y controversia. Para millones de jóvenes en el Primer Mundo, su imagen—inmortalizada en la foto de Alberto Korda—es un emblema de rebeldía contra el capitalismo. Sin embargo, sus críticos lo acusan de ser un criminal violento, responsable de ejecuciones sumarias durante la revolución, como en la prisión de La Cabaña, y de actitudes homófobas, reflejadas en su apoyo a las políticas de reclusión de disidentes y homosexuales en los campos de trabajo de los años 60. La ruptura con Castro, presentada por Fidel como una decisión altruista del Che para volver a la lucha, probablemente encubre tensiones más profundas: desacuerdos sobre la dependencia de la URSS, la moderación de Castro frente a EE.UU. tras la Crisis de los Misiles, y la percepción de Guevara como una amenaza a la unidad del régimen. Su partida a Congo-Kinshasa en 1965, y luego a Bolivia, sugiere un exilio disfrazado de misión revolucionaria. En este octubre de 1965, el Che no solo abandona Cuba; se convierte en un mito errante, dejando a Castro el desafío de liderar una revolución sin su guerrillero más carismático, mientras el mundo debate si Guevara es un héroe o un verdugo.
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JF Lamata