21 octubre 2014

Alberto Garzón anuncia la expulsión de todos los miembros de IU implicados, a pesar de que todos ellos se habían abandonado la formación antes de que estallara el escándalo

Escándalo en Izquierda Unida y CCOO al saberse que todos sus representantes en Caja Madrid tuvieron tarjetas black

Hechos

El 6.10.2014 se hicieron públicos los nombres de los Consejeros de Caja Madrid que habían dispuesto de tarjetas de gastos que no pagaban retenciones a Hacienda.

Lecturas

MORAL SANTÍN, UN HISTÓRICO DE IZQUIERDA UNIDA EN MADRID

Todos los representantes de Izquierda Unida-Comunidad de Madrid y de Comisiones Obreras dispusieron de una ‘tarjeta black’, una tarjeta para gastos que no pagaban retenciones. Incluidos D. José Antonio Moral Santín (que fue un ‘peso pesado’ en IU-Comunidad de Madrid), D. Rodolfo Benito (que fue ‘hombre fuerte’ de CCOO en Madrid), D. Rubén Cruz, D. Juan José Azcona, D. Francisco Baquero, D. Antonio Rey de Viñas o D. Juan Gómez.

D. Alberto Garzón, candidato de IU a la presidencia del Gobierno, anunció la expulsión de todos ellos de Izquierda Unida. Decisión sin valor alguno dado que Izquierda Unida no tiene relación jurídica con Izquierda Unida-Comunidad de Madrid, y que, además, todos estos militantes estaban ya fuera de IU-CM antes del estallido del escandalo, tras la intervención de Bankia.

ANTERO RUIZ, EL PRIMER EXPULSADO.

El diputado de Izquierda Unida-Comunidad de Madrid de la Asamblea de Madrid, D. Antero Ruiz, que negoció personalmente con D. Rodrigo Rato qué miembros de IU-CM entrarían en el consejo de Bankia en 2009 es expulsado del partido el 2 de noviembre de 2014 tras rechazar la petición de IU-CM de que abandonara su acta de diputado.

GARZÓN Y TANIA SÁNCHEZ PIDEN LA CABEZA DE RENESES, ÁNGEL PÉREZ Y GREGORIO GORDO.

El candidato de IU a la presidencia del Gobierno, D. Alberto Garzón, y la dirigente del sector crítico de IU-CM, Dña. Tania Sánchez, han solicitado la dimisión de todos sus cargos y la retirada política tanto del actual coordinador regional de IU-CM, D. Eddy Sánchez, como de todos los que han ejercido ese cargo en Madrid desde que existen las ‘tarjetas black’ (1996-2012), es decir D. Ángel Pérez, D. Gregorio Gordo, D. Miguel Ángel Reneses, D. Fernando Marín y D. Fausto Fernández, dado que estos dos últimos ya están retirados de la política el objetivo del Sr. Garzón y la Sra. Sánchez parece ser el Sr. Reneses, que ocupa el cargo de secretario de organización nacional de IU y el de los Sres. Pérez y Gordo, que controlan la federación de IU-CM (el Sr. Eddy Sánchez pertenece a su sector).

06 Octubre 2014

86 Delincuentes 86

Juan Gómez (consejero de IU en Caja Madrid)

(Dispuso de tarjeta black)

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Se ve que la cosa no anda bien por nuestros pagos. La economía no acaba de despegar, la mejora del empleo es muy tímida y la de los salarios no existe. La política es un patio de monipodio donde los más tontos hacen relojes de madera y los más astutos se llevan los laureles, pero falta talento, transparencia y gente de bien. En medio de la cruda batalla de Cataluña y de la decadencia de los partidos tradicionales, alguien ha pensado en soltar la liebre de las llamadas tarjetas «opacas» de Caja Madrid, a las que otros más ocurrentes prefieren llamar «fantasma», que queda más contundente y justiciero.

Entre el ruido mediático, la confusa polvareda política y el lento reaccionar de la justicia, alguien ha dictado ya sentencia firme y echado su abundante dosis de carnaza a una sociedad necesitada y anhelante de tener algo con qué mitigar sus decepciones y frustraciones. Cuanto más, mejor. Mejor, sobre todo, para esas misteriosas -o no tan misteriosas- manos que mueven los hilos, todos los hilos de este país.

Así que, ahí van. 86 delincuentes y sinvergüenzas 86, de la aniquilada Cajamadrid, que serán lidiados y estoqueados por la afición de la localidad en espectáculo público y gratuito en medio de la plaza mayor. No se repara en gastos. Qué más da si varios de ellos ya están muertos y si uno en concreto, el pobre Félix Sánchez Acal, murió el mismo año en que empieza la serie anual y no pudo gastar ni un euro.

Da igual, ¡todos a la cárcel!, como en el divertido sainete cinematográfico de García Berlanga. Todos a la cárcel porque representan a una muestra significativa de los partidos políticos, sindicatos y patronales de la vieja política, esa que hay que aniquilar ya mismo. Todos condenados y todos entre rejas independientemente de cuáles sean sus responsabilidades, las tengan o no las tengan, todos solidaria y mancomunadamente responsables en la representación de un auto de fe donde todos acabarán en la hoguera.

Para qué investigar, aclarar detalles y procedimientos; para qué informarse de la legalidad, de las circunstancias y diferencias que determinan las responsabilidades personales e individuales de esos 86 casos, las únicas que deben depurarse separadamente en los estados de derecho formados por hombres y mujeres libres y responsables. Pero así, tratados en bloque, se ha hecho una causa general que, evidentemente, resulta más atractiva mediática y políticamente y da lugar a una sentencia única: todos delincuentes, todos a la cárcel.

Tuve la ocasión de pertenecer a uno de los órganos de la caja, la comisión de control. Aquella comisión no tenía funciones directivas ni ejecutivas, funciones que lógicamente no desempeñé. Todos los miembros de esa comisión teníamos unas retribuciones, consistentes en unas dietas por asistencia a las comisiones y en una tarjeta para gastos. Esta tarjeta, usada ahora para la regeneración de la vida pública española, fue aprobada por el Consejo de Administración, en 1988, bajo la presidencia de Jaime Terceiro. Su gestión y control, bajo la responsabilidad de los gestores y administradores de la entidad financiera, se organizaba del modo siguiente: había una cuenta habilitada para los cargos de la misma, esta cuenta se controlaba por los servicios de auditoría interna, se incorporaba a las cuentas generales de la entidad, se aprobaba con el conjunto de las cuentas y se sometía a la auditoría externa correspondiente. Después, las cuentas son aprobadas por el Consejo de Administración y por la Asamblea General. Posteriormente se presentan para su liquidación fiscal. Naturalmente, toda esa Contabilidad está supervisada por el Banco de España y la Consejería de Hacienda de la Comunidad de Madrid.

Cuando un consejero toma posesión de su puesto se le entrega la tarjeta. En ese momento, en mi caso concreto, se me hacen dos advertencias: no sobrepase el límite establecido (variable según los casos, al menos hay tres supuestos diferentes entre los 86: directivos, consejeros de administración y comisión de control) y no saque dinero del cajero. La pregunta inmediata en mi caso fue, ¿cómo se resuelve la tributación de estos gastos? La respuesta fue: la fiscalidad es asumida directamente por la entidad, estos gastos, al incorporarse a las cuentas de la entidad, son directamente tributados por la caja. Fiscalmente os corresponde incluir en el IRPF los ingresos recogidos en el certificado de haberes que anualmente se envía desde la entidad.

Siempre cumplí rigurosamente esas limitaciones y condiciones, reiterando a veces mi interés por conocer el cumplimiento de las obligaciones fiscales. Ante mi insistencia, se me informó que la Inspección de Hacienda estaba al tanto y daba su conformidad a ese modelo de tributación. No creo, por tanto, que haya que hacer una causa general de esto. Hay casos muy diferentes y responsabilidades diversas. Por mi parte, tengo la certeza de no haber cometido ninguna irregularidad y, en conciencia, sólo puedo admitir que, aun conociendo la anuencia entonces de la Inspección Fiscal, en el caso de que pudiera existir alguna discrepancia acerca de la forma en que se liquidaron aquellos impuestos y esa discrepancia me afectara, estaría dispuesto a subsanarla al instante.

Y así han pasado los años, hasta que salta el escándalo, promovido desde instancias oscuras, detrás de las cuales hay interés por ocultar el verdadero trasfondo del caso Bankia y una demagógica campaña de saneamiento de la vida pública española por parte de algunos «inocentes con las manos sucias», que no quieren perder comba en la agitada vida política de la España actual.

Y como colofón, ahí sale el ministro Guindos amenazando con una inspección exhaustiva a todo el sistema bancario para evitar estas prácticas. Me ha recordado al jefe de los gendarmes de la película Casablanca, en aquella escena en que se escandaliza y cierra el bar de Rick porque allí se jugaba, siendo él uno de los principales beneficiarios de la timba.

Juan Gómez

06 Octubre 2014

A IU y Comisiones Obreras

Rafael Reig

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Me muero de ganas de saber con detalle, como sabremos pronto, en qué han gastado ustedes con esas tarjetas que llaman “black”, no por malas (que son las mejores, como el whisky etiqueta negra) sino por opacas a Hacienda. No sé por qué sospecho que en compras de pésimo gusto y hoteles retumbantes, para no mencionar el putiferio de lujo o quizá los yates. Puede que alguno de ustedes haya usado esas tarjetas para comprar uno cuantos clásicos grecolatinos en Gredos (no en ediciones de bibliófilo, sino para leerlos), para apadrinar niños en el Tercer Mundo o para pagar el tratamiento médico de un amigo enfermo. Puede, pero me da que no, ¿verdad?

Esta lista es oprobiosa, pero unos son más infames que otros, porque esperábamos más de ellos. De los banqueros, de los del PP y de los del PSOE sólo esperábamos codicia sin freno y cinismo escandaloso. Pero ¿de ustedes? ¿los sindicalistas de CC.OO.? ¿Y los de Izquierda Unida? ¿Cómo no se les cae la cara de vergüenza?

Pues porque no la tienen. Vergüenza, digo. Cara dura les sobra.

Pensé en aprenderme sus nombres de memoria para no olvidarme de cambiar de acera si me cruzo algún día con ellos y porque están mejor olvidados, pero luego recordé que en Grecia se prohibió, bajo pena de muerte, difundir el nombre del tipo que quemó el templo de Artemisa, en Éfeso, con el único fin de hacerse ser famoso.

Eróstrato se llamaba, así que no funcionó, y hasta el diccionario de la Academia Española recoge erostratismo: “Manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre”.

Ustedes lo han hecho por simple codicia, pero tampoco merecen ningún renombre.

Algunos ya eran bien conocidos, como cierto sedicente comunista de IU que apandó casi un millón de euros con su opaca tarjeta. Fueron 456.500, pero, puesto que están libres de impuestos, equivalen a cobrar casi un millón. Ya había sido expulsado del Izquierda Unida hace tiempo, según ha explicado la organización.

Pero ¿y los otros? ¿Ni CC.OO. ni IU piensan suspenderlos de militancia de inmediato? Ésta es mi pregunta: ¿qué van a hacer?

No hay excusa ninguna ni necesidad de investigar gran cosa: cualquier comunista sabe que una tarjeta de esas, libre de impuestos, es una inmoralidad.

En empresas privadas y hasta en el ayuntamiento de Madrid les han echado a la calle sin contemplaciones. Como debe ser.

De hecho hubo  tres personas que no la utilizaron jamás y merecen un aplauso y que se recuerden sus nombres: Félix Manuel Sánchez Acal, Iñigo María Aldaz y Esteban Tejera.

Tres. No cogieron ni un céntimo de euro. Uno de UGT. Y ningún comunista, para vergüenza de IU y de CC.OO.

Repito, ¿qué van a hacer?

Porque, según la respuesta, decidiré yo lo que voy a hacer con mi voto.