2 agosto 2005

Estados Unidos: George W. Bush nombra a John Bolton, artífice de ‘la guerra de Irak’, nuevo embajador de EEUU en la ONU

Hechos

Fue noticia el 2 de agosto de 2005.

02 Agosto 2005

Bolton porque sí

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

Como resultaba evidente desde la semana pasada, George W. Bush se ha saltado al Senado y nombrado a John Bolton embajador de EE UU ante Naciones Unidas, para desmayo de muchos en la ONU y enojo de sus adversarios políticos. El presidente estadounidense argumenta que Washington no puede continuar sin representante en la máxima organización mundialista cuando ésta se apresta a afrontar, en su asamblea general del mes próximo, algunas de las reformas más importantes de su historia.

Bush tiene perfecto derecho a utilizar sus poderes constitucionales y actuar como lo ha hecho, aprovechando un resquicio legal que permite circunvalar a un Congreso de vacaciones. Su treta permitirá a Bolton, un conservador a ultranza cuya confirmación permanecía bloqueada en el Senado desde marzo, permanecer en el cargo hasta enero de 2007, cuando comienza un nuevo periodo legislativo. Pero una cosa es que pueda y otra que deba. El presidente de EE UU confirma con su decisión el escaso respeto que le inspiran Naciones Unidas y los procedimientos diplomáticos en general, al imponer por la puerta falsa a uno de los más inmisericordes críticos de la ONU. Bolton es un hombre agresivo y abrasivo, cuyas opiniones políticas y su modo de expresarlas le colocan en las antípodas de los usos que rigen a orillas del East River. Si por el nuevo embajador fuese -hasta hace unos meses y desde 2001, el más alto funcionario sobre control de armamento nuclear-, Irán y Corea del Norte habrían sido disciplinadas hace mucho tiempo.

John Bolton concita las iras de los legisladores demócratas, pero también de republicanos que no le consideran idóneo para representar los intereses de la superpotencia en la ONU. Lo que sus críticos consideran graves defectos son, sin embargo, grandes virtudes para los neoconservadores que han avalado su nombramiento. La organización mundialista está en una encrucijada -ampliación del Consejo de Seguridad, definición de terrorismo, discutida eficacia ante las crisis internacionales- y sometida a investigación sobre escándalos que en algún caso tocan muy de cerca a su secretario general. Bush entiende que nadie mejor que Bolton para agitar con su proverbial irreverencia la institución y facilitar los objetivos de política exterior estadounidense.

Pero, independientemente de que un foro como la ONU pueda llegar a cambiar el estilo del nuevo embajador, resulta evidente que el puesto exigía de su titular la legitimidad que sólo otorga sortear sin problemas el escrutinio del Legislativo. Desde este punto de vista, la más relevante organización internacional y la propia diplomacia estadounidense merecían otro trato de la Casa Blanca.

26 Agosto 2005

Enmiendas a la ONU

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

Lejos de avanzar, la reforma de la ONU que intenta lanzar Kofi Annan está retrocediendo. Uno de los primeros gestos de John Bolton, a las tres semanas de asumir polémicamente su cargo de embajador de EE UU en esa organización, ha sido presentar 750 enmiendas al proyecto de reforma que está sobre la mesa. La cumbre del 14 septiembre, a la que deben asistir 175 mandatarios, la mayor concentración de dirigentes nunca alcanzada para celebrar el 60º aniversario de la ONU, puede embarrancar, y perderse así una ocasión única de modernizar las Naciones Unidas y ponerlas a la altura de las nuevas necesidades.

La Administración Bush ya planteaba objeciones antes de que llegara Bolton al cargo. El número de enmiendas importa menos que su contenido, con su oposición, entre otros,

a un nuevo compromiso sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio y la ayuda exterior, a medidas contra el cambio climático, o a insistir no sólo en la proliferación, sino también en el desarme nuclear, o a constituir una reserva militar permanente al servicio de la ONU. Pero Washington sí apoya la idea de crear un Consejo de Derechos Humanos y una Comisión para las operaciones de mantenimiento de la paz, propuestas ante las cuales las reticencias vienen de otros países.

El ambiente no es propicio a una reforma en profundidad de la ONU, ya sea de sus funciones o de sus estructuras, para adelgazarlas y evitar escándalos de corrupción u otros. El intento de Brasil, India, Alemania y Japón de lograr escaños permanentes en un Consejo de Seguridad ampliado y más representativo se puede dar prácticamente por fracasado. Washington está dispuesto a no favorecer una ampliación significativa de este órgano central, y no parece que la Asamblea General de septiembre pueda desbloquear lo que constituye el mayor pulso de poder.

Una ONU con la que Estados Unidos, la mayor potencia del mundo en la actualidad, no se sintiera cómoda de poco serviría. Pero, tras lo ocurrido con Irak, la Administración Bush debería comprender que unas Naciones Unidas representativas y eficaces juegan en su propio beneficio. Claro que el nombramiento de Bolton, persona que consideró que se podían quitar 10 pisos al edificio de la organización en Nueva York y nadie lo notaría, presagiaba que esta Administración sigue sin creer en la utilidad de un verdadero multilateralismo.