23 mayo 1994

ETA asesina al teniente Miguel Peralta Utrera

Hechos

El 23 de mayo de 1994, D. Miguel Peralta Utrera fue asesinado.

Lecturas

El 23 de mayo de 1994, D. Miguel Peralta Utrera circulaba en su coche, camino del trabajo, por el kilómetro seis de la carretera de Extremadura, después de llevar a su hija de 15 años al instituto. Una bomba-lapa adosada al vehículo estalló. Había sido colocada bajo el coche cuando estaba aparcado cerca de la casa de Peralta, en una zona de viviendas militares del Suroeste de Madrid. La onda expansiva también hirió a dos civiles.

El teniente Peralta, de 47 años, era natural de Medina Sidonia (Cádiz). Casado y con cuatro hijos, de entre 15 y 22 años, estaba destinado en el Cuartel General del Mando de Transmisiones Estratégicas número 22 de Prado del Rey (Madrid). En su funeral se le entregó la Cruz al Mérito Militar a título póstumo. Fue enterrado en el cementerio de Chiclana (Cádiz).

Mikel Azurmendi Peñagaricano fue condenado a una pena total de 36 años de reclusión, además de indemnizar económicamente a los herederos de Peralta y a los heridos por el atentado. Tiempo después, Azurmendi fue declarado insolvente. La bomba-lapa que asesinó al teniente Miguel Peralta fue confeccionada por los etarras Azurmendi, Mercedes Chivite y Álvaro Juan Arri, que fue absuelto al carecer de pruebas suficientes para condenarlo.

24 Mayo 1994

Vacuna contra ETA

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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CON EL asesinato del teniente Miguel Peralta son cinco las víctimas mortales de ETA en lo que va de- año. Dos de ellas eran militares, y una tercera, un paseante que falleció en un atentado contra el Gobierno Militar de Barcelona. De los 750 muertos causados por ETA, cerca de 90 han sido miembros de las Fuerzas Armadas. Los terroristas han dirigido sus armas contra oficiales del Ejército, en particular, cuando han percibido situaciones de debilidad del Estado. La voluntad de provocación fue manifiesta, sobre todo, a fines de los setenta y comienzos de la década siguiente. El objetivo era desestabilizar el incipiente sistema democrático en la perspectiva de provocar un golpe de Estado que demostrase su tesis de que nada había cambiado, que seguía existiendo una dictadura. Si Tejero hubiera triunfado, ETA habría alcanzado su objetivo. Su fracaso lo fue también de ETA. La crisis política actual no es comparable a la de las vísperas del 23-F: el sistema democrático está consolidado. Pero entra en la lógica de los terroristas interpretar esa crisis como un síntoma de debilidad del Estado. Tal vez eso explique la escalada actual: cuatro atentados en las últimas ocho semanas. Frente a ello no hay otra vacuna que la perseverancia en las dos únicas vías que han demostrado eficacia contra ETA: la firmeza policial desde la legalidad democrática y la unidad de las fuerzas democráticas en tomo al objetivo compartido de defender el sistema contra quienes lo combaten con el asesinato y la extorsión.