6 junio 2008

Éxito del torero José Tomás Román Martín «José Tomás» en Las Ventas que entra en la leyenda de la tauromaquia

Hechos

El 6 de junio de 2008 el torero D. José Tomás fue portada en la prensa de ámbito nacional tras su última función en la Plaza de toros de La Ventas de Madrid.

05 Junio 2008

José Tomás es el Toreo

Zabala de la Serna

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José Tomás es el toreo. José Tomás es el toreo puro y absoluto. José Tomás convirtió su reencuentro con Madrid en una antología, en una página de oro de la Historia. Vomitar ahora toda una marea de

José Tomás es el toreo. José Tomás es el toreo puro y absoluto. José Tomás convirtió su reencuentro con Madrid en una antología, en una página de oro de la Historia. Vomitar ahora toda una marea de sentimientos y pasiones con la exactitud del escribano se torna en un ejercicio vano. Nada puede igualar la experiencia de 24.000 almas unidas en un solo grito de aclamación: «¡Torero, torero, torero!». La Monumental rugió como un volcán; la Monumental se desbordó por la Puerta Grande como la lava ardiendo. Las Ventas se rindió al toreo grande, a la tarde más redonda y pletórica de los últimos veinticinco años. Rejuvenecimos más allá de los años del trienio cabal de José Tomás; rejuvenecimos hasta cuando esta plaza peinaba y adoraba un mechón blanco y unos pulmones negros. Aquellas salidas a hombros… Ayer no se movía nadie hasta que izaron al mito de seda y oro; las escaleras repletas, no se podía salir. Ni nadie quería. ¿A dónde vamos? Se nos había olvidado el sitio de la Puerta Grande, la multitud enronquecida, los caballos de la Policía escoltando a una figura de época, tan cerca del cielo. Cuatro orejas, cuatro, y a ver quién es el imbécil que le resta una, un miligramo de valor, un ápice de verdad, a dos faenas distintas, con dos toros diferentes. Dos toros, he dicho.

Las campañas insidiosas se van ahora mismo por la letrina del ridículo: José Tomás salió a torear. ¡Y cómo toreó! Como en su plenitud, ofrecido el medio pecho, la muleta de cuero, látigo de seda, los muslos ofrecidos, la tela por delante y, sobre todo, por abajo. El toreo es por abajo, arrastrar la franela, vaciarlo atrás, vaciarse con él; el toreo es cruzado. El toreo es José Tomás con un toro que pegaba un tornillazo desde que salió, que le enganchó el capote y se lo desarmó de las manos y esas muñecas que hay que clonar. En un principio, el toreo fue Belmonte; hoy es José Tomás. Se encontró con el mismo defecto del toro de Victoriano del Río en el prólogo de faena y le tocó un par de veces la muleta. J.T. se recolocó y supo a ciencia cierta que desde entonces la clave era sacarle la tela por debajo de la pala del pitón. Una serie buena, clavadas las zapatillas, limpia, nítida como un manantial, que sirvió para hacer gárgaras de oles. Y otra cumbre, de bramido, de cintura y pecho, con la ligazón por bandera, la media distancia tomada de arrancada. Reducía José Tomás al toro con los vuelos, y el toro viajaba tras su mando. ¿Qué es torear? Parar, templar, mandar y cargar la suerte. ¡Cargar la suerte! La faena crecía, el público se fundía, se derretía como bronce con unos trincherazos bestiales. Y de repente la izquierda produjo el más estremecedor natural de treinta tardes, con permiso de El Cid, para no molestar. Un natural que duró una eternidad, y que se unió a otros, acompañados con la figura y la cintura, más a media altura, con la embestida ya entregada, rendida. Un circular invertido que se empalmó a un inacabable pase de pecho, a la hombrera contraria, de rebozarse. Rodaba la gente con las trincherillas; rodó el toro con una estocada que se salió en parte al ser José Tomás encunado entre los pitones. Dos orejas, dos.

Y otras dos con un toro extraordinariamente picado, de una acometividad bárbara -¡qué gran corrida la de Victoriano del Río!- y un viento feroz. Cuando atacaba el toro, atacaba con todo. Los estatuarios de J.T. fueron un puente trágico sobre un tren. Eolo flameaba la muleta de José Tomás, imperturbable; por abajo otra vez sucedió todo, absolutamente todo. Ni un paso atrás. Ni una guiñá. El toro obedecía; José Tomás lo obligaba cada vez más. Temple, el toro, tenía el justo. Y templar en esas circunstancias era una hazaña. Si los flecos no barrían la arena en una intensa serie, era porque el aire planeaba por debajo de la muleta y la ponía casi en horizontal. La ligazón de nuevo, interrumpida por alguna pausa en los momentos de más duro empuje de las corriente ventosa. Enfrontilado con la izquierda, con todas las ventajas para el toro, el personal se frotaba los ojos, enjugados de lágrimas negras; a pies juntos, fluyó un caudal de naturales. Y la bestia encastada se rajó ante el dios de piedra de Galapagar. La estocada fue al encuentro. O a toro arrancado. Las voces, los pañuelos, «¡torero, torero, torero!», la apoteosis se desbordó, como no podía ser de otra manera.

José Tomás no había perdonado un quite. Por las clásicas gaoneras en el toro primero de Conde, que fueron toda una declaración de temple e intenciones; a la verónica -¡qué dos lances!- en el quinto; por apretadas chicuelinas en el suyo de apertura; por discretos delantales en el sensacional cuarto de Javier Conde, el mejor y de más clase y atemperada embestida. ¡Ay, Conde! Que también fue bueno el que masacró en varas en segundo lugar. Sin palabras, y nos ahorramos un disgusto.

Un punto y aparte, y siento no dedicarte más, chaval, para la confirmación de Daniel Luque, que contó con el peor lote, un torazo que manseó y derrotaba por arriba y otro que se encogió. Pero ni se escondió ni se arrugó nunca. Enhorabuena, como a todo el que vivió en directo una tarde para conservar en un rincón del corazón. Hoy ya saben qué es torear.

21 Junio 2008

Qué tío más tonto

Zabala de la Serna

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No queda otra que sumarse a la lluvia de columnas afiladas contra José Tomás. Yo no pienso quedarme fuera de juego y quiero aportar mi columnita, una cagadita a la sombra de las grandes firmas: José

No queda otra que sumarse a la lluvia de columnas afiladas contra José Tomás. Yo no pienso quedarme fuera de juego y quiero aportar mi columnita, una cagadita a la sombra de las grandes firmas: José Tomás es, por encima de todo lo escrito, tonto. Mira, chaval, lo que debías haber hecho el 15 de junio con el manso navajero de Puerto de San Lorenzo es una faena de aliño como correspondía, un macheteo por la cara, que con cuatro orejas en el bolsillo, una tarde histórica como la del 5J en la talega, preñada de toreo puro, no se le ocurre a nadie volver a Las Ventas para jugarse la vida así. Qué tío más tonto. ¡Y no va y le pone la izquierda al bastísimo sobrero y se lleva tres cornadas! ¿Pero no ha visto este muchacho de Galapagar que por las ferias de Castellón, Valencia, Sevilla y Madrid ni una sola figura ha osado pisar una enfermería? La técnica está para burlar las embestidas y si cuela, a los públicos también. ¿A qué viene ahora José Tomás? ¿A prestar oídos a los viejos aficionados, a los profesionales de los cincuenta y dorados sesenta, que hablan aún de cómo se salía a Madrid entonces y de cómo el Sanatorio de Toreros se llenaba hasta la bandera por mayo? Y, para colmo, con el muslo como un colador, se perfila y se tira a matar o morir. ¡Coño! ¿Qué necesidad había? ¿No ha presenciado San Isidro? Unos pinchazos desde la M-30, un sartenazo y a correr. Si hoy dijeran que vino a llevárselo calentito, ¿qué más da? Jodó, qué tío más tonto.