29 abril 2002

Fernando Savater desvela que Haro Tecglen fue invitado a un acto del ‘No a la Guerra’ junto al periodista Pepe Rei, acusado de ser afín a ETA

Hechos

En su artículo Un día cualquiera (EL PAÍS, 29-4-02), Fernando Savater hace alusión al ciclo de mesas redondas ‘Efectos colaterales’, organizado por la Plataforma Paremos la Guerra.

Lecturas

La diferencia entre los columnistas de EL PAÍS, D. Fernando Savater y D. Eduardo Haro Tecglen (el Sr. Savater defiende máxima firmeza con el terrorismo, mientras que el Sr. Haro Tecglen defiende cierta equidistancia entre los crímenes de ETA y los errores del Estado), comenzó de cara al público en 1993.

Y estalló de manera más agria durante las elecciones vascas de 2001.

Volverá a hacerse patente en 2004 en un debate sobre Orwell.

29 Abril 2002

Un día cualquiera

Fernando Savater

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8.00 horas. Suena el despertador, pero ya estaba despierto desde hace rato. Ese momento habitualmente delicioso de duermevela, en el que vamos poco a poco recuperando el mundo y cambiando los sueños privados de la noche por los sueños diurnos que compartimos con los demás, es hoy algo menos grato de lo acostumbrado. Ayer la Guardia Civil me telefoneó desde San Sebastián para comunicarme que habían encontrado mi ficha entre otras del recientemente desarticulado comando Donosti. Porque se trata de una ficha más o menos en regla, la segunda que me abren en mi vida tras aquella ya remota de la policía franquista. Cuenta con una foto recortada de un periódico, mi dirección y algunas indicaciones sobre los lugares donostiarras por los que paseo de vez en cuando. También consta el cargo que se me imputa: “malhechor”. Es una acusación imposible de refutar, porque a mi edad todos los hombres la merecemos en un grado u otro. Pero mi alma novelera me hace sentirme un poco como Billy el Niño o Jesse James. Y también incomodo. No es lo mismo saberte genéricamente perteneciente a algún grupo de riesgo que constatar que los voluntariosos verdugos ya te tienen en la agenda. Como decía Luis Escobar en una de las ‘Escopetas nacionales’ de Berlanga al ver pasar a los antidisturbios con su parafernalia de cascos y escudos: “Acojonan, ¿eh?”.

9.00 horas. Repaso a la actualidad a través de los periódicos y la radio. El resistible ascenso de Le Pen concita lamentos y diatribas. Los jóvenes que no fueron a votar el domingo (elections, pieges a cons!) se manifiestan ahora en las calle, indignados por lo que han votado los demás. Llamamientos a la unidad de los demócratas en la segunda vuelta para cerrar el paso a la Bestia renacida. La buena gente de izquierdas que votó ayer con los ojos cerrados tendrá que votar mañana tapándose la nariz. Suele pasar. El futuro sustituto de Jospin en el partido socialista recuerda que Chirac no es más que su adversario político, pero Le Pen representa un pelígro para la república. Sin duda tiene razón. No oigo a nadie que preconice el diálogo con la ultraderecha francesa. En la SER, Sami Nair señala que en el futuro habrá que replantearse las reglas de juego de la democracia, porque no todas las ideas políticas son admisibles y no se puede permitir que los sembradores del racismo o la exclusión tengan plataforma institucional para promocionarse. De modo que a lo mejor la VI República tiene que empezar redactando una nueva ley de partidos… En cualquier caso, visto desde la perspectiva vasca, el caso Le Pen no parece tan insólitamente grave. Sin duda es un nacionalista reaccionario y xenófobo, como Sabino Arana, con simpatías por la partida de la porra similares a las mostradas por Pete Cenarrusa en Idaho y un populismo totalitario que seduce a algunos descerebrados ex izquierdistas, como el de Batasuna. Pero aún no ha matado a novecientas personas ni ha hecho huir de Francia a unas cuantas decenas de miles más, como ha ocurrido en el País Vasco. ¿Se imaginan lo que sería Le Pen secundado por un grupo terrorista que asesinase a políticos de la derecha y de la izquierda opuestos a su ideario, a inmigrantes, a intelectuales disidentes, etcétera? Para los tranquilos europeos de allende nuestras fronteras representaría el horror supremo; para nosotros aquí, puro déja vu.

10.30 horas. En los juzgados de la Plaza de Castilla. Tengo que presentarme como imputado en la querella que nos ha interpuesto a Jon Juaristi y a mí el periodista Xabier Lapitz, entonces subdirector de DEIA, a raíz de una rueda de prensa en la que denunciamos sus artículos y los del director de la difunta ARDI BELTZA, Pepe Rei. En ellos se hablaba de nuestra obediencia al Ministerio de Interior en maniobras nacionalistas y se enumeraban las prebendas que habíamos conseguido por tal labor de zapa: en mi caso, válgame Dios, el puesto de vocal no remunerado en el Instituto Cervantes… Con tales bulos, dijimos entonces, se crea el perfil justificador que busca ETA para legitimar ante la afición sus atentados. Pero Lapitz, menos bruto que Bruto, es un hombre honrado y se sintió muy ofendido por lo que comentamos sobre él. Al día siguiente de la rueda de prensa salió en su defensa el ecuánime Iñaki Gabilondo, que nunca tuvo tiempo para denunciar en su programa las calumnias de su amigo que nos emparentaban a Jon y a mí con Galindo, ni más ni menos. Y ya tenemos la querella. Mi comparecencia judicial se limita a reconocer lo dicho y a ratificarme punto por punto en ello.

17.00 horas. Primera buena noticia de la jornada. Me telefonea un representante del partido radical italiano y transnacional para informarme de que en la última reunión celebrada en Suiza sobre Globalización y Derechos Humanos han decidido solidarizarse con la plataforma cívica Basta Ya. Envían comunicados de su acuerdo al gobierno y al parlamento vascos. Justamente hoy, cuando el periódico GARA publica sin demasiado dolor el siguiente titular: “Descenso apreciable de la participación en las movilizaciones en contra de ETA”. Y entrevistan luego a un representante de Gesto por la Paz que lamenta la excesiva politización antinacionalista de Basta Ya, por lo visto desmovilizadora.

19.00 horas. Se me ofrece una convocatoria cultural de irresistible atractivo, a la que lamento no poder asistir. En un ciclo de mesas redondas sobre ‘Efectos colaterales de la guerra, van a hablar a dúo Pepe Rei y Eduardo Haro Tecglen sobre La sociedad de la (des) información. Dos expertos disertando sobre su campo de estudio. Cuentan que cierto día Chateaubriand, viendo entrar en un salón al vetusto Talleyrand del brazo del cruel Fouché, comentó en voz alta: ‘Ahí llega el vicio apoyado en el crimen’. Lástima que el vizconde no pueda estar tampoco presente esta tarde en Madrid para ver juntos a Pepe Rei y Haro Tecglen: segurao que se le habría ocurrido algún otro comentario ingenioso.

19.30. Visita crespuscular al médico, por problemas de hipertensión. El doctor me regaña amablemente al no verme suficientemente relajado. ¿Por qué no me relajo, caramba? Farfullo una disculpa sobre mis ‘preocupaciones’. ¡Pero todos tenemos preocupaciones!, me dice. “Vamos a ver, ¿qué le preocupa a usted, hombre?”. Repaso ese día, repaso mi vida; luego suspiro: “Pues la globalización y todo eso, ya sabe usted”. El galeno levanta las manos con las palmas hacia arriba en un gesto de cómica resignación: “¡Es la vida moderna, amigo mío!”.

24.00 horas. Habrá que acostarse. Mañana será otro día.

Fernando Savater

01 Mayo 2002

Contestación a Fernando Savater

Plataforma Paremos la Guerra

(Carlo Frabetti, Irene Amador, José Toribio, Naya González y Juan Carlos Martín-Delgado)

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En su artículo Un día cualquiera (EL PAÍS, 29-4-02), Fernando Savater hace alusión al ciclo de mesas redondas ‘Efectos colaterales’, organizado por la Plataforma Paremos la Guerra, y más concretamente a la mesa del jueves 25 de abril, en la que Savater da por supuesto que hablaron ‘a dúo’ Pepe Rei y Eduardo Haro Tecglen.

En primer lugar, el acto nunca se planteó como un ‘dúo’ Rei-Haro, sino como una mesa redonda con diversos participantes, cada uno con sus propias opiniones y posturas, no necesariamente coincidentes.

En segundo lugar, Eduardo Haro Tecglen no participó en dicha mesa. Por un lamentable error, por el que pido disculpas en nombre de la Plataforma Paremos la Guerra, la lista provisional de participantes en el ciclo fue impresa antes de que se confirmaran todos los nombres, y aunque ese folleto provisional tuvo escasa difusión, por lo visto llegó a manos de Savater (que no se molestó en comprobar la información, pese a que su artículo se publicó cuatro días después de la celebración de la mesa).

A Eduardo Haro Tecglen se le pidió su participación por carta y mediante mensaje grabado en el contestador automático, y no llegó a contestar, ni afirmativa ni negativamente, por lo que su inclusión en el programa fue un lamentable error. Y no porque pensemos que Haro se habría negado a compartir mesa con Pepe Rei, sino porque no es admisible que en un programa impreso figure un ponente que no ha confirmado su participación.

01 Mayo 2002

Respuesta de Savater

Fernando Savater

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Solamente una vez, como canta Nat King Cole y no como cuenta Haro Tecglen, he escrito sobre el anuncio de la mesa redonda en la que éste iba a participar junto a Peper Rei: al referir mi propia jornada del 25 de abril en ‘Un día cualquiera’ [EL PAÍS, 29-4- 2002]. Me alivia de veras saber que no acudió a ella, por las razones que fueran. Aunque Haro sea tan pluralista que le da igual compartir coloquio con Pepe Rei o las páginas de este diario conmigo, yo -que lo soy mucho menos- aún le considero distinto y me alegro de saberle distante del notorio agitprop proetarra. En cuanto a cómo llegó a mis manos el folleto que anunciaba el encuentro, la respuesta es muy sencilla: me lo envió como una circular más la Asociación contra la Tortura, de la que soy socio fundador y cuyas cuotas sigo pagando religiosamente aunque promocione de vez en cuando mesas antibelicistas tan peculiares como ésta.

Por lo demás, estoy bastante de acuerdo con Haro en los males que traen los ‘antis’. Sin ir más lejos, los certificados de buena conducta política que se han extendido y se siguen extendiendo en nuestro país por ser ‘antifranquista’ y luego ‘antiyanqui’ han causado efectos colaterales altamente dañinos para la democracia. En el País Vasco los padecemos todos los días.