2 septiembre 2004

Ambos columnistas ya se enfrentaron en 2001 por las elecciones vascas

Nueva guerra epistolar entre Eduardo Haro Tecglen y Fernando Savater en las páginas de EL PAÍS, ahora por Orwell

Hechos

En septiembre de 2004 D. Fernando Savater y D. Eduardo Haro Tecglen mantuvieron un intercambio de artículos y cartas por la obra del Sr. Orwell.

Lecturas

La enemistad entre los columnistas de EL PAÍS, D. Fernando Savater y D. Eduardo Haro Tecglen, era algo conocido desde 1993. El Sr. Savater, amenazado de muerte por ETA, era firme defensor de máxima vehemencia contra el terrorismo, mientras que el Sr. Haro Tecglen era defensor de negociar y pactar con ellos como forma de poner fin a la violencia.

En 2001 ya se produjo un fuerte enfrentamiento entre ambos en las páginas de EL PAÍS con motivo de las elecciones autonómicas vascas.

Ahora se ha producido por el Sr. Orwell.

02 Septiembre 2004

Libertad negativa

Eduardo Haro Tecglen

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Resurgen formas de devaluar la izquierda: decir que «obligó» a adoptar posturas filosóficas para mantener la idea sartriana de que el pensamiento es de izquierda; para no parecer tonto. Llegado Aznar, muchos se liberaron de la opresión roja y fueron de derechas, como su naturaleza. Ahora esmaltan frases, en la línea de retorcer el lenguaje como una bayeta para que suelte agua sucia. Una frase espectacular es la de mi amigo César Alonso de los Ríos: «Con razón no pueden entender estas gentes que hayamos abandonado la izquierda algunos que tuvimos un pasado comprometido. No pueden imaginarse hasta qué punto nos produce repugnancia el hedor que despiden muchos de los compañeros que tuvimos en aquel viaje que hubo que hacer en las condiciones peores, con los modelos más detestables y, de forma muy especial, en compañía de algunas personas que parecen haberse convertido en los pozos negros de nuestra sociedad». Tiene más interés el elogio de los liberales del siglo pasado que hizo aquí Juan Pablo Fusi, tan respetado por mí. Mezcla nombres de los héroes del pensamiento libre, como Orwell con Isaiah Berlin. Proceden, más bien, del anticomunismo personal que de una ideología.

Orwell fue trotskista, vio los desmanes contra los suyos en la guerra de España y luego entregó listas de comunistas clandestinos a Estados Unidos. Su paradoja es que su denuncia del comunismo, 1984, se ha convertido en la del conservadurismo: Bush es el Gran Hermano. En la biografía que hace de Isaiah Berlin, Fusi no dice que era agente del Reino Unido y de Estados Unidos, y que en su filosofía recogió el tema de libertad positiva y libertad negativa. La «negativa» puede coexistir con la autocracia y no implica necesariamente la existencia de regímenes democráticos o de autogobierno: fuera con ella. Lo malo es quién decide mi libertad: yo, o el Gran Hermano. Desde que un régimen es democrático autocrático -qué importa la antinomia: lo es- yo puedo ser definido como negativo, y apartado por ello: por razón de seguridad.

04 Septiembre 2004

Orwelliana

Fernando Savater

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Dice Haro Tecglen (Libertad negativa, 2-IX-04) que «resurgen formas de devaluar la izquierda». Y digo yo que una de las más notorias es la tendencia a propalar falsedades de algunos de sus paladines. George Orwell jamás entregó «listas de comunistas clandestinos a Estados Unidos» ni a nadie. Quien se interese por esa fastidiosamente reiterada calumnia puede leer el capítulo séptimo de

Orwell’s Victory de Christopher Hitchens (Penguin, 2003). En cuanto a Isaiah Berlin, «agente» (¿con licencia para matar?) del Reino Unido y de Estados Unidos, la versión autocrática de la libertad negativa que brinda Haro es de tal inepcia que no llega ni a calumnia. Volviendo a Orwell: en efecto, fue un héroe del pensamiento libre porque luchó contra el sectarismo totalitario de los seudoprogresistas de su día. Si volviera a visitar hoy España, tendría trabajo más que de sobra… hasta que le despellejaran de nuevo.

07 Septiembre 2004

Orwell, Berlin

Eduardo Haro Tecglen

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En la edición del sábado de este periódico una carta desmiente mi cita de las denuncias de Orwell contra comunistas en Estados Unidos. Me refiero al documento FO 1110/189 (FO indica Foreign Office), ya de lectura libre en el Archivo Nacional Británico. La lista es de 38 «criptocomunistas». La envió desde el hospital -murió meses después- al Information Research Departement, servicio de propaganda anticomunista del Foreign Office, al que, por cierto, perteneció Isaiah Berlin durante la guerra fría, en Washington, donde figuró con la cobertura de secretario de Embajada.

Admito que se califique de inepcia mía el resumen en dos líneas de los Cuatro ensayos sobre la libertad de Berlin, entre los cuales se contiene el de Dos ideas sobre la libertad. Creo que en español se titula La traición de la libertad. Quizá sean también ineptas frases del propio Isaiah Berlin para resumir el tema:«Negative liberty allows men the freedom to act diversely and positive libertylimits some freedoms to achieve a higher good». «Total liberty can be dreadful, total equality can be equally frightful». Y, en fin, «Liberty is liberty, not equality or fairness or justice or human happiness or a quiet conscience». Ah, supongo que es un desconocimiento del idioma castellano el del corresponsal que me acusa de «inepcia», que es necedad, en lugar de ineptitud, que es desconocimiento.

09 Septiembre 2004

Orwell y Berlin pasados por Haro

Fernando Savater

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El documento del Foreign Office al que se refiere Haro Tecglen (ya mencionado por Bernard Crick en su biografía de Orwell de 1980) no es una lista de comunistas o criptocomunistas británicos. Formaba parte de un juego «político» que mantenía Orwell con su amigo Richard Rees a finales de los años cuarenta: ¿con quién no se podría contar en caso de invasión estalinista de Gran Bretaña? Los treinta y tantos nombres de Orwell son de intelectuales o personalidades públicas bien conocidas que él consideraba descartables para oponerse a Stalin. Celia Kirwan, último gran amor de Orwell, le pidió la lista: ella trabajaba en el Information Research Department, que trataba de conseguir el apoyo de personalidades socialistas o socialdemócratas para combatir ideológicamente al comunismo estalinista. Kirwan quería saber a qué personas notables no merecía la pena intentar dirigirse en tal empeño. Como se recordará, en aquellos tiempos la mayoría de los intelectuales políticamente comprometidos simpatizaban con Stalin (como cuenta estupendamente Martin Amis en Koba el Terrible). Por supuesto, la lista de Orwell tuvo un uso estrictamente privado -o ningún uso en absoluto- y no se empleó en modo alguno para represalias, etcétera. Puede ampliarse esta noticia en el libro de Hitchens queyo mencioné el otro día (hay traducción española: La victoria de Orwell, Emecé, 2003, o en un texto que corre por la web, firmado por un colectivo francés y titulado Orwell devant ses calumniateurs).

Ninguna de las citas de Isaiah Berlin que aporta Haro en su carta abona en lo más mínimo que aquel tuviese una idea de la libertad en parte compatible o complaciente con regímenes autoritarios, como Haro sugería en su artículo. Por eso hablé de inepcia al calificar su interpretación de textos tan conocidos, porque me parecía una visión necia de una reflexión sugestiva sobre la complejidad de la libertad política. Pero quizá la palabra «inepcia» no sea en efecto adecuada. Recapitulemos: en su columna Libertad negativa, destinada a comentar intentos actuales de criticar a la izquierda (y que empieza deplorando un artículo que le pone en solfa a él mismo), Haro convierte al lúcido y decente Orwell en delator, y al liberal Berlin en agente imperialista y propugnador de una libertad que se acomoda bien a las dictaduras. ¡Vaya, qué malos han sido siempre los antiestalinistas! No, esta manipulación no es inepcia o necedad. Debe haber otra palabra para nombrarla. A mí ahora no se me ocurre, pero seguro que Haro la encuentra sin mi ayuda.

11 Septiembre 2004

Otra vez Orwell...

Eduardo Haro Tecglen

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Qué empecinado, mi corresponsal, con Orwell.

El documento del archivo del Foreign Office es una lista de 38 personas en tres partes: nombre, perfil, actividad actual. Unas letras al lado de cada uno indicando: FT, fellow traveller, compañero de viaje, por ejemplo.

Unas indicaciones sobre quiénes pueden ser captados para la propaganda antiestalinista y otras con los que hay que dar por perdidos. Por ejemplo, denuncia a Charles Chaplin, Charlot, y le expulsaron del país con acusaciones de escándalo sexual. Qué insistencia la del corresponsal en citar a Christopher Hitchens, que es un canalla intelectual. Fue también troskista de los que se pasaron a Estados Unidos por odio comprensible a los comunistas de Stalin.

Ahora lucha Hitchens directamente contra Michael Moore, director y autor de Fahrenheit 9/11, cuyo nombre tuerce Unfairenheit (injusto) y titula Las mentiras de Michael Moore: una frase dice que la película «is a sinister exercise in moral frivolity, crudely disguised as an exercise in seriousness. It is also a spectacle of abject political cowardice masking itself as a demonstration of ‘dissenting’ bravery»: la compara con Leni Riefenstahal para Hitler, con Eisenstein para Stalin.Y ya lo dejo…