19 noviembre 2000

Fernando Vizcaino Casas denuncia que Pedro J. Ramírez censuró su artículo sobre Franco en el diario EL MUNDO

Hechos

El 19.11.2000 el periódico EL MUNDO publicó un artículo de D. Fernando Vizcaino Casas sobre el general Franco, Jefe de Estado de España entre 1936 y 1975.

Lecturas

La versión del Sr. Vizcaino Casas.

No puedo resistirme a narrar la más reciente muestra de la curiosa interpretación de las libertades, concretamente la de libertad de expresión.

Ocurrió que, cercano el 20 de noviembre del año 2000, cuando el 25º aniversario de la muerte de Franco (el anterior Jefe de Estado, como ahora suele decirse) motivó una avalancha de artículos acerca de su persona y de su obra, recibí una inesperada llamada telefónica del diario EL MUNDO. Y el encargo, más inesperado todavía, de escribir sobre si Franco había sido o no un buen gobernante. Naturalmente, tenía que ajustarme a ese tema. Por mi colaboración se me pagarían 25.000 pesetas, era urgente el envío del original.

Sin importarme la parquedad de la retribución, cumplí gustoso el encargo y el día 18 lo remití por fax. Apareció publicado  tal como estaba previsto. Pero mi sorpresa fue grande al comprobar que se había suprimido íntegramente el último párrafo. En el que, refiriéndome a unas declaraciones aparecidas también en EL MUNDO días antes, yo decía: «Sólo una nota final: he leído en estas páginas hace dos días que una madame Bacloud dice aborrecer a Franco porque era ‘vulgar’. ¡Anda que si llega a ser destacado! O distinguido o inteligente».

Puede suponerse mi estupor ante la mutilación de mi artículo porque, cuando las técnicas de impresión no eran las actuales, solía ocurrir que sobraran líneas en algún escrito; se pedía entonces al autor (sólo a él) que suprimiera el exceso para ajustar la columna. Hoy, cuando se compone en ordenador, el problema ya no existe. De modo y manera que me habían censurado el artículo.

Escribí el mismo día 20 al director de EL MUNDO, Pedro J. Ramírez. Sabido es que se trata de uno de los más ilustres periodistas en ejercicio.

«Mi distinguido amigo y compañero: He de agradecerte que me ofrecieras las páginas de EL MUNDO del que soy lector diario, para meter baza en el otra vez tan zarandeado tema del franquismo. Aunque me sorprende, eso sí, que se suprimiera el último párrafo del artículo en un ejercicio de censura que no esperaba de vosotros. Celebraré charlar contigo. Hasta entonces, un cordial saludo».

Bueno, pues mi carta no mereció contestación, lo que en el mejor de los casos supone una evidente descortesía. Lo mismo que la inconcebible utilización de las tijeras para mutilar mi artículo empalmaba con los más clásicos y tan justamente vilipendiados hábitos de la censura que Pedro J. llamaba siempre ‘la dictadura’.

Tampoco me han pagado el artículo, pero eso es lo de menos.

(Los Pasos Perdidos II, pag 17-19).

19 Noviembre 2000

Balance positivo

Fernando Vizcaino Casas

Leer

Según nuestra Santa Madre, la Real Academia de la Lengua, gobernar es mandar con autoridad o regir una cosa; y gobernante es quien gobierna, claro. Así planteado, digo yo que Franco se ajustó de modo indiscutible al concepto académico: mandó con autoridad -menuda autoridad la suya- y rigió, de qué manera, sobre una cosa llamada España. Claro que el hecho de que fuese buen gobernante no supone que gobernara bien. Como se me plantea tan sólo la primera cuestión, a ella me referiré fundamentalmente; sin olvidar algún comentario acerca de la bondad o maldad en la gestión de quien, por definición, cumplió las condiciones para ser calificado de gobernante.

Tantas veces se ha destacado por los expertos en francología (especialidad que jamás desarrollé) la decisiva influencia que tuvo su nacencia gallega que forzosamente hay que recordarla. Su tarea de gobierno anduvo siempre por los senderos de la astucia, la sagacidad, la zangamanga. Una actividad política con retranca, es decir. Así pudo bandearse con innegable fortuna entre políticos de tendencias muy dispares, a quienes distribuyó en sus gobiernos para contentar a las llamadas familias del régimen, templar gaitas entre ellas y manejarlas según le convino. Disolvió con habilidad los conatos de rebeldía de las personalidades, varios generales entre ellas, que al terminar la guerra mundial quisieron forzarle a ceder la jefatura del Estado en favor del Conde de Barcelona. Su largo tira y afloja con éste tampoco fue manco. Otra vez se impuso la sabia maulería de don Francisco, que en el rifirrafe de tantos años con Don Juan acabó saliéndose con la suya. Y no digamos la sutileza absolutamente galaica con la que toreó, dicho sea con perdón, nada menos que a Hitler. Ahí más que buen gobernante fue excelente estadista.

Cito tan sólo algunos momentos de su ejercicio del poder; podría recordar asimismo su política social, sus afanes regeneracionistas y la creación de esa clase media, antes inexistente, clave fundamental (junto con el Rey y la sabiduría de Fernández Miranda) en la pacífica transición a la plena democracia que felizmente gozamos. También tuvo errores, mantuvo posturas intransigentes, incurrió en actitudes y tomó decisiones desafortunadas -incluso arbitrarias- y frenó libertades básicas y toleró injusticias. Hombre, claro. Como todo gobernante, su labor ofrece notorios aspectos negativos. El balance ¿arroja un saldo positivo, que justifique considerarle bueno o le relega a la maldad en la Gobernación? Con todos los respetos, me inclino por lo primero, con las naturales reservas; aunque cada cual comenta el desfile según le fue.

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Fernando Vizcaíno Casas