20 noviembre 2000

Finaliza la dictadura de Fujimori en Perú: el mandatario huye del país a Japón acusado de corrupción, soborno y fraude electoral junto a su cómplice Vladimiro Montesinos

Hechos

El 21 de noviembre de 2000 terminó oficialmente el mandato de Alberto Fujimori como Presidente de Perú.

Lecturas

Dr. MONTESINOS, EL «ASESOR» CORRUPTO.

El huida del país del Dr. Vladimiro Montesinos, asesor del presidente Fujimori después de la difusión de unas imágenes en las que se le veía sobornando a parlamentarios en nombre de Fujimori ha precipitado la caída del gobierno de Fujimori.

LOS ENEMIGOS DE FUJIMORI:

Alejandro Toledo es el líder de la Oposición al régimen de Fujimori. Se negó a participar en las elecciones en las que era candidato a la presidencia por considerar evidente el fraude electoral.

El Teniente Coronel Ollanta Humala, imitando el estilo de Hugo Chávez, el 29 de octubre de 2000, solicitó en nombre del Ejército la dimisión del presidente Fujimori por considerar su presidencia ilegítima.

Alán García, que ocupó la presidencia entre 1986 y 1990 que ha vivido exiliado desde el golpe de Estado de Fujimori en 1992 ha anunciado que retorna al país para aspirar a recuperar la presidencia de Perú otra vez.

18 Septiembre 2000

Fujimori se va

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El régimen de Alberto Fujimori ha reventado por acumulación de fraudes electorales, escándalos de corrupción, protestas en la calle y presión internacional.La gota que ha hecho desbordar el vaso ha sido la difusión de un vídeo en el que se veía al número dos del régimen y jefe del temido Servicio Nacional de Inteligencia (SIN), el tenebroso Vladimiro Montesinos, comprar a un diputado de la oposición, un trabajo que ha repetido con otros para asegurar al partido gubernamental una mayoría que no tenía en el Parlamento. Fujimori y Montesinos eran uña y carne. El presidente se ha visto arrastrado por la inevitable caída de Montesinos tras esta filtración que tiene un inequívoco origen en el interior del régimen. La decisión de Fujimori de convocar elecciones generales «en el inmediato plazo posible» y de no presentarse puede servir para iniciar una transición hacia la plena democracia en Perú.Ahora bien, Fujimori y los suyos han hecho suficientes trampas en sus 10 años en la presidencia de Perú como para desconfiar de todos sus gestos. Su sistema de poder se había montado sobre la base de una Constitución tallada a su medida, de una policía secreta sin escrúpulos, del Ejército y de la ocupación de todas las instituciones estatales, incluidas las judiciales y electorales. Desmontar tal red de intereses y de impunidad no va a resultar fácil, pese a la decisión anunciada por Fujimori de «desactivar» el SIN. Demasiados misterios rodean aún el inesperado anuncio de Fujimori y el paradero de Montesinos. Resolverlos puede aportar claves para calibrar los «factores externos», como los llama la oposición, que pueden influir en el futuro.

Fujimori debe llegar así al término de su vida política, aunque con una salida nada clara tras 10 años de creciente autoritarismo. Dos años después de ganar las elecciones de 1990, Fujimori dio un autogolpe que, aunque popular, constituyó una violación constitucional. Arropado en una mejora económica y en importantes éxitos en la lucha contra el terrorismo de Sendero Luminoso, Fujimori se olvidó de las reglas del Estado de derecho, culminando con el enorme fraude en las pasadas elecciones, en las que arrebató la victoria al opositor Alejandro Toledo. Éste pide ahora la constitución de un Gobierno de transición y ofrece algo de lo que Perú está más necesitado que nunca: diálogo. Es en momentos como éstos cuando la comunidad internacional, y en particular la Organización de Estados Americanos (OEA), debe redoblar sus esfuerzos para impulsar la transición, lograr unas elecciones limpias y ayudar a Perú a salir adelante.

18 Septiembre 2000

PERU SALDRA GANANDO CON LA RENUNCIA DE FUJIMORI

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Tras una década en el poder salpicada de escándalos y altibajos políticos, Alberto Fujimori comunicó ayer por sorpresa su decisión de abandonar la presidencia del país. En un mensaje televisado a la nación, Fujimori aseguró que va a convocar elecciones generales y presidenciales en el «plazo inmediato posible», a las cuales él no piensa concurrir. El anuncio se produce tres días después de la emisión de un video, en el que Vladimiro Montesinos, mano derecha de Fujimori y jefe de los servicios secretos, le entrega un fajo de billetes a un diputado de la oposición, que poco después se pasaría a las filas de la coalición gubernamental.

El video ha suscitado una profunda sensación de indignación no sólo entre los peruanos. El Departamento de Estado de EEUU, la Iglesia católica y la OEA pidieron la destitución de Montesinos, ex capitán del Ejército, ex taxista, ex abogado de narcotraficantes y, hasta ayer, factotum de Fujimori, que anunció también la disolución de los servicios de inteligencia. Montesinos ha huido probablemente del país.

Fujimori siempre ha sido un maestro en el arte de acomodar la legalidad a sus intereses: disolvió el Parlamento por decreto en 1992 y ordenó el arresto de los presidentes de las Cámaras, reformó la Constitución en 1993 para poder acceder a un segundo mandato y, tres años más tarde, hizo aprobar una ley que le permitía un tercer mandato, contra lo que establecía la Constitución impulsada por él mismo. Ello explica la mezcla de alivio y recelo con que fue recibida su decisión de retirarse de la vida política por parte de la oposición, que todavía desconfía de la sinceridad de sus propósitos.

Alejandro Toledo, el rival de Fujimori que se retiró de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, confirmó ayer en Washington que piensa presentarse de nuevo, liderando un frente contra el fujimorismo. Se ignora si Cambio 90, el partido del presidente, concurrirá a los comicios con un nuevo candidato u optará por autodisolverse. En cualquier caso, los juristas no se ponían de acuerdo anoche sobre si la convocatoria de elecciones, que debe ser refrendada por el Congreso, implica la dimisión de Fujimori o éste puede continuar hasta la proclamación de su sucesor.

A pesar de las evidencias de fraude en las elecciones de la primavera pasada, de su estilo autoritario de ejercer el poder y de la corrupción de su entorno, Fujimori mantenía un considerable índice de popularidad, basado en un cierto carisma personal, explotado por los medios de comunicación oficiales, y en su éxito en la lucha contra Sendero Luminoso, la guerrilla que aterrorizaba el país hace diez años.

Fujimori consiguió un espectacular éxito económico en sus primeros años de mandato tras la desastrosa herencia recibida de Alan García, pero la situación sufrió un fuerte deterioro a partir de 1996. La herencia que dejará a su sucesor no es buena. Pero, al menos, ha tenido el gesto de lucidez de hacer mutis por el foro cuando todo el tinglado amenazaba con venirse abajo. Perú ganará con su marcha.

20 Noviembre 2000

Se va Fujimori

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Fujimori se va. El líder populista que durante una década ha dominado la política peruana, saltándose casi todas las normas democráticas, no ha encontrado la manera de prolongar unos meses su permanencia en el poder para preparar su salida de la manera más conveniente para él. El episodio de la huida y regreso de su hombre de confianza para asuntos sucios, Vladimiro Montesinos, aparece como el detonante de la renuncia. Pero sus raíces están en la dinámica desencadenada por la victoria electoral robada a la oposición, encabezada por Alejandro Toledo, en la primavera pasada. Toledo no se dejó atrapar por las maniobras de Fujimori para que concurriera a una segunda vuelta tan amañada como la primera.La renuncia, confirmada insólitamente por el propio presidente desde Japón, fue anunciada ayer por su primer ministro, Federico Salas, un moderado del que Fujimori echó mano tras su fraudulenta victoria en esa segunda vuelta sin contrincante, en mayo pasado. Salas aseguró haber sido informado telefónicamente por Fujimori, que seguirá en Japón, no se sabe si con intención de quedarse. Su Gobierno dimitió en bloque. El vacío de poder que se abre hasta las elecciones de abril no podrá ser cubierto por el vicepresidente primero, Francisco Tudela, que dimitió en protesta por el regreso a Perú de Montesinos. El opositor Alejandro Toledo insinuó ayer que el álter ego de Fujimori podría no estar vivo y que, en todo caso, la causa inmediata de la renuncia podría ser la implicación del presidente en las tramas de corrupción política y también económica, compartidas con su ex espía en jefe. Toledo no cuestiona la fecha de las elecciones, previstas para el 8 de abril, pero sí propone que la presidencia interina sea ocupada por el presidente del Congreso, Valentín Paniagua, a fin de garantizar la neutralidad del Ejecutivo en este periodo.

La resistencia de la oposición al fraude y el respaldo internacional que obtuvo frente a Fujimori han resultado decisivos para la descomposición acelerada del régimen. Las evidencias de que el vídeo en que se veía a Montesinos comprando a un diputado opositor fue filtrado desde el corazón de los servicios secretos revelaron la división sembrada en el poder por la resistencia interior y la presión exterior. Suele ocurrir en los ocasos de los regímenes autoritarios. Fujimori pretendió reaccionar separando su suerte de la de su protegido (aunque tal vez el protegido fuera él), pero su temor a que el otro denunciara públicamente los asuntos turbios que habían compartido le llevó a adoptar decisiones cada vez más incomprensibles. La fuga y regreso de Montesinos y la ridícula operación de búsqueda encabezada por el presidente en persona avergonzaron incluso al Ejército, sometido estas semanas a las tensiones de la destitución instantánea de sus mandos y de la insurrección de un oficial de provincias con pretensiones regeneracionistas.

La presencia de Fujimori hasta julio, según el calendario propuesto por él mismo, era un factor potencial de división del Ejército y una garantía de mayor deterioro de la situación económica. Seguramente ambas consideraciones han presionado fuertemente sobre el entorno del presidente para que adelante su renuncia. Se abre un periodo lleno de incertidumbres. La salida de Fujimori era condición necesaria para el inicio de una transición, pero la existencia de un poder judicial muy condicionado y la mezcla de elementos democráticos y autoritarios que caracterizan al sistema plantean reservas respecto a las condiciones en que se celebren las elecciones. La neutralidad del Ejército es ahora el factor clave, y para ello será muy importante la actitud vigilante de la comunidad internacional.

20 Noviembre 2000

Fujimori o el indigno final de un político tramposo que busca la impunidad

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Tras una larga y convulsa agonía política, Alberto Fujimori tiró ayer por fin la toalla. El presidente peruano, refugiado en un lujoso hotel de Tokio, anunció su dimisión irrevocable, que se materializará en el plazo de 48 horas. Fujimori solicitará probablemente la ciudadanía japonesa, a la que tiene derecho por ley al ser hijo de padres de esta nacionalidad. Todo indica que el líder que ha dirigido con mano férrea Perú durante la última década no tiene intención de retornar al país. Y ello por la sencilla razón de que Fujimori acabaría probablemente en el banquillo por corrupción. El todavía presidente ha perdido el apoyo de los militares y su nivel de popularidad ha descendido bajo mínimos a pesar del control de los medios de comunicación. La causa que ha precipitado la dimisión de Fujimori -que había decidido no presentarse en las próximas elecciones presidenciales de abril- ha sido probablemente la elección el pasado miércoles de Valentín Paniagua, dirigente de la oposición, como presidente del Congreso. El éxito de Paniagua fue una palpable demostración de que buena parte de sus partidarios le abandonaban y que incluso estaban dispuestos a votar su destitución. Fujimori fue consciente de su tremenda soledad política y optó por poner tierra por medio. Su dimisión es un gesto de impotencia tras acontecimientos como el retorno clandestino de Vladimiro Montesinos, otrora su hombre de confianza, y el grotesco levantamiento del teniente coronel Humala, que revelaron que El Chino había perdido el control de los hilos del poder. Fujimori, el líder que había disuelto ilegalmente el Parlamento, que se había burlado de la Constitución, que había destituido a la cúpula judicial y que había amañado los resultados de las últimas elecciones, ha acabado por convertirse en una patética figura, sin más apoyo que el de su hija y sus asesores. Su renuncia abre el camino a una transformación democrática del país. La gran incógnita es ahora quién va a ser el sucesor de Fujimori, ya que, según la Constitución, el cargo correspondería al vicepresidente primero, Francisco Tudela. Este dimitió hace varias semanas para expresar su desacuerdo con el presidente. El cargo correspondería, pues, al vicepresidente segundo, Ricardo Márquez, un fujimorista al que la oposición no acepta. Paniagua dijo ayer que el Congreso es soberano para nombrar a quien le plazca. Incluso a él, que cuenta con el respaldo de Alejandro Toledo. En una situación como ésta, lo lógico sería un gran pacto de todas las fuerzas políticas para apoyar un Gobierno de concentración nacional y la celebración de elecciones generales y presidenciales cuanto antes. Es la única salida para evitar que los militares caigan en la tentación -«absolutamente remota», según declaró anoche Toledo en Madrid- de llenar el actual vacío de poder.