16 febrero 1991

La gala fue retransmitida por ANTENA 3 TV en lugar de por TVE y se preocupó de que el acto no se alargara demasiado

Gala de los Goya 1991 – ‘¡Ay, Carmela!’ de Carlos Saura vence a ‘Átame’ de Pedro Almodóvar y arrasa quedándose con hasta trece estatuillas

Hechos

La gala se celebró el 16 de febrero de 1991.

Lecturas

GANADORES DE LOS GOYA 1991

Película – «¡Ay Carmela!»

Director – D. Carlos Saura («¡Ay Carmela!»).

Actor – D. Andrés Pajares («¡Ay Carmela!»).

Actriz – Dña. Carmen Maura («¡Ay Carmela!»).

Guión Original – D. Montxo Armendáriz («Las cartas de Alou»).

Actor de Reparto – D. Gabino Diego («¡Ay Carmela!»).

Actriz de reparto – Dña. María Barranco («Las Edades de Lulú»).

Fotografía – D. Alfredo Mayo («Las cartas de Alou»).

Montaje – D. Pablo del Amo («¡Ay Carmela!»)

Dirección Artística – D. R. Palmero y D. M. Sánchez Rau («¡Ay Carmela!»).

Diseño de Vestuario – R. Palmero y D. M Sánchez Rau («¡Ay Carmela!»)

Música Original – D. José Nieto («Lo más natural»).

Sonido: D. G. Ortion y D. A. Pino («¡Ay Carmela!»).

Maquillaje-Peluquería: D. J. A. Sánchez y P. Núñez («¡Ay Carmela!»).

Efectos Especiales: D. Reyes Abades («¡Ay Carmela!»).

Cortometraje: «El Viaje del Agua» de Querejeta / Ruiz / Pérez de la Paz.

Dirección novel: Dña. Rosa Vergés (‘Boom Boom’)

Dirección de producción: D. Víctor Albarrán (¡Ay Carmela!’).

Película Extranjera de habla hispana: ‘Cáidos del Cielo’ de D. F. Lombardi.

Goya de Honor – D. Enrique Alarcón.

16 Marzo 1990

Heroicos perdedores

Carlos Boyero

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TRES perdedores que sobreviven en medio de un volcan, sin tiempo ni preparación intelectual para extender certificados ideológicos. Pertenecen a esa cosa abstracta llamada pueblo, gente, humanidad. Este exseminarista ratonero, experto en comprensibles salvaciones cotidianas, esta patética cupletista con anhelos frustrados de respetabilidad burguesa y ese perro mudo, abandonado, voluntarioso y afectivo, al que han salvado de la intemperie la pareja de comicastros, componen un retrato emotivo y admirable de las víctimas que se niegan instintivamente a aceptar su condición y su sumision moral. Carlos Saura ha realizado un poema realista, tragicocómico, comprometido y finalmente épico, sobre la barbarie y la humillación, el azar y la necesidad, el instinto y la degradación, la inevitabilidad de tomar partido en situaciones tan intolerables como abismales, las agarraderas vitales cuando todo es sucio y oscuro, la necesidad de escupir y denunciar a la hiena a costa de arriesgar la propia vida, el único lujo del que disponen los pobres, en palabras de aquel genial hombre bueno llamado Brassens. En iAy, Carmela! existe un humor y un sarcasmo con huellas reconocibles (Saura y Rafael Azcona vuelven a cohabitar en esta crónica amarga), personajes y situaciones dramáticas que provocan simultaneamente él estupor y la carcajada, secuencias difíciles de resolver en las que conviven armoniosamente la tension de los protagonistas, la contradicción de sus sentimientos, la representación teatral y el desafío real, el miedo y la afirmación, el texto aparentemente folklórico encontrando su sentido revolucionario, comprensión, lucidez y ternura en la descripción de las grandezas y las miserias cotidianas, valentía para no permitirse el olvido de los autores de cicatrices imborrables, personalidad visual y narrativa. Yo me apuntaba a degustar una vez al mes películas sobre la Guerra Civil si reunen la capacidad de emoción de estos perdurables Carmela, Paulino y Gustavo. No es un problema de temas sino de tratamientos, estilo, talento. Carmen Maura, señora testaruda, perfeccionista y enamorada hasta el delirio de su trabajo, se plantea retos a sus supuestas limitaciones y decide cantar y bailar, además de bordar a su personaje. Gabino Diego, entrañable y expresivo, privado de lenguaje, lo sustituye conmovedoramente con su rostro y con sus manos. Pero la más grata de las sorpresas se llama Andrés Pajares, un cómico subvalorado que aquí nos remite sin prejuicios al universo de Sordi o de Lemmon.

18 Marzo 1990

Buen teatro hecho buen cine

Ángel Fernández-Santos

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Adaptar al cine una obra de teatro limita con dos opciones contrarias. La primera es hacer teatro filmado (Marat-Sade, de Peter Brook; Enrique V, de Laurence Olivier) y la segunda volver del revés la composición del drama original y convertirlo en territorio de puro cine con semilla de teatro en él: Ordet, de Dreyer; Campanadas a medianoche, de Welles. Saura y Azcona, apoyados en el drama de Sanchis Sinisterra, han seguido el últimocamino y abierto en él horizontes para una bella película.Hay dos causas de la bondad del filme. Una es la poderosa reconstrucción que Saura consigue de un pequeño ámbito de la guerra civil española hasta convertirlo en gran espacio metafórico de aquel pantano de nuestra historia. La confluencia en el filme de pronunciados rasgos de comedia, farsa arrevistada, esperpento, documento y finalmente epopeya trágica, se produce sin artificio, con suave y elegante cadencia, de manera que en las violentas transiciones de un estilo a otro no se producen arritmias ni vacíos intermedios, ni nada chirría en su engarce recíproco. Saura da una lección de encadenamiento armonioso de elementos dispares y hay desgarro, buenas caricias a la sentimentalidad, radicalidad ética, ternura, emoción en el resultado.El segundo elemento que eleva a la película por encima de los peligros que le acechan está en el notable ejercicio de elaboración de ambientes y en la dirección de los actores. Estos en conjunto actuan con una precisión y una comodidad envidiables; y cuatro de ellos, Gabino Diego, Miguel Rellán, Carmen Maura y Andrés Pajares, con genuinas nobles artes de captura, que nos atrapan literalmente en sus redes. Esto se percibe sobre todo en la composición de Pajares, tal vez porque su sorprendente dominio de lo indirecto y lo delicado proviene en este caso de quien hasta ahora ha cimentado su celebridad sobre derroches de brocha gorda y grano cómico tosco, sin cribar. Su criba de oro en la ganga es aquí, como la de Carmen Maura, cosa de maestros de su oficio.

El filme discurre sin desequilibrios, pero con una excepción: laescena del teatro, donde la representación de un desorden se convierte en un informe barullo. La escena es compleja, pues requiere la exposición simultánea de cuatro elementos que se conjugan sin solución de continuidad: los actores en escena y en bambalinas, el patio de butacas lleno de militares nacionalistas y el gallinero ocupado por prisioneros de las brigadas internacionales.

Estos cuatro ámbitos no están bien delimitados ni conjugados y se atropellan unos a otros, hasta el punto de que hay instantes en que espacios, sonidos y tiempos se estorban, se pisan los talones recíprocamente. Representar en cine un desorden requiere paradójicamente mucho orden y esta escena crucial carece de él y se sumerge en un amorfo galimatías, que es cosa distinta, incluso opuesta al desorden en cuanto materia cinematográfica.

¡Ay, Carmela!

Dirección: Carlos Saura. Guión: Rafael Azcona y C. Saura, según la obra de Sanchis Sinisterra. Fotografia: Alcaine. Montaje: Del Amo. Música: A. Masso. España, 1990. Intérpretes: Carmen Maura, Andrés Pajares, Gabino Diego, Miguel Rellán. Estreno: Capitol, Luchana, Carlton, Excelsior, Aragón, España, Lido, La Vaguada.