28 diciembre 1978

Guerra Civil: Represión brutal de los ‘nacionales’ en Navarra: el horror del caso Maravillas Lamberto

Hechos

El 28 de diciembre de 1978 se publicaron reportajes sobre lo sucedido en julio y agosto de 1936 en Navarra y Granada tras ser tomada por los ‘nacionales’ durante la Guerra Civil españoña.

Lecturas

NAVARRA 1936: LOS VERDUGOS DE LA CRUZADA

Había que justificar el asesinato de millares de personas a las que les sorprendió el Alzamiento en Navarra y para esto se inventaron un nombre: La Cruzada. Falangistas y carlistas recurren a la religión para encubrir mejor a los muertos que, desde este 19 de julio de 1936, se iban a amontonar en las puertas de los caseríos y en los accesos de los cementerios. Más tarde llegarían los galardones: la laureada para los que habían fusilado más y mejor. Los próceres de la patria han llevado sus medallas exhibiéndolas en procesiones, actos y por la calle mayor del pueblo. Ha sido el único tributo de oscuridad con que les premió el franquismo por su trabajo como peones de la muerte.

Y esta fue la factura por sus servicios prestados…

Larraga, 15 de agosto de 1936: “… Yo sólo les puedo dar la razón de lo que ví: este día, a las dos de la madrugada, subieron a mi casa. Mis padres dormían en una habitación y mi hermana Maravillas y yo en otra. Subieron Julio Redin Sanz y el hijo del churrero, que vive todavía; uno era falangista y el otro requeté. Cuando le dijeron a mi padre que se levantara, mi hermana, que era un poco mayor que yo, se vistió también y les dijo: “Yo voy con mi padre, quiero saber qué le hacen”. “Pues ven si quieres” – le contestaron – . Maravillas se vistió y se fue con ellos. A padre lo encerraron en la planta baja del Ayuntamiento y a ella la hicieron subir al piso. Todos la violaron…, ellos mismos lo iban pregonando por los bares del pueblo. El primero que lo hizo fue el propio secretario del Ayuntamiento”.

Quien explica esto es la propia hermana de Maravillas, Pilar Lamberto.

  • Tengo buena memoria: era el día de la Virgen de Agosto. Los sacaron del Ayuntamiento y los llevaron a la cuneta del Moro. A padre (Vicente Marturet, conocido por Vicentón) lo pusieron un poco más adelante y a Maravillas la condujeron a unos 25 metros lejos de mi padre, la desnudaron y repitieron nuevamente la orgía sexual. Después la mataron y abandonaron el cadáver junto a un enebro.

Otro testigo nos dice:

  • A Maravillas la descubrimos una semana más tarde, por el olor. Los perros se habían comido sus dedos, por lo que tuvimos que matarlos. Tratamos de cogería y enterrarla, pero no se podía. Trajimos gasolina de la trilladora de Ibiricu y la quemamos. No qedó nada de ella…

Los fusileros eran jóvenes de dieciocho años

Formaban cuadrillas de 15 o 20 personas, la mayoría jóvenes a veinte años, dirigidos por un jefe que era el responsable ante la Junta de Guerra de los fusilamientos que diariamente se hacían en los pueblos. Uno de ellos, quizá el más temible, se llamaba Timoteo Escalera, conocido también como el Cabo de la muerte:

  • …A mí me cortaron el pelo de parte de Timoteo Escalera, un guardia más malo que Nerón. Pero le juro que habría estado toda la vida dejándome cortar el pelo con tal de que hubieran dejado con vida a los hombres. No hay derecho a como nos han dejado vivir…

Timoteo Escalera vive todavía. Fue una persona insaciable con los prisioneros republicanos. Su nombre evoca la memoria colectiva de estas gentes toda clase de crímenes, violaciones, torturas. Se destacó también por su obsesión de perseguir a las mujeres, a las que cortaba el pelo y a las que hacía beber aceite de ricino.

  • Nos mandaba al Ayuntamiento a trabajar. La mayoría somos esposas de fusilados por él. Nos hacía bordar crespones con las insignias de Falange y de los carlistas. A cambio nos daba pan seco y chorizo podrido.

En Murchante, el cabo Escalera hizo también estragos. Allí mataron a dos hombres y luego ordenó a los del piquete de ejecución que se mearan sobre sus cadáveres. Sin embargo, la gente coincide en atribuir a Escalera un papel de peón: “…El sólo cumplía órdenes – me dicen – los máximos responsables ya no viven. Timoteo sólo sabía matar”. Y esto fue precisamente lo que hizo con El Chifla.

A Manuel Villar Oses, El Chifla, lo mataron el 30 de agosto junto con muchos más del pueblo de Olite. Un testigo de esta muerte nos dice que pasó este día:

  • A Manuel le tenían interés. Era un hombre entero, decidido, y que no escondía sus ideas. Lo perseguían desde hacía semanas. Al fin lo agarraron y lo fusilaron más tarde en Olite. Después de muerto hicieron con él lo que no se puede hacer con nadie. Le cortaron sus partes y se las metieron en la boca: “Ahora chifla – le decían – ahora chifla…”. Reían como salvajes… En el raso de Peralta mataron a cuarenta y nueve, entre ellos a los hermanos Pellejero, Aurelio y Emilio. El menor, de catorce años, al ver que se llevaban a sus hermanos en un camión quiso estar con ellos. Lo fusilaron también…

A veces se mataba por venganza personal. El número dependía por las personas influyentes del pueblo. Este fue el caso de ‘El Mediquín’. Los vecinos lo recuerdan muy bien:

  • Cuando mataron al hijo del médico en el frente, lo trajeron a Tafalla. Entonces su padre, como venganza, se las arregló para conseguir de la Junta de Guerra el permiso para ‘hacer un escarmiento ejemplar’. Los carlistas comenzaron a manifestarse y a pedir al alcalde que les entregara a los prisioneros. Al final los sacaron a todos, dándoles golpes, y fusilaron a cincuenta y ocho. “El Mediquín” dirigió personalmente el grupo que los mató. Después de esto se convirtió en un criminal que mataba por cualquier excusa. Mandaba también los grupos que intervenían en otros pueblos vecinos.
  • Sin embargo, en Murchante – interrumpe un vecino del pueblo al que nos trasladamos – los responsables fueron los Cuberos. Victoriano Cuberos, varón de San Vicente.

El general Emilio Mola nombró como hombre de confianza en la operación de saneamiento a Alejandro Utrilla, el que invistió con el cargo de inspector jefe de Requetés. A él y a Rada les dijo: “Ordeno que mañana mismo sea decretado el estado de guerra. Tú – dirigiéndose a Utrilla – debes movilizar a los requetés para la misma hora… Unos mil encuadrados en grupos de 50”. El inspector jefe de los Requetés se convirtió desde este momento en una pieza clave de la represión en todos los pueblos de Navarra.

Los terratenientes, a la búsqueda de Republicanos

Alejandro Utrilla se sirvió de los viejos rencores que la mayoría de los terratenientes albergaban contra los labradores por el eterno litigio de las tierras. Los caciques se lanzaron ala primera oportunidad a delatar a los sindicalistas, en su mayoría afiliados a UGT y CNT. La Junta de Guerra les dio carta blanca para hacer y deshacer a su antojo, lo que les permitió erigirse en jueces y verdugos. Este fue el caso del conde de la Unión, Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno; pero el que mayor responsabilidad tuvo en los fusilamientos de estos días fue el secretario del duque del Infantado, Ramiro Torrijos Laguna; este había tenido con anterioridad enfrentamientos con los labradores, en los que tuvo que intervenir la Guardia Civil. Después del 18 de julio, este hombre dio rienda suelta a su venganza: se convirtió en el azote de los republicanos y en uno de los cabecillas de los fusilamientos. Valga un ejemplo:  su pueblo, Sartaguda, lo llaman desde entonces ‘el pueblo de las viudas’.

Otro terrateniente destacado en la represión fue José Sánchez Marco, que ocupaba en estos días del levantamiento militar los cargos de presidente en la Agrupación de Terratenientes de navarra, del Partido Integrista y de Acción Católica. Estos tuvieron que ver con los hechos de Mendabia.

  • Aquí nos fusilaron a ciento treinta; ¿qué por qué? Mira tú, porque les dio la gana. Entraron los falangistas y carlistas y mataron al alcalde, concejales, secretarios, serenos, guardas forestales, peones camineros; en fin, a todos los que tenían algo que ver con la administración del municipio. Aquello sí que fue una matanza… nos tiraban como a conejos (…) Mola les había dicho que nosotros guardábamos las armas en el Ayuntamiento. No teníamos ni una escopeta…

En general, los historiadores han hablado de la complicidad de la Iglesia de Navarra en los fusilamientos masivos. Se cita con frecuencia el nombre de Azagra, como ejemplo del papel represivo de la Iglesia.

Fusilados republicanos en el Valle de los Caídos

  • Eran las ´vísperas del as fiestas patronales, el día siete de septiembre. Llegaron los falangistas y se llevaron a veintisiete vecinos, a los que fusilaron en Cadreita, que es el pueblo más cercano. Los restos se los llevaron al Valle de los Caídos, sin el consentimiento de sus familiares…

Así es, por sorprendente que parezca. Las familias han hecho una protesta formal para recuperar sus restos del monumento franquista. La comisión gestora pro fusilados del 36 nos confirmó también este extremo. Andrés Echevarría nos informa:

  • Después de fusilarlos, comieron en el pueblo, y por la tarde se fueron a las fiestas patronales. Rindieron honores a la Virgen de Azagra con los mismos fusiles con que habían matado a los veintisiete unas horas antes.

Los fusileros dieron escolta también al entonces cura de Azagra, Santos Beguiristáin. Este cura – al que la gente lo relaciona con las 27 muertes – ha sido hasta hace poco director espiritual de Televisión Española, capellán del colegio de San Pablo de Madrid, consiliario diocesano de Acción Católica, el que celebraba las Misas para los investidos del Opus y, en fin, el artífice espiritual del ‘Ministerio de Olanos’. Santos Beguiristáin vive actualmente en Obanos, a 15 kilómetros de la carretera de Estella.

  • A la Virgen de la catedral la llamamos la Virgen de los fusilados. EL día veintitrés de agosto, después de una larga procesión en la que intervinieron las autoridades civiles y militares de Pamplona, llevaron a cincuenta y dos personas a fusilar a La Bardena.

La Bardena está situada en la carretera nacional de Zaragoza, después de pasar Caparroso. “Allí, en un corral de ganado los fusilaron a todos. Eran personas sugnificativas de la izquierda, la mayoría médicos, abogados y maestros…”

Pues bien, entre los sacerdotes que este día confesaron se encontraba el actual obispo de Bilbao, Antonio Añoveros – el de las homilías – Él fue, al parecer, quien confortó espiritualmente a los que iban a morir en el corral de La Bardena.

También hubo curas que opusieron a la masacre de republicanos, entre ellos Lukus Aramendia, al que fusilaron por ‘rojo’ en el valle de Allín. Al cura de Milagro, un pueblo donde hay 78 fusilados, se le encontraron muerto, un día después de pedir clemencia para los prisioneros a los que iba a matar…

La Gestora nos facilitó una relación de responsables de las matanzas, algunos de los cuales ocupan cargos importantes en la vida pública. Sin embargo faltan documentos – no testimonios – para publicarla.

Entre los que podemos citar figuran “El Chato de Berbizana”. Un verdugo que se complacía en ridiculizar a los muertos después de fusilados. “El Chato” desencadenaba verdaderas ‘razzias’ por los pueblos de Navarra, llenando los camiones de republicanos. Otro que rivalizaba en crueldad con los prisioneros era ‘El Aguila Negra’. Este vive actualmente en Bilbao.

El Aguila Negra dependía directamente de la Junta de Guerra, es un falangista al que le mandaban las misiones más espectaculares, por ejemplo, cuando algún pueblo se sublevaba o mantenía resistencia al Alzamiento. El Aguila era un enfermo mental. A la mayoría de los que mataba los sometía previamente a toda clase de vejaciones.

No ha sido fácil realizar esta extraña operación retorno, pero ya es un hecho:

Naturalmente que hay gente a la que ha molestado que traigamos los restos de nuestros familiares, pero nosotros nos pretendemos resolver. Bastante son cuarenta y dos años de angustia y de terror sin atrevernos a hablar, como si nosotros fuéramos los malos, mientras ellos, los culpables, mandaban en todo y nos hacían la vida imposible. Eso sí, mucha pegatina roja con la laureada, reflotándonosla por las narices: reavivándonos las heridas. Y nosotros sin poder decir ni media palabra, porque si te plantabas la ikurriña, hacías política y “No hay que politizar”. Y en fiestas te inundan el pueblo con banderas españolas, ¡ah, eso no es política!, ni lo ha sido durante cuarenta y dos años ni fue política el asesinato de tantas gentes en mil novecientos treinta y seis…

El Mediquín (señalado con un círculo) se convirtió en un verdugo tras la muerte de su hijo en el frente. A instancias suyas fusilaron a 58 personas en Tafalla.