5 septiembre 1905

La lucha por Corea sacude toda la estructura de Rusia

Guerra Ruso-Japonesa: las tropas de Mutsuhito destrozan la imagen del ejército del zar Nicolás II imponiéndose en la batalla

Hechos

La conferencia de paz en Portsmouth celebrada en Estados Unidos puso fin a la Guerra entre Rusia y Japón.

Lecturas

paz_rusojaponesa  El 5 de septiembre se produjo la firma de la paz de Rusia ante Japón.

EL GANADOR:

Mutsuhito  El emperador de Japón, mikado Mutsuhito (Meiji) se erigía como uno de los líderes del primer mundo pese a no ser europeo al ganar a una potencia tan histórica como Rusia.

EL PERDEDOR:

ZarNIcolas  El zar de Rusia, Nicolás II, se encontraba con una derrota moral para todo su país derrotando por una potencia nueva como era Japón, sólo comparable a la que padeció otro país europeo, España, al ser derrotado por Estados Unidos.

EL REINO DE COREA, PASA A SER UN ‘PROTECTORADO DE JAPÓN’

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El Análisis

Cuando el oso perdió ante el sol naciente

JF Lamata

Rusia ha sido derrotada, y no por Alemania ni por Austria, sino por un país insular al que muchos en Europa seguían dibujando con abanicos y kimonos: Japón. La guerra ruso-japonesa, iniciada por la codicia compartida en Manchuria y Corea, ha terminado con el tratado de Portsmouth y con una humillación para el zar Nicolás II que aún retumba en los pasillos de San Petersburgo. Que el Imperio del Sol Naciente se haya impuesto en tierra y mar al coloso eslavo no solo rompe la lógica colonial del siglo XIX, sino que anuncia, con ruido de cañón, que Asia también quiere asiento en el concierto de potencias.

Los rusos, con sus generales envejecidos y su marina mejor decorada que entrenada, subestimaron al disciplinado ejército de don emperador Meiji, que ha demostrado que la modernización no era puro adorno. La batalla de Tsushima, con la flota rusa mandada al fondo del mar como si fuera de papel, fue un golpe del que la autocracia zarista aún no se ha repuesto. Dentro del imperio, el pueblo se pregunta por qué mueren sus hijos a miles en puertos lejanos mientras no hay pan en casa, y los soviets comienzan a murmurar en las esquinas. Esta guerra no ha sido el principio del fin, pero sí el fin de cierta confianza en los zares.

Del lado japonés, en cambio, la victoria ha sido consagración. El emperador, don Mutsuhito, ha logrado en pocos años lo que siglos de shogunatos no consiguieron: respeto internacional, orgullo nacional y un ejército temido por blancos y amarillos. Que Occidente lo mire ahora con recelo no hace sino confirmar su ascenso. Y que Rusia tenga que lamerse las heridas en pleno 1905, justo cuando medio país está a punto de estallar en huelgas, deja claro que no siempre los grandes imperios vencen… y que a veces, un pequeño archipiélago puede volverse gigante.

J. F. Lamata