9 febrero 1987

Por primera vez el liderazgo de la derecha se ha elegido en una votación entre dos candidatos

8º Congreso de AP – Hernández Mancha elegido nuevo presidente frente a la candidatura de Miguel Herrero de Miñón-José Mª Aznar

Hechos

  • Resultado de la votación:
  • Lista de D. Antonio Hernández Mancha – D. Arturo García Tizón: 1.930 delegados
  • Lista de D. Miguel Herrero R. de Miñón – D. José Mª Aznar:  729 delegados

Lecturas

El 7 de febrero de 1987 se celebra el VIII Congreso de Alianza Popular con carácter extraordinario con el objetivo de elegir nuevo presidente y ejecutiva del partido tras la dimisión de D. Manuel Fraga Iribarne como presidente en diciembre. Se presentan dos candidaturas, una presidida por D. Antonio Hernández Mancha y otra presidida por D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, fracasando todos los intentos de lograr una candidatura de consenso.

Es destacable el intento de D. Fernando Suárez González, que propuso una candidatura unitaria con el Sr. Hernández Mancha de presidente, el Sr. Herrero Rodríguez de Miñón y el propio D. Fernando Suárez como secretario general, opción que fue rechazada por el Sr. Herrero.

Las dos candidaturas presentadas fueron las siguientes.

  • Candidatura de Hernández Mancha:
  • Presidente – D. Antonio Hernández Mancha.
  • Vicepresidentes – D. Gerardo Fernández Albor, D. Abel Matutes Juan. D. José Manuel Romay Beccaria y D. Alberto Ruiz Gallardón Jiménez.
  • Secretario General – D. Arturo García Tizón.
  • Comisión Ejecutiva – D. José Ramón del Río, D. Mariano Rajoy, D. Manuel Renedo, Dña. Isabel Ugalde, D. Luis Guillermo Perinat, D. Gonzalo Robles Orozco, D. Jorge Fernández Díaz, D. Miguel Arias Cañete, D. Luis Eduardo Cortés Muñoz, D. Ángen Sanchís, D. Isidro Fernández Rozada, D. Gabino Puche, D. Francisco Tomey Gómez y D. Alfredo Navarro.

 

  • Candidatura de Herrero Rodríguez de Miñón:
  • Presidente – D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón.
  • Vicepresidentes – Dña Isabel Tocino Biscarolasaga, D. Luis Ramallo, D. Mario Amilivia y D. J. Manuel Fabra.
  • Secretario General – D. José María Aznar López.
  • Comisión Ejecutiva – D. Federico Trillo-Figueroa Martínez-Conde, D. Antonio Escudier, Dña. Celia Villalobos Talero, D. Rodrigo Rato Figaredo, D. Santiago Valdivieso, D. Antonio Durán, D. José Antonio Trillo, D. Javier Carabias, D. Rogelio Baón, D. Joaquín Siso, D. Pancha Navarrete, D. José María Ortí Bordás, D. Juan Carlos Gimeno y D. Luis Gerardo López Delgado.

El resultado de la votación por parte de los compromisarios es el siguiente:

  • Candidatura de Hernández Mancha – 1.930 votos.
  • Candidatura de Herrero Rodríguez de Miñón – 729 votos.

Con este el Sr. Hernández Mancha se convierte en el nuevo presidente de AP.

Ante su derrota D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón dimite como presidente del Grupo Parlamentario de Alianza Popular en el Congreso de los Diputados. Al no ser el Sr. Hernández Mancha diputado (es senador), el nuevo presidente del grupo parlamentario será D. José Manuel Romay Beccaria y, en los debates importantes como el del ‘estado de la nación’, D. Arturo García Tizón ejercerá de portavoz del Grupo Popular.

VOTACIÓN PARA LA PRESIDENCIA DE ALIANZA POPULAR

CandidatoMancha D. Antonio Hernández Mancha – 1.930 votos

CandidatoHerrero D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón – 729 votos

ARTURO GARCÍA TIZÓN, NUEVO SECRETARIO GENERAL DE AP

tizon El candidato del Sr. Hernández Mancha, D. Arturo García Tizón será el nuevo Secretario General de AP, derrotando a D. José María Aznar, el candidato a Secretario General apoyado por el Sr. Herrero Rodríguez de Miñón.

EL DESPACHO DE FRAGA QUEDA VACÍO

Despacho_Fraga En un gesto muy simbólico D. Antonio Hernández Mancha ha preferido no ocupar el despacho de la presidencia de Alianza Popular del Sr. Fraga, y ocupará su propia oficina en otra parte.

D. Antonio Hernández Mancha destituirá al equipo de tesorería que encabezaban D. Ángel Sanchís y D. Luis Bárcenas, pero se encontrará con un mandato muy cuestionado teniendo que convocar una convención en 1988 para tratar de reforzar su liderazgo.

16 Enero 1987

Ante el Congreso Extraordinario de AP

Ángel Sanchís

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Los analistas políticos han sintetizado en un triunvirato el posible futuro de nuestro partido: Abel Matutes, Antonio Hernández Mancha y Miguel Herrero. Hernández Mancha es nuestro pico de oro.

En estos días posnavideños asistimos a una eclosión de manifestaciones donde se nos recomienda reflexión unidad, solidaridad y, en definitiva, responsabilidad. Por todas partes se levantan voces pidiendo responsabilidad al centro-derecha (se quiera o no se quiera, AP es el auténtico núcleo del centro-derecha español). El clamor se ha generalizado.

Por parte de los llamados a dirigir se ha dado ahora en recurrir a la llamada al sacrificio. A cada cual no le importa sacrificarse por llevar a cuestas el poder, por soportar el peso pesado de las presidencias y de los altos cargos, pero nadie comenta que se sacrifica por trabajar dentro de un partido para ayudarle a triunfar. Nadie, excepto Fraga, que dimitió para favorecer la unidad del centro-derecha y que dio testimonio de que ‘se puede estar en política sin ambicionar cargos’.

En estos últimos días los analistas políticos han sintetizado en un triunvirato el posible futuro de nuestro partido. Lo forman tres hombres brillantísimos que con certeza despiertan el parabién general de nuestros militantes, votantes y de toda persona sensata. Me refiero, como es obvio, a Abel Matutes, Antonio Hernández Mancha y Miguel Herrero.

Tengo a Abel Matutes por el ejemplo perfecto del levantino: pragmático, sensato, trabajador, inteligente, poseedor de una sólida formación y de una juventud cronológica y de espíritu. Es también un fino conocedor de gentes, de relación fácil y atinada; el ejercicio de su cargo de comisario europeo ha puesto la tilde final para hacer de él un magnífico presidente de nuestro partido.

Antonio Hernández Mancha es nuestro pico de oro, nuestra esperanza sobre cualquier incertidumbre propia de una persona muy joven, aún no avezada ni maleada por largas seguías políticas. Tiene tirón, carisma para llevarse a las masas. Y ya se sabe que en democracia es tanto o más importante caer en gracia que ser gracioso.

A Miguel Herrero le conoce todo el mundo. Su gran talla parlamentaria ha dejado huellas en el hemiciclo del Congreso de los Diputados; su agudeza y mordacidad le califican como látigo del PSOE y su experiencia política le avala por sí misma, no olvidemos que fue uno de los siete ponentes de la Constitución. Miguel Herrero no necesita presentación.

Personalmente creo y afirmo que sería una verdadera desgracia que estas tres personalidades juntas no coadyuvasen para llevar a AP a las cotas más altas. Entre los tres lo reúnen todo: modernidad, fuerza, inteligencia y experiencia.

Para mí resulta indudable que entre los tres pueden conseguir hacer brotar de nuevo en la gente el entusiasmo por un centro-derecha español que esté a la misma altura de Europa, por un partido que después de apurar hasta la hez el castigo por sus propias equivocaciones puede volver a levantarse renovado, fortalecido, ilusionado y dispuesto a ocupar no sólo el terreno que le corresponde por propia voluntad popular, sino todo el terreno que le corresponde y debe ocupar porque está bien preparado para reivindicar el progreso y el bienestar del pueblo español.

Ángel Sanchís

25 Enero 1987

Debate necesario en AP

José Ramón Lasuén

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Sólo hay dos opciones abiertas para AP: continuismo o la reforma, los que quieren que AP siga siendo fraguista no pueden tener otro mejor líder que Manuel Fraga; en lugar de buscarle sustitutos, lo que tienen que hacer es convencerle para que vuelva.

En el debate público sobre la sucesión de Fraga, la discusión se centra casi exclusivamente en torno a quién pueda hacerlo mejor: Herrero de Miñón o Hernández Mancha.

Y los argumentos utilizados suenan a , y son, arbitrarios personalistas e insolidarios: en casi ninguno se precisa en qué sentido debe ser mejor el candidato.

La situación así creada es similar a la que experimentaría un auditoria al que se le dieran razones para elegir, por ejemplo, entre Lawrence Olivier y Charles Chaplin, pero que se refirieran exclusivamente a su personalidad, i. e., son guapos, cultos, simpáticos, etcétera, sin haber previamente decidido qué tipo de representación, trágica o cómica, querría escuchar la audiencia.

Si de verdad quieren ser auténticos, responsables y eficaces, los postulados de ambos candidatos deben justificar sus propuestas no en base a la personalidad, sino a la funcionalidad de sus candidatos. Tienen que explicar qué es lo que creen debe ser AP en el futuro, por qué y para qué, y después probar que su candidato es quien mejor puede llevar a cabo ese proyecto.

He dicho ‘casi exclusivamente’ porque hay un tercer candidato, Fernando Suárez, que, aunque con menores apoyos, ha sido más coherente. En la revista ÉPOCA, manteniendo una posición contraria a la que aboceté en este periódico hace unos días, ha indicado que AP debería reformarse para restaurar la línea histórica de la política conservadora social que va desde Maura a Franco, pasando por Primo de Rivera, pero sobre bases auténticamente constitucionalistas.

Creo que, efectivamente, [Fernando] Suárez es la persona más adecuada para intentar poner en práctica ese ideario, que por brevedad el otro día califiqué de franquismo democrático: tiene la experiencia necesaria para conocerlo y la competencia técnica y la voluntad democrática de implantarlo.

No puedo apoyar, naturalmente, su posición, porque, primero, ideológicamente, he estado en contra de ese programa toda mi vida. Y, además, prácticamente, no creo que sea viable en democracia instaurar por mayoría un sistema político confesional en lo cultural, centralista y orgánico en lo político, autárquico e intervencionista en lo económico y social en lo laboral; simplemente porque respeto lo suficiente a Maura, Primo de Rivera y Franco, para pensar que se pueda triunfar donde ellos no tuvieron éxito.

Pero he de defender tanto su derecho a intentarlo como su deber de proponerlo y, por supuesto, a que representa esa corriente dentro de la nueva derecha siempre que, como corresponde a la realidad, se plantee en términos minoría. Más aún cuando es el único de los candidatos que ha tenido la coherencia científica, moral y política de abordar el debate en sus justos términos.

Decía el otro día, en efecto, que no es posible sustituir a Fraga sin reformar AP. Ni en equipo ni individualmente. ¿Por qué? Porque Fraga es, sin duda alguna, el mejor de todos los fraguistas. Si, con su dimisión, Fraga ha reconocido la imposibilidad de que triunfara el fraguismo (es decir, esa mezcla de franquismo democratizado con ardimientos democratacristianos, liberales y socialdemócratas, que él cristalizó por impulso de ciertos poderes fácticos), no tiene ningún sentido pensar que cualquier otro fraguista, individual o colectivo, pueda llevarlo a mejor fin.

Sólo hay por consiguiente dos opciones abiertas para AP: el continuismo o la reforma.

En el primer caso, quienes quieran que AP siga siendo el vehículo del fraguismo deben reconocer claramente cuáles son los objetivos y medios básicos de su opción: primero, están abogando por ser un partido testimonial y marginal que no contará en la reorganización inevitable de la derecha política española y, segundo, que no pueden tener otro mejor líder que Manuel Fraga; en lugar de buscarle sustitutos, lo que tienen que hacer es convencerle para que vuelva.

Quienes crean que AP debe seguir contando como fuerza esencian en la conformación de la nueva derecha, pero no como socio mayoritario, sino como uno más, están obligados, científica, moral y políticamente a explicar a sus compromisarios y electores como hay que reformar AP, es decir: quién debe hacerlo y para qué.

Ese es el debate necesario que, sin embargo se quiere eludir.

José Ramón Lasuén.

Memorias de Estío

Miguel Herrero Rodríguez de Miñón

1993

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No fui capaz de contrarrestar la campaña difamatoria desatada por Alfonso Osorio con maestría y tenacidad que nunca hubiera imaginado. Sufrí una sistemática y eficacísima denigración por parte de los servicios [de TVE] manejados por María Antonia Iglesias. Lo que después se ha llamado ‘guerrismo’ me atacó.

Hernández Mancha rechazó mi propuesta de candidatura de consenso [presidida por Herrero Rodríguez de Miñón] confiado en sus supuestos carisma personal y dotes de comunicación.

Fracason los intentos de mediación de Fernando Suárez, Félix Pastor y Gaspar Ariño, y los cuasi institucionales de Carlos Robles.

A mediados de enero, comprendí que la derrota era cierta, pero me consideré en el deber y también con el derecho de llegar hasta el final, de manera que cada uno en el partido y fuera de él asumiera sus concretas responsabilidades y nadie pudiera imputarme lo que yo intuía era un paso remediable, pero no reversible, en la decantación de la derecha española.  Me resultó difícil hasta hacer una candidatura que los nuevos Estatutos elaborados por Ruiz-Gallardón bajo la cobertura de Félix Pastor, exigían completa. Algunos amigos sinceros se ofrecieron, con notorio riesgo de su seguridad política en el partido. Fracasé en mi intento de comprometer a Fernando Suárez, lo que habría sido una baza decisiva y trabajo me costó que José María Aznar llegara a decidirse. Esto no ocurrió hasta que el propio Mancha trató con Martín Villa de la candidatura autonómica de Castilla y León, que también ansiaba mi entonces joven amigo.

Cuando el día 8 de febrero terminó el escrutinio de las votaciones en el congreso – obtuve un 27%  de los sufragios y un 100% de los aplausos – envié mi felicitación al vencedor. Al día siguiente dimití ante el presidente de la Cámara del cargo de portavoz y me despedí de mis colaboradores en el grupo parlamentario.

08 Febrero 1987

El cambio de dirección en Alianza Popular

ABC (Director: Luis María Anson)

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Hay que desear, no sólo desde la derecha, buena navegación y capacidad de acierto a todo ciudadano que, como sucedió ayer con Antonio Hernández Mancha, toma sobre si la responsabilidad de dirigir un gran partido político. Sus militantes y correligionarios deben ofrecerle desde ahora, sin fisuras, ni reticencias, su colaboración leal. Y la sociedad toda debe agradecer el esfuerzo de quien acepta un gran riesgo. El Sr. Hernández Mancha no recibió ayer la herencia de Manuel Fraga, eso está claro. La personalidad del fundador de Alianza Popular, su actividad infatigable, su ciclópea condición no puede ser sustituida por el que se considera en situaciones normales un liderazgo normal. El Sr. Hernández Mancha cometería un gran error si pretendiera ocupar en su meritoria juventud el tonelaje que desplazaba en el Parlamento, en la organización de AP y en la presencia en la calle la figura de Fraga.

Frente a la brillante intervención y la oratoria andaluza del nuevo presidente de AP construyó su oponente un discurso germánico, pleno de coherencia. ‘Lo que cuenta en un partido es su programa y su estrategia, sus convicciones y sus propuestas – vino a decir el Sr. Herrero – muy por encima de las personas’. Y ésta es, a nuestro juicio, la cuestión fundamental a la que hace frente no sólo el Sr. Hernández Mancha, sino el primer partido de la oposición en la etapa que se abre hoy. La opción que es preciso tomar afecta a una cuestión de fondo: es la estrategia a seguir de aquí a 1990 y también al fin de siglo, entre la tentación de los pequeños pactos adaptables y la firmeza de una oferta ideológica y programática como las que sustenta, sin excepción a todos los grandes partidos europeos, en la derecha y la izquierda.

Sobre la nueva etapa de Alianza Popular, conviene hablar con la mayor claridad : la fuerza de AP dependerá mucho más de su conexión y enlace con las fuerzas sociales que representa, antes que del pacto entre grupos políticos, con frecuencia distanciados de la sociedad, asilados en su profesionalismo de partido. Y en este punto vale la pena releer y cotejar los dos principales discursos pronunciados en el congreso conservador de ayer.

Se trata de saber si la nueva AP será capaz de integrar sus cuadros y sus enlaces en el tejido social. Se trata de pactar con los grandes cuerpos intermedios: con los profesionales, los enseñantes, las asociaciones y las empresas, mucho antes que con ciertas siglas políticas, a veces estructuras meramente gaseosas. Esta penetración es la que ha llevado al poder a la CDU alemana o al Partido Conservador inglés, para poner dos ejemplos de formaciones que gobiernan  gracias a su ensamblaje real con la sociedad.

Alianza Popular ha dado un ejemplo de organización interna democrática, planteando ante un congreso nacional no sólo la figura de su presidente y secretario general en listas abiertas, sino también a la totalidad de sus puestos directivos frente a candidatura. Hernández Mancha presentaba a los suyos y Herrero de Miñón a quienes lo seguían ha sido, con toda evidencia, la expresión de la voluntad de los militantes. Sin necesidad de descender a comparaciones políticas sobre los regímenes interiores de los partidos españoles, la verdad es que este ejemplo de limpieza democrática, capaz de sustituir a un vicepresidente ejecutivo en ejercicio por el líder de un grupo regional deberá considerarse en la historia de los partidos españoles como un ejemplo. Alianza Popular ha elegido su camino y parece justo alabar esa libertad de comportamiento interno como una aportación parcial pero útil a la democracia. Lo que existe de talante liberal en un partido será siempre beneficioso para el caudal democrático de toda la nación. ¿Imaginaríamos a Felipe González derrotado en un congreso del PSOE por el líder del socialismo extremeño?

 

09 Febrero 1987

Un líder volátil

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El congreso extraordinario de Alianza Popular ha elegido lo desconocido. Forzando un poco las palabras, casi podría decirse que, contradiciendo el tan conservador consejo del refranero español, ha preferido lo virtual a lo establecido, lo hipotético a lo comprobado, lo tal vez bueno por conocer a lo ya conocido. Antonio Hernández Mancha, hasta hace dos meses un personaje muy secundario de la escena política española, en la que sólo había llamado la atención por algunos rasgos chocantes de su personalidad, ha obtenido un resonante triunfo sobre un político conservador clásico, Miguel Herrero.Los intentos iniciales de este por plantear un debate político en el seno de la derecha española se enfrentaron con la sorprendente audacia de su rival, que convirtió en mérito, a los ojos de la desorientada base aliancista, la falta de concreción de su mensaje. Al cabo, el propio Herrero -que, no sin algo de razón, comentaba ayer que lo ocurrido es «un fenómeno histórico digno de estudio»- acabó viéndose arrastrado. al gaseoso terreno elegido por su contrincante: el de la desmesura gestual y la verborrea. Lo que ha ocurrido apenas tiene que ver con un debate político, pero eso parece haber entusiasmado al congreso más que cualquier otra cosa.

De ahí que sea difícil arriesgar predicciones sobre las variaciones que en la teoría y la práctica aliancista hayan de derivarse de este congreso. Hernández Mancha comentó tras el discurso de Herrero que compartía «al cien por cien el cuerpo doctrinal» de lo escuchado. Obligado a decir algo para explicarse a sí mismo lo que estaba pasando, Herrero había adelantado en vísperas del congreso que las divergencias residían en las diferentes concepciones del partido. Pero tampoco eso ha quedado claro en los debates, por más que de ciertas alusiones indirectas pueda deducirse que Herrero ponía más acento en el fortalecimiento del partido desde el punto de. vista de sus cuadros, y el otro, en la vocación populista del aliancismo.

El hasta ahora portavoz en el Congreso de los Diputados parecía plantearse la unidad del centro derecha como un proceso a largo plazo que pasaba por el fortalecimiento previo de las señas de identidad de AP como partido conservador -o liberal-conservador-, y remitir a después de las elecciones eventuales alianzas con otras corrientes. De las actitudes de Hernández Mancha más bien se deduce la voluntad de promover desde ya -la reunificación del centro derecha, de acuerdo con su superior impaciencia -la cita es en las municipales, sin esperar a las legislativas de 1990, asegura-, pero tampoco es seguro que en la práctica se plantee una estrategia diferente a la del fortalecimiento preliminar del partido. Herrero ha incidido más que su escurridizo contradictor en el papel que AP debe jugar en el Parlamento, papel que Hernández Mancha está mal perirechado para desempeñar, pues no es diputado. Por lo demás, las referenciais de Mancha a la conquista de la calle como objetivo prioritario no pasan de ser un ensueño populista. La insistencia del partido de Fraga en suponer que la calle es suya está fuera de lugar.

El tiempo futuro dirá si Hernández Mancha es el potencial salvador de la derecha española, pero el pasado no arroja indicios para deducirlo. Fraga es un peso pesado de la política, casi un mamut, un intelectual y un hombre de Estado. Le va a suceder alguien tan volátil que merece la pena interrogarse sobre cómo ha de llevar la carga. Tal vez el talento de Hernández Mancha ha consistido en saber ocultar, tras su palabra arrebatada, el carácter demasiado aéreo de su equipaje. Tan aéreo que ha conseguido reagrupar a su alrededor a los más heterogéneos sectores aliáncistas, unidos únicamente por la sensación de orfandad y el deseo de hallar rápidamente un nuevo foco de lealtades personales. Pero si el triunfo ha correspondido a quienes apostaron por lo virtual y lo indefinido, sería, no obstante, arriesgado pensar que se trata de una solución provisional. Experiencias recientes -la más obvia, la de Gerardo Iglesias en el PCE- indican que, una vez ungidos, los herederos tienden a creerse fanáticamente su nuevo papel.

Muchas cosas son preocupantes en esta historia. El principal partido de la oposición tiene ahora a su frente alguien que no está en el Parlamento, y eso es malo para todos. Como malo es que el debate político haya sido sustituido por el clientelismo a corto plazo. Hernández Mancha merece un voto de confianza de la sociedad española, pero no porque haya hecho algo para ganarlo, sino porque este país necesita una oposición organizada y una derecha no bufa.

Los resultados del congreso de AP permiten además otras reflexiones sobre la situación española. La primera, que los jóvenes, cuya presencia ha resultado determinante estos días tanto en el exterior como en el interior del Palacio de Exposiciones y Congresos, quieren más juego, incluso si ignoran las soluciones. La segunda, que es imposible no deslizarse por el camino de la crisis cuando la debilidad de la oposición, a derecha e izquierda del partido gobernante, estimula la inercia y la molicie de los que mandan.

09 Febrero 1987

Cuidado, Mancha

Federico Jiménez Losantos

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Seguir este fin de semana el resultado del congreso de AP ha resultado agotador, pero la verdad es que el que tiene alguna curiosidad por la política se lo ha podido pasar bomba. El desarrollo ha sido democrático y transparente. Y sus resultados no han hecho más que ilustrar mi columna de la semana pasada ‘De ilusión también se vive’. Se ha votado al candidato que ofrecía ilusión, porque AP era un partido que había entrado en barrena y que iba a una catástrofe en las municipales; como las bases del partido son reales y fuertes han reaccionado como cualquier cuerpo vivo y han reclamado aliento y esperanza, que es lo que ofrecía Mancha. Miguel Herrero, persona que tiene todo mi aprecio intelectual, estuvo francamente mal, porque hay que saber perder de antemano y Herrero no supo. En cambio, Mancha supo ganar, y de qué modo.

El mensaje esencial de su mandato ha sido más bien un anuncio: “Esta es ya la derecha moderna y europea’. Y lo demás, masaje enérgico a la base, cariñito a Fraga, guiño a Herrero y habla a la calle, que es donde están los votos. Por más que Matutes posara ayer de orador teórico, profesión para la que evidentemente no está dotado, lo que no quedó clara es la doctrina. Tuvo Mancha un momento genial cuando, contestando a una sutileza de Herrero, le dijo: “¿Mi programa, Miguel? ¡Pero si es el tuyo!” Con lo cual dejó a todo el mundo encantado, menos a Herrero, naturalmente. Sin embargo, el fantasma peronista vagaba ayer por la sala, aunque nadie le hiciera caso. Si Mancha consigue que AP no pierda votos tras la caída de Fraga ya habrá hecho mucho, y nos divertiremos horrores viendo a tres partidos: AP, CDS y PSOE compitiendo por un mismo mensaje populista. La derecha ha decidido imitar a la izquierda en las formas, cuando la izquierda copia, aunque mal, los programas de la derecha.

Federico Jiménez Losantos


El Análisis

ELECCIONES INTERNAS POR UNA VEZ

JF Lamata

En lo que prácticamente supone un hito en la historia de la derecha política española, en el Congreso de 1987 dos listas pujaron por hacerse con el control de AP y los compromisarios tuvieron que votar entre las dos. Hasta el último momento hubo intentos de consensuar las dos listas por figuras como D. Fernando Suárez, pero todo fue en vano. El Sr. Herrero Rodríguez de Miñón sabía bien que era el mejor situado en una votación ‘desde dentro del aparato’, era el vicepresidente del partido y había conseguido librarse del Sr. Vestrynge, por lo que la dimisión del Sr. Fraga era su gran oportunidad. Pero AP prefirió un congreso extraordinario y nubló sus expectativas.

El Sr. Hernández Mancha que, al contrario que el Sr. Fraga a nivel nacional, había impedido fuga de votos hacia el CDS en Andalucía se presentó como el candidato rival. El Sr. Mancha logró que la imagen del Sr. Herrero fuera la del ‘aspirante fraguista’ (es decir, la del continuista) este contratacó haciéndose acompañar de figuras jóvenes como D. José María Aznar o D. Rodrigo Rato, aunque estos tuvieran un indudable perfil ‘fraguista’. La estrategia dio resultado y D. Antonio Hernández Mancha fue elegido nuevo presidente como candidato de ‘la renovación de AP’. Aunque, a su pesar, su papel en la historia quedaría en el recuero más como la de un interino ‘entre Fraga y Fraga’, cuya principal maniobra política fue la moción de censura de 1987.

La experiencia con el Sr. Hernández Mancha llevaría al ‘aparato’ de la derecha política española a no intentar más veces democracia interna y optar por ‘el dedazo’ como método de sucesión.

J. F. Lamata