24 octubre 2024
Íñigo Errejón destruido: dimite como portavoz de Sumar y como diputado después de ser acusado de acoso sexual y violencia machista en redes sociales (Mee Too)

Hechos
El 24 de octubre de 2024 D. Íñigo Errejón dimite como portavoz del Grupo Parlamentario de Sumar y renuncia a su acta de diputado.
Lecturas
El 24 de octubre de 2024 Íñigo Errejón dimite como portavoz de Sumar en el Congreso de los Diputados (cargo que ocupaba desde enero). El político también renuncia a su acta como diputado, abandona tanto Más Madrid / Más País como Sumar, partidos políticos de los que es fundador y anuncia su retirada política fulminante. Su dimisión se produce después de que el digital Público.es hubiera aireado en su edición de ese día que en redes sociales se había identificado a Errejón Galván como la persona aludida por una denuncia anónima por acoso sexual en el Instagram de la feminista Cristina Fallarás Sánchez. Ya hubo un primer anónimo difundido en redes sociales contra Errejón en junio de 2023 que fue ignorado por todos los políticos y medios.
La tarde del 24 de octubre de 2024 la actriz Elisa Mouliaá Ruiz de Elvira denuncia en sus redes socialices que ella sufrió una agresión sexual por parte de Íñigo Errejón Galván en septiembre de 2021 y que ha decidido ahora, ante su dimisión, denunciarle ante la policía. Esa misma tarde tanto Sumar como Más Madrid aseguran que se desvinculan totalmente de Errejón.
La tarde del 25 de octubre de 2024 Más Madrid anuncia que expulsa a la diputada madrileña Loreto Arenillas Gómez, que fue acusada en junio de 2023 de haber encubierto un acoso sexual de Errejón sin que entonces el partido tomara medidas contra ninguno de los dos, actitud que ahora han modificado.
El 26 de octubre de 2024 Sumar da una rueda de prensa con Ernest Urtasun Doménech como portavoz en el que condenan a Íñigo Errejón y piden disculpas por no haber actuado antes contra él.
El 28 de octubre de 2024 Más Madrid da una rueda de prensa con Mónica García Gómez, Rita Maestre Fernández y Manuela Bergerot Uncal en la que condenan a Íñigo Errejón y piden disculpas por no haber actuado antes contra él. También acusan a Loreto Arenillas Gómez de haber encubierto las acusaciones contra Errejón de junio de 2023 en un Concierto de Castellón. Arenillas Gómez responderá con un comunicado asegurando que sí que informó en su día de las acusaciones a la propia secretaria de organización Bergerot Uncal.
La tarde del 28 de octubre de 2024 comparece la vicepresidenta del Gobierno y fundadora de Sumar, Yolanda Díaz Pérez, que también condena a Errejón y lamenta haberle propuesto en su día para portavoz de Sumar, asegurando que nunca lo hubiera hecho de conocer las acusaciones que ahora se conocen.
La nueva portavoz del grupo parlamentario de Sumar es Begoña Martínez Barbero.


24 Octubre 2024
Carta de retirada política de Íñigo Errejón
En los últimos meses, y de forma más insistente en las últimas semanas, he ido pensando en que tenía que tomar algunas decisiones importantes. Hoy ha llegado el día de hacerlo.
Llevo prácticamente desde que tengo uso de razón comprometido y militando políticamente. Esa es mi forma de estar en el mundo. Pero desde hace diez años ocupo posiciones de representación pública en la política institucional y de altísima visibilidad y exposición mediática. He tenido el privilegio de defender las ideas que considero más hermosas y justas, y de hacerlo durante una de las décadas más intensas, pero también más duras, de la política española. Eso conlleva muchas experiencias, aprendizajes y motivos de orgullo. Pero también genera un tipo de vida, una cotidianidad, una subjetividad, un tipo de vínculos con el ámbito público, con la fama y con los demás que pasan factura. El ritmo y el modo de vida en la primera línea política, durante una década, ha desgastado mi salud física, mi salud mental y mi estructura afectiva y emocional. Creo que esto es algo que en mayor o menor medida experimenta toda y todo el que esté en esta posición durante un tiempo prolongado.
En la primera línea política y mediática se subsiste y se es más eficaz, al menos así ha sido mi caso, con una forma de comportarse que se emancipa a menudo de los cuidados, de la empatía y de las necesidades de los otros. Esto genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo.
Yo, tras un ciclo político intenso y acelerado, he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona. Entre una forma de vida neoliberal y ser portavoz de una formación que defiende un mundo nuevo, más justo y humano. La lucha ideológica es también una lucha por construir formas de vida y relaciones mejores, más cuidadosas, más solidarias y, por tanto, más libres. No se le puede pedir a la gente que vote distinto de cómo se comporta en su vida cotidiana.
Llevo tiempo trabajando en un proceso personal y de acompañamiento psicológico, pero lo cierto es que para avanzar en él y para cuidarme, necesito abandonar la política institucional, sus exigencias y sus ritmos.
Anuncio así, como ya he comunicado a mis compañeras y compañeros responsables, mi dimisión como portavoz del Grupo Parlamentario Plurinacional de Sumar, dejo el escaño en el Congreso y todas mis responsabilidades políticas. Siempre seguiré militando y comprometido, pero para mí se acaba esta etapa política institucional y espero contribuir así a la renovación generacional de cuadros e ideas que las fuerzas democráticas y populares necesitan.
Termino la etapa más importante de mi vida. Una etapa dura y apasionante. Con aciertos de los que estoy orgulloso y errores que espero contribuir a reparar con esta decisión.
Un abrazo fraternal a todos los compañeros y compañeras de todos estos años.
Salud.
Íñigo Errejón

24 Octubre 2024
Comunicado oficial de la ejecutiva de Sumar ante la dimisión de Íñigo Errejón
Tras las informaciones aparecidas esta semana, desde Sumar iniciamos un proceso para recabar información sobre las declaraciones que se habían vertido, fundamentalmente en redes sociales, sobre Íñigo Errejón.
En la mañana de hoy, Íñigo Errejón envió a la ejecutiva de Sumar el comunicado que acaba de hacer público, presentando su dimisión irrevocable como miembro de la ejecutiva, diputado y portavoz del Grupo Parlamentario Plurinacional de Sumar.
La ejecutiva de Movimiento Sumar se ha reunido de manera inmediata y, tras haber escuchado las razones expuestas por Íñigo Errejón, ha aceptado de forma unánime su dimisión.
Desde Sumar aspiramos a construir una sociedad y una política feminista y eso requiere un compromiso firme en todos los ámbitos.


25 Octubre 2024
Caer de la silla
Y cayó. No fue a causa de su desempeño político, ni porque el periodismo hiciera su trabajo, ni gracias a sus compañeros de partido, ni lo causaron tampoco sus enemigos fuera de él: si alguien tumbó a Íñigo fue el feminismo. Las feministas.
El fuego lo prendió una denuncia anónima en la cuenta de una periodista, que, ésta sí, lleva años haciendo su trabajo, que es también su militancia, y su activismo, a pesar de un altísimo coste profesional y personal. Una denuncia que hablaba abiertamente de violencia sexual. En pocas horas, la situación escaló hasta convertirse en una baraúnda que saltó de las redes sociales a los medios de comunicación, y la dimisión se hizo inevitable.
Pero hay maneras y maneras de abordar lo que está sucediendo. Desde el periodismo honesto que queremos hacer aquí, no hay otro enfoque posible que la escucha a las víctimas, la responsabilidad y el evitar caer en sensacionalismos muy poco constructivos que revictimicen a quienes sufren o sufrieron esa violencia sexual.
Porque esa es la primera de las cinco ideas que convendría subrayar hoy, el día después: ante las graves acusaciones sobre violencia sexual que caen sobre Íñigo Errejón, lo primero y fundamental es acompañar a las víctimas. A las que deciden hablar y a las que no. A las que deciden denunciar y a las que prefieren no hacerlo. Conjugar el “yo sí te creo” y hacerlo carne no es sencillo, bien lo saben todas aquellas que lo han intentado antes y lo han pagado con escarnios, insultos, amenazas, silencios, castigos políticos, silenciamiento a la interna, vetos a plena luz y taquígrafos. La prioridad, siempre, deben ser ellas.
La segunda idea es, probablemente, la más incómoda. Porque en toda agresión confluyen tres elementos: un agresor, una víctima, y un entorno que decide ser encubridor… o no. Y en política, la omertà, el “pacto entre caballeros”, el silencio “por el bien del partido” era una norma transversal. Hasta que llegó el feminismo y las feministas, claro. No es cierto eso que repiten hoy muchos analistas de que la violencia de género no entiende de ideologías: hay agresores sexuales y machistas en todos los partidos, organizaciones, movimientos sociales, sí. Pero hay ideologías y militancias que niegan y desprecian a las víctimas y las hay que tienen el valor de sacar adelante una ley pionera en protegerlas y en hablar de consentimiento. Y hay también quienes prefieren que esto del feminismo “no se pase de frenada”, se les vaya demasiado lejos, moleste a sus amigos de 40 o 50 años o manche su carrera ministerial. En ese grupo, por cierto, se encontraba Sumar.
La tercera idea, centrándonos en los hombres que dicen ser feministas, o que militan con feministas, o que asumen las teorías y los marcos que las feministas han puesto sobre la mesa —y hasta los defienden con vehemencia como hacía Errejón—, es más bien un imperativo: haceros cargo. Asumid vuestra parte. Aportad, o apartad; se acabó el tiempo de las excusas. El comunicado del ya exportavoz de Sumar es todo un ejercicio de irresponsabilidad: la culpa no era suya, sino del patriarcado, del neoliberalismo, de la presión mediática, del chachachá. Otros muchos compañeros le exculpaban en redes, algunos tirando de la manida presunción de inocencia y otros lamentando la salida por la puerta de atrás de una mente brillante. Como si las mentes brillantes no violasen. Como si persona y personaje, autor y obra, pudieran separarse en un entorno como es la política, que se basa y se construye a través de las relaciones entre personas y que, se supone, aspira a transformarlas.
La cuarta idea nos hace mirar, como siempre, al periodismo. Anoche, Esther Palomera decía en TVE que esto era “un secreto a voces”. Miles de tweets hablaban de aquel clamor y rescataban viejas historias y testimonios de otras mujeres que en su día ya plantearon que esta violencia existía. Si eso era así, ¿dónde estaba entonces el periodismo responsable y feminista? ¿Quién protegió ciertos silencios a cambio de otros? ¿Hasta dónde llega la omertá? ¿Cuántos más, cuánto más?
Y por último, una quinta idea: de quienes nunca han estado del lado del feminismo, lecciones, ni una. Ni una. Porque esta catarsis es el momento ideal para que oportunistas de todo pelaje aparezcan a dar lecciones entre el “yo lo sabía”, el “calienta que sales” o la más profunda antipolítica. Derecha, ultraderecha, Ramón Espinar o Lucía Etxebarría lapidan con placer sin aportar nada, absolutamente nada constructivo, porque el ruido de las piedras cubre también sus vergüenzas. Lo mismo ocurre con quienes blandieron un feminismo brillante y luminoso en la teoría, en la academia, en los ensayos, los libros y los actos multitudinarios, pero fueron incapaces de acuerparlo y de protegerlo con uñas y dientes cuando hubo que bajarlo al barro político ante la mayor ofensiva machista de la democracia española, que fue la ofensiva contra el consentimiento sexual. Ahora se dan golpes en el pecho, repiten eslóganes solidarios, se apartan de lo que tizna. De aquellas y aquellos, tampoco, lecciones, ni una.
Ahora toca escuchar, reparar, pelear por contar con espacios seguros físicos y tangibles y no solo virtuales —como los Centros de Crisis que creó la ley Solo Sí es Sí— y pensar, interna y externamente, cómo evitar que vuelva a pasar, que siga pasando, qué hay que hacer y deshacer para que la impunidad y la vergüenza cambien por fin de bando.
Pero no nos olvidemos de lo fundamental: el feminismo organizado contra la violencia sexual lo cambia todo. Todo. Está tirando de la silla al poderosísimo presidente de la federación española de fútbol, a multimillonarios puteros, reyes, empresarios, agresores a izquierda y derecha. Ha expuesto el lawfare de la derecha judicial española, ha expuesto en su crudeza la omertá en el deporte, el cine, la cultura, las redacciones; y ahora está agitando la silla de los señores —y señoras— de 40 y 50 años a los que molestaba el feminismo pero que pueden gobernar gracias a él.
Porque el feminismo valiente ya lo advirtió hace mucho: la violencia sexual va, sobre todo, de poder. En casa, en el partido, en la empresa o en el escaño. Y disputar ese poder, tirarles de la silla, cambiar su orden de género violento y patriarcal sobre el que sustentan tantos privilegios, es disputarlo todo. Seguimos.


25 Octubre 2024
La dimisión de Íñigo Errejón y una pendiente muy resbaladiza
LA ABRUPTA dimisión de Íñigo Errejón se desliza por una pendiente muy resbaladiza: la publicación en redes sociales de denuncias que lo señalan como un maltratador. La mayor parte de ellas, anónimas. Las acusaciones son graves, tanto como para que debieran cursarse ante la policía y los tribunales. La lucha contra la violencia machista no se libra a través de mensajes en Twitter o en Instagram que, sin indagar su veracidad, suelen acarrear la muerte pública para el personaje en cuestión. Ese no es el camino.
Hasta donde conocemos hoy, según Sumar Errejón habría reconocido «comportamientos no ejemplares» y ayer, en X, una actriz con su nombre y apellidos dijo ser una de las víctimas de acoso sexual. Con todo, a Errejón le asiste la presunción de inocencia. Pero ello no ha impedido que en redes se haya desatado una campaña de derribo contra él, una especie de MeToo perverso que, sin aportar pruebas, lo acusa de ser un «monstruo», «un psicópata», «un maltratador psicológico». El daño reputacional es ya irreparable.
Es curioso que su dimisión y sus causas son sorpresivas para la ciudadanía, pero no parecen haberlo sido para cierto entorno periodístico y político de la izquierda vinculado a Podemos. Para este sector, enfrentado a Errejón y a Sumar, era un secreto a voces. Con independencia de los hechos que se le atribuyen al ex diputado –cuyos detalles son insuficientes para valorarlos con objetivad–, caben dos preguntas: si lo sabían, ¿por qué no lo habían denunciado?; si lo sabían, ¿por qué lo habrían encubierto? Es inquietante ver a supuestos periodistas actuar como activistas o a políticas como Irene Montero aludir a la cultura de la violación.
De los comunicados emitidos por Errejón y Sumar para explicar la dimisión subyace que estaríamos ante una decisión que se toma desde un plano de reproche moral. Tras las acusaciones de violencia machista, Errejón habría admitido «comportamientos no ejemplares». En su renuncia, atribuye sus actos al ejercicio de la política porque esta «genera una subjetividad tóxica que, en el caso de los hombres, el patriarcado multiplica». El argumento es ridículo y revela la hipocresía del discurso del feminismo identitario que acaba responsabilizando al supuesto patriarcado estructural (e incluso a la vida «neoliberal» asociada a ser diputado) de conductas individuales, conscientes e intransferibles que como tales deben ser tratadas judicialmente. Además, representa la visión intrusiva de la izquierda radical, que pretende fiscalizar la vida íntima en la esfera pública y hacer de la violencia machista una cuestión subjetiva.
Por la figura de Errejón, fundador de Podemos, determinante en su paulatina disolución y clave en el presente de Yolanda Díaz, el caso ahonda como pocos en el proceso de descomposición en el que está inmerso Sumar. Desde Podemos se está explotando como si se fuese una venganza. El episodio también salpica al PSOE, pues hiere la credibilidad del Gobierno y de sus socios que se presentaban a la ciudadanía como la alianza política más feminista de la historia (y ya acumula casos turbios como el del Tito Berni y sus catálogos de prostitutas o algunas derivadas de la trama Koldo que implican a José Luis Ábalos).
Con todo, si finalmente se siguen los cauces pertinentes, será la Justicia la que se ocupe de esclarecer lo ocurrido. La libertad de las mujeres es una batalla clave y los casos de acoso sexual o violencia psicológica o física deben tener consecuencias, pero también garantías.


25 Octubre 2024
Errejón se marcha acorralado
Íñigo Errejón ha anunciado la dimisión de todos sus cargos en Sumar –formación de la que era portavoz en el Congreso–, la renuncia a su escaño de diputado y que abandona la política. Su decisión la comunicó en la red social X acorralado humana y políticamente por una serie de denuncias de mujeres que afirman haber sufrido malos tratos y acoso machista por su parte. Inmediatamente después, Sumar anunció la apertura de una investigación interna, aunque fuentes de esa formación señalaron que la resolución se había tomado el miércoles por la tarde al producirse un aluvión de comentarios en las redes sociales.
Al cierre de esta edición no constaba ninguna denuncia formal sobre esta materia contra Errejón ante la Justicia. Es cierto que la actividad política exige unos niveles de ejemplaridad más elevados que para el común de los ciudadanos, pero eso no significa que las redes sociales puedan convertirse en los nuevos tribunales populares y el simple rumor tornarse en prueba de cargo. Sin embargo, tras su decisión han comenzado a surgir testimonios de mujeres que indican que las quejas y denuncias contra el comportamiento de Errejón vienen de antiguo. Resulta, por lo tanto, muy significativo que los dirigentes de la nueva izquierda radical, cuya precipitación a la hora de denunciar estas conductas es legendaria y ha llevado a algunos de ellos, como la exministra Irene Montero, a responder ante la Justicia por sus excesos verbales, hayan estado tanto tiempo en silencio sin denunciarlas como hacen ahora.
Pero ha sido el retorcido comunicado difundido por el que fuera uno de los cuatro fundadores de Podemos en 2014 el elemento que ha dado más credibilidad a las denuncias. Dice Errejón en un notable ejercicio de victimización que «el ritmo y el modo de vida en la primera línea política durante una década» han desgastado su salud física y mental y su «estructura afectiva y emocional». Declara que sus eventuales conductas han sido el resultado de «una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica» y eso le ha llevado «al límite de la contradicción entre el personaje y la persona». El portavoz de Sumar se declara atrapado entre «una forma de vida neoliberal» y sus aspiraciones por conseguir «un mundo nuevo, más justo y más humano».
Sin embargo, nunca se podrá determinar si su marcha de la política obedece a un arrepentimiento sincero, al cerco político al que está sometido ahora o si se trata de un mero pacto de conveniencia para salvaguardar a su formación política, mientras las denuncias no lleguen responsablemente ante las instancias judiciales que es donde se sustancia la verdad jurídica. Este paso resulta imprescindible toda vez que una decisión tan importante por parte de un líder político no puede ser el resultado de un mero ajuste de cuentas en las redes sociales, más aún invocando cuestiones que nuestra sociedad valora tanto como el rechazo a la violencia machista y al acoso.


25 Octubre 2024
La patética caída de Errejón
El sanchismo no es solo Sánchez y el PSOE, sino también sus socios y aliados. Es un estado de degradación de nuestra democracia que se refleja en el asalto a las instituciones, la corrupción sistémica del socialismo español y la falta de coherencia y ética de sus dirigentes. El último escándalo, vamos a una media diaria, lo ha protagonizado uno de los líderes de la nueva política que nos iba a dar lecciones a todos. Iñigo Errejón ha dimitido de sus cargos y deja la política. Las acusaciones de machismo son muy graves. Es cierto que en la historia política contemporánea no hay nada más machista que los regímenes comunista tan gratos para Errejón y sus amigos. No hay más que ver la realidad de la Cuba de Fidel Castro. Por ciento, siempre me ha llamado la atención la homofobia activa en los sistemas comunistas. A pesar de que el comunismo representa una de las ideologías más genocidas de la Historia, los pijo progres y la derecha acomplejada miran con simpatía a los excomunistas. Es un pasaporte al éxito en el PP haber militado en algún grupo de la izquierda radical y sentirse orgulloso de ello.
Los medios de comunicación sobrevaloraron a los jóvenes iracundos pijo progres liderados por Iglesias y Errejón. No tenían una trayectoria académica destacable, no habían sido capaces de sacar una oposición controlando una facultad y sus publicaciones eran escasas o nulas. A pesar de ello iban de intelectuales a lo Trotsky y luego quedaron en nada. El final político de Errejón, como sucedió con Iglesias, es patético y rodeado de acusaciones de machismo. Lo más hilarante es que intenta sortear el escándalo hablando de contradicciones personales y que tendrá acompañamiento psicológico. Una vez más la contradicción está en la izquierda mediática, porque eran sus amigos de irse de copas por la noche o celebrar opíparas comidas y cenas. Un escándalo como este si afectara a un dirigente del PP provocaría una reacción brutal. El diario y la radio del millonario Contreras nos inundarían de información y opinión sobre el machismo de los populares. No lo defenderán, pero hay que recordar que Contreras era antisanchista y veía con gran simpatía a los podemitas. Errejón en el psicólogo, Iglesias pensando en volver y el sanchismo en decadencia. ¡Cómo está la izquierda!


25 Octubre 2024
Sin eufemismos
La culpa es del Madrid DF, de la confusión entre la persona y el personaje, del frenético ritmo, de la exposición mediática, del modo de vida al que supuestamente arrastra la política y hasta del liberalismo… No hay carta de renuncia más delirante, estrambótica y repugnante que la que escribió este jueves Íñigo Errejón para anunciar que deja el escaño y la política. Sabe bien el porqué de esa renuncia, pero prefiere el eufemismo para tapar la realidad. Y lo saben mucho mejor sus víctimas, algunas mudas por el terror que infundía sobre ellas.


25 Octubre 2024
¿Alguien creía que el acoso sexual es de derechas?
En la nueva película de Joker, el villano interpretado por Joaquin Phoenix no libra precisamente una lucha gloriosa entre David y Golliat, entre su persona y el sistema, sino solo contra sí mismo. El Joker, encarcelado y admirado por sus crímenes, es presa de su propio personaje engrandecido por la leyenda. Y la persona que encierra querrá crecer, defenderse e imponerse a costa de perder a su novia (Lady Gaga) y las masas de seguidores que ha ido acumulando. Y esa lucha entre persona y personaje, divertida en una película de acción, es impresentable como justificación del acoso sexual y comportamientos vejatorios múltiples como los que, presuntamente, han provocado la caída de Íñigo Errejón.
El último superviviente de los que iban a asaltar los cielos se va. Ha caído. Y no precisamente porque no haya logrado cumplir sus objetivos, disminuir la igualdad en España o acercar a los jóvenes a la vivienda deseada, sino por un maltrato machista y sexual que su grupo venía a combatir. ¿Persona o personaje? ¿Qué nos está diciendo Errejón con esa infame justificación que atribuye a las exigencias de estar “en primera línea” sus comportamientos “tóxicos”? Olof Palme caminaba y usaba el transporte público, Angela Merkel encargaba la misma chaqueta en varios colores para simplificar su vestuario, Manuela Carmena también iba en bus y se hacía la comida y ninguno de ellos necesitó imponerse violentamente a nadie como consecuencia de los “ritmos” del poder.
Más allá del Código Penal, la hipocresía es acaso el peor de los delitos en política y aquí la supuesta autoridad moral de la izquierda se estrella contra una realidad sórdida personificada en el José Luis Ábalos que hace abonar el piso de lujo a su pagada pareja o al Errejón que acosa y maltrata, todo ello supuestamente. Si teníamos esa actitud asociada en exclusiva a un Donald Trump carente de principios feministas (él ya ha sido condenado por los pagos para silenciar a una actriz porno), al diputado valenciano de Vox condenado por maltrato o al alcalde popular que acosó sexualmente a Nevenka hasta destruirla, nos equivocábamos. O no queríamos verlo. Porque: ¿quién no ha conocido al cantante progre abusador, al jefe más rojo que nadie que se impone a la becaria en unas copas, al magistrado o al político de izquierdas acusados de violencia de género? Y lo que no sabremos. El maltrato machista no tiene acera. Pero duele más cuando ocurre en la que se alzan las banderas contra él.
En algo sí hemos avanzado en España. El alcalde de Ponferrada recibió el calor de su pueblo, que condenó socialmente a Nevenka, mientras que aquí nadie apoyará a Errejón. Además, Errejón no es el Joker de Joaquin Phoenix y su personajito se diluirá rápidamente en su persona sin asaltar nada más que el infierno.

25 Octubre 2024
Carta de retirada política de Loreto Arenillas
Desde que se conocieron las acusaciones por acoso sexual contra Íñigo Errejón, he sido objeto de una inmensa campaña de mentiras y la dirección de mi grupo parlamentario no me ha permitido ni la mas mínima ocasión de explicarme.
Jamás he encubierto ningún acto de acoso ni violencia machista, al contrario, he trabajado por denunciar estas situaciones durante toda mi vida, allí donde he tenido conocimiento de ello.
En junio de 2023 no era jefa de gabinete de Íñigo Errejón, pero puse en conocimiento de la entonces secretaria de organización y la responsable de feminismos un acto protagonizado por el diputado Íñigo Errejón, información que consideraron no elevar a los órganos del partido. Hoy me siento chivo expiatorio para ocultar errores que, sin lugar a dudas, hemos cometido en la organización. Esta es la peor forma de luchar contra el machismo.
He sido víctima de violencia machista como tantas mujeres. Nunca pensé que podría perder la presunción de inocencia en mi propio partido.
He decidido abandonar mi acta de diputada, abandonar el partido, y seguir luchando contra los abusos, incluido este del que estoy siendo objeto.

27 Octubre 2024
Nota de Rita Maestre (exnovia de Errejón)
Resulta complicado encontrar palabras después de días tan intensos y difíciles. Una vez he podido leer con detenimiento (y apenas empezar a digerir) los testimonios de varias mujeres que han dado el paso de contar distintos episodios de agresiones y vejaciones, lo primero es hacerles llegar mi respeto y todo mi apoyo. Y es extraño hablar en público de mi vida personal, pero desde hace días una parte de mi vida está ahí expuesta, así que tengo la necesidad de contarme yo.
Como todo el mundo sabe, Íñigo Errejón y yo fuimos pareja durante varios años y, aunque llevábamos mucho tiempo distanciados, todo lo que ha ido trascendiendo esta semana me abruma y conmociona especialmente. Porque estoy descubriendo ahora que algunos de los episodios de comportamientos y violencia misógina denunciados por las víctimas sucedieron cuando el agresor era aún mi pareja. Una persona de apariencia normal, un ‘buen novio’, era a la vez un misógino que volvía a casa con normalidad después de agredir a una mujer de 20 años en un hotel. Y no es una novedad, porque el feminismo nos ha enseñado hace mucho tiempo que los agresores que se suelen presentar como seres monstruosos excepcionales son un padre, un hermano, un compañero de trabajo o tu expareja. Pero es sobrecogedor, porque ahora no es una teoría ni un lema; es mi vida, y me resulta imposible no hablar desde ahí.
También desde ahí necesito contestar a quienes hoy especulan alegremente con el grado de conocimiento de sus acciones o complicidad en los espacios de convivencia personal o política de los que formaba parte. Evidentemente, es imposible que cada una de las personas que hemos compartido con él parcelas de nuestra vida (en el ámbito que sea) no pensemos cómo no pudimos ver que estábamos ante alguien con esas múltiples caras, cómo pudimos cegarnos ante ese nivel de manipulación. Porque eso es lo que es quien sostiene en su día a día una red de agresiones y vejaciones de esta magnitud: un manipulador. Ahora puede resultar muy fácil y tentador poner las diferentes informaciones que han trascendido bajo un foco de obviedad que, sencillamente, no es tal. Ni he sido parte ni tengo constancia de ningún encubrimiento de ninguna agresión ni acción violenta, porque no lo ha habido. Más bien me siento profundamente engañada, y ese engaño resulta devastador.
Ahora lo importante es el dolor de las víctimas, que tienen que sentirse respetadas y acompañadas. Lo importante es erradicar las conductas y agresiones machistas de la política y la sociedad. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Sea quien sea el agresor, y sea quien sea la víctima. Lo importante es terminar con cada espacio de impunidad, con cada pequeño detalle que minimiza los comentarios, las actitudes y las agresiones no deben tener cabida.
Las mujeres estamos hartas de eufemismos, de evasivas, de que el foco se ponga sobre nosotras, de que la conversación pública gire en torno a la excepción de los escabroso y no a la normalidad que sostiene tantas violencias cotidianas. Estamos hartas de sentirnos juzgadas cuando hemos formado parte del entorno personal del agresor. Estamos hartas de que no se nos crea y se nos cuestione cuando somos agredidas. De no saber adónde acudir cuando nos ocurre algo como cualquier de las cosas que están ocupando y titulares, en toda su escala de gravedad.
Quiero agradecer especialmente a todas las redes de mujeres, que ponen las herramientas, pero sobre todo el apoyo, la escucha y el cuidado para hacer que juntas tengamos la fuerza y la dignidad que intentan arrebatarnos.
Animo también a cualquiera que haya sufrido una situación de agresión o acoso a que se valga de las redes de apoyo feminista para seguir adelante, y reflexiono con sinceridad: puede que no haya tarea feminista más importante que ponerse a disposición de ello. Nada va a poder amordazar esta ola de dignidad. Es otra de las lecciones de la fuerza del feminismo. Yo, desde luego, me voy a dejar la piel en que así sea.
Mucho ánimo, compañeras, y un abrazo enorme. Sin todas no hay nosotras.
Rita Maestre


04 Noviembre 2024
Linchamiento
Desde hace unos días asistimos a una especie de colapso moral que va mucho más allá del caso Errejón y afecta a los partidos, al crédito político en general, al Estado de Derecho y, sobre todo, al feminismo. Se llama linchamiento. A la espera de que se concreten y resuelvan las denuncias, nada se puede ni se debe decir sobre la culpabilidad penal de Iñigo Errejón porque nadie lo sabe aún. Hay algo que, sin embargo, sabemos ya todos. Incluso si se demostrara culpable de los delitos de los que se le acusa e incluso si un tribunal le impusiera los máximos castigos que nuestras leyes contemplan, ningún juez podrá imponer a Errejón una pena más severa que la que ya ha recibido. Estamos asistiendo, en efecto, a una muerte civil sin rehabilitación posible como resultado de un escarnio público en el que se han cruzado a veces todos los límites.
Errejón ha perdido ya eso que, al menos hasta hoy, habíamos decidido no arrebatar jamás a ningún miembro de nuestra sociedad, ni siquiera a los responsables de los crímenes más abyectos. Ha perdido para siempre cualquier posibilidad de vivir como un ciudadano más; tendrá que esconderse o exiliarse; nadie se atreverá a darle trabajo ni a frecuentar su trato, pues su baldón irreparable se contagiará a todo el que se le acerque, como las miasmas de la peste. Es, en efecto, un apestado, un monstruo, un engendro inhumano que parece autorizarnos a suspender todas las reglas y todas las garantías que cuidadosamente nos impusimos respetar. Socialmente, es ya un cadáver. Ya lo hemos matado. En medio de un sombrío panorama mundial, mientras avanza una extrema derecha cruelmente vengadora, mientras se justifican genocidios en nombre de víctimas de holocaustos, cuando parece más posible que nunca precipitarse en la barbarie, recordar los derechos humanos parece una extravagancia propia de locos y de ingenuos. O, peor aún, de traidores: quien no dispare hoy contra Errejón y no se sume a su linchamiento, quien no participe en su asesinato civil, quien evoque la presunción de inocencia o el derecho a la reinserción —dinamitado ya para siempre— deberán ser señalados, atacados y acusados de mancillar a las víctimas.
¿Es esa la sociedad que queremos? ¿Se trata de una gran victoria sobre el machismo? A juzgar por la reacción inicial de los medios, las redes y nuestros partidos políticos, podríamos pensar que sí. Las firmantes de este texto creemos, al contrario, que ninguna victoria feminista puede pasar por la destrucción de un ser humano y menos aún por la activación de tribunales populares al margen de la justicia y basados en dos principios peligrosos: la victimización radical de la mujer y la confusión entre pecado y delito. El “yo sí te creo”, nacido para invertir una relación de poder desigual, debe funcionar como una “ficción de combate” destinada a recordar el miedo de las mujeres frente a una justicia que históricamente nos ha considerado pérfidas y mentirosas. No debemos aceptar ser sospechosas por defecto y ello implica señalar todo poder e institución, toda política, toda ley y todo tribunal, todo policía y todo juez que parta de esa premisa.
Ahora bien, si no somos mentirosas por defecto es porque por defecto no somos nada: ni decimos siempre la verdad ni tenemos por qué decirla siempre. Contra la propaganda de la ultraderecha, es bueno recordar que el número de denuncias falsas por agresión sexual es insignificante, es decir, que, frente a esa sospecha patriarcal proyectada sobre las mujeres, estas no mienten más que los hombres. Por pocas que sean las falsas denuncias, en todo caso, su existencia residual demuestra otra cosa: que también mentimos y que para merecer justicia no tenemos por qué ser santas. Las mujeres no estamos obligadas a ser puras e inocentes, tenemos derecho a ser ambiciosas, interesadas, crueles, poco empáticas y mentirosas. Por eso, un análisis feminista que contemple a las mujeres al margen de estas categorías (ángeles o demonios) debe tomarse muy en serio las servidumbres del Derecho; es decir, si hay un espacio al que no puede llevarse el “yo sí te creo” es el de los tribunales, donde debemos imponernos la absoluta obligación de que, como bien explica la magistrada feminista Amaya Olivas, todos los castigos se desprendan no de crímenes creídos sino de crímenes demostrados. Por lo demás, por razones profundamente feministas debemos partir de la constatación de que ni para los hombres ni para las mujeres es fácil evitar estas pulsiones negativas en un marco capitalista neoliberal que fetichiza la imagen y obliga a disputar la visibilidad en condiciones de feroz competencia.
El fanatismo opera dividiendo el mundo entre quienes son esencialmente buenos y quienes son esencialmente malos, y ese suele ser justamente el indicio que precede a los abismos más oscuros de la historia. El feminismo, la izquierda, los defensores de los derechos humanos, debemos combatir cualquier forma de fanatismo y anticiparnos a él para prevenirlo y desactivarlo. Por esa razón es imprescindible defender a ultranza una justicia que descarte bulos y testimonios anónimos y decida en cada caso la veracidad de las denuncias conciliando la escucha atenta de las víctimas con el respeto a la presunción de inocencia del acusado. Jamás debería convertirse en un principio del sentido común la idea de que —según hemos oído repetir últimamente— “es una infamia cuestionar el testimonio de las víctimas”, porque ello entraña haber dictado ya sentencia sin piedad y sin derecho a la defensa. El “yo sí te creo” no puede convertirse en una invitación a la denuncia impune y sin nombre. Hay que tener mucho cuidado. Lo hemos visto estos días con inquietud: el peligro de aceptar como creíble una denuncia anónima verosímil es que obliga a dar credibilidad también a las inverosímiles, en una cascada de testimonios sin freno tanto más creíbles cuanto más visible y poderoso es el objeto de las denuncias. Frente a la pandemia digital, en la que la facilidad, la impunidad y la conspiración política se alimentan de manera exponencial y se contagian como un imperativo libidinal, la justicia es impotente para intervenir o no puede intervenir a tiempo. Como sabemos, un linchamiento digital es un linchamiento real, pues ha ocasionado a menudo el suicidio de los señalados, fueran culpables o no. El feminismo nunca —nunca— debería sumarse a estas dinámicas.
El caso Errejón ha confirmado un peligro que a muchas nos asusta desde hace tiempo; nos referimos al peligro de confundir el pecado y el delito; es decir, lo social o moralmente reprobable con lo penalmente condenable. Como bien resumía un extraordinario texto del Colectivo Cantoneras, “las relaciones de mierda no son agresiones machistas”. Y no porque no sean a veces machistas —pueden serlo— sino porque hay que elegir bien las palabras con las que nombramos los delitos. La falta de empatía, la ausencia de atención, la indiferencia, son un buen motivo para no volver a tener relaciones sexuales con un hombre. Son también, en un mundo machista, el reflejo de un problema estructural. Que tantas mujeres se encuentren en la cama con hombres con quienes el sexo es egoísta, descuidado, unilateral, desagradable e insatisfactorio pone sobre la mesa una cultura machista que debe someterse a examen. Ahora bien, más vale que distingamos el mal sexo de la violencia sexual, y el machismo de los crímenes penales. Cuando el feminismo que parece reinar en este apocalipsis linchador confunde los comportamientos machistas con la agresión sexual está, por un lado, banalizando la violencia, pero también tratando a las mujeres como menores de edad. Esa confusión (entre “pecados” y “delitos”) sirve para legitimar, contra la razón y contra la misericordia, la condena social, a veces despiadada, de cualquiera que no nos haya tratado como creemos merecer. Induce además el olvido de otras violencias (políticas o económicas) que también sufren las mujeres junto a otros colectivos vulnerables.
El espectáculo catastrófico de estos días revela, en fin, la toxicidad de nuestros partidos, la ruina de la izquierda y la destrucción que, en determinadas manos, se ha llevado a cabo del feminismo como promesa de otra sociedad. Ningún feminismo puede ser compatible con el linchamiento. Ninguno. Porque ninguna sociedad puede ser sensible contra el machismo si no es sensible en general; porque ningún feminismo puede combatir el maltrato de las mujeres si no combate todo maltrato; porque ningún feminismo puede denunciar el abuso de poder masculino si no denuncia todo abuso de poder y porque ningún feminismo cambiará nada para las mujeres si no puede transformar esta sociedad. Es en momentos como estos cuando decidimos si queremos o no desengancharnos de todos esos límites —principios éticos y garantías jurídicas— que nos hemos dado para protegernos del fanatismo, de la crueldad y la deshumanización. Nuestro presente político no nos permite olvidar la facilidad con que la humanidad puede precipitarse en todos esos abismos; y un linchamiento, que nos sitúa ante el precipicio, nos hace temer que hayamos decidido dar el último paso y saltar.
El Análisis
Íñigo Errejón ha pasado de portavoz parlamentario a cadáver político en cuestión de días. Su caída ha sido tan rápida como la velocidad con la que los partidos y los medios decidieron olvidarse de algo tan básico como la presunción de inocencia. Todo empezó con un anónimo en Instagram, continuó con la denuncia pública de Elisa Mouliaá y terminó con la desbandada generalizada de Sumar, Más Madrid y hasta su propia sombra. Sin juicio ni pruebas, Errejón fue condenado en tiempo récord, pero lo más escandaloso no es su salida: es la facilidad con la que la política y los medios ejecutaron una sentencia sin siquiera pasar por el trámite del tribunal.
El caso deja un reguero de hipocresía. Los mismos partidos que ignoraron las acusaciones anónimas en 2023 se han subido ahora al tren del repudio colectivo. Más Madrid ha fulminado a Loreto Arenillas como si fuera cómplice de un crimen aún por demostrar, mientras Errejón, en una carta que mezcla confesiones personales y reflexiones vagas sobre el patriarcado, parece asumir culpas sin explicarlas. Su discurso sobre la “toxicidad masculina” ha servido para alimentar el relato inquisidor, pero deja una sensación inquietante: ¿cuánto de su dimisión fue presión externa y cuánto desgaste interno?
La política española ha demostrado, una vez más, que está más interesada en las hogueras mediáticas que en la justicia. Sumar y Más Madrid han corrido a pedir disculpas por no haber actuado antes, como si condenar sin pruebas fuese más valioso que haber esperado a conocer los hechos. Errejón no ha sido juzgado, pero sí ejecutado públicamente. Su carta suena más a epitafio que a defensa, y quizás ese sea el verdadero problema: en el circo mediático-político, la inocencia ya no es una garantía, sino un estorbo.