5 julio 2025

El Comité Federal del PSOE para elegir a Rebeca Torró nueva Secretaria de Organización es reventado por las acusaciones de acoso sexual a Paco Salazar, que renuncia a ser su adjunto

Hechos

El 5 de julio de 2025 se celebra el Comité Federal del PSOE.

06 Julio 2025

Respuesta insuficiente

EL PAÍS (Director: Jan Martínez Ahrens)

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Las medidas anunciadas por Pedro Sánchez ante el PSOE no cierran la crisis de credibilidad generada por el ‘caso Cerdán’

El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, había marcado el Comité Federal celebrado ayer como un punto de inflexión en la respuesta del partido al trauma abierto por el caso Ábalos y, sobre todo, por el encarcelamiento de quien hasta hace menos de un mes era su secretario de Organización, Santos Cerdán. Esa respuesta, más dirigida a la militancia que a la ciudadanía, fue insuficiente. No logró restablecer la credibilidad dañada y está lejos de cerrar una crisis cuya trascendencia, ya enorme, crece cada día.

Tras su resurrección política en 2017, que impulsó después la del partido, uno de los objetivos de Pedro Sánchez fue hacer imposible una rebelión del aparato como la que le había defenestrado un año antes. Para ello, con Ábalos como brazo ejecutor, impulsó la transformación del PSOE en una organización ahormada en torno a su liderazgo. La gran pérdida de poder que siguió a los comicios municipales y autonómicos de mayo de 2023 tuvo como consecuencia un control de las agrupaciones territoriales que se ha traducido en la consagración de cinco ministros como candidatos para el ciclo electoral que se abre el año que viene con las elecciones andaluzas. Ese poder omnímodo fue el que permitió a Ábalos y Cerdán operar sin contrapesos. Y esa anomalía en un partido con vocación federal fue la que implícitamente reconoció Sánchez al anunciar medidas para reforzar el diálogo, la descentralización y el equilibrio de poderes.

La elección de Rebeca Torró —secretaria de Estado de Industria, pero poco conocida fuera de la Comunidad Valenciana— como sucesora de Cerdán es una clara señal de que los tiempos de la secretaría de Organización todopoderosa se han terminado. Si el hecho de que Torró vaya a contar con dos adjuntos refuerza esa idea, la renuncia del tercero, Francisco Salazar, apenas horas después de ser propuesto y a raíz de la publicación de acusaciones de acoso sexual, subraya la necesidad de extremar los controles. Que además Salazar fuera un estrecho colaborador del presidente —que no citó el caso en su discurso— demuestra otro grave error de selección.

Los pasos anunciados ayer en Ferraz —que el propio Sánchez reconoció como técnicos y burocráticos— son probablemente necesarios, pero no suficientes. La respuesta debe estar a la altura de la crisis, agravada por el ingreso en prisión de quien era su mano derecha en el PSOE y su voz en negociaciones decisivas para la configuración de sus Gobiernos. La estructura radicalmente piramidal del partido concedía a Pedro Sánchez todo el poder y con ello, la responsabilidad política última.

No basta con actuar en el caso de Santos Cerdán con una celeridad que se echó de menos en el de José Luis Ábalos —cuyo expediente duró abierto más de lo aconsejable (también eso se corrigió ayer)— ni reducirlo todo a un problema del aparato. Actuar así es no ser consciente de la gravedad del momento. Pese a los intentos de encapsularla en torno al llamado triángulo tóxico formado por Cerdán, Ábalos y Koldo, la conmoción durará como mínimo mientras la instrucción judicial, todavía muy abierta, no despeje hasta la última duda sobre el alcance de la trama de corrupción, cuyo sustento en la concesión irregular de obra pública a través del Ministerio de Transportes apela también al Gobierno y a la Administración.

Ganar tiempo no equivale a ganar crédito. La catarsis escenificada ayer por la cúpula socialista no puede ser el final del proceso sino su comienzo. La justicia, que tiene sus propios ritmos, establecerá la responsabilidad penal correspondiente; la respuesta política no depende solo de aquella y no puede ser meramente táctica. La tibia respuesta de Pedro Sánchez ante el Comité Federal corre el riesgo de frustrar las expectativas de los ciudadanos y, como demuestran las encuestas, beneficiar a la ultraderecha.

Pedro Sánchez, que acude el miércoles al Congreso para rendir cuentas, ha de lograr cuanto antes el respaldo de sus socios en el Parlamento si quiere demostrar que el programa social que desplegó ayer cuenta con bases sólidas y que la legislatura tiene un horizonte más allá de la mera resistencia ante un panorama electoral adverso. Las reticencias de quienes contribuyeron a llevarlo a La Moncloa son otra demostración de que la crisis de confianza sigue abierta.

06 Julio 2025

Sánchez o el PSOE, no hay otra

ABC (Director: Julián Quirós)

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Las apariciones públicas del secretario general tienen un patetismo creciente, porque sus gestos son como los manotazos de un náufrago para mantenerse a flote. La disyuntiva para los socialistas es clara: el capitán fracasado o el barco

A Pedro Sánchez le ha pasado con los cambios aprobados por el Comité Federal del PSOE lo mismo que con las medidas que anunció el mismo día en que se hizo público el informe de la UCO sobre Santos Cerdán: no los estaba terminando de exponer y ya eran un fracaso. La causa no es otra que el descrédito personal de Sánchez. Si los socialistas quieren saber lo que les está pasando, no tienen que mirar a Cerdán, a Ábalos ni a Koldo, sino a su secretario general, resumen y síntesis encarnada de los porqués a tanta pregunta que se hacen los militantes del PSOE. Políticamente ya es irrelevante quiénes sean la nueva secretaria de Organización y los adjuntos propuestos por Sánchez, porque, precisamente al ser propuestos por Sánchez, no representan la solución a la crisis del partido, sino un parche a la crisis de su líder. Todo va de si más sanchismo y menos PSOE.

El discurso de borrón y cuenta nueva con el que ayer se presentó ante los cargos de lo que queda de su maltrecho partido fue aniquilado, antes de que pronunciara la primera palabra, por la renuncia de otra mano derecha –la enésima– del secretario general socialista, su estrecho colaborador Francisco Salazar, señalado por un escándalo de acoso a mujeres. Parecía que Salazar era la baza para compensar los desastres de Ábalos y Cerdán, un conejo sacado de la chistera para convencer a cargos y militantes de que a su secretario general aún le quedaban recursos propios para responder a la situación. Salazar no llegó siquiera a pisar el Comité Federal que iba a integrarlo en la Ejecutiva del partido, muy próximo a la nueva secretaria de Organización.

Sánchez anunció «autocrítica» y lo que hizo fue preparar y servir el cóctel con el que cree que mantiene seducidos a los suyos: mucha ultraderecha, como carnaza para que las vísceras puedan más que la razón, y mucho victimismo. Los socialistas tienen un líder que no da explicaciones políticas, pero es muy sincero sobre sus sentimientos amorosos, sobre lo sufrido que es llegar a las cinco de la tarde sin haber comido y sobre lo bien que se encontraba después de salir corriendo de Paiporta. Porque, para Sánchez, solo él es importante. Por eso sacrifica uno tras otro a sus personas de su mayor confianza, sin irse con ellos. Lo hizo con Ábalos, con Cerdán y, ayer, con Salazar. No es cierto que se equivocara con los nombramientos de esta procesión de sospechosos; y si se equivocó tendría que irse, como le pasaría a cualquier consejero delegado de una empresa que no hace más que equivocarse con sus hombres de confianza. En realidad, acertó con ellos, porque hicieron lo que el líder quería, que no era otra cosa que desarmar el PSOE como partido para convertir al partido en una secta. El pucherazo en las primarias andaluzas, del que no dijo ni palabra, expresa todo lo que está dispuesto a hacer por preservar el poder. Si vas a jugar limpio no confías en un Ábalos o en un Cerdán.

Ninguno de estos caídos en la fuga de Sánchez era una herencia que recibiera cuando accedió a la secretaría general, sino que todos son creaciones de sí mismo. Hay un PSOE antes de Sánchez y otro después de él. Y es ese PSOE el que está colapsado por el sanchismo que implantaron Ábalos y Cerdán con su superior permiso. Por eso, los cambios aprobados por el Comité Federal nacen políticamente muertos al venir de Sánchez, cuya permanencia al frente del PSOE perpetuará la crisis moral y política de este partido.

Y si la renuncia de Salazar dejó sin sentido el programa de renovación interna del PSOE, la petición de cuestión de confianza o elecciones anticipadas hecha por Emiliano García-Page acalló el toque de corneta para que los cargos socialistas reunidos en Ferraz mostraran sumisión al líder. Es un socialista, presidente autonómico con mayoría absoluta, el que pide que el descrédito del secretario general de su partido vaya al Parlamento o a las urnas. No es una petición que, por venir de un socialista, sea más sensata, pero el poder político de quien la hace quitó el precinto con el que Ferraz quería silenciar al Comité Federal. Sencillamente, hay muchos socialistas que quieren que Sánchez se vaya. Solo falta que hablen.

Las apariciones públicas del líder socialista tienen un patetismo creciente, porque sus gestos son como los manotazos de un náufrago para mantenerse a flote. La disyuntiva para los socialistas es clara: Sánchez o el PSOE, es decir, salvar al capitán fracasado o el barco.