21 abril 1961
El fracaso de la operación de Kennedy sólo consigue incrementar el carácter comunista de la dictadura de Fidel Castro
Invasión Bahía Cochinos: Fracasa un intento de derribar a Fidel Castro en Cuba por fuerzas anti-comunistas apoyadas por EEUU
Hechos
Entre el 15 y el 20 abril de 1961 se produjo un intento de invasión de Cuba.
Lecturas
Desde 1959 el comandante Fidel Castró era el dictador de Cuba.
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LOS PERDEDORES:
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La fuerza invasora que, con el apoyo de Estados Unidos, había desembarcado hace 72 horas en Bahía de Cochinos, ha sido aplastada por el ejército cubano.
Más de un centenar de invasores han muerto, y los cubanos han capturado a ostros 1.200 junto con importante material bélico.
Después de tres días de encarnizados combates, la invasión se ha convertido en un completo fracaso y en un grave tropiezo diplomático para Estados Unidos, cuya intervención en los hechos resultaba manifiesta.
La fuerza invasora estaba compuesta de exiliados cubanos opuestos a la dictadura de Fidel Castro, y contó con el apoyo de la CIA; obligado por el curso de los hechos el presidente norteamericano John Kennedy terminó por aprobar la operación diseñada por la administración anterior del general Eisenhower.
El cuerpo invasor fue entrenado por la CIA, que proporcionó también el armamento y el apoyo aéreo. Los dirigentes de la central de inteligencia norteamericana, ante los compromisos cada vez más estrechos entre Fidel Castro y la URSS, decidieron llevar rápidamente a la práctica un proyecto que mantenía en reserva desde hace años. Luego, convencieron a los exiliados cubanos de que apenas desembarcaran en la isla se produciría un levantamiento popular contra el dictador comunista y se les uniría parte del ejército.
Las previsiones de la CIA demuestran que el organismo desconocía en absoluto la realidad de la situación interna en Cuba. Por otra parte, hay que cargar otro grave error en la cuenta de la CIA: dos días antes de que se produjera la invasión, aviones de la central de inteligencia bombardearon diversas instalaciones militares en la isla; esto obligó a Castro a decretar la movilización general, de manera que cuando los exiliados desembarcaron en playa Giron y playa Larga se encontraron con un ejército en pie de guerra, que desde el primer momento ofreció una durísima resistencia.
El intento de los exiliados consistía en establecer una cabecera de puente, ampliarla y resistir un tiempo prudencial, el suficiente para nombrar un gobierno rebelde y reclamar oficialmente la ayuda de Estados Unidos.
La Unión Soviética censuró en la ONU el apoyo norteamericano a los invasores y amenazó con una intervención directa en Cuba. Se abría así un conflicto que amenazaba tener incalculables consecuencias internacionales. Numerosos gobiernos del bloque occidental criticaron a Washington.
El desastre sufrido por la diplomacia norteamericana repercute sobre el prestigio del presidente Kennedy.
Este 20 de abril de 1961 los prisioneros capturado en Bahía de Cochinos – a quienes el propio Fidel Castro ha prometido que sus vidas serán respetadas – son sometidos a interrogatorio en diversos cuarteles. Castro dijo confidencialmente esta tarde al periodista Carlos Franqui director del diario HOY EN LA REVOLUCIÓN, de La Habana, que está dispuesto a negociar con Estados Unidos y devolver a los prisioneros ‘a cambio de tractores, maquinaria y medicina’.
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21 Abril 1961
Jornadas sombrías
Otro día de incertidumbre y de ansiedad en torno a Cuba. Todo es entristecedor y sombrío. Fidel Castro lanza al mundo comunicados triunfales. Según ellos, ‘la invasión ha sido aplastada…” “los invasores supervivientes se han dispersado”… Y así sucesivamente. ¿Qué hay de cierto en la versión castrista? Difícil precisarlo. Pero, ¿qué es lo que hay de verosímil en las versiones anti-castristas? En términos generales, los sucesos parecen haber evolucionado en forma favorable al Gobierno de la Habnna. Se dirá que los asaltantes formaban núcleos numéricamente modestos, y que su potencia de fuego era escasa; porque las columnas móviles lanzadas por Castro en persecución de los desembarcados han maniobrado, por lo visto, con mucha libertad, y sus movimientos de concentración no pudieron ser fundamentalmente estorbados. De todos modos, tampoco debemos tomar al pie de la letra, por ahora, cuando Fidel Castro nos cuente, porque hemos de recordar que él se halla prácticamente inserto en el sistema político del comunismo, y los comunistas sienten más afición a la propaganda que a la verdad.
Por otra parte, los Gobiernos que se ven sacudidos y amenazados por un alzamiento tienden a crear estado de opinión y climas psicológicos coadyuvantes, a cuyo fin tratan de difundir, entre grandes albaracas oratorias, informes arrebatando optimismo; de modo que oyendo esos informes o leyéndolos se sientan estimulados los amigos, cunda el desacierto entre los enemigos y muera en flor cualquier veleidad hostil de los no comprometidos, es decir, de la masa inicialmente indiferente. Aconsejamos, como lección inolvidable, un repaso de la prensa de Madrid correspondiente a los primeros días, y aun a los segundos del Alzamiento del 18 de julio de 1936. En las páginas de aquellos periódicos aparecen irremediablemente aniquiladas las fuerzas nacionales, reducidos a polvo los requetés, fugitivos o triturados los falangistas, cercados los batallones, sublevados los reguladores, destrozadas las banderas legionarias…
Pese a estas reflexiones, no es posible ocultar que la suerte de la invasión de Cuba tiene un sospechoso aire de cosa no bien lograda. Han transcurrido tres o cuatro días, desde los atisbos del primer asalto, y las radios de campaña de los desembarcados no comunican noticias que permitan colegir éxitos de la invasión. El observador prudente se pregunta: “¿Se trataba, en efecto, de una verdadera invasión?”.
El sector elegido para el lanzamiento del ataque principal – la bahía de los Cochinos – es curioso, desde el punto de vista militar. ¿Por qué decidieron los anticastristas plantear el combate en una zona a la que Fidel Castro podía llegar rápidamente con sus mejores unidades? ¿Acaso por la posibilidad de refugiarse – si las cosas no salían a medida de los deseos – en una zona de ciénagas, donde la persecución con tanques y con material pesado es imposible? Pero ¿qué ganan con estacionarse en un terreno cenagoso? Desde Miami afirman que los ‘comandos’ lanzados sobre Cuba no son sino la vanguardia de la invasión auténtica. ¿Verdad? ¿Noticia de consolación? De cualquier modo, el horizonte habrá de aclarársenos en los dos o tres días venideros. Limitémonos hoy a decir que la jornada ofrece tintes oscuros.
Manuel Aznar
El Análisis
Parecía el guion de una película de espías de serie B: un puñado de exiliados entrenados por la CIA, una playa cubana mal defendida (según los papeles), y la esperanza de que el pueblo se alzara contra Fidel Castro y el Che Guevara nada más oír los primeros disparos. Así fue como la invasión de Bahía de Cochinos, cocinada en los fogones secretos de la administración Eisenhower y servida a medias por un joven e inexperto John F. Kennedy, acabó siendo un sonoro fiasco. Los hombres del exilio, con Miro Cardona como presidente en la sombra de un futuro gobierno que jamás llegó a formarse, acabaron cercados, capturados y utilizados como trofeo por el régimen cubano.
El gran error, más allá de la logística y el entusiasmo, fue pensar que Castro se caería como una fruta madura. Pero el comandante, con su barba siempre lista para los flashes y con el Che Guevara dirigiendo la defensa con su estilo entre romántico y sanguinario, convirtió la agresión en su mejor propaganda. ¿Y qué pasó? Pues que en vez de derrocar al régimen, lo blindaron. Desde entonces, la Revolución dejó de disimular: abrazó el comunismo, se agarró del brazo de Moscú y pintó definitivamente de rojo la isla.
Bahía de Cochinos fue, para Washington, una vergüenza; para Miami, una amarga derrota; y para La Habana, el certificado de inmunidad ideológica. Si alguna vez hubo dudas sobre si Fidel era comunista o no, las olas de Playa Girón se las llevaron. A partir de ahí, ni urnas ni medias tintas: Cuba ya no era la tierra de los casinos y las rumbas para turistas, sino la trinchera caribeña del socialismo real, con uniforme verde olivo y discursos eternos.
J. F. Lamata