23 octubre 1979

Pradera rechaza las intenciones de Anson de limitar la profesión periodística a los titulados en periodístico y le acusa de tener unos principios anquilosados en el pasado

Enfrentamiento entre el editorialista de EL PAÍS, Javier Pradera y el presidente de EFE, Luis Mª Anson por el intrusismo periodístico

Hechos

El 23.10.1979 el artículo de D. Javier Pradera en el diario EL PAÍS sobre la visión de la profesión periodística de D. Luis María Anson, fue replicado por el aludido el 24.10.1979.

Lecturas

La guerra por una regulación contra el intrusismo entre el presidente de la FAPE y de la Agencia EFE, D. Luis María Anson por un lado y el diario EL PAÍS de D. Juan Luis Cebrián se alargó durante varios meses. Según asegura D. Pedro J. Ramírez (entonces en ABC) en uno de sus libros de memorias, en aquella contienda él estuvo del lado del Sr. Cebrián. Es muy probable, porque generacionalmente y en los que representaba (periodista joven y progresista) estaba más cerca de este que del ‘clásico, conservador e institucional’ Sr. Anson. Pero justo es de decir que ese apoyo no llegó en ese momento al público (feb 1979) y no sería hasta marzo de 1980 cuando el Sr. Ramírez se apuntó oficialmente a la guerra contra el Sr. Anson. No se puede olvidar que el Sr. Ramírez era columnista semanal en ABC y no dedicó ninguna de sus crónicas a ese tema durante el año 1979, acaso por qué era complejo en Prensa Española abrir un frente contra alguien tan poderoso y tan vinculado a ellos.

Quién si entró con toda su artillería fue D. Javier Pradera, el jefe de opinión de EL PAÍS y editorialista oficial optaba por un ataque firmado – cosa rara en él, de quién Martín Prieto escribiría que prefería los ataques anónimos desde el editorial – contra D. Luis María Anson y su propuesta. El Sr. Pradera era un viejo conocido del Sr. Anson, ambos habían sido compañeros en el Colegio de El Pilar y en la escuela El Pilarista. Ambos tenían vínculos con el franquismo y ambos se etiquetaban de ‘anti-franquistas’. Uno como monárquico y otro como antiguo comunista ahora socialista.

En su artículo publicado el 23 de octubre el Sr. Pradera acusaba de incoherente al Sr. Anson por querer erradicar el intrusismo y a la vez apoyar que periodistas trabajen en gabinetes de prensa de empresas privadas.

…“El Sr. Anson quiere salvarnos a los periodistas. Se propone hacerlo a la fuerza y cerrar la profesión a quienes no quieran realizar ese viaje para culminación de los absurdos y delirios”…

“El Sr. Anson cree, como Stalin, de ls escritores que un periodista es un ingeniero de almas”…

…“Desde el mismo momento en que un profesional abandona la redacción de un diario o una revista, e ingresa en una empresa de productos químicos o de ropa, deja automáticamente de ser periodista. Porque nuestra profesión tiene como nota diferencial la independencia y es incompatible con trabajar a sueldo para hacer los elogios de un detergente o de una marca de bragas”…

…”Tanto el Sr. Anson como el resto de nuestros colegas que quieran seguirle tienen todo el derecho del mundo, todas las bendiciones del cielo para hacerlo. Pero, por favor, que dejen de considerarse periodistas y, sobre todo, que nos permitan a los demás seguir siéndolo”.

Como se ve el ataque no es menor. El Sr. Pradera está viniendo a decir que para él, el Sr. Anson y sus apoyos ya no son periodistas (pese a presidir EFE, APM y FAPE). Ciertamente su argumento de que cobrar impide que seas periodista es un tanto estricto porque todos los periodistas tienen el sueldo de un empresario detrás. (El Sr. Pradera estaba a sueldo del Sr. Polanco a quien siempre defendería en sus artículos y columnas).

Por otra parte aunque la incoherencia señalada era real, es coherente si se tiene en cuenta que el objetivo del Sr. Anson como presidente de la FAPE era que la gente con carné de periodista pudiera currar, por tanto quería que los que no tuvieran carné no pudieran y que lo pudieran hacer en el mayor número de sitios posible, ya fuera en una redacción o en una gabinete de prensa de alguna empresa privada.

En su respuesta el Sr. Anson no se molesta tanto en defender su acusación, sino en atacar al Sr. Pradera de pretender que en los gabinetes sólo dominen los sindicalistas.

“Los redactores de EL PAÍS también trabajan a sueldo para una empresa. Sí lo que se pretende es que los gabinetes de información sólo existan en los partidos y en las centrales sindicales, flaco servicio se hace a la libertad de expresión. Nuestros compañeros lo primero que necesitan es ejercer y vivir de la profesión, y seguramente EL PAÍS no podrá incluir en su plantilla como editorialistas a los varios miles de periodistas que buscan empleo”.

23 Octubre 1979

Periodistas o ingenieros de almas

Javier Pradera

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Anson pretende que no valga cualquier título universitario, sino tan sólo el que expide la facultad de Ciencias (?) de la Información.Lo que distingue, sin embargo, a una sociedad evolucionada de otra atrasada es precisamente que a la gente se le juzga por sus obras y no por sus pergaminos.

Hace algunos meses, el presidente de la Federación de Asociaciones de Prensa de España encabezó una vigorosa campaña en pro de la elevación de la dignidad profesional y social de los periodistas, cuyos elogiables propósitos no estuvieron adecuadamente servidos por los medios puestos en práctica para llevarla a cabo. El señor Anson, en efecto, sigue siendo víctima de ese deslumbramiento, entre decimonónico y subdesarrollado, que produce en las sociedades semicultas la posesión de un título universitario, y cree, seguramente de buena fe, que la aspiración suprema de un ser humano es colgar en las paredes de su despacho uno de esos diplomas rubricados y sellados que acreditan la condición de licenciado. Lo que distingue, sin embargo, a una sociedad evolucionada de otra atrasada es precisamente que a la gente se le juzga por sus obras y no por sus pergaminos. Y en cualquier caso, para los periodistas, una tribu tradicionalmente situada al margen de los convencionalismos y de las moquetas, la obtención de esos títulos nunca ha sido ni una obsesión ni un estímulo, entre otras cosas porque esta profesión está abierta a todo el que sepa escribir, quiera informar y tenga capacidad para opinar.Pero el señor Ansón no sólo quiere salvarnos a los periodistas del purgatorio de los simples bachilleres y transportarnos al paraíso de los licenciados. Además se propone hacerlo a la fuerza y cerrar las puertas de la profesión a quienes no quieran realizar ese viaje. Y para culminación de los absurdos y delirios, este nuevo Virgilio, cicerone coercitivo y paternal de sus atónitos colegas, pretende además que no valga cualquier título universitario, sino tan sólo el que expide la facultad de Ciencias (?) de la Información. Aunque pueda aspirar a ser diplomático o técnico comercial del Estado cualquier licenciado en facultades humanistas, y aunque la calificación de «técnico superior titulado» en una empresa puede acreditarse con cualquier diploma universitario, el señor Anson dobla su inaceptable exigencia de la licenciatura de enseñanza superior para ser periodista con la pretensión, simplemente ridícula, de que además no sea válido otro título que el expedido por la facultad de Ciencias de la Información. Así, a un periodista especializado en información económica no le bastaría con ser licenciado en Ciencias Económicas, ni al encargado de las páginas científicas con haber obtenido su título en la facultad de Físicas, ni al redactor de un suplemento cultural con ser licenciado de Filosofía y Letras. El señor Anson cree, como Stalin, de los escritores que un periodista es un «ingeniero de almas» y que sólo la facultad de Ciencias de la Información tiene el secreto de esa tecnología espiritual.

Pero tras el anuncio de la inminente firma de un acuerdo entre el señor Anson, en nombre de la Federación de Asociaciones de Prensa, y el señor Ferrer Salat, en nombre de la CEOE, para que las empresas adscritas a esa organización empresarial contraten periodistas con carnet para sus gabinetes informativos, cabe concluir que el presidente de la Federación de Asociaciones de la Prensa no sólo se equivoca acerca de los medios apropiados para dar dignidad a nuestra profesión, sino que además está en contra de que exista. También en este terreno la voluntad de subdesarrollo, nivel caracterizado por la confusión de los papeles sociales y la tendencia a ejercerlos de manera simultánea, y la añoranza por los gremios monopolistas de oferta de la Edad Media, resultan transparentes. Nadie puede estar en contra de que las empresas organicen gabinetes informativos y contraten al personal que consideren adecuado para dirigirlos. Y es incluso natural que busquen hombres y mujeres con experiencia periodística para esa labor. Pero resulta todavía más evidente que, desde el mismo momento en que un profesional de la prensa abandona la redacción de un diario o una revista, e ingresa en una empresa de productos químicos o de ropa interior de señora (desde luego, en el ejercicio de su libre arbitrio y sin que nadie pueda censurar su decisión), deja automáticamente de ser periodista. Porque nuestra profesión tiene como nota diferencial la independencia y es incompatible con trabajar a sueldo para hacer los elogios de un detergente o de una marca de bragas.

Y no se trata sólo de los gabinetes informativos de las empresas. Estimables antiguos colegas, como el señor Meliá, actual secretario de Estado para la Información, o el señor Ysart, adjunto del señor Abril Martorell, han colocado de hecho -y sería deseable que también de derecho- su condición de periodistas entre paréntesis al hipotecar su independencia y aceptar los trabajos y los sueldos del Gobierno. Nada podemos ni queremos decir que pueda ser interpretado como una crítica, ni aun velada, contra sus personas y sus conductas. Han realizado una elección en sí misma respetable. Pero, desde luego, sería muy difícil, por no decir imposible, que alguien en su sano juicio considerara que el señor Meliá está ejerciendo ahora su cargo como periodista.

El señor Anson, sin embargo, parece tan lanzado en su mal viaje hacia las sordideces del pasado que no sólo quiere intoxicar a los periodistas con los perfumados efluvios del prestigio decimonónico de los títulos universitarios. Pretende además hacernos ingresar colectivamente en el universo de las novelas de Galdós y convertirnos en funcionarios del Estado o en empleados de la industria y el comercio. Tanto el señor Ansón como el resto de nuestros colegas que quieran seguirle tienen todo el derecho del mundo y todas las bendiciones del cielo para hacerlo. Pero, por favor, que dejen de considerarse periodistas y, sobre todo, que nos permitan a los demás seguir siéndolo.

Javier Pradera

24 Octubre 1979

Gabinetes de información

Luis María Anson

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El paro azota hoy y seguramente EL PAÍS no podrá incluir en su plantilla como editorialistas a los varios miles de periodistas que buscan empleo. Lo regresivo, lo reaccionario, es huir de la universidad y dejar que la profesión la manejen las centrales sindicales o los partidos políticos.

Confundir el gabinete de información de una empresa con su departamento de publicidad demuestra un asombroso desconocimiento de lo que es la profesión periodística. En el gabinete de información de una empresa, el periodista no «trabaja a sueldo para hacer los elogios de un detergente o de un marca de bragas». Ejerce tan limpia e independientemente su profesión como los redactores de EL PAÍS (que también trabajan a sueldo en una empresa), y lo hace en mil funciones puramente periodísticas y, entre ellas, informando a los medios de comunicación y a la opinión pública de las actividades y realizaciones de la empresa, y también de sus problemas, de sus conflictos y de verdadero alcance de sus huelgas.Si lo que se pretende es que los gabinetes de información sólo existan en los partidos y en las centrales sindicales, flaco servicio se hace a la libertad de expresión y a la opinión pública. Las empresas también tienen derecho, por ejemplo, a hacer llegar a los medios de comunicación y a los ciudadanos lo que a su juicio es la verdad sobre una huelga o sobre el número de huelguistas que en ella participaron. ¿O es que se pretende que sólo una parte tenga posibilidad de distribuir noticias laborales y que la empresa se encuentre indefensa en materia de información? La idea de que el empresario es un delincuente al que hay que cerrar la boca y agredirle impunemente resulta impropia de una sociedad democrática.

Bien venidos sean, ptres, los gabinetes de información de empresa, en los que se puede ejercer la profesión tan honestamente como en la prensa, la radio o la televisión. El paro azota hoy con especial dureza al periodismo español. Para mitigarlo no existe otro camino que crear nuevos puestos de trabajo, porque nuestros compañeros lo primero que necesitan es ejercer y vivir de la profesión, y seguramente EL PAÍS no podrá incluir en su plantilla como editorialistas a los varios miles de periodistas que buscan empleo.

«Intoxicar a los periodistas con los perfumados efluvios del prestigio decimonónico de los títulos universitarios» es, en fin, una frase de la caverna, una pura demagogia indigna del talento de quien la escribe, como lo es confundir al penodista con el colaborador de periódico. Al comenzar el siglo XIX apenas se otorgaban una docena de títulos universitarios. El siglo XX los ha multiplicado por cinco o por diez, porque las sociedades desarrolladas caminan hacia la especialización. En periodismo, lo regresivo, lo reaccionario, es huir de la universidad y dejar que la profesión la manejen las centrales sindicales o los partidos políticos. Lo progresista es el estudio especializado en la universidad, la profesión liberal titulada y la independencia que de ella se deriva.

Luis María Anson

Presidente de la Agencia EFE, de la Federación de Asociaciones de la Prensa (FAPE) y de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM).